Ya sé que hay un taller de retratos, pero qué tal uno de autorretratos, asi nos conocemos mejor...
vent,02.10.2007
Nací dos décadas antes que empezara el siglo veintiuno. Aunque eso poco importa. También podría tener setenta y uno. Escribo, al menos eso intento. A decir verdad, juego a escribir, porque siempre son las palabras las que me seducen a mí. Yo simplemente me entrego a ellas. Es casi una rutina. Una afable rutina de entrega y seducción. Cuando empiezo un escrito ni siquiera sé qué voy a decir o contar. No importa si empiezo por el final y acabo en el principio. Es como una aventura en la cual me voy descubriendo a mi misma, donde cada palabra que vuelco al papel me recrea una realidad inventada, proyectada a otros, pero que vive en mí.
En principio debo decir que no tengo padres, soy hijo de unos tíos. Recuerdo que al nacer, la comadrona le gritó a mi tía. -¡La felicito señora, a tenido usted un hemoso sobrinito! Mi tío, en otra habitación fumaba nerviosamente, cuando se abrió la puerta y una ayudante de la comadrona, conmigo en brazos, le dijo sonriendo: le presento a su sobrino, lamentablemente no ha venido con un pan debajo del brazo, eso queda reservado para los hijos. Mi tío, ofuscado, le pidió que volviera y que revisara bien a su mujer porque el pan tenía que estar. No hubo arreglo y debí soportar durante toda mi infancia reproches por haber erxtraviado el dichoso pan. Crecí vertiginosamente, al punto que a los siete años había terminado la escuela primaria y a los diez ya tenía como catorce. A esa edad me casé con una viuda de sesenta y tuvimos trillizos. Tres hermosos varoncitos a los que bauticé José, Primero, Segundo y Tercero. Me emocionaba verlos crecer y me pasaba los días sentado en una silla mirándolos con una cinta métrica en la mano. Así para distraerme mientras los niños se estiraban, decidí incursionar en la literatura. Lo primero que escribi fue una Historia Universal en cincuenta tomos de dos mil páginas cada uno. Cuando terminé, el tiempo había pasado, la cinta métrica ya no funcionaba y mis hijos se habían jubilado. El primero de almacenero, el segundo de tavesti y el tercero de presidente de la nación. Ahora vivo solo con el cadáver momificado de mi mujer. Es una compañía, pero no dice palabra.
En fin, así se pasa la vida.
margarita-zamudio,03.10.2007
!Qué buenos vuestros retratos!
Después de esto, el mío, una acuarela, tendré que rehacerlo al óleo.
Mujer, cuarenta y tantos y tantos y cada vez más tantos. Enamorada de la vida, de sus claroscuros, de sus caricias y de sus desdenes. Andante de caminos, de letras y de historias, en soledad o bien acompañada. No me gusta el punto medio ese en el que está la virtud. Me seduce en cambio coquetear con los extremos. Prefiero el amanecer al ocaso, la risa a la melancolía y regalar a que me regalen. Me muero y renazco una y otra vez. Bajo a los infiernos pero parece que allí no me quieren por mucho tiempo así que vuelvo a la superficie para esperar la ocasión de tocar el cielo con los dedos. Cojo trenes en marcha y como dijo el poeta siempre viajo “ligera de equipaje” por si tengo que hacer las maletas deprisa y corriendo. Últimamente estoy vaga, me siento en la acera de la calle dejando que el sol me bañe la cara y esperando lo que la vida quiera depararme porque parafraseando a otro artista, esta vez un pintor prefiero encontrar a buscar. Mientras tanto desgrano mis vivencias.
Si me miro al espejo...
me descubro,
me consuelo.
Tengo la tez blanca y los cabellos
con destellos dorados si los toca el sol.
Mis ojos son verdes de mares,
son ojos de horizontes.
Soy hija del mar y hermana menor
de sus tormentas, de arena tengo
las manos, de arena tengo la frente.
Un día en el mar me he de disolver
eternamente.
También amo profundamente los habitantes
del cielo... las estrellas, la luna con
sus mares, sus huracanes, sus nubes, sus aves.
A veces con ferviente frenesí...
busco en el mapa estelar, si hubiese en el
cielo una estrella con mi nombre: Pilar.
Pero los astrónomos se olvidaron de mí.
Soy necia en mis discuciones, reflexiva en
mis conclusiones, destructiva cuando me enfado,
silenciosa cuando me ofenden. Soñadora
en los atardeceres, perezosa al mediodía y
deslumbrada en las madrugadas.
Me gusta dormir sobre mullida almohada, soñar
historias de duendes y hadas... pasear por
parques otoñales, mojarme bajo las lluvias
invernales. Entrar a una Iglesia y resignarme,
comer en un restaurant hasta hartarme, tomar un
tren y viajar hasta que éste se desarme.
No soy fria ni precavida, siempre caigo en
un hoyo o en un abismo, mala calculadora,
noble en teoría, poetisa en mis sueños,
idealista de adolescencia tardía, muda en
amores, tímida en reuniones.
Soy de piel blanca, sienes amplias y pequeños
oídos, labios sonrosados y pies de caracolas
que se deforman en las ondas azules de la olas.
Soy melancólica y retraída, valiente en mi
cobardía, amplia de horizontes, promesa encendida
en el futuro, canto del mediodía, suspiro
cálido a medianoche, fracaso al otro día.
Mujer por naturaleza...
soy algo que nadie comprendería.
Antirretrato
No soy varón, no tengo el cabello muy claro ni tampoco muy oscuro, no soy gorda, no soy fea, no soy vieja, no soy tan joven, no veo muy bien de lejos, no tuve más de tres hijos, no me gusta levantarme temprano, no tengo un empleo fijo, no me gusta usar maquillaje, no me gustan los poemas, ni los cuentos ni las novelas cursis,
no tengo ganas de seguir escribiendo.
Yo también envejezco. Desde el primer día en que nací. La vida no tiene treguas para mí y yo no ofrezco resistencia. Lloré al nacer, y no sé muy bien si fue por casualidad, por el cambio ambiental o porque ya desde entonces sabía que moriría alguna vez. Será por eso que a nada me apego. Pues si como nací e de morir, entonces andaré de viaje continuo, sin nada que me retenga demasiado tiempo en algún sitio, sin afectos que me aten a ilusiones pasajeras y efímeras.
Hoy compruebo que por este mundo caminé bastante, que de tanto andar y andar trasmuté soledad por libertad. Ya no me asusta envejecer o morir. Más bien sonrío, aliviada, sé que el fin comienza, y yo estoy dispuesta a perecer para volver a surgir. Otra vez mas.
El cabello suelto sobre la cara, la camiseta con mi apellido y el nùmero ocho en la espalda, los pantalones rotos y una pelota de fùtbol que pretendìa demostrar coraje ante la derrota.
La màs potente voz que pudiese romper cristales en la iglesia, sin importar si habìa o no comuniòn con algùn Dios. El ego en todas sus demenciones.
La guitarra y la mùsica que nunca supo tocar, el teclado y los recuerdos de tiempos màs tristes que la misma tristeza, el amor y todas sus ilusiones rotas.
La hembra, el coraje, la rabia...
Una canciòn de protesta y muchas làgrimas.
Faltò decir, estimado PpCc, que osté lo sabe decir muy bien.
ergo, junando la madera de un escritor.
margarita-zamudio,06.10.2007
Lo diré con un poema que escribí hace tiempo.
MI NOMBRE
Mi nombre es corriente,
mi nombre es así,
jardín en Granada,
poema en Latín,
mas...tened cuidado,
no os fieis de mí,
que puede haber rabia
dentro de un poema,
flores en Saturno
y nieve en Abril.
Y tengo otro nombre,
más bello quizás,
con cuatro letritas
que dice el cantar:
María del Carmen
o Carmen del Mar.
Y ese mar es calmo,
sereno y veraz,
y a veces se encrespa
con el huracán
y grita y embiste
como un alazán.
Así, que ya dije.
no os fiesis de mí:
no tengo un camino
porque tengo mil.
margarita-zamudio,06.10.2007
errata: donde dice "fiseis" debe decir "fieis".
Tengo unos dedos locos.
Sobre la arena,
en siesta de pantano,
se derrite quebradizo
un sol aterrado.
Cercenan sus haces
mi sierra de acero.
Guardan las distancias
de mi siniestro averno
afilados vigilantes.
Vestíbulo profundo,
entrada abierta
por el calor sepultada;
aguarda paciente,
a que la brisa se despierte.
Barquero del lago,
pérfidas líneas
surcan las aguas
de mi turbia esfera,
sombra sigilosa,
más artera que el diablo.
Letargo de barro,
hundido en el fango,
entre coletazos y mosquitos
sueño hambriento
en el tedio de la tarde
orgías de carne.
De dragón pupilas,
yemas ancestrales,
fijan a tus ojos
con la muerte.
!Cuídate viajero!
No te acerques demasiado.
Bien pudiera ser,
que a húmedos bocados,
devore tus sentidos
y me revuelque en tus entrañas.
Hazme caso,
te lo advierto;
pues soy sin duda
cocodrilo viejo...
El autorretrato pueda resultar interesante, especialmente para mi que me la paso con un espejo pegado en la mano, por eso de los botes, con los rayos del sol aunque los tenga de espalda el aluminio destella en el reflejo y ñaca, al costal.
Es extraño como los humanos se aglomeran en los basureros, veo que algunos hasta patean a otros mandándolos a caer de bruces a un pañal o vaya usted a saber que, las babas de un enfermo. Pasa que arriba está lo nuevo, lo que el camión recolector arrojó para su alimento. En este mundo vivimos y aun así hay quien se cree especial. El que acapara la cima del cerro de basura tiene un trinchete con el que me amenaza, bueno... nos amenaza a todos. Dice ser el jefe de jefes en el lugar y yo le creo, no tengo trinchete solo un espejo, en el que procuro verme muy poco porque quizás me descubra y luego no me guste lo que soy, es más bonito el aluminio cuando le pega el sol, ese rayo que resplandece como si fuese un pedacillo de sol, luz... una moneda que dará a mis hijos qué comer.
Tengo ropa nueva, bueno no, pero calvin klain y esas marcas caras por las que pagan montón de dinero las personas. a mi no me cuestan nada, las junto y a veces vendo a otras, me las encargan... dos o tres pesos no importa. Por las noches vuelvo a verlas en algún baile, mientras recolecto las latas. Esto es un círculo vanidoso... unos tiran, otros levantan y todos presumen lo que no son.
Yo sigo juntando botes y calvin klein.
Es precioso lo que he leído acá, me quedo pensando en mi autorretrato y siento que soy un granito de arena, tan importante o insignificante como cualquiera... jajaja, es loco ésto de autorretratarse.
Como familia yo tengo
dos perros y cuatro gatos
y varias yuntas de patos,
tres vacas y un chancho rengo
y con ellos me entretengo.
Mi padre se fue de viejo
y en esta décima dejo
el amor para mi madre
que hasta el perro que me ladre
me recuerda su consejo.
Estuve un tiempo casado,
pero mi suegra y sus hijas
resultaron sabandijas.
Me tenían asustado
que si no me hago a un lado
la maldita de la vieja
casi me arranca la oreja
con el filo de un cuchillo,
yo le di con un ladrillo
y la lucha fue pareja.
De obsequio ese mismo día
Y para calmar su enojo
Le dí un sopapo en el ojo.
La suegra, que es una arpía
pa’ vivir en compañía
mejor tenerla bien lejos
o en la jaula de conejos.
Mas cuando pasó casi un año,
a esa familia yo extraño
Aunque se queden perplejos.
Oscura mi ilusión,
los ojos negros,
piel de manzana
recubriendo mis huesos.
Anhelos ya perdidos,
soledades tempranas,
la boca sin carmín,
mil sueños esparcidos,
la muerte apresurada
y entre las sombras
la vida sigue aún
buscando el sol
cada mañana.
Lo que hay es lo ves
Lo que ves es lo que hay
Aunque mires del reves
A la sombra de ese delfín.
La mirada hambrienta de un lobo huargo
Con porte de gato pardo
Correteando de árbol en árbol,
Quisiera ser un koala, o volar y volar
Hasta darle fuego a estas alas
Desprovistas de plumas o escamas.
Soy mariposa en el ritmo
Medusa en las olas del tiempo.
Vivo entre el abismo y el limbo,
Tejiendo a diestro y siniestro
Un puente entre la luz y el espacio,
Que despacio, comprime mi esencia,
E ipso facto expande mi masa
En un laxo ir venir
Hacia el núcleo donde se forjan las almas
Con calma y mucha paciencia,
O donde la ciclogénesis se quiera sentir.
Mi retrato lo viá hacer
tratando de ser sincera:
soy sencilla, muy casera,
me gusta el amanecer;
también el atardecer
en los días de verano.
Me levanto bien temprano,
soy prolija y ordenada,
me suelo quedar callada
porque hablar mucho es en vano.
Yo soy mujer, y simpática,
en el trato soy muy cálida,
siempre busco la reválida
porque ante todo soy práctica.
Cuando aplico alguna táctica
en las letras o en política,
suelo sentirme muy crítica,
sobre todo en la gramática
y me tratan de antipática,
sintáctica y analítica.
henrym,19.09.2018
Muy difícil la propuesta del foro, al menos ara mí. Mejor dejo un poema del antipoeta Nicanor Parra.
AUTORRETRATO
Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.
En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!
Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
Dirigente comunitaria vecinal. Sin trabajo fijo, cobro una mensualidad social, soy voluntaria en el comedor parroquial tres veces a la semana.
Amiga de mis amigos, respetuosa de la familia. La segunda de ocho hermanos, confidente con la mayor. Gracias a Dios divorciada. Madre de tres hijos, dos adolescentes y un crio; soy buena con ellos, me esmero para que tengan una buena educación y el día de mañana estén preparados para desempeñarse mejor que yo, y tener así una vida más confortable.
Vivo algo distanciada de la gran ciudad. Los ruidos de la urbe me aturden, y la inseguridad prefiero evitarla. Mi casa es pequeña y cómoda. Hasta el año pasado tenía un lindo jardín, pero la crisis devora placeres y desde este año cambié jardín por huerta. Tomates, zanahorias, verduras verdes, hierbas, también un limonero. Eso sí, mantuve la planta de jazmín, con sus blancos capullos y su aroma tan particular siempre trae presente a mi abuela.
Cuando la angustia me revolotea sin pausa busco sosiego en la escritura. Al comienzo voy garabateando palabras, intento aflojar defensas emocionales que aturden, hasta que suelto alas, como habitualmente digo, y me dejo seducir con alguna idea para plasmar con tinta sobre el papel. Me gusta escribir sobre la naturaleza. Sé que no es lo que más se lee, pero al contemplar los escenarios naturales siento reconstruirse dentro de mi ese bienestar emocional que la angustia me roba. Nunca asistí a un taller literario. Ni publiqué un libro. Quizá alguna vez lo haga.
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