Aeropuerto de trivial tamaño, un enredo fatal. Llegar hasta él implicaría desperdiciar al menos un par de horas en el tránsito absurdo de la gran ciudad. No estaba convencida de querer ataviarse de elegante y sobria manera, el blanco le parecía agresivamente reflejante, incómodo y absurdo, jamás deseó vivir ese momento. La tradición indicaba que ese era el modo correcto, que va! rotunda señal de pureza, castidad y humildad, devoción, respeto y sumisión.

Presentación, mujer de fragilísima figura y uñas exageradamente barnizadas, sabía que conservaba aún la talla justa para envolverse en esas telas, setenta y nueve años ya la sofocaban, ocho cartas no resultaban suficientes para esperar un día más...

El último esfuerzo, regresar al pueblo que la vió nacer y aferrarse a la esperanza, pasar la siesta final soñando con el día que nunca llegó.

(si Emiliana no hubiese caminado esa tarde por la plaza, si la soledad no se abrazara al repicar de las campanas)