Afuera , detrás de esa ventana es domingo. Recién son las cuatro de la tarde.
Aquí dentro, a mi lado, Dios juega al solitario con barajas españolas, mientras yo escribo. A veces, sin que yo lo perciba él mira de reojo, todo lo que yo voy escribiendo, eso que va saliendo del interior de mi bolígrafo, y si llego a cometer algún error tose disimuladamente para que yo me corrija. Otras veces, es él quien se equivoca y mezcla sus cartas, entonces soy yo el que carraspea y juntos reímos por nuestros errores. Hacemos buena pareja.
Ayer a la tarde, cuando el sol trasponía ya su línea del cenit, salimos de estas cuatro paredes hacia la luz.
Él me regaló una breve niebla y pude así subir por una escalera de peldaños sin fin hasta la quinta nube. Al llegar, él ya estaba allí. Otras veces ya habíamos subido hasta las cuatro anteriores, y ahora como esas otras tantas veces, el viento sopló y nos arrastró por los espacios celestes.
Yo fui aprendiendo cada una de todas las cosas que me mostró y me enseñó. Así vi y aprendí que, tras cada una de las situaciones que la vida nos presenta a lo largo de todos nuestros tiempos, hay una solución, por lo menos una, esperando irremediablemente para ser usada, para que logremos sobrellevar del modo mas asertivo tal planteo, sin que éste llegue a minar nuestro carácter y nuestra posibilidad de ser.
También supe que educar nuestro carácter, nuestro espíritu y nuestra forma de ser, hace que podamos encontrar con mayor celeridad y paz interior nuestras propias soluciones. Educar es observar, reconocer, corregir y también aprender. Por sobre todo es aprender.
Aprender,por ejemplo,que por cada piedra con que tropezemos en nuestro camino,habrá una estrella para nuestro cielo,y que en él siempre habrá lugar para una nueva estrella.
© Norberto Adrian Mondrik.
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