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Inicio / Lista de Foros / Literatura :: Talleres / Club de lectura de Dhingy - [F:9:13274]


cafeina,29.03.2024

acá leemos párrafos o libros enteros o citas o lo que Dhingy quiera
después la criticamos porque no estamos de acuerdo con su opinión
de eso se trata, sí

 
Dhingy,29.03.2024
Bien
 
yvette27,29.03.2024
Dhinghy , buena suerte en esta iniciativa. Hace muchos años llevé adelante un círculo de lectura que tuvo mucho éxito. Lo organizaba yo, en vestes de Ninive entonces.Búscalo en foro Critica Circulo de lectura , mira lo ue hacíamos en ese entonces, el tema era cuentos famos . Suerte si está a mi altura me propongo participar
 
Dhingy,30.03.2024
Yvette, gracias por la buena onda. En realidad... la iniciativa es de quien abrió el foro, lo alenté para un club de lectura y me batió el boomerang, jaja. Ahí pispeé el foro que me comentas. Te felicito por esas lecturas, y sí te recuerdo como Ninive. También recuerdo que había mucha más gente. El problema que veo con pegar en el foro los cuentos que yo recomiendo es el siguiente: tendrían problemas con la editorial. Se me ocurre, por ejemplo, "Ustedes brillan en lo oscuro", de Colanzi, o uno muy bueno dentro de "222 patitos", de Federico Falco, u otro dentro del corpus "Sacrificios humanos", de María Fernanda Ampuero. Pero todos ellos son de reciente publicación y el compartirlos podría acarrear problemas.
Por eso es mi preferencia pegar fragmentos, breves reseñas tal vez, si a alguien le interesa la moción.
 
eRRe,31.03.2024
Una cosa tengo clara, no es fácil suicidarse, ni siquiera colgarse, es mas complicado de lo que la gente se imagina, lo cierto es que justo en el preciso momento de dejarse caer y permitir que la cuerda apriete tu cuello hasta que tus funciones cardiacas y respiratorias se detengan, todo el mundo lo duda, la verdad nadie puede hacerlo sin un poco de ayuda, no se rían que esto es serio, siempre recibes un poco de ayuda, un ejemplo es un cierto conocido mío, su nombre era Martín, y digo que su nombre era, porque ya no es, digamos que paso a otro barrio en el cual solo muy pocos desafortunados tienen alguna conexión que los relacione, y digo desafortunados porque si de verdad te la pasas viendo muertos tu vida debe ser muy incomoda.

La cuestión es que el buen Martín estaba en su apartamento de soltero, al cual fue a parar el día que su señora esposa después de dos años de casado lo mando a la calle, le pidió el divorcio y luego continuo su vida felizmente con un tipo al que Martín estaba seguro de haber visto alguna vez bajando la escalera del que fue una vez su edificio. Bueno allí estaba Martín con una cuerda al cuello sobre una silla, si así es, estaba a punto de colgarse y valoraba por ultima vez las razones para hacerlo, y digo por ultima vez porque desde hacia mas o menos un mes, traía una depresión muy grande y había intentado ponerse la soga al cuello un par de veces hasta el día de hoy que realmente lo hizo. Pero hablemos un poco mas de Martín, ya les conté lo de su querida esposa, no tenían hijos, muchos pensaran que es una suerte, pero no para Martín ya que después de lo de su esposa empezó a valorar este hecho y un espermiograma (que por cierto fue un error de laboratorio, aunque el nunca lo supo) demostró que el era infértil, esto por supuesto cae como un balde de agua fría cuando estas en el retrete atendiendo tus asuntos personales. Pero olvidemos este detalle, Martín tenia un hermano homosexual, el cual lo odiaba porque su secreto se descubrió debido a un error de Martín. Su madre era alcohólica de tiempo completo hasta el día que por fin murió de una Cirrosis Hepática, creo que esta de mas decir que fue una mala madre, además de eso tenia una hermana que sabrá dios en que parte del mundo esta y haciendo que, aunque en realidad a Martín esto no le importaba un carajo. Por si fuera poco y para colmo de males, algo en la compañía donde trabajaba no andaba bien, además de que su estado de depresión había mermado mucho su calidad en el trabajo, la compañía decidió hacer un recorte de presupuesto que le incluía única y exclusivamente a el.

Esa era la situación que lo había llevado al deseo de ahorcarse y estaba a punto de saltar cuando sintió ese pequeño miedo y la duda le invadió, volvió a colocar el pie sobre la silla y decidió pensarlo otro poco, se le ocurrieron como un millón de preguntas, desde ¿existirá realmente dios? Hasta ¿Qué demonios estoy haciendo? Y tenia razón, si en realidad su vida se había ido al cuerno aun tenia su salud, podía conseguir trabajo en otro lugar, podría seguir adelante, ya tenia las manos a punto de quitar la cuerda de su cuello cuando una voz a su derecha le hablo.

- ¿por que te detienes?.- pregunto la voz.

Martín se dio vuelta para ver a un tipo muy elegantemente vestido, alto delgado, de muy buen semblante cabello negro una nariz casi perfecta y una sonrisa con la dentadura mas blanca, brillante y pareja del mundo, era un poco pálido pero eso solo le hacia mas atractivo, realmente el tipo se veía muy bien, tenia unas vestimenta negra, traje muy fino y pantalones de tela, con unos zapatos tan brillantes que podías ver tu cara en ellos aunque fuesen negros.

- ¿Quién eres?- fue la única cosa que se le ocurrió preguntar a Martín antes de pensar en el hecho de que estaba solo en casa y todo estaba cerrado.
- ¿Cómo entraste? Pregunto nuevamente.
- Hey despacio amigo, que acaso ahora eres periodista!!!!.- dijo el extraño en tono burlón.
- Yo soy un demonio, un demonio, no el demonio.- -el viejo Lu esta muy ocupado y ya no hace este tipo de cosa-. Continúo el extraño.
- Yo pensé que los demonios tenían cuernos, cola y eran horribles.- dijo Martín con un vuelco en el pecho.
- Si bueno, eso solo es propaganda. Ni te imaginas lo que se gana por cada uno de esos diseños y demás patrañas- dijo el extraño.
- ¿Y que quieres?- pregunto Martín.
- En realidad me mandaron a aclarar tus dudas.- le dijo señalando a la cuerda.
- Ah. Entonces te mandaron a asegurarte que me suicidara.- dijo Martín.
- Por favor esa palabra es muy ruda, nosotros preferimos llamarlo auto liberación.- dijo con una sonrisa.
- Elegiste un buen método, sin duda el mejor, sabias que una persona que se ahorca tarda solo ciento veinte segundos en morir, duele un poco, pero solo son unos segundos, ni te das cuenta.- dijo el demonio tranquilamente.
- ¿Por qué no lo hiciste?. ¿Por qué no te colgaste?- pregunto el demonio.
- No lo se.- contestó Martín.
- Ding, Ding, Ding.- dijo el demonio en tono burlón.
- Vamos chico, puedes hacerlo mejor que eso.-
- La verdad creo que hay muchas razones para vivir aun.- dijo Martín. – aun tengo mi salud.-
- Naaaa, dijo el demonio hace unos dos meses que empezaste a beber.- dijo el demonio.
- Solo son un par de cervezas.- dijo Martín rápidamente.
- Eso es cierto, pero antes no tomabas ninguna y ahora tomas todos los días. Te lo doy de aviso, en tres meses vas a tomar como un degenerado.- dijo el demonio.
- Puedo encontrar otro trabajo.- dijo Martín.
- Veamos siendo alcohólico, depresivo y con intento suicida, de seguro te lloverán las ofertas.- dijo el demonio tranquilamente.
- Déjame ver que mas puedes decir. Hummm, veamos, conseguir otra pareja. Sip, es una buena idea. hooo nooo, te va a engañar, te dará la buena noticia de que esta embarazada. Pero espera lo olvidaba, tu eres infértil. Por favor chico no hagas bromas.-
- Veamos que mas. Hemmm, dios, si el buen dios. Te tengo una noticia, dios existe, pero tu eres el que no existe, no eres ni una migaja, por que habría de ponerte atención, que no vez lo jodida que esta tu vida y dios nunca hizo nada para ayudarte.-
- Quieres saber porque dios creo al hombre. Te diré: por aburrimiento. Creedme el cielo es muy aburrido, lo se yo estuve allí, te aseguro que no te va a gustar.-
- Interesante no. además querías hacer una nueva vida, pero para eso hay un requisito indispensable y ese es no estar con alucinaciones.-
- Pero yo no tengo alucinaciones.- dijo Martín.
- Si, claro y yo soy el conejo de pascua verdad..- dijo el demonio al mismo tiempo que su vestimenta elegante se convertía en un disfraz de conejo con una cesta y unos dientes largos que lucían muy ridículos.
- Claro que soy una alucinación, acéptalo hijo, estas loco como una cabra. Hazte un favor y salta de la maldita silla.- dijo por ultima vez para desaparecer de golpe sin dejar rastro.

No hubo humo, ruidos extraños, nada, simplemente desapareció. Martín se quedo allí parado sobre una silla con una soga al cuello preguntándose que demonios había sucedido y si en realidad estaba loco. Su mente se quedo dando vueltas por unos segundos, luego se puso a contemplar la habitación en la que se encontraba, dudo si en realidad algo había ocurrido, si no era todo producto de su imaginación, porque se le iría a aparecer un demonio de la nada, no tenia sentido, específicamente a el, todo eso fue justo en el momento en que pensó en dios, se detuvo un segundo en ese pensamiento para luego decidir que dios se podía joder. Lo pensó nuevamente y se convenció a si mismo de que estaba totalmente loco y ya con esta certeza dio un pequeño salto y pateo la silla la cual callo de inmediato, su cuerpo callo por el efecto de la gravedad tensando la soga la cual apretó su cuello, intento levantar las manos y solo logro levantarlas unos centímetros, luego sus manos cayeron sin ningún otro movimiento, mientras pasaban los últimos segundos de su ya condenada vida, una carcajada exploto dentro de la habitación, era realmente una risa siniestra. así mientras el cuerpo permanecía colgando el demonio apareció nuevamente haciendo una reverencia delante de otros dos como si se tratase del final de una obra de teatro al tiempo que uno de ellos decía.

- estos hombres cada vez son mas tonto.-
- cierto, cada vez se hace mas fácil engañarlos.- dijo otro.
- Todo gracias a nuestra amiga la psicología.-
- Bueno, tengo un trabajito que hacer en china, si me disculpan.- dijo el demonio desapareciendo de golpe.

Mientras el cadáver colgaba pacíficamente, uno de los dos sujetos que se encontraban en la habitación se acerco mirándolo de arriba abajo con una cara de repugnancia, para luego dejar asomar una sádica sonrisa, dirigió una mirada a su compañero y luego desaparecieron.

El cuerpo fue encontrado por la policía varios días después cuando una vecina llamo a causa del mal olor, es un suicidio y punto. Pero si alguna vez se te ocurre suicidarte y empiezas a dudar en el último segundo, recuerda que estaremos allí para darte una mano.
 
remos,31.03.2024
Debo decirte erreclón, que leí solo la tediosa introducción de este bodrio infumable, me detuve antes de los diálogos que, seguramente, empeorarían la situación. La escritura de tu IA es definitivamente penosa, y no te das cuenta. a no ser que imagines que tomarle el pelo a los demás, te enaltece. un sueño de cretinos.
 
remos,31.03.2024
La soga - Silvina Ocampo

A Antoñito López le gustaban los juegos peligrosos: subir por la escalera de mano del tanque de agua, tirarse por el tragaluz del techo de la casa, encender papeles en la chimenea. Esos juegos lo entretuvieron hasta que descubrió la soga, la soga vieja que servía otrora para atar los baúles, para subir los baldes del fondo del aljibe y, en definitiva, para cualquier cosa; sí, los juegos lo entretuvieron hasta que la soga cayó en sus manos. Todo un año, de su vida de siete años, Antoñito había esperado que le dieran la soga; ahora podía hacer con ella lo que quisiera. Primeramente hizo una hamaca colgada de un árbol, después un arnés para el caballo, después una liana para bajar de los árboles, después un salvavidas, después una horca para los reos, después un pasamano, finalmente una serpiente. Tirándola con fuerza hacia delante, la soga se retorcía y se volvía con la cabeza hacia atrás, con ímpetu, como dispuesta a morder. A veces subía detrás de Toñito las escaleras, trepaba a los árboles, se acurrucaba en los bancos. Toñito siempre tenía cuidado de evitar que la soga lo tocara; era parte del juego. Yo lo vi llamar a la soga, como quien llama a un perro, y la soga se le acercaba, a regañadientes, al principio, luego, poco a poco, obedientemente. Con tanta maestría Antoñito lanzaba la soga y le daba aquel movimiento de serpiente maligna y retorcida que los dos hubieran podido trabajar en un circo. Nadie le decía: “Toñito, no juegues con la soga.” La soga parecía tranquila cuando dormía sobre la mesa o en el suelo. Nadie la hubiera creído capaz de ahorcar a nadie. Con el tiempo se volvió más flexible y oscura, casi verde y, por último, un poco viscosa y desagradable, en mi opinión. El gato no se le acercaba y a veces, por las mañanas, entre sus nudos, se demoraban sapos extasiados. Habitualmente, Toñito la acariciaba antes de echarla al aire, como los discóbolos o lanzadores de jabalinas, ya no necesitaba prestar atención a sus movimientos: sola, se hubiera dicho, la soga saltaba de sus manos para lanzarse hacia delante, para retorcerse mejor. Si alguien le pedía: “Toñito, préstame la soga”, el muchacho invariablemente contestaba: “No”. A la soga ya le había salido una lengüita, en el sito de la cabeza, que era algo aplastada, con barba; su cola, deshilachada, parecía de dragón. Toñito quiso ahorcar un gato con la soga. La soga se rehusó. Era buena. ¿Una soga, de qué se alimenta? ¡Hay tantas en el mundo! En los barcos, en las casas, en las tiendas, en los museos, en todas partes… Toñito decidió que era herbívora; le dio pasto y le dio agua. La bautizó con el nombre Prímula. Cuando lanzaba la soga, a cada movimiento, decía: “Prímula, vamos Prímula.” Y Prímula obedecía. Toñito tomó la costumbre de dormir con Prímula en la cama, con la precaución de colocarle la cabecita sobre la almohada y la cola bien abajo, entre las cobijas. Una tarde de diciembre, el sol, como una bola de fuego, brillaba en el horizonte, de modo que todo el mundo lo miraba comparándolo con la luna, hasta el mismo Toñito, cuando lanzaba la soga. Aquella vez la soga volvió hacia atrás con la energía de siempre y Toñito no retrocedió. La cabeza de Prímula le golpeó el pecho y le clavó la lengua a través de la blusa. Así murió Toñito. Yo lo vi, tendido, con los ojos abiertos. La soga, con el flequillo despeinado, enroscada junto a él, lo velaba.
 
cafeina,31.03.2024

qué gran cuento, remos
la frase de ataque es excelente: A Antoñito López le gustaban los juegos peligrosos
una buena frase de ataque es el 50% del éxito de un cuento, sobre todo uno breve, como éste
me gusta el giro del final, a lo largo del relato te hace creer que morirá ahorcado, hay creo como 3 referencias al ahorcamiento, va lentamente induciendo esa idea y finalmente muere de otra forma
es levemente desconcertante el rol del narrador-protagonista, "Yo lo vi llamar a la soga", "Yo lo vi, tendido", es al mismo tiempo el omnipotente narrador y un personaje del relato

excelente, gracias remos
 
cafeina,31.03.2024

dicen los que saben que Ocampo hizo dos versiones de este relato
yo no conocía ninguna
acá hay más información:

El cuento “La soga” tiene dos versiones. La primera versión publicada en 1971, en el libro de cuentos Los días de la noche.
La segunda versión, publicada en 1977, fue incluida en una antología de cuentos para chicos cuyo título es La naranja maravillosa.

https://shorturl....

 
yvette27,31.03.2024
gracias Dhingy, sí no hay que aarriesgar con nuevas publicaciones, suerte.
 
Dhingy,01.04.2024
Buenísimo el cuento. Me gustó más la primera versión. En la segunda pareciera que se lo suavizó un poco y se le cambió el final para que resultara apto para público infantil.
 
Dhingy,01.04.2024

Yo les comparto uno. Supongo que si está publicado en el diario, ya no hay problemas para compartirlo. Con este cuento la autora gana el premio Juan Rulfo de cuentos en 2012, y está incluido en su tercer libro de cuentos "Siete casas vacías".

Un hombre sin suerte, Samanta Schweblin
https://acortar.l...

Acá narrado oralmente
 
Dhingy,01.04.2024

Narrado oralemente
https://acortar.l...
 
yvette27,01.04.2024
Yo leì el cuento y me pregunto qué tiene de tan axcelente. Muy bien redactado,ok se lee con interé,es muy imaginativo donando tantas posibilidades a la cuerda ,sugiere n final suicida,bueno ,no sucede pero de todos modos el niño muere. Por favor que alguien en este club de lectura me explique
 
remos,01.04.2024
Lamentablemente, Yvette, creo que los cuentos no se explican, porque cada lector vive su propio cuento. Esa es la magia de la buena literatura.
 
remos,01.04.2024
En los Crímenes de la calle Morgue, al final se había escapado un orangután, pero... en medio estaba Allan Poe.
 
dhinga,01.04.2024
Jajajajaja.
 
cafeina,01.04.2024

yo creo que lo notable del cuento es que juega con las cartas vistas y gana
desde la frase de ataque se adivina lo que va a pasar: "A Antoñito López le gustaban los juegos peligrosos"
en la tercera línea anticipa la forma en que morirá: Esos juegos lo entretuvieron hasta que descubrió la soga
soga más muerte, en general sugiere la horca, esas son las cartas vistas con las que yo creo que juega este cuento: sabés lo que va a pasar y todo te hace creer que será por ahorcamiento
así que simplemente lees para decir al final: ja, yo sabía que iba a morir ahorcado
el final para mí es muy bueno, es un golpe de efecto, le da vida a la cuerda y se la saca a Antoñito: "La cabeza de Prímula le golpeó el pecho y le clavó la lengua"
la autora la transformó en una serpiente, la soga cobró vida y mató a su dueño
es un cuento con la duración justa y un desenlace esperado pero no fácilmente imaginable, a mí no se me ocurrió que podía pasar eso, pese a que también está anticipado casi a la mitad del cuento: "Tirándola con fuerza hacia delante, la soga se retorcía y se volvía con la cabeza hacia atrás, con ímpetu, como dispuesta a morder"
en esa línea mostró también la carta
"A la soga ya le había salido una lengüita, en el sito de la cabeza", todo va sugiriendo el desenlace, pero no es tan fácil imaginarlo


 
yvette27,01.04.2024
Graciaas cafeína lo releo y lo disfruto. Yo creo que en este círculo no es suficiente, me gustó o no me gustó debemos enriquecernos con la experiencia de los demás
Cafeina antes de apagar la luz en el otro foro te pregunto si hablas del significado de la vida, por qué no nos hablas de Vicktor Frenkel¿?
 
cafeina,01.04.2024

gracias por la propuesta, pero no soy el adecuado para escribir sobre Viktor Frankl
de él sólo leí El hombre en busca de sentido, debería releerlo para tener una opinión más sólida
tampoco soy muy versado en su logoterapia, nunca me interesé demasiado por las psicoterapias, no puedo hablar con propiedad (en general me generan rechazo), escasamente tolero a los psicólogos, en gral. rechazo a todo psicólogo que no tenga al menos 30 años de ejercicio de la profesión
adolecen del mismo problema que tienen los médicos: creen que su palabra es superior
recién después de 30 años de ejercicio de la profesión (psicólogos, psicoterapeuta, psiquiatra, psicomotricista) se vuelven seres humanos
lo sé muy bien y desde adentro, yo estudié psicología y pasé más de la mitad de mi vida rodeado de seres "psi"
la mayoría son detestables y me incluyo

la propuesta sobre Viktor Frankl quedará para más adelante, algún día que tenga ganas de leer sobre los campos, todavía tengo muy fresca la trilogía de Primo Levi sobre Auschwitz y se me mezclan un poco las experiencias (aunque dicen que Primo Levi en realidad no estuvo en los campos, pero Viktor Frankl sí




 
remos,02.04.2024
(Fragmento)

LOS BUENOS SERVICIOS
Julio Cortázar

A Marta Mosquera, que me habló en París de madame Francinet.

Desde hace un tiempo me cuesta encender el fuego. Los fósforos no son como los de antes, ahora hay que ponerlos cabeza abajo y esperar a que la llama tome fuerza; la leña viene húmeda, y por más que le recomiendo a Frédéric que me traiga troncos secos, siempre huelen a mojado y prenden mal. Desde que me empezaron a temblar las manos todo me cuesta mucho más. Antes yo tendía una cama en dos segundos, y las sábanas quedaban como recién planchadas. Ahora tengo que dar vueltas y más vueltas alrededor de la cama, y madame Beauchamp se enoja y dice que si me paga por hora es para que no pierda tiempo alisando un pliegue aquí y otro allá. Todo porque me tiemblan las manos, y porque las sábanas de ahora no son como las de antes, tan firmes y gruesas. El doctor Lebrun ha dicho que no tengo nada, solamente hay que cuidarse mucho, no tomar frío y acostarse temprano. «¿Y ese vaso de vino cada tanto, eh, madame Francinet? Sería mejor que lo suprimiéramos, y también el pernod a mediodía». El doctor Lebrun es un médico joven, con ideas muy buenas para los jóvenes. En mi tiempo nadie hubiera creído que el vino era malo. Y después que yo nunca bebo lo que se llama beber, como la Germaine, la del tercero, o ese bruto de Félix, el carpintero. No sé por qué ahora me acuerdo del pobre monsieur Bébé, la noche en que me hizo beber una copa de whisky. ¡Monsieur Bébé! ¡Monsieur Bébé! En la cocina del departamento de madame Rosay, la noche de la fiesta. Yo salía mucho, entonces, todavía andaba de casa en casa, trabajando por horas. En lo de monsieur Renfeld, en lo de las hermanas que enseñaban piano y violín, en tantas casas, todas muy bien. Ahora apenas puedo ir tres veces por semana a lo de madame Beauchamp, y me parece que no durará mucho. Me tiemblan tanto las manos, y madame Beauchamp se enoja conmigo. Ahora ya no me recomendaría a madame Rosay, y madame Rosay no vendría a buscarme, ahora monsieur Bébé no se encontraría conmigo en la cocina. No, sobre todo monsieur Bébé.
Cuando madame Rosay vino a casa ya era tarde, y no se quedó más que un momento. En realidad mi casa es una sola pieza, pero como dentro tengo la cocina y lo que sobró de los muebles cuando murió Georges y hubo que vender todo, me parece que tengo derecho a llamarla mi casa. De todos modos hay tres sillas, y madame Rosay se quitó los guantes, se sentó y dijo que la pieza era pequeña pero simpática. Yo no me sentía impresionada por madame Rosay, aunque me hubiera gustado estar mejor vestida. Me tomó de sorpresa, y tenía puesta la falda verde que me habían regalado en lo de las hermanas. Madame Rosay no miraba nada, quiero decir que miraba y desviaba la vista en seguida, como para despegarse de lo que había mirado. Tenía la nariz un poco fruncida; a lo mejor le molestaba el olor a cebollas (me gustan mucho las cebollas) o el pis del pobre Minouche. Pero yo estaba contenta de que madame Rosay hubiera venido, y se lo dije.

—Ah, sí, madame Francinet. También yo me alegro de haberla encontrado, porque estoy tan ocupada… —fruncía la nariz como si las ocupaciones olieran mal—. Quiero pedirle que… Es decir, madame Beauchamp pensó que quizá usted dispondría de la noche del domingo.
—Pues naturalmente —dije yo—. ¿Qué puedo hacer el domingo, después de ir a misa? Entro un rato en lo de Gustave, y…
—Sí, claro —dijo madame Rosay—. Si usted está libre el domingo, quisiera que me ayudara en casa. Daremos una fiesta.
—¿Una fiesta? Mis felicitaciones, madame Rosay.
Pero a madame Rosay no pareció gustarle esto, y se levantó de golpe.
—Usted ayudaría en la cocina, habrá tanto que hacer. Si puede ir a las siete, mi mayordomo le explicará lo necesario.
—Naturalmente, madame Rosay.
—Ésta es mi dirección —dijo madame Rosay, y me dio una tarjeta color crema—. ¿Estará bien con quinientos francos?
—Quinientos francos.
—Digamos seiscientos. A medianoche quedará libre, y tendrá tiempo de alcanzar el último métro. Madame Beauchamp me ha dicho que usted es de confianza.
—¡Oh, madame Rosay!

 
cafeina,03.04.2024

acá les dejo este cuentito para que se diviertan
no les digo el autor para molestar, de puro atrevido

Un día de estos

El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición.

Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos.

Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación.

Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.


«Papá»
«¿Qué?»
«Dice el alcalde que si le sacas una muela»
«Dile que no estoy aquí»

Estaba puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo.

«Dice que sí estás porque te está oyendo»

El dentista siguió examinando el diente.
Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo:
«Mejor»

Volvió a operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.

«Papá»
«¿Qué?»
Aún no había cambiado de expresión.
«Dice que si no le sacas la muela te pega un tiro»

Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba el revólver.
«Bueno,» dijo.


Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:

«Siéntese»
«Buenos días» dijo el alcalde.
«Buenos»

Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y Don Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa presión de los dedos.

«Tiene que ser sin anestesia» dijo.
«¿Por qué?»
«Porque tiene un absceso»
«Está bien» dijo, y trató de sonreír.


El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde.

Era un cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferro en las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca.

Sin rencor, más bien con una amarga ternura, dijo:
«Aquí nos paga veinte muertos, teniente»

El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón.


El dentista le dio un trapo limpio.
«Séquese las lágrimas»

El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielo raso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos.

El dentista regresó secándose las manos.
«Acuéstese» dijo, «y haga buches de agua de sal»

El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.

«Me pasa la cuenta» dijo.
«¿A usted o al municipio?» preguntó el dentista.

El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica.
«Es la misma vaina»
 
yvette27,03.04.2024
Yo reconocí al autor, tan obvio con ese nombre. Me entretuvo el cuento. Bien la ambientación .dialogo repetitivo , a lo mejor a propósito pero no llega.
 
cafeina,03.04.2024

a mí me gusta el efecto que provocan estas dos líneas:

Sin rencor, más bien con una amarga ternura, dijo:
«Aquí nos paga veinte muertos, teniente»

sin ellas, es otro cuento
 
Dhingy,03.04.2024
Yo me quedé pensando si la negación de anestesia no sería alguna cosa que quiso cobrarse, porque creo que con absceso te mandan antibióticos y vení en una semana. Aunque posiblemente, ahora que lo pienso, con absceso no te toma la anestesia, eso debe ser. Me gustó la estocada final, una honestidad como premio por haberlo liberado de la tortura dental: «Es la misma vaina».
 
Dhingy,03.04.2024

Algo muy grave va a suceder en este pueblo, de G G Márquez

Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: “No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo”.

El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: “Te apuesto un peso a que no la haces”. Todos se ríen. El se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Y él contesta: “Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo”.

Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mama, o una nieta o en fin, cualquier pariente, feliz con su peso dice y comenta:
–Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
–¿Y por qué es un tonto?
–Porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Y su madre le dice:

–No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen...

Una pariente oye esto y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero: “Deme un kilo de carne”, y en el momento que la está cortando, le dice: “Mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado”. El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar su kilo de carne, le dice:

“Mejor lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas”.
Entonces la vieja responde: “Tengo varios hijos, mejor deme cuatro kilos...”. Se lleva los cuatro kilos, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata a otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto a las dos de la tarde, alguien dice:

–¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
–¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.
–Sin embargo –dice uno–, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.
–Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor.
–Sí, pero no tanto calor como ahora.
Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: “Hay un pajarito en la plaza”. Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.
–Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.
–Sí, pero nunca a esta hora.
Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
–Yo sí soy muy macho –grita uno–. Yo me voy.
Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve. Hasta que todos dicen: “Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos”. Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: “Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa”, y entonces la incendia y otros incendian también sus casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio que le dice a su hijo que está a su lado:

“¿Viste, mi hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?”
 
Dhingy,15.04.2024

La estilográfica de rayas

La segunda guerra mundial había acabado hacía un año y yo formaba parte del ejército de ocupación en Okinawa. Durante los últimos meses habían robado varias veces en el recinto de mi base. Habían rajado las mosquiteras de las ventanas y se habían llevado varias cosas de mi mochila, pero lo extraño era que el ladrón sólo había robado dulces y otras tonterías, todas ellas cosas sin valor. En una ocasión vi huellas de barro seco en el suelo y sobre la mesa de madera, hechas por unos pies descalzos. Eran muy pequeñas y parecían pertenecer a un niño. Sabíamos de algunas bandas de huérfanos que recorrían la isla y que vivían de cualquier cosa que pudieran encontrar, llevándose todo lo que no estuviese bajo llave.

Pero un día desapareció mi querida estilográfica Waterman. Y aquello ya me pareció demasiado.

Un día escogimos a uno de los prisioneros para hacer unos trabajos. Yo ya le había visto antes. Era un hombre callado, guapo, andaba erguido y prestaba atención cuando se le hablaba. Cada vez que le veía tenía la impresión de que, fuera cual fuese su rango dentro del ejército japonés (posiblemente oficial), había sido un buen militar. Y entonces, de pronto, vi mi estilográfica Waterman prendida en el bolsillo de aquel japonés de aspecto tan digno.

No podía imaginármelo robando. Siempre había acertado a la hora de juzgar a las personas, y aquel hombre me dio la impresión de ser una persona honrada. Pero, en aquella ocasión, debí de equivocarme. Después de todo, el hombre tenía mi pluma y había estado trabajando en mi zona durante varios días. Decidí actuar basándome en mis sospechas y hacer caso omiso de la compasión que sentía por él. Señalé la estilográfica y estiré la mano.

Él retrocedió, sorprendido.

Toqué la pluma y volví a pedirle, mediante gestos, que me la entregase. Negó con la cabeza. Parecía atemorizado, a la vez que totalmente sincero. Pero yo no iba a permitir que me engañara. Puse cara de enfadado y volví a insistir.

Al final me la entregó, pero con una enorme tristeza y desilusión. Después de todo, ¿qué podía hacer un prisionero frente a una orden dada por un representante del ejército vencedor? Negarse a obedecer conllevaba su castigo y seguro que él ya había recibido suficientes.

A la mañana siguiente no regresó y nunca más volví a verlo.

Tres semanas después, encontré mi estilográfica en mi habitación. Me quedé horrorizado por la atrocidad que había cometido. Sabía el dolor que se sentía cuando se recibía un trato humillante, cuando se era obligado a cumplir una orden injusta, cuando veías cómo se asesinaba la confianza a sangre fría. Me preguntaba cómo podía haberme equivocado así. Las dos estilográficas eran verdes con rayas doradas, pero en una las rayas eran horizontales, y en la otra, verticales. Para empeorar aún más las cosas, yo sabía que para aquel hombre habría sido muchísimo más difícil que para mí conseguir uno de aquellos preciados objetos norteamericanos.

Hoy, cincuenta años después, ya no tengo ninguna de las dos estilográficas. Pero ojalá pudiese encontrar a aquel hombre para poder disculparme.

ROBERT M. ROCK,
Santa Rosa, California

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Este relato está tomado de "Creia que mi padre era Dios", una recopilación de historias que Paul Auster hace de aquellas que le envían sus oyentes de radio. Fue en el 2000, la consigna que dio a sus escuchas: escribir una historia real.
 
Dhingy,18.04.2024

"Ese día me empeñé en olvidarme del muerto. Lo olvidé y en su lugar me puse a pensar en los caballos. Los que son libres corren cuando quieren, saltan cuando quieren. Se llevan a ellos mismos solamente. Los domados son esclavos. Tampoco nosotros somos libres. Si lo fuéramos correríamos más, saltaríamos más. Puedes ser dócil porque te golpeen o porque te acaricien, la cosa es que nadie quiere ser dócil. Nadie quiere perder su libertad. Yo le pregunté al yachak: ¿cómo hago para domar a mi diablo? Y él me respondió: pregúntale al volcán cómo es que duerme con ese fuego."

Mario,
Chamanes eléctricos en la fiesta del sol
Mónica Ojeda
 
Dhingy,19.04.2024

EL JARDÍN

Cuando desperté, supe que estaba en el poema de otro. Había un jardín con macetas, una ligustrina, un desayuno servido, nadie a la vista.
Las cosas no tenían identidad. Sólo un leve brillo, como en una película de terror un poco obvia.
Pero el caso es que era el poema de otro y allí me desperté.
No sabía cuál era su tema. ¿Era un poema de amor a alguien, un poema con alguien, una reflexión frente a un paisaje, un juego verbal, una proclama? Me hacía estas preguntas mientras servía el café y las tostadas. Siempre odié las tostadas: era la prueba de que el poema era de otro. Un guión que no era para mí.
Pero yo miraba el jardín y las macetas. Cantaban benteveos, era una mañana sin frío ni calor en el poema de otro, con un aire familiar.

Horacio Fiebelkorn
 
cafeina,19.04.2024

excelente, me encantó
me pasó algo curioso, cuando leí "Me hacía estas preguntas mientras servía el café y las tostadas" pensé: qué línea absurda, sobra completamente
la línea siguiente me mató "Siempre odié las tostadas: era la prueba de que el poema era de otro", es una genialidad
muy bueno
gracias
 
Dhingy,22.04.2024

Y fíjate que encabezó el micro con un inicio casi idéntico al de El dinosaurio, y consiguió algo nuevo e ingenioso.
 
Dhingy,22.04.2024

"La literatura no necesita acercarse al cine para ser visual, porque la literatura cuenta con algo todavía mucho más concreto y poderoso que la imagen, me refiero a la cabeza del lector. Por ejemplo, si el lector lee ‘se miró los zapatos’, conecta intuitivamente con imágenes muy concretas de su presente y su pasado, probablemente elija él mismo un color, un material, un peso, un momento particular del día en el que se miran esos zapatos, toda esa elección personal la pone el lector y la contiene la literatura. Como lectora, para mí no hay nada más movilizante que un mundo construido con pedazos de mis propias vivencias. En el cine solo hay un par de zapatos, y es el que eligió el director"

Fragmento de entrevista a Samanta Schweblin con motivo del estreno de la peli basada en su libro "Distancia de rescate"
 
Dhingy,24.04.2024

Pero cuando algo sucede,
lo más importante es lo que sucede
detrás.
Detrás de una guerra
sucede que los pueblos
recuperan la caverna.
Detrás de un nacimiento
sucede que los pueblos
reconstruyen la caverna.
Detrás de un olvido
sucede
que los pueblos
reclaman
la caverna.

Sebastián Olaso
 
Dhingy,26.04.2024

No se duerma - Luisa Valenzuela

¿El sueño se lo traga? ¿Por qué justo antes de dormir leemos alguna irrefutable y secreta verdad que después no aparece -o aparece tan pálidamente- en la página que hemos marcado?
 
Dhingy,01.05.2024

Me encantan estos cuentos en los que un personaje advierte algo y, como lector, sabés que la probabildad de que tenga razón es alta, pero ponés tu atención en el protagonista y le creés que es así, como el protagonista lo ve (querés que sea así a pesar de las banderas rojas). Decidís creer en la potabilidad del mundo y en el error del aguafiestas.

Pero un solo gesto, un solo gesto final que condensa prejuicios, clasismo y otras hierbas, tira definitivamente el castillo de naipes de la criatura (y el tuyo también porque no se te complace).

"La fiesta ajena" también podría llamarse "Cómo ser mierda con un niño".

Excelente cuento de Liliana Heker.

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LA FIESTA AJENA - Liliana Heker

Nomás llegó, fue a la cocina a ver si estaba el mono. Estaba y eso la tranquilizó: no le hubiera gustado nada tener que darle la razón a su madre. ¿Monos en un cumpleaños?, le había dicho; ¡por favor! Vos sí que te creés todas las pavadas que te dicen. Estaba enojada pero no era por el mono, pensó la chica: era por el cumpleaños.

—No me gusta que vayas —le había dicho—. Es una fiesta de ricos.
—Los ricos también se van al cielo —dijo la chica, que aprendía religión en el colegio.

—Qué cielo ni cielo —dijo la madre—. Lo que pasa es que a usted, m’hijita, le gusta cagar más arriba del culo.

A la chica no le parecía nada bien la manera de hablar de su madre: ella tenía nueve años y era una de las mejores alumnas de su grado.

—Yo voy a ir porque estoy invitada —dijo—. Y estoy invitada porque Luciana es mi amiga. Y se acabó.

—Ah, sí, tu amiga —dijo la madre. Hizo una pausa—. Oíme, Rosaura —dijo por fin—, ésa no es tu amiga. ¿Sabés lo que sos vos para todos ellos? Sos la hija de la sirvienta, nada más.

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