Conéctese con gente aún más estúpida que usted. Juntos elijan un bar, o algún lugar propicio para la charla. Pidan una ronda de café. Déjelos hablar primero; no tardarán en manifestar sus miserias más íntimas: es sólo cuestión de segundos. Escúchelos. Escúchelos con atención. Finja interés. Asiente con la cabeza tres veces por minuto, y haga algún comentario alentador cada dos. Sosténgase el mentón con la mano derecha, mientras que con los dedos índice y anular se tapa la boca para que no noten que se está riendo. Ayude al mozo a bajar las tazas de café de la bandeja y dele las gracias. Tome el ticket y colóquelo debajo de las llaves de su auto. Continúe escuchando. No se duerma. Piense que aquellas personas necesitan descargarse con alguien. Piense que después de escucharlas, le va a tocar hablar a usted. Usted necesita que alguien lo escuche; necesita sobrevivir otra noche, fuera como fuere. Déjese llevar. No se resista. Si se esfuerza un poco notará que al cabo de algunos minutos el monólogo se torna interesante. Esfuércese. Puede que esté salvando una vida. Deje de sacudir histéricamente su pie contra el suelo; eso denota diespersión y aburrimiento. No mire la hora. No se rasque. Trate de no toser ni concurrir al baño. Ya le dije que se deje de sacudir el pie. Recuerde que está solo en este mundo. Recuerde que talvez no vuelva a hablar con nadie hasta el otro día. Acuérdese de todo, pero sólo por un instante.
Ya es hora de dar una opinión. Ésta le será exigida con un levantamiento de párpados, y con un leve desplazamiento hacia atrás de la cabeza de su estúpido interlocutor. Mienta. Póngase de su parte. Jamás demuestre su desprecio. Lleve su mano hasta el desgraciado y ligeramente sacúdale el hombro un par de veces. En ese momento aquel idiota se habrá dado por satisfecho pera tenga cuidado, a partir de allí el infeliz habrá desarrollado una especie de adiccion por usted, y por lo bien que supo comprender y aconsejarlo.
Se hizo muy tarde. El idiota lo convida ahora a que le hable un poco de usted mismo, pero usted no quiere. Usted le sugiere con tono displicente que sus problemas en comparacion con los de él, no existen. Advierta ahora la satisfacción del idiota, al sospechar que talvez, no hay vida más miserable que la de él.
Pague usted. No se olvide de dejar propina: ésta consta en casi el cuarenta por ciento del sueldo de un mozo.
Dele al idiota su número de teléfono, y dígale que "cualquier cosita" que lo llame; que la hora no interesa.
Súbase a su auto y arranque camino hacia su casa. Recuerde que no tiene otro lugar donde ir. Cene algo liviano: el café del bar talvez le haya perforado el estómago, y usted aún no lo sepa. No se acueste. Usted sabe que padece de insomnio. Mire la cama vacía y recuérdela; pero sólo un poco. Contenga esas lágrimas; ya está grande. Siéntese a su computadora y trate de escribir: A lo mejor termina escribiendo algo muy parecido a esto que acaba de leer.