El era Manuel, un viejo abuelo de 70 años. El era José, su nieto de apenas 12 años. Esa era una noche fría, como ninguna que había vivido José. Los dos sentados en el pretil de acera, con las cabezas elevadas hacia el cielo, la noche estaba limpia, transparente y asustada, pronto la luna se iría a ocultar detrás de la tierra negándose ver al sol, en un eclipse juguetón. Manuel se paro al ver oscurecer a la luna, José le siguió manteniendo el cuello levantado, el abuelo le tomo del hombro y sin bajar la cabeza le dijo con lagrimas en ojos, que no se sabia si por la emoción del ultimo eclipse que alcanzaría a ver o por lo que iría a decir, pero con la vos quebrantada y sin desprender la mano del pequeño hombro de su nieto le dijo, que viera con atención la luna y que el era ya muy viejo y que seguramente la próxima ves que la luna se oculte del sol, el ya no estaría a su lado, pero que el sabia que era un hombre bueno, que a nadie había hecho ninguna maldad en toda su vida y que seguramente al morir iría directo al cielo para estar junto a El, y que viviría ahí, en todo el cielo, y José le pregunto – Abuelo que es el cielo?, como es?, Manuel le contesto que el cielo era todo el universo donde no existe ni el tiempo y el espacio solo es imaginario, que conocería de cerca las estrellas, los cuerpos celeste, que iría a ver pasar a los cometas muy de cerca y que se colgaría de sus estelas y que se trasportaría de una estrella a otra tan solo con pensarlo, que así era el cielo, que es así la muerte. Siguió hablándole – José mi hijito querido, dentro de dieciocho años, once días y ocho horas me iré a parar en la luna, justo en la cara que da hacia la tierra, justo para cuando sea el próximo eclipse, y vos (José) levantes los ojos hacia la luna no solo para ver lo que se ira oscureciendo igual que lo hace hoy, si no para que nos podamos ver nuevamente frente a frente, yo en la luna y tu acá en la tierra, vos viendo un eclipse lunar y yo viendo un eclipse solar. Le apretó mas fuerte el hombro y queriendo ocultar la despedida a su manera, se sentó nuevamente en el pretil de la cera, confiado que podrá ver nuevamente a su nieto ya un hombre dentro de dieciocho años, once días y ocho horas.
Manuel murió a los dos meses después del eclipse lunar, en el sepelio José no lloro como todos pensaron que lo iría hacer, ya que en los últimos años fueron inseparables, pero no lloro por que sabia que volvería a ver a su abuelo dentro algunos años, a distancia, a mucha distancia, pero lo volvería a ver confiado de que el estaría ahí, esperando que sus miradas fueran a encontrarse una ves mas.
Siguió creciendo José y todas las noches se preguntaba de nuevo, como será el cielo? Como será el universo?, donde estará ahora mi abuelo? En que cola de cometa estará colgado ahora?, cantando “Boquerón abandonado”, su canción favorita, aquella canción que le traía tantos recuerdos de la guerra del Chaco, como le gustaba cantar esa canción auque siempre terminaba llorando, pensaba en las noches antes de dormir. Con los años José salió bachiller y el amor que le tuvo y aun le tenia al abuelo seguía latiendo en su ya joven corazón, y al momento de decidir que iría estudiar, pensó que le gustaría saber donde estaba el abuelo ese momento y por eso eligió Astro-física para saber por donde andaba saltando y de cuantos cometas podía haberse colgado desde que partió.
Dieciocho años después, aquel nieto que nunca dejo de pensar un solo día en su abuelo, ya era un prominente astro físico con estudios en Kiev - Rusia, dedicado a estudiar e investigar los efectos de los astros en la vida de los hombres, y ya casado y con dos hijos. Le habían invitado a dar una conferencia en un observatorio recién construido que estaba enclavado cerca de las nieves eternas de los Andes, pero de donde se podía apreciar un cielo tan diáfano como un celofán, asistirían varios colegas, estudiantes y algunos extranjeros, esa la noche sitio tanto frió como no había sentido hace dieciocho años, once días y algunas horas, cuando aun estaba con Manuel. Aparte de todo el publico asistente estaban su esposa y sus dos niños gemelos, que el quiso llevar por que sabia que aquel día era muy especial para el, y ellos irían a conocer al abuelo, del que siempre habla y por el que llora algunas noches en silencio.
La conferencia era a cielo abierto, empezó nervioso a discursar y todos lo oían atento, era elocuente y se notaba que en sus palabras había mas que solo ciencia, se dejaba develar amor en sus apreciaciones, como si las estrellas, los astros fueran su hogar. Los oyentes se distrajeron unos segundos y levantaron las cabeza pues ya había comenzado el efecto eclíptico, el dudo unos segundos, se bajo del atril, se acerco donde su familia y recién levantó la cabeza hacia el cielo, los ojos encontraron la luna y se le llenaron de lagrimas, sin bajar los ojos ni la cabeza, abrazo a su mujer e hijos, y en vos baja, entre sollozos ahogados, susurro sin bajar la mirada - he acá mi familia abuelo - en su imaginación que le producía el amor, vio brillar dos lucecillas que las familiarizo con el brillo que siempre tenían los ojos de Manuel, se quedo inmóvil por algunos minutos, se subió nuevamente al atril, pidió atención a los presentes y termino su conferencia diciendo – La luna señores no esta muerta, no por que no haya vida ahí, esta muerta, ahí habitan las prosas de los poetas, las promesas de los amantes, el amor, el amor mas ahí del tiempo, mas ahí de la eternidad, la luna es de los que aman de verdad mas ahi de la eternidad.