La historia inédita del Ratón Pérez
Por: Juan más de mil preguntas.
El Ratón Pérez nació en una familia de ratones citadinos, la familia Pérez; esta familia como todas las familias de ratones citadinos solían llamarse igual a como se llamaba la familia de humanos en la cual tenían su guarida, en este caso la familia de ratones Pérez vivía en la residencia de la familia Pérez. Otra costumbre muy usada entre los ratones citadinos era darle el nombre de un queso famoso a sus hijos, los ratones pensaban que esto les podría traer buena suerte, sobre todo en una época en la que se estimaba sobremanera la reputación de un ratón por la cantidad de queso que tuviera almacenado en su guarida. Por eso nuestro ratón se llamaba Roquefort Pérez, su familia consideraba que este nombre podría traer un poco de prestigio a la familia, desde que murió el padre del abuelo paterno la familia iba cada vez en un declive social más evidente, el padre del ratón Pérez pensó que al darle un nombre tan elegante a su hijo, que por cierto era el mismo nombre del abuelo, podría hacer de este todo un magnate del queso. Para comodidad del autor, nuestro ratón que prefiere ser llamado por sus amigos Roque, será reconocido en este relato simplemente como el Ratón Pérez, sin querer descalificarlo porque sabemos que es todo un personaje entre los ratones, aunque su fortuna no este avaluada en queso, ustedes verán por qué.
El Ratón Pérez desde pequeño se dio cuenta de que existía un movimiento oculto en todo lo que sus maravillosos ojos de ratón podian presenciar, él lo llamo la “teoría del acto de arrancar las cosas”. Después de que aprendió todo lo que debía de aprender un ratón citadino para sobrevivir en un medio de ratones citadinos, intentó darle forma a su teoría y publicar un libro pero desistió de la empresa, por un detalle que explicaremos a continuación. El ratón Pérez descubrió con asombro que nadie sabía lo que significaba el acto de arrancar las cosas, el por qué, Lo descubrió al observar un parto de una ratona, para él era la prueba más evidente de que el acto de arrancar las cosas era un suceso sumamente importante en la vida de los ratones y que era algo que los iba a acompañar toda la vida. En este parto el ratoncito fue arrancado del vientre de su madre y cuando salió, fue literalmente mutilado por un extraño; su lazo con la vida de su madre había cesado, el ratoncito había sido lanzado al acelerado mundo de los ratones citadinos y ya no había marcha atrás. Para colmo de males el ratón Pérez observó con sorpresa que el ratoncito, no recibió nada a cambio, ninguna recompensa le fue dada por soportar con tal valentía el ser separado de la seguridad del vientre de su madre. Allí radica el problema, pensó el ratón Pérez, ningún Ratón ha recibido recompensa alguna por realizar el acto de arrancar las cosas, por eso lo olvidan. Nunca ningún ratón sobre la tierra desde que existían los ratones sobre la tierra había recibido recompensa alguna después de realizar el acto de arrancar las cosas. Qué triste, pensaba para sus adentros el Ratón Pérez.
Preguntando y preguntando entre doctores ratones, se dio cuenta de que tampoco ellos se habían percatado de su teoría, también se dio cuenta que la mayoría de las cosas que tenían los ratones eran copiadas de los humanos, y si no eran copias de los humanos eran una repetición de cosas que ya habían dicho o elaborado otros ratones. Llegado a este punto incluso pensó en publicar otro libro sobre el por qué los ratones se preocupaban tanto por olvidarse de ellos mismos e imitar a los humanos. El ratón Perez se dio cuenta con asombro de que los ratones sufrían una especie de amnesia a los hechos esenciales de la vida y que llenaban esa amnesia con hechos triviales que les permitían soportar el día a día, por eso olvidaban el mismísimo acto de arrancar las cosas que estaba inmerso en todo lo que existe y que para el ratón Pérez demarcaba las etapas más importantes en la corta existencia de un ratón.
Pero un día el ratón Pérez tuvo una idea maravillosa, pero para llevarla a cabo primero debía estudiar durante un buen rato a los humanos lo cual era bastante peligroso, sobretodo desde que les dio los humanos por inventar que los ratones llevaban peste y enfermedad y que debían de ser exterminados, ingratos pensaba el ratón Pérez, ellos roban a todas las especies de la naturaleza y quieren aniquilarnos, a sabiendas de que nosotros los ratones no robamos a los humanos, les pedimos prestado que es muy diferente.
El ratón Pérez se había percatado de que todos los ratones citadinos imitaban a los humanos, por lo cual pensó que si podía comprobarles a los humanos que existía el acto de arrancar las cosas, si lograba que ellos lo recordaran, los ratones los imitarían inmediatamente y así aprenderían que no solo ellos sino todo lo que existía estaba inmerso en el acto de arrancar las cosas, quizás así algún día todos despertarían de su amnesia y quizás así algún día todo sería mejor. El ratón Pérez no quería reconocimiento por su labor, bueno eso pensaba él en el silencio de su habitación.
Como el ratón Pérez era un ratón muy científico reunió las características ineludibles al acto de arrancar las cosas, las agrupó y se dio cuenta de que en todas ellas la que se presentaba en el ciento por ciento de las probabilidades, era el dolor profundo que acompañaba a este acto. Y el ratón Pérez se dedicó durante años y años a estudiar la conducta humana, y se dio cuenta de que la etapa de la niñez era una etapa muy significativa para los humanos, además era la época de la vida del humano en la que un ratón como él, más se podía acercar, más grandecitos aprenden a matar, pensaba el ratón Perez. Entre otras cosas los niños humanos eran más abiertos que los adultos y en vez de pegarle al ratón o de estriparlo sin misericordia se dedicaban a observarlo y a reír con él durante horas, lo cual facilitaba la observación y posterior análisis de los resultados del ratón. Claro que el ratón Pérez estudió otros actos humanos, uno que le llamó mucho la atención fue el del noviazgo, vio con asombro esa cantidad de caricias, de besos, abrazos, sentimientos y complicadas formas de comunicación que se arrancaban de un tirón para dar paso a una nueva relación, en la que se repetía la cadena, estos forman más lazos que un nudo, pensaba él.
Bueno, a final de cuentas el ratón Pérez descubrió el acto de arrancar las cosas más doloroso que había visto en toda su vida, además para sorpresa suya fue un acto que en la misma persona presenció varias veces durante su niñez, fue el acto de mudar dientes. Alguna vez observo como la madre de un infante humano amarraba su adolorida dentadura a una puerta y la tiraba con fuerza, acto seguido voló el diente acompañado de un salpicar de sangre verdaderamente aterrador. Pero lo que realmente impresionó al ratón Pérez fue la actitud de la madre al llamarle la atención al niño por llorar y decirle que debía de ser fuerte como su padre. Fue tanta la impresión que causó al ratón Pérez este salvaje acto, que no le cupo la menor duda de que si por algo se le debía dar recompensa a un hombre era por el acto de mudar dientes. Este acto de arrancar las cosas era ideal pues sucedía varias veces durante la niñez por lo cual podía ser reforzado con frecuencia, pensaba con satisfacción el ratón Pérez.
Ahora lo importante era encontrar algo con lo que se pudiera reforzar a un humano, lo cual le llevó otros tantos años de investigación, al final de sus estudios concluyó que no había nada más reforzador para los humanos que el dinero, bueno, o así parecía ser. En todos lados los humanos idolatraban el dinero, en parte era similar a la idolatría que tenían los ratones por el queso, pero el queso es para comer, y el dinero, pues el dinero no se come, pensaba el ratón Pérez mientras se reía de la estupidez de los humanos.
La extraña lógica del ratón Pérez y su obvio desinterés por el queso, que afectaba sus relaciones con los demás ratones era debidos a su teoría. La “teoría del acto de arrancar las cosas” le había llevado a comprender que todo era pasajero y que entre un ratón mas se apegara a las cosas más le iba a doler cuando los designios del destino se las arrebataran. Por eso no se apegaba a nada ni siquiera al queso, el ratón Pérez no pensaba en atesorar queso como los demás ratones sino que vivía con el queso que necesitaba para soportar el día a día, lo demás lo invertía en sus excursiones. De ello también derivaba que el ratón Pérez aun no se hubiera enamorado, pensaba que nadie había merecido aun su dolor, o en caso contrario que nadie lo quería tanto como para sufrir por él cuando se alejara.
Algunos ratones eran realmente ofensivos con el ratón Pérez y lo juzgaban de ser un espía de los humanos, en ese tiempo las relaciones entre los humanos y los ratones estaban de mal en peor, y le decían: si tanto te gustaban los humanos pues vete a vivir con ellos, pues siempre lo veían día tras día, tomando notas en su pequeño cuaderno y saliendo en interminables caminatas por las afueras de las guaridas, donde habitaban los tan temidos humanos. Pero a pesar de sus quejas todos sabían que el ratón Pérez era un ratón responsable y tenia como oficio el de hacer árboles genealógicos, además todos sabían que el era nieto de Roquefort Pérez, lo cual le daba cierta reputación de noble que le ayudaba en su tarea.
Para el ratón Pérez eso de hacer árboles genealógicos era fácil por que él era curioso y eso de los árboles genealógicos era solo cuestión de tener los contactos indicados, en este caso las ratonas chismosas, en especial Joya Tapias(así llamaban a las ratonas, con nombres de objetos valiosos para los humanos) quien en una época había llamado la atención del ratón Pérez, pero como es natural a cualquier ratona como Joya, cuyo único interés era el queso, no compaginó con alguien tan extraño y desinteresado por el mundo de los ratones citadinos como el ratón Pérez.
El ratón Pérez ya estaba decidido sobre lo que iba a obsequiar a los infantes humanos por su valeroso esfuerzo al mudar de dientes, pero no estaba seguro de cómo lo iba a lograr, en este caso a su pesar dependía de su primo Parmesano Pérez. Parmesano era el gerente del banco de queso que quedaba justo debajo del banco de dinero humano del centro de la ciudad. El ratón Pérez se dirigió hacia donde Parmesano y le ofreció un ambicioso trato, consistía en que Parmesano debía de sacar dinero humano de baja denominación y entregárselo al ratón Pérez, para él así dárselo a los niños humanos a cambio de sus dientes, acordémonos que los ratones no roban sino que toman prestado y si no toman prestado pues hacen cambios, los dientes de los humanos debían de ser cambiados por dinero, además eso era prueba de que al niño si le habían sido arrancados su dientes y que merecía una recompensa. Pero y ¿que le devolverían a los humanos a cambio de su dinero? Pues queso pensó el ratón Pérez, en este caso devolverían dinero con dinero, así este no tuviera ninguna importancia para los humanos para los ratones si lo tenía y esto demostraba su buena voluntad.
- Oye Roque, hasta ahora tú proyecto me parece una locura, pero ahora si te excediste, ¿cómo me vas a pagar el queso que le dejemos a los humanos?, exclamó consternado Parmesano Pérez, medita sobre ello y cuando tengas una repuesta convincente ven a verme.
Entonces el ratón Pérez pensó en empeñar lo poco de fortuna que aun le quedaba con tal de financiar su proyecto, pensó inclusive en pedir ayuda a la familia de Joya, pero tuvo una mejor idea, ¿qué tal montar un museo de dientes humanos y recibir donaciones por la entrada?, ¿qué tal si en este museo se explicara “la teoría del acto de arrancar las cosas”?, quizás si lograra esto las cosas algún día serian mejor, pensaba y sonreía el ratón Pérez.
El ratón Pérez volvió donde su primo con la idea, que aunque muy recatado aun conservaba en sus venas el espíritu aventurero del abuelo Roquefort Pérez, que hizo fortuna vendiendo trampas para gatos. - Esta bien exclamó, pero dime, ¿como harás para que los humanos te den sus dientes? El ratón Pérez había pensado en todo menos en eso.- Mira, le dijo el primo, en esto de los bancos, tú sabes que se ve cada cosa, hace no mucho vino un ratón a verme, Holandés Ramírez, un viejo loco, y me dijo que le financiara un proyecto para comunicarse con los humanos; me dijo que había aprendido a escribir como ellos, tiene un taller en los suburbios de la ciudad, si quieres vamos a verlo. El Ratón Perez ni corto ni perezoso accedio.
Parmesano Pérez y el ratón Pérez fueron a visitar al viejo Holandés Ramírez, cuando llegaron a su taller observaron un gran lápiz de grafito, sostenido por unas poleas gigantescas, en el suelo se encontraba una hoja de papel similar a las que usaban los humanos. Hablaron con el viejo al final le encargaron que escribiera tres frases: Busca tú diente, colócalo bajo tú cama, espera a mañana y te llevaras una sorpresa.
- Roque, pero ¿por qué quieres que guarden los dientes debajo de su cama? reprochaba el primo.
El ratón Perez con toda la calma del mundo le respondía:- Primo, es para que nos quede en el suelo y podamos transportarlo fácilmente. La tradición ha cambiado y se ha reemplazado la costumbre de poner el diente debajo de la cama por la de ponerlo debajo de la almohada, esto sucedió cuando los humanos se apoderaron de la idea del ratón Pérez, ya verán como sucedió esto.
Todo marchaba viento en popa, ya habían encontrado un niño que podría contar con las condiciones experimentales para el primer contacto entre los ratones y los seres humanos. - Primo, dime, ¿por qué me ayudas? preguntó el ratón Pérez momentos después de dejar el queso en la bodega del banco humano y cambiarlo por billetes. Parmesano respondió:- Roque, te ayudo porque me caes bien, además no te das cuenta de que al tener los dientes de los humanos podemos hacernos famosos, diremos que nosotros mismos los arrancamos, ¡todas las ratoncitas se pondrán a nuestros pies! Desde que el ratón Pérez vio la mirada de codicia en la cara de su primo supo que algo no iba a salir bien.
El primer experimento fue un éxito, aunque el primer diente que les dejaron tenia muy mal olor, porque al niño le tocó sacar el diente de la basura en que su madre lo había tirado después de habérselo arrancado, ya que nunca para un humano había tenido importancia un diente recién arrancado, ¿por qué habría de guardar un diente un humano? ¿Por qué habría de guardarlo para dárselo a un ratón?
El ratón Pérez le dejo el billete al niño, aunque era un billete de baja denominación para los humanos, lo importante era que el niño tuviera una recompensa por su valor, así jamás olvidaría que los momentos del acto de arrancar cosas existían, quizás si el niño entendiera esto no se preocuparía tanto por el dinero, de todas maneras le será arrancado cuando se muera pensaba, el ratón Pérez. Al lado del billete el ratón Pérez dejo una nota, al principio el primo quería que dijera: de parte de Parmesano Pérez y compañía, pero como los dos tenían el mismo apellido decidieron que dijera: de parte de los ratones Pérez, otra cosa que cambiaron los humanos, pero en este caso sirvió para beneficio del propio autor de esta proeza: el osado y siempre voluntarioso ratón Pérez.
Poco a poco se empezó a adecuar el museo, el ratón Pérez lloraba de solo pensar en la primera conferencia que daría sobre su teoría, ya se imaginaba el congreso mundial de ratones sobre la “teoría del acto de arrancar las cosas”. Pero ya sabemos que el primo tenía otros planes, inclusive los humanos tenían otros planes, muy diferentes a los del ratón Peréz.
Algo que nunca se esperó el ratón Pérez, algo de lo que no se percató en el comportamiento de los niños humanos, llevaría a la ruina todos sus ideales. Resulta que un niño humano, decidió mostrar las notas del ratón Pérez a sus padres, aquellos temerosos del ratón que acosaba a su hijo decidieron llenar la casa de gatos. Nunca se supo el motivo por el cual el niño humano mostró la nota a sus padres, quizás pensó que a ellos también les daban notas los ratones o que inclusive les daban regalos. No se sabe y nunca se sabrá a fin de cuentas que fue lo que pasó, pues la historia es confusa en cuanto a estos hechos, solo se sabe que de pronto hubo una invasión de gatos que asoló las guaridas de los ratones citadinos, en especial en el banco humano, donde el gerente no soportó ver como su dinero era cambiado por queso y decidió tomar medidas al respecto; fue una época en la que los ratones decidieron tomar medidas también con lo que respecta a los humanos.
Roquefort Pérez fue exiliado a las montañas por los ofendidos ratones citadinos y su primo aprovechó la situación para lanzar el museo de dientes humanos, en el cual con farsas deslumbró a los ratones que pensaron que él realmente los había arrancado a los humanos, e inclusive llegó a inventar una serie de técnicas para que un ratón se pudiera defender de un humano, a la cual llamó “el código secreto del guerrero arranca dientes”. Parmesano Pérez aprovechó el odio de los ratones hacia los humanos para hacer fortuna y si que hizo fortuna. Pero como los ratones, a su gusto o no, debían de seguir conviviendo con los humanos, decidieron que lo más prudente era no molestarlos y mucho menos arrancarle los dientes. Muchos llegaron a pensar que la causa de que los humanos, que tanto idolatraban, se hubieran enfurecido, era un complot que Parmesano había hecho contra ellos, para acabar con las guaridas citadinas pues se rumoraba que su banco estaba carente de queso y no tenia con que pagarle a sus clientes, inclusive se escribieron varios libros al respecto, el más famoso de ellos fue “Complot a la Parmesana”. Al final no se supo en que fue a parar la vida de Parmesano, algunos rumoran que ante la insistencia de sus discípulos que le pedían una demostración de sus técnicas, Parmesano se lanzó a la aventura de quitarle un diente a un humano mientras dormía con nefastos resultados para su salud, esas y otras cosas se rumoran sobre la suerte de Parmesano. En lo que respecta al ratón Pérez se rumora que en las montañas fue adoptado por una familia campesina, en que desplegó todas sus habilidades de escritor junto al viejo Holandés Ramírez, que también fue exiliado de las guaridas de la ciudad, pues con el pretexto del exilio todos los que les parecían raros a los ratones citadinos fueron los primeros en ser expulsados. Se dice que enseñaron a una familia campesina la teoría del acto de arrancar las cosas, pero esos son historias que el paso del tiempo ha sepultado bajo el polvo de los años.
Y fue así como la tradición del campo y de la ciudad se fundieron para dar vida a la leyenda del ratón Pérez, que no fue ni un ratón más grande ni más pequeño que los demás, sino un ratón que pensaba que quizás las cosas podían llegar algún día a ser mejor y se lo quiso hacer saber no solo a los otros ratones sino al universo entero a través de sus actos.
El ratón Pérez fue arrancado de la vida a la edad de 77 años, se dice que aun ahora algunos ratones honran al ratón Pérez a través de un acto muy simbólico en el cual le regalan a los infantes humanos algo de su queso a cambio de uno de sus dientes ya que saben que el dinero no se come, esto se hace sobre todo desde que los campesinos han sido desplazados a la ciudad. Generalmente va acompañado de una nota que dice: Nosotros te honramos por el dolor que has sentido al ser arrancado uno de tus dientes, quizás sea igual al dolor que nosotros sentimos cuando nos es arrancada nuestra tierra, pero nosotros te honramos, niño citadino...Enseñanza del ratón Pérez.
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