De nuevo visitas mi morada y como cada visita, tu estancia es breve. Insistías, como siempre, en remontarnos hasta aquel escenario donde comenzó todo, donde comenzó lo nuestro. Una frase, como silbido de viento, en el fondo de esa escena: “yo me acordaré de ti no te preocupes, te recordaré en mis plegarias y te visitare en mis sueños por las noches de vez en cuando”. Una y otra vez tus palabras giran en el ambiente. Entramos a esa casa, impregnada del frío invernal (tenía que suceder en una época romántica, que mejor que la época decembrina para marcar el hubiera de una relación), un poco desolada, los muebles no le van muy bien. Sí, efectivamente, la casa de un soltero nos brindaba cobijo para charlar sobre eso, ya sabes a que me refiero, esas cosas que solo se dicen cuando estás a solas con otra persona que te atrae. En la entrada, tu cama, aquella compañera fiel que en las noches de arduo trabajo te acurrucaba entre sus sábanas azules, esa cama que te regalaba minutos de descanso durante la madrugada; cuántos secretos guardará, cuántas pasiones consumadas. Frente a ella, una mesa de dibujo que pudo haber sido la causante de de esas profundas sombras que cargas bajo tus ojos. Arriba de la mesa de dibujo cuelga un cuadro, pareciera un esbozo de aquel amante que recordaba el cuerpo de la mujer con quien habría pasado varias lunas de placer. Al fondo, la cocina vacía, compuesta por un refrigerador viejo, un fregadero algo olvidado y una barra donde habitaban algunos vasos, platos y cubiertos en extinción. El tema de nuestra relación nos causa un poco de incomodidad, pero insiste en asomarse cada vez que nos miramos fijamente a los ojos, tarde o temprano saltará a la luz como un niño pequeño que ha sido olvidado y quiere llamar la atención; hablaremos de esto. Una barrera dorada sobre mi dedo anular, crea un ambiente pesado y difícil para hablar sobre el tema. Sentados sobre la orilla de la cama comenzamos a sincerar la atracción existente entre tú y yo. Buscamos la forma de no dejarnos llevar por el deseo y contenernos bajo la idea de “tuvimos nuestra oportunidad” pues, aunque eres algo liberal, mi estilo es un poco más tradicionalista. Cuanto daría por que dejarás de comportarte como un caballero ante mí. El pasado, es pasado, y su fantasma nos dejó un aroma agradable.
Después de una larga charla, concluimos la noche; tus compromisos sociales nos orillaban a abandonar aquella fría morada. Subiste la escalera para arreglar algunos detalles y bajar listo para aquella cena navideña donde te encontrarías con la gente más popular de tu medio. Mientras, aburrida y sola en la planta baja, te esperaba yo, sentada en la orilla de la cama donde minutos antes charlábamos, sólo charlábamos. El ocio llegó a mí y, aburrida, me recosté sobre tu cama, sobre aquel mueble donde diariamente descansas tu cuerpo. Tengo que reconocer que imaginé estar contigo baja las sábanas, pero la conciencia llegó a borrar mi utopía. Mientras yo seguía soñando tú te preparabas para bajar cuando ,de repente, me encontrabas ahí, recostada sobre tu cama, mirando esos cuadros sugestivos que adornaban tu hogar, siguiendo mi utopía. Sin pensarlo dos veces te lanzaste a hacer realidad mis sueños, como si hubiera pensado en voz alta mis más profundos deseos; hiciste a un lado a aquel caballero que te había mantenido al margen, aquel caballero que dentro de su armadura reprimió sus deseos. De un gran salto, como si hubieras salido de la nada, me sorprendiste ahí, en tu cama. Me miraste fijamente y, como luchando contra el caballero, te retabas a ti mismo a besar mis labios… lo hiciste. La parte de la noche que más ansiaba, la unión de un par de labios que se fundían entre sí y nos hundían a la vez en un abismo místico donde nos perdimos al cerrar los ojos como si fuera nuestro último deseo antes de ser fucilados. Los placeres más grandes de la vida se obtienen al liberarlos después de un buen tiempo de represión.
Me perdí en ese abismo, no te he vuelto a encontrar, aunque tengo la esperanza de que cumplas tu promesa y algún día revivas aquella noche mágica… y te quedes para siempre.
“Yo me acordaré de ti no te preocupes, te recordaré en mis plegarias y te visitaré en mis sueños por las noches de vez en cuando”.