Juan salta, llora, grita. Pero nadie lo escucha. Todos permanecen donde se encuentran; unos llorando, otros sin decir una palabra, muy serios.
¿Pero porqué lloran?, pregunta Juan, aquí estoy.
Es que era tan bueno, dice Elena, la que en vida fue su esposa. Hay gente tratando de consolarla pero ella no puede contenerse porque sabe que ya no lo verá más jugar con sus hijos. Ni la sorprenderá llevándole una flor, un dulce o simplemente un "te quiero" al salir del trabajo. Sabe que Juan se ha ido para nunca - a excepción de en sueños - regresar.
Una sombra cruza el salón donde está siendo velado un cuerpo. Nadie la ve, nadie la siente. Se dirige lentamente hacia cada una de las personas que ahí se encuentran. A algunos los alcanza inmediatamente, otros se le escapan pero no por mucho tiempo.
Pasan tres años y hasta ahora Elena anda a todas partes con el dolor de esa pérdida a cuestas. De pronto aparece, se acerca a ella y en el mismo instante en que ella dice "sí, me quiero casar contigo" la alcanza. Ella siente un alivio inmediato. Esa sombra se llama Olvido.
Juan llora desconsoladamente, trata de reponerse, pero no puede y justo antes de que la sombra lo absorba para volverse uno con él, dice:
Pero si yo no estoy muerto... sólo recuperé la razón...