La espuma dormía su siesta veraniega sobre la playa. Yo caminaba sin destino. A lo lejos algunas gaviotas revoloteaban inquietas. Una niña daba los últimos retoques a su castillo de arena.
Miré hacia el sur y noté que se acercaban algunas nubes. Una leve brisa agitó mi cabello. Sentí frío. Me apresuré a ponerme el abrigo que llevaba en mi bolso de playa, y avancé más rápido. El vendaval llegó de improviso. Comenzaron a volar las sombrillas de los veraneantes. Todos corrieron a refugiarse entre los médanos.
La arena castigaba mi piel. Cerré los ojos, caminé a tientas.
Alguien se acercó y me dio la mano para guiarme hacia un pequeño parador de playa.
Desde allí pude ver que el viento había enloquecido. El mar resistía su embate con ayuda de las olas.
Me rodeaban varias personas que también usaban aquel lugar como refugio. Entre ellos estaba él.
Recordé que aún no le había agradecido su ayuda. Nos presentamos.
En el instante en que la furia del vendaval comenzó a amainar, nosotros descubríamos que éramos de la misma ciudad. Cuando la calma llegó, ya conocíamos otras coincidencias.
Entonces me preguntó si quería tomar un café. El parador era agradable. Él también. Contesté que sí.
Conversamos mientras los últimos manotazos del viento arrastraban a las nubes hacia sus destinos.
Me pregunté si también me había empujado hacia el mío...
Título propuesto:
Coincidencia
Marcelo-Arrizabalaga,21.10.2016
Coincidencia:
El Sr. Guiraldes sube a su Cadillac “El dorado” modelo 54. Acomoda su portafolio en el asiento trasero.
Abunda el espacio en este automóvil. A decir verdad todo es inmenso en él.
Se dirige a la ruta 66. Deberá viajar hasta California, para entregar un documento.
La Sra. Miguens, camina hasta su casa. Es viernes. Este es su último día de vida laboral.
Le han despedido sus compañeros en el salón principal de la empresa. Se siente halagada por tanto cariño y reconocimiento.
Le intriga que será de ella a partir de mañana. Enviudó hace 15 años.
Guiraldes maneja a buena velocidad de crucero, pero en su Cadillac se siente como si paseara a baja velocidad. Es primavera y el auto tiene plegada su capota.
Su pelo cano luce bien. Es apuesto. Su mujer perdió la vida en el hospital hace ya cuatro años.
Prometió que este sería en verdad su último trabajo. Se retiró de la actividad oficialmente tres años atrás, pero accedió de tanto en tanto a realizar algún trabajo para viejos camaradas.
Lady Miguens, pasa el sábado atendiendo su jardín. Se asombra lo descuidado que estaba.
Le agrada la tarea. Como a las 16 hs. Toma una ducha y se sienta en el porche a tomar el té.
Siente una deliciosa calma. Pero se pregunta si podría amar nuevamente a un hombre.
Mr. Guiraldes deja atrás el desierto, y entra en el estado de California. Se dirige hacia Burbank, un pequeño pueblo de casas bajas muy sencillo y bonito.
La Sra. Miguens, bebe un último sorbo de té, mientras observa cómo una ardilla trepa por la rama del ficus de su jardín.
Guiraldes dobla por Magnolia Street, y detiene su auto frente a la casa de Lady Miguens, pues allí vive su viejo camarada, a quien entregará el último trabajo de su vida.
Lady Miguens se complace ver salir de un precioso convertible a un apuesto caballero, que le devuelve su sonrisa con un:
- Buenas tardes preciosa dama.
Ella se sonroja.
La ardilla resbala de la rama a la que salta, y cae sobre la taza de Lady Miguens, haciendo volar todo por los aires, ensuciando a la señora con te y restos de mazas y haciéndola caer al jardín al grito de:
- ¡¡Socorrooo!!
Mr. Guiraldes que ya se retiraba y estaba a punto de subir nuevamente al auto, acude en ayuda de la Sra.
Al cabo de una hora de risas, trabajo, limpieza y agradable conversación, una fuerte tormenta se desata.
El techo convertible del Cadillac misteriosamente no accede a extenderse.
Ella le ofrece su amplio garaje para poner a resguardo el vehículo.
Luego de estacionarlo, Mr. Miguens le invita a cenar fuera para agradecerle.
Ella rechaza la invitación:
- Prefiero hacerle degustar mi especialidad. Cocino de maravillas cuando alguien me inspira.
La ardilla traviesa, vuelve al jardín luego de tres años, seguida de sus crías. No entiende porque luego de aquel desastre que ocasionara tiempo atrás, es siempre tan bien recibida por la Sra. Miguens.
En el garage, un apuesto Sr. de pelo canoso, termina de lustrar un hermoso Cadillac con el que saldrán a pasear más tarde.
Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 20 de Octubre del 2016.
Por fin había decidido. No podia soportar más la tension a la que estaba sometido desde hacía meses.
Podía prever las consecuencias de su decisión. Los niños no comprendería., la esposa lo aborrecería , la madre ,mujer devota, le arrojaría su indignación y se dolor cual flechas envenenadas.
Sabía a lo que se exponía en el trabajo...Todos lo censurarían .
La valija ya estaba lista con todo lo imprescindible. Había llegado el momento. Bajaría . Estaba resuelto a pesar de que sería renegado por todos.
Diría simplemente “me voy”, soy homosexual, tengo un compañero y no puedo pasar mi vida sin él.
Juan quería ver mejor. Le parecía que había un velo ante sus ojos.
Su oculista de siempre estaba de vacaciones. El profesional que lo atendió le hizo muchas preguntas; conversaron acerca de temas que preocupaban a Juan. Ambos estuvieron de acuerdo en que todas las personas pueden mejorar su visión.
El especialista colocó unas extrañas gotas rosadas en los ojos de Juan y le recetó lentes nuevos. Sonrió enigmáticamente mientras le extendía la receta.
Juan fue a la óptica, eligió el marco adecuado, esperó hasta que los anteojos estuvieron listos y cuando se los entregaron, se los puso de inmediato.
Creyó entender por qué el oculista había sonreído: veía el mundo de otra manera. Dio por sentado que aquella transformación se debía al cristal de sus nuevos anteojos.
Caminó hasta su casa. Durante el trayecto notó que había mucha gente que trataba con amabilidad a sus semejantes, descubrió cantidad de flores en los jardines de los vecinos, vio niños que sonreían, madres felices ante esas sonrisas...
Se dirigió nuevamente al consultorio para agradecer al profesional su regalo.
Cuando llegó no lo encontró. Preguntó por él, pero nadie conocía su nombre, y todos lo miraron extrañados.
Se sacó los lentes. A su alrededor vio infinita belleza.
Entonces comprendió que eran sus ojos los que por fin comenzaban a ver mejor.
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Título propuesto:
Subjetividad
Don-Beltran,21.10.2016
Subjetividad:
Resulta que no entendía la bendita palabrita.
Una vez fue conversando, que un doctor la mencionó.
Y ayer mi china se jue, muy, muy triste de mi rancho.
Se jue sin un zafarrancho, ni pegó grito ninguno.
Me dijo no, no hay ninguno, otro gaucho que yo quiera.
No se puso como fiera, era dulce mansedumbre.
Se jue triste como lumbre, que de a poquito se apaga.
Me dijo que no haga nada, si no puedo querer más.
Me dijo que tenga paz, y que siempre la recuerde.
Y que su amor no se pierde, porque siempre ha de esperar.
Y jue que hoy me amanecí, con mirada diferente.
Sentí como que hay un puente, y que quiero atravesarlo.
Y ahura siento al caminarlo que no creo lo que creía.
Hoy siento una algarabía y deseo de visitarla.
Hoy quiero por fin amarla, y comprendo mi sonsera.
Hoy veo en mi primavera que era subjetividad.
Más bien siento la verdad, y que siempre es inocencia,
cuando falta la conciencia, y uno así no puede ver.
Pero mi china a de ver, que la quiero con el alma.
Don Beltrán.
La Pampa. 21 de Octubre del 2016.
Don-Beltran,21.10.2016
Título propuesto:
Abrazo:
Marcelo-Arrizabalaga,21.10.2016
Abrazo:
Fue una crisis importante. De pareja, pero sobre todo de mi vida.
No recuerdo nada claro, solo que discutimos.
Una lluvia de emociones cayó encima y me ahogué.
Como sabiendo que estaba grave, y movido por un impulso de sobreviviente, salí a caminar.
Caminé por muchos barrios, sin saber a donde iba.
Lloré con desconsuelo, me sentía abandonado. De este mundo separado, de estos días, de la gente.
Y fue que al pasar por frente del bendito nosocomio, un interno desbocado, sin pensarlo me abrazó.
Y en vez de sentir dolor, producto del fuerte encuentro, para afuera y desde adentro, un bálsamo me aliviaba.
El cristiano que no soltaba, sabía que estaba haciendo.
Un rato más tarde, el loco aflojó. Me miró profundo, como miran ellos.
Y palmeándome la espalda con mucha fuerza, me dijo:
- Abrazo. Abrazo. Siempre abrazo.
Sonreí como asintiendo, y no pude más que volver a casa.
La puerta estaba abierta.
Y ya sin mediar palabra, la encontré en un abrazo profundo.
Hay quienes pierden la razón sobre muchas cosas, y conservan en demasía la razón de lo importante.
Tal vez para convidarnos, si se dan cuenta que nos hemos perdido.
Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 21 de Octubre del 2016.
El mensaje proveniente de un número desconocido había llegado esa mañana a mi celular, como tantos otros que uno recibe.
No le presté atención y continué con mi vida habitual, hasta que mi hermana me comentó que también le había llegado a ella. Comenzamos a pensar si sería una broma o tal vez alguien tenía realmente algo importante para decirnos.
María, nuestro mejor amiga, se había quitado la vida hacía un par de meses. Nadie entendía por qué había tomado esa decisión, pero circulaban rumores de todo tipo.
El mensaje decía: "Sé por qué lo hizo".
Mi hermana y yo, pensamos que era algo muy extraño, pero realmente todo esto despertaba no solo nuestra curiosidad, sino también un dolor que estaba empezando a calmarse.
Decidimos mandar una respuesta pidiendo saber más. No hubo contestación durante diez días. Finalmente nos citaron en el puente desde el cual se había arrojado María. Teníamos que concurrir al atardecer. Llegamos cuando el sol comenzaba a hundirse en el lago. Algunas gaviotas daban su última recorrida antes de ocultarse en sus guaridas.
El hombre contemplaba el espectáculo ajeno a todo. Cuando nos acercamos nos dimos cuenta de que era el padre de nuestra amiga.
Entonces, sin mediar palabra, nos entregó una carta.
Su letra clara y firme, pedía perdón por haber abusado de su hija cuando era apenas una niña.
Al levantar la vista lo vimos arrojarse desde el puente como lo había hecho María.
Lo planificó con mucho cuidado. Durante meses observó cada uno de sus movimientos. Conocía sus horarios e incluso dónde vivía.
Clara abordó el tren de siempre, él le cedió el asiento y deslizó un comentario trivial. Ambos sonrieron. "Casualmente" bajaron en la misma estación.
Llovía. Sergio llevaba paraguas e impermeable, ella solo un abrigo liviano.
-Te acompaño -dijo él -Para que no te sigas mojando... ¿compartimos un taxi?
Clara aceptó.
El taxista atravesó distintos barrios y cuando pasaron frente a la casa de Sergio, él no dio señales de reconocerla.
Ella lo notó, pero logró disimular su entusiasmo.
Bajaron en una zona oscura y descampada. Sergio le ofreció su impermeable, la cubrió con el paraguas y avanzaron juntos hasta el final de la calle.
Transpusieron la verja de una antigua mansión.
Clara avanzaba despacio.
El sendero resbaladizo a causa de la lluvia resultó una buena excusa para que el hombre la tomara de la cintura.
La oscuridad del parque arbolado era el cómplice perfecto.
Él pudo notar que la mujer respiraba ansiosa; observó su cabello mojado y la vio vulnerable y bella.
Llegaron a la puerta de la casa. Sergio se dejó conducir, y mientras subían por la escalera, pensó que era un hombre de suerte. La mujer lo invitó a pasar al dormitorio, pasó la lengua por sus labios provocativamente.
Sergio miró el espejo del tocador y mientras ella besaba con lujuria su cuello descubrió horrorizado que solo veía su reflejo.
TRAICIÓN
Habíamos sido compañeras desde la enseñanza media y nos convertimos en amigas inseparables desde aquella época. Con mi amiga Lorena no había obstáculo en las tareas escolares que no pudiéramos resolver juntas. Ella era mi guía y mi puntal, y yo el de ella. Vivíamos en la misma cuadra y, ante cualquier inquietud estábamos juntas las dos para comunicarnos nuestros secretos más íntimos.
Cuando ingresamos a la Universidad yo ya había elegido la carrera para la que me sentía orientada: Licenciatura en Ciencias de la Educación. Lorena en cambio, dudaba y trataba de orientarme hacia otras carreras en las que quizás -decía -podríamos triunfar en el mundo laboral.
Todos los días Lorena trataba de convencerme para elegir la carrera de su agrado: Arquitectura, Abogacía, Ingeniería Civil...¡Estaba tan indecisa!
Me mantuve en mi orientación y le sugerí que siguiera su vocación. Nada nos impediría seguir siendo amigas.
Yo ya me haba inscrito en la carrera que había elegido y comenzaba a asistir a las clases de pre-ingreso. En eso la vi a mi lado como aspirante a ingresar en la misma carrera que yo.
Nos abrazamos emocionadas y en ese momento comprendí lo que significaba para mi amiga Lorena.
El primer tiempo todo anduvo bastante bien, pero yo debía apuntalarla continuamente porque estaba distraída y siempre quedaba relegada en los exámenes. No era lo suyo.
Así transcurrió toda la carrera y ambas estábamos por obtener el ansiado título.
Yo estaba preparando mi tesis y Lorena no daba muestras de haber iniciado la suya. Pensé en no ayudarla más porque necesitaba mi tiempo para completar mi trabajo, y así se lo expresé.
Hubo un frío distanciamiento entre las dos, y pronto me sentí culpable de haberla abandonado a su suerte en este momento decisivo de nuestra carrera, pero como la presentación debía ser individual, no podría ayudarla esta vez.
Un día, mientras me encontraba redondeando mi trabajo final, Lorena vino a hacerme una consulta sobre la tesis. Se sentía insegura sobre la manera de presentar un tema y me pidió que le mostrara el mio, y una vez que lo hice me rogó que dejara que ella se lo llevara para fotocopiarlo y tenerlo de modelo.
Por supuesto acepté con la condición que me lo devolviera en el acto para terminarlo y presentarlo en la Facultad.
Ella no tardó en devolvérmelo y esa noche fui cerrando algunos detalles para finalizar el trabajo.
Dos días después lo presenté ante mis superiores, quienes, después de leerlo me lo devolvieron inmediatamente.
-No podemos aceptarlo, señorita -dijeron bastante molestos. Es exactamente igual al que presentó ayer la estudiante Lorena Fernández.
MI alazán se me acerca. Está molesto. Hace tiempo que no le doy avena. Ni mucho menos azúcar.
Me dice:
- Esto se está poniendo bravo. Mucha miseria pa’ un animal que siempre tira pa’ delante.
- No…, no se preocupe mi potro, es que salió mala la cosecha.
- ¿Y si me revelara? Ando con ganas de hacer un paro indeterminado con toda determinación.
- No se me ponga así mi potraaazoooo, deme una chance de resarcirlo. Ya mesmo voy pa’l pueblo a buscarle avena.
- Ahaa, sí, ¿caminando?
- No sea malitoooo mi caballito querido, ¿no ve que el viaje es pa’ beneficio suyo?
- Claro, me gasto en el galope la energía que dan cien gramos de avena, y Usted seguro que me da no más de cincuenta gramos. Lo conozco, bien agarrado. Y así termino más débil que antes.
- Le juro que le doy la bolsa completa.
- No le creo gaucho embustero.
- Y le traigo unos terrones de azúcar, de postre.
- La última vez que en este rancho hubo azúcar, fue cuando la patrona hizo el merengue, allá por el 2004. No, vaya caminando si quiere. Unas cuatro horas al tranco lento en alpargatas, le va a ayudar a bajar esa panza.
Mi corazón latía con fuerza. Este animal intimidante me tenía acorralado. Comencé a transpirar.
De pronto, siento la trompa de mi alazán dando besos pa’ despertarme.
¡Que suuustoooo! Solo estaba haciéndome una siesta bajo el paraíso.
Los trabajos que llegaron a este foro son excelentes porque se supone que no han tenido tiempo para desarrollarlos más por el ritmo que lleva la propuesta y la respuesta
a pedido de glori: la corrección de su cuento "un mensaje extraño"
glori si lo deseas mandaré a tu libro de visitas el proceso de corrección que llevó a este resultado y ya sabes, tomas y dejas lo que te parece adecuado. Un placer ayudarte.
EL MENSAJE QUE LLEGÓ ESA MAÑANA A MI CELULAR PROVENÍA DE UN NÚMERO DESCONOCIDO No le presté atención hasta que mi hermana me comentó que HABÍA RECIBIDO UN MENSAJE SIMILAR.
El mensaje decía: "Sé por qué lo hizo". NO SABÍAMOS SI PENSAR EN UNA BROMA O EN EL DESEO DE ALGUIEN QUE QUERÍA COMUNICARNOS ALGO IMPORTANTE CON RESPECTO A MARÍA.
María, nuestrA mejor amiga, se había quitado la vida hacía un par de meses. Nadie SABÍA por qué había tomado esa decision Y circulaban rumores de todo tipo.
Mi hermana y yo, pensamos que EL MENSAJE era muy extraño Y NO SÓLO DESPERTÓ nuestra curiosidad, sino también EL dolor que estaba empezando a calmarse.
Decidimos RESPONDER pidiendo saber más. DURANTE DIEZ DIAS NO TUVIMOS RESPUESTA. Finalmente nos citaron en el MISMO puente desde el cual se había arrojado María. Teníamos que concurrir al atardecer y llegamos cuando el sol comenzaba a hundirse en el lago Y las gaviotas daban su última recorrida antes de recogerse EN SUS NIDOS.
UN hombre contemplaba el AGUA ajeno a todo. Cuando nos acercamos RECONOCIMOS AL padre de nuestra amiga.
Entonces,sin mediar palabra, nos entregó una carta QUE LEÍMOS INMEDIATAMENTE .
LA LETRA DE LA CARTA ERA clara y firme Y EN ELLA pedía perdón por haber abusado de su hija DESDE SU NIÑEZ.
Al levantar la vista HORRORIZADAS, lo vimos arrojarse AL VACÍO como lo había hecho María.
Un relámpago iluminó la habitación cuando desperté. Miré el reloj y vi que eran las ocho de la mañana. Me apresuré a bajar para preparar el desayuno. Carlos se estaba duchando.
Yo trabajo por las tardes así que comencé a planificar mis tareas del día. Pensé que debía aprovechar la mañana para hacer algunas compras y pasar por el lavadero. Hacía días que llovía y no había podido ocuparme del lavado. Tal vez hasta me quedara tiempo para pasar la aspiradora por la sala y quitar el polvo de los muebles.
Siempre trato de mantener el orden porque los fines de semana me gusta dedicarme a mi pasatiempo favorito: arreglar el jardín. A los dos nos encanta pisar descalzos el césped recién cortado o sentarnos en nuestras reposeras a mirar los rosales mientras conversamos. En noches de verano, al mirar el cielo, nos divierte contar estrellas fugaces.
Durante la semana no tenemos tiempo para eso. Por lo general, él llega tarde por las noches, así que luego de una cena rápida, vemos un rato de televisión y a dormir.
Los viernes los dedicamos a salir con Rosa y Pablo, una pareja de nuestra edad. Las charlas son sobre los proyectos, los hijos que queremos tener y las soñadas vacaciones. A veces debatimos acerca de la vida y la muerte.
El fin de la existencia nos parece algo lejano, y aunque ninguno lo confiesa, creo que todos le tenemos miedo.
Carlos es un aficionado a la pesca. Muchas veces que me ha invitado a ir con él, pero a mí me aterra pensar en esos peces que viven en el fondo del mar y a veces son arrastrados por las olas hacia destinos inciertos. Me pregunto si los seres humanos también estamos a la deriva.
Cada tanto va con su padre, que practica esa actividad desde siempre, a una playa cercana. Los viajes largos no le gustan. Ayer discutimos debido a eso. Yo le propuse viajar al sur (mis padres viven allí. Casi siempre voy sola ya que él no quiere acompañarme. Dice que el traqueteo del ómnibus le produce malestar. El domingo llamé a mamá y dijo que vendrán a visitarnos a fin de mes.
Nunca estuve demasiado apegada a ellos, pero la verdad que últimamente los extraño bastante. Tal vez porque he llegado a esa etapa de la vida donde a todos nos entristece que la gente tenga que morir. No tuve que enfrentar ninguna pérdida importante aún, pero imagino que el dolor debe ser devastador.
A Carlos no le interesa conversar sobre estos temas.
Anoche yo quería explicarle que para mi padre también es un problema trasladarse hasta aquí, sobre todo después del accidente que sufrió el verano pasado.
Cuando esta mañana entró a la cocina y vi su rostro demacrado pensé que había dormido mal. Me sentí culpable por haber provocado esa discusión la noche pasada.
Le pregunté si estaba enojado y me dijo que no se sentía bien. Miré sus ojos, vi que reflejaban preocupación. Entonces tomé el teléfono para llamar al médico. Él se sentó en una silla y mientras yo hablaba comenzó a tomarse el pecho con ambas manos. Respondí al profesional tratando de ser clara pero mi nerviosismo me hacía farfullar. Dijo que me enviaría una ambulancia.
No quise esperar, llamé un taxi y Carlos subió con gran dificultad.
Al llegar al centro asistencial dos enfermeros lo ingresaron en una silla de ruedas. Estaba tan pálido que sentí miedo.
Entró a la sala de urgencias, y yo me quedé rezando por él.
Telefoneé a su padre que tardó solo cinco minutos en llegar. Le expliqué lo que pasaba y nos sentamos a esperar. Había mucha gente en nuestra misma situación. Conversaban en voz baja y sus rostros denotaban ansiedad.
Mi suegro me hacía preguntas, yo respondía con monosílabos. Estuvimos más de dos horas esperando noticias de Carlos. Veíamos pasar médicos y enfermeras, pero ninguno proporcionaba información.
Finalmente nos hicieron pasar a una salita. La situación era grave. Mi marido había sufrido un paro cardíaco, se encontraba estable, pero era imprescindible efectuar una intervención urgente. Comencé a llorar mientras el médico me alcanzaba las planillas que yo firmaba autorizando lo que fuera necesario para salvar su vida.
Durante casi cinco horas no supimos nada más. Mi suegro intentaba consolarme, pero yo podía ver que él también estaba desesperado.
Me pregunté tantas cosas...intenté tranquilizarme, pensar en positivo, hice pactos con dios y con el diablo, formulé promesas que jamás podría cumplir.
Ya ha dejado de llover y hasta hay algunos oscuros rayos de sol. Pero no hay aire, ni luz. A mi alrededor, la gente parece flotar en un océano inmenso que los lleva hacia ninguna parte.
Ahora que todo ha terminado, ya no prometo ni pregunto nada. Sé que todos somos como peces en el fondo del mar.
Adela pasó silenciosamente frente a la mesa número tres, empezando desde el mostrador, y se esforzó en demostrar cordialidad. Las tres estudiantes que diariamente la ocupaban ya estaban sentadas esperando el menú. Seguramente cuando se diera vuelta comenzarían la perorata de siempre, tratando de ridiculizarla con palabras hirientes.
-¿Ustedes estaban buscando el tapón del vino? -Preguntó una de ellas.
-¡No busquen más! Ahí va. ¡Jajaja!
Las tres reían divertidas, pero Adela no se dio por aludida y siguió con su trabajo con una sonrisa enigmática en el rostro.
-¡Pero qué feo está el tiempo! Se está por desatar una tormenta. ¡Se viene, se viene...!
- ¡Ay, no! Es una tormenta eléctrica! ¡Vean cómo le quedó el cabello a Adela! (Aludían a su rebelde cabello con frizz, tan difícil de dominar, que siempre lucía un poco desprolijo, aunque siempre recogido y limpio).
El bullying continuaba como ya era habitual en los pocos días que Adela llevaba trabajando en aquel restaurante, como ayudante de cocina y servicios en el comedor.
La tres amigas se miraron decepcionadas porque no habían logrado que su cara reflejara enojo o malestar. Es más: no atinaban a descifrar el secreto de aquella casi sonrisa encubierta y de su mirada misteriosa y tal vez complaciente. ¿Cuál era el secreto de su insensibilidad a las burlas que le había tocado el turno de soportar?
De pronto Lucía, la más atrevida, se levantó dirigiéndose a la cocina para pedir un vaso de agua para tomar un medicamento.
Y la vio. Adela estaba sacando con la espumadera una veintena de cucarachas del agua que hervía en la olla destinada a cocer la pasta del menú del día.
Priscila adoraba los conciertos... Bueno, en realidad adoraba a los concertistas. Mejor dicho: estaba perdidamente enamorada de un concertista, y para lograr su amor comenzó a estudiar música en la academia que lo tenía como profesor.
Es así como Priscila demostró sus pocas condiciones para la música, además de su escasa dedicación al arte del dorremifasol, y en lugar de elogios logró abucheos y risas.
Por fin, el profesor, sin ánimo de herirla le dijo con sinceridad:
-¡Ay, Priscila! Agua que no has de beber, déjala correr.
"Sombras nada más" dice el tango, y Carlos lo escucha absorto en sus recuerdos, mientras espera a los muchachos en la cantina de siempre.
Otra noche de charlas sobre el pasado regadas en alcohol.
El negro quejándose del dolor de espalda y de la humedad de Buenos Aires.
El tano rememorando su Italia querida, y las ganas de volver.
Los tangos son así; llorar por lo perdido y preguntarse por qué uno es tan gil.
"Fue breve tu presencia en el hastío", sigue diciendo el tango y Carlos piensa que “la Duncal” escribió esas letras para él.
Extraña tanto a la flaca. Pero ella no pudo bancarse a un tipo así. Cada vez que llegaba en curda pasaba lo mismo.
Ella lloraba mientras él mentía diciendo que esa era la última vez.
Un día se cansó de sus mamúas y dijo basta. Cuando la flaca se empacaba no había vuelta atrás.
Hace un tiempo alguien la vio con un fulano del barrio, y le fue con el cuento.
Ese día Carlos prometió dejar de tomar, rezó, y hasta se fue caminando a Luján para ver si podía recuperar a la flaca.
Pero entonces la vio con el fulano caminando abrazaditos, y comprendió que no se podía hacer nada. Después notó su panza prominente de embarazada; ahí se desmoronó del todo.
Ahora casi no sale de la cantina, vive borracho, y se ha convertido en la sombra que Carlos arrastra por esta vida...y nada más.
Un cambio de casa nunca es la cosa más fácil de hacer, además esta vez también cambiaría de país. Era una nueva vida; ni siquiera deseaba mantener ropa ante aquel nuevo desafío que le planteaba el destino.
El anuncio en el periódico dio resultados inmediatos. Comenzaron a llegar tantos compradores que bastó pocos días para vender prácticamente su vida completa. Un día antes de partir, dormida en una colchoneta, recordó con llanto los últimos días de vida de su madre, aquellos paseos en el parque, los viajes hacia los pueblos rurales del sur. Pero sobre todo recordó con suspiros las pláticas que desde muy pequeña tenían a la hora de que "mumi" -como le decía de cariño a su madre- le peinaba y trenzaba sus cabellos frente al espejo... único objeto que llevaría a su nueva casa.
Frente a ese espejo, aun era fuerte, reflexiva y segura. Frente a ese espejo era lo que siempre le había prometido ser, frente a ese espejo siempre estaba en paz.
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Raúl [beRRe/b]
eRRe,09.11.2016
Título propuesto:
Sobreseído.
Marcelo-Arrizabalaga,09.11.2016
Muy lindos relatos Clorinda, Godiva, Glori, eRRe. Gracias por participar.
Marcelo-Arrizabalaga,09.11.2016
Título propuesto por eRRe:
Sobreseído:
El golpe del martillo era inminente. Hacía rato que esperaba la definición de su sentencia.
Era tal su temor por ser condenado, que hacía 5 minutos inexplicablemente se había quedado sordo.
Mantenía sus ojos cerrados, y cuando de tanta fuerza por apretarlos cedía y los abría un poco,
volvía a ver al Juez leyendo la maldita sentencia. Y presa de terror volvía a cerrarlos.
No quería ser condenado. Era inocente.
Se repetía mentalmente: “No pueden condenarme así” “No pueden”.
Sudaba mucho y comenzó a temblar.
No supo cuanto tiempo más pasó en ese estado, hasta que sintió que alguien lo empujaba.
Abrió los ojos, y vio la sala de audiencias vacía. Ya no estaban allí ni el Juez, ni los testigos, ni los guardias. Ni siquiera el público.
Solamente a su derecha, se encontraba todavía su abogado. Este, con una sonrisa digna de una madre, mirándolo fijo a los ojos le expresó:
- Inocente.
Título propuesto:
"Desavenencia"
eRRe,10.11.2016
Gracias Marcelo-Arrizabalaga. Me quedé leyendo los cuentos... ¡qué padre escribes godiva!
Me emocionó "Sobreseído" de Marcelo Arrizabalaga, si bien el final era previsibe, dado el título. Por lo general los títulos delatan. Jaja!
"El espejo", de eRRe, conmovedor, y godiva, una maestra, como siempre.
Los tres cuentos de Clorinda me gustaron. Mi preferido es "Traición" por su redacción impecable y porque la historia se adapta perfectamente al título.
"Sobreseído" está muy bueno. El personaje se queda sordo por el miedo de oír lo que no quiere escuchar.
"El espejo"me encantó. Es emotivo, está bien redactado, tiene un hermoso final.
Los momentos de calma solo eran el espacio de tregua para tomar un poco de valor y caracter: por tercer día consecutivo las discusiones ocupaban gran parte de la tarde-noche. El enfrentamiento entre Angélica y Sandra cada vez era más intenso, Bertha solo las observaba recostada en su sillón preferido, junto a una pequeña ventana que daba al jardín.
—Sandra, tienes que venir —exclamó con los ojos llorosos—, me lo habías prometido.
—¡No insistas! —Sacudió su brazo al sentir que Sandra la tomaría de éste—. Ese es tu mayor problema, no sabes entender, no quieres entender. Ya no me molestes más.
—Angélica, estás mal. Te estás haciendo más daño, déjame ayudarte, por favor. —Le lanzó una mirada de la cual Sandra no pudo escapar, ni sostener.
Continuó repitiéndose la discusión por un día más y las lesiones físicas se hicieron presentes, dos brazos, una pierna y un rostro ahora estaban marcados con rasguños y golpes. La discusión fue entonces más profunda hiriendo los sentimientos y descalificando las decisiones del pasado.
El lunes temprano, sin embargo, aquella desavenencia desapareció, cuando el esposo Bertha llegó de su viaje con los medicamentos que su querida esposa había olvidado en la casa de la ciudad. Angélica y Sandra desaparecieron casi al instante, dejando únicamente rasguños y golpes en Bertha y unas ganas tremendas de no volverlas a ver jamás.
En el cielorraso construído con tablones de madera rústica del dormitorio de Valentina pasaban cosas raras. La niña ya le había avisado a su mamá que un león dormido sobre sus patas delanteras la tenía un poco inquieta.
-Mamá, vení a dormir conmigo y ya vas a ver que no te miento...
-¿Ves aquella carroza? Va entre una nube de polvo. ¿La ves? Es la carroza de la Cenicienta. ¿Te acordás cuando me contabas el cuento? Después se convertía en zapallo...
¿Lo ves?
La niña agregaba personajes que aparecían entre las grietas y nudos de la madera y relataba a su mamá cuentos conocidos y no conocidos con una prodigiosa imaginación.
Su pareidolia iba en aumento y Valentina se entretenía buscando nuevos personajes entre las nubes, en las manchas de humedad, en la copa de los árboles, en las llamas del fuego.
Por las mañanas, cuando su mamá barría el amplio corredor de piso de tierra, Valentina descubría nuevos personajes en la humedad que quedaba en el piso después de haber sido regado con chorros de agua para no levantar polvo al barrer.
Pronto descubrió que todos los personajes creados tenían entre sí una similitud: estaban sonriendo y se veían felices. (La mano de se mamá al arrojar con suavidad el agua era la que dibujaba la sonrisa.)
Así por mucho tiempo Valentina enriqueció su imaginación con personajes sonrientes y felices.
Un día su mamá se enfermó y en el corredor comenzaron a escasear las sonrisas.
Vino otra mujer a hacer la limpieza, pero las sonrisas habían desaparecido. En su lugar habían solamente sombras y manchas; de sangre, tal vez.
Poco después su mamá falleció.
Valentina supo que nunca más iba a recuperar su sonrisa.
En extremo triste aparecía el hombre cada mañana a comprar café. La dependiente atendía con una ligera sonrisa tratando de atraer su atención, cosa común en las mujeres, pensaba él mientras sorbía y suspiraba, venían a la mente imágenes de otra joven, delgada, cabello largo y muy negro. Pupilas capulines en el lienzo blanco de su forma ¡Y aquellos labios por dios! ¡Su piel tan suave!
_ Son 38 pesos señor
_ ¿Ah?
_ El café y los chicles, 38
_ ¡Ah! 38, si... 38
¿Dónde estaría en ese instante ¿Existiría él en los quebrajos de su alma? ¿Cómo pudo estar tan loco para ignorarla? ¿Cómo entender la encrucijada del amor? ¿Qué es el amor?
En aquel tiempo Lorena, la coqueta de ojos verdes, la de cabello dorado sobre piel tostada dormía en sus sueños. Agitaba calmas mojando la almohada y el jinete montado en lo ajeno se excitaba.
¡Cómo me arrepiento! Allá mi Lupita preguntando con la faz cansada si quería huevos, un poco de avena, telera, manteca, caricias o... Y yo tan grosero respondía: ¡Nada! ¡Molesto! ¡Embustero! ¡Encorajinado porque interrumpía con huevos y besos mi osadía perversa de amar a Lorena con quien me acostaba! ¡Era mi secreto! Y fingía enojo para que la Lupe no se me acercara. Pero un día a ella la busqué en las sábanas, serían las cinco, desayuno y bala al trabajo. ¡Levántate Lupe le decía al bulto que no respiraba! Lupe, ¡Lupe!
_ ¡Está muerta! - Dijo un enfermero
_ ¡Lupe! ¡Cabrona prepara mis huevos!
Lupe se había ido cansada y enferma sin mediar palabra.
Así vamos todos, callados, silentes, pensando en cualquiera que coqueta pasa moviendo las nalgas. Pero no mi Lupe, ella sin reclamo alguno batía la avena, tostaba los panes enferma y ardiente mientras yo le hacía el amor a una almohada.
Qué fueron los años, las temperaturas, las ganas los cazos las alas los sapos croar a la luna.
¿Dónde fue mi chica? ¡Lupita! ¡Lupita! Evito los tratos con la dependiente que coqueta sabe ¡Me excita! ¡Me excita!
_ Son 38 pesos señor.
La tomo, la arrastro, la llevo al pasillo que dirige al baño. Arranco las prendas, dibujo sus pechos con dedos cenizos de mi Lupe al lado ¡Está fue Lupita! ¡La que me distrajo! Quién robó los besos, caricias y noches. Le apretujo el cuello y corre en la sangre ese fuego, ¡Ahhhh! ¡Ese fuego! Le muerdo, le quiero y aprieto más fuerte el cuello.
-Estoy decidido, Ana.
-¿Estás seguro? yo tengo dudas todavía.
-Querida...este es el mejor momento para cumplir el sueño que tantas veces postergamos.
-No sé, es probable que tengas razón, pero no puedo evitar sentir temor.
-¿Por qué, cariño?
-Es que mudarnos de esta casa que guarda tantos recuerdos...
-Podremos atesorar nuevos, Ana.
-Además me incomoda alejar a los niños de sus amigos.
-Se acostumbrarán esnseguida, amor. Es hora de que pensemos en un lugar mejor.
Vivir en una casa cerca del mar siempre ha sido nuestro deseo.
-Es cierto. Pero necesito un tiempo antes de tomar la decisión. Me comprendes ¿verdad?
-Sí, Ana. Esperaremos hasta que te sientas segura.
-Gracias, querido. No sé qué me pasa.
-Bueno, no te preocupes más.
ya lo resolveremos juntos.
Juan reinicia la lectura del libro que estaba leyendo.
Ana va a la cocina para preparar el almuerzo.
Piensa en la situación que debe resolver.
Hace varias noches que no puede dormir.
Anoche, por ejemplo, soñó con la casa de la playa. Estaba con Juan disfrutando de la paz del lugar. Pero lejos de Pablo.
Se dirige al jardín.
Ha llegado el momento de confesarle todo.
Me acosté temprano esa noche. Había preparado todo lo necesario para que al día siguiente no tuviese ningún retraso ni percance. Sabía que si acudía a tiempo, mi plan saldría bien. Sonó la alarma; eran las cinco y treintaiséis cuando abrí la puerta. Aún no era hora. Volví a entrar y me asomé por la ventana para estar alerta apenas sucediera. Llegó el momento, allí estaba. Salí y recogí el excremento del perro vecino. Desde ese día, mi rutina funciona a la perfección; llego temprano al trabajo gracias a mi zapato libre de caca.
Jajá! En este momento, después de la aventura de vientotacito sólo me queda reir, aunque en otro momento, valga la redundancia, no fue así. Uno mete la pata cuando menos se lo espera y en el momento menos oportuno. A mí me sucedió algo parecido en el mes de febrero después de una estadía en Houston, Estados Unidos, adonde habíamos viajado con Ana, mi hija, por primera vez a visitar a Rolando, otro de mis hijos, que vive actualmente allí.
El regreso fue muy emotivo porque sabíamos que pasaría un largo tiempo para volver a verlo.
Teníamos poco tiempo para llegar al aeropuerto, adonde hay que estar con bastante anticipación, así que recorrimos con apuro el largo pasillo rodeado del bien recortado césped y hermosas flores, características en esos pintorescos barrios residenciales. Nos invadía la nostalgia de la despedida.
Una vez en el auto el agudo olfato de mi hijo le hizo sentenciar:
-¡Alguien pisó mierda...! Mamá, bajáte que seguro que fuiste vos...
Primero negué, pero ante la evidencia de los hechos no tuve más remedio que reconocerlo: el precioso césped escondía algo más que humedad y perfumadas flores.
Demás está decir que los vecinos tenían unas mascotas encantadoras, y cuando quise limpiar mi calzado contra el césped, me encontré por segunda vez con la misma piedra, así que, al borde de la neurosis, seguí restregando mi calzado.
Saqué una toalla del bolso que siempre llevo a mano y limpié como pude el desastre en la alfombra del auto y en mis zapatos, no pudiendo acceder a la valija cerrada con candado donde llevaba otro calzado.
De buena gana hubiera abierto la ventanilla del avión, pero como ustedes saben, no se puede, así que el tufo me acompañó hasta Buenos Aires, donde pude acceder a otros zapatos.
Les aseguro que en "este momento" esto no pasa de ser una anécdota más, de escasa importancia, pero en ese momento les aseguro que no fue así.
Todavía recuerdo aquellas sesiones de terapia. Era pequeña; y el psicoanalista me parecía un gigante bueno que escuchaba lo que yo decía con una sonrisa bondadosa.
Un día le conté que mi madre me trenzaba el cabello y preparaba el desayuno apurada antes de llegar a la consulta. Le gustaba la puntualidad. Llegábamos diez minutos antes a todas partes.
Allí ser puntual implicaba más tiempo de incertidumbre porque él solía retrasarse con el paciente anterior.
Yo intentaba distraerme mirando los cuadros colgados en las paredes mientras imaginaba cómo se verían en la casa de papá.
Mis padres se habían separado cuando yo tenía seis años. Recuerdo poco de los tiernos años que estuvimos los tres juntos. Vivía deambulando de la casa de uno a la del otro.
A papá le gustaba la decoración minimalista. Yo desconocía qué significaba eso, pero odiaba ver las paredes desnudas. Su casa era fría y casi no entraba el sol.
Fui por primera vez a terapia un día lluvioso y gris. Mientras esperaba mi turno me sobresalté. Otra vez el celular de mamá. Al escucharlo pensé en Daniel. Él la llamaba, y luego se iban juntos. A mí me dejaban en la casa de papá. A Daniel no le gustaban los niños. No lo decía, claro, pero me daba cuenta
Mi padre no tenía amistades; nunca lo visitaba nadie. Prefería estar solo en aquel caserón oscuro que había alquilado al separarse de mamá.
Él también se veía oscuro, hablaba poco y ya no jugaba conmigo a la rayuela.
A veces se levantaba tarde; mi madre decía que faltaba mucho a su trabajo.
Un día pintó mi habitación de color verde manzana y hasta compró cortinas con estampas de pájaros.
Estaba segura de que mientras yo dormía, los pájaros escapaban de las telas que los retenían y se iban al cielo.
El cielo de las aves era distinto del cielo de Maxi. Él se había ido al cielo de los perritos, dijo el gigante bueno.
Mi padre nunca me llevaba a terapia y tampoco era puntual. Cuando iba a buscarme a la escuela llegaba algunos minutos tarde. Su barba crecida pinchaba mucho y sus ojos se veían cada vez más profundos.
Un día le pregunté sobre los pájaros de la cortina y quise saber si las personas podían volar.
Me miró y dijo que ya no se acordaba.
Yo creo que él sabía porque tiempo después mi terapeuta gigante me explicó que había volado rumbo a un cielo diferente: El cielo de los papás.
Durante años sufrí ataques de pánico.
Al principio ese temor irracional aparecía solo por las noches; me dificultaba el descanso, pero durante el día, mi vida era normal.
El problema se agravó cuando sufrí un episodio en mi trabajo. Traté de simular un problema de otra índole, porque me daba vergüenza decir lo que ocurría.
Monté un gran circo inventando un llamado de papá. Mi madre se había descompensado; yo tenía que ir urgente a casa.
Recuerdo que me faltaba el aire y que algunos compañeros llamaron al médico de la empresa. Mientras les aseguraba que todo estaba bien, sentía que el corazón saltaba en mi pecho, y los latidos se oían tan fuertes que apenas lograba escuchar lo que ellos decían. Comencé a temblar, derramé el vaso de agua que me alcanzaron y lloré sin poder contenerme.
Seguí insistiendo acerca de mi madre enferma, hablé de su corazón frágil, de mi necesidad de apoyar a papá en ese trance tan difícil, y les pedí que llamaran un taxi. Finalmente logré salir de allí.
Los veinte minutos que tardé en llegar a casa fueron una tortura. El conductor miraba por el espejo retrovisor y me preguntaba si estaba bien. Mentí como pude durante todo el trayecto mientras el pánico invadía mi razón.
Bajé en la puerta de casa y abrí desesperada. En ese momento recibí la llamada. Era mi padre. Lo supe antes de que lo dijera: mamá no se encontraba bien.
Dentro de dos meses te haremos una fiesta genial, los vecinitos –un poco mayores y más tragones que tú- comerán helado y jugarán contigo. Tu primo Justin vendrá y se disfrazará de mimo o de clown, esas payasadas teatrales que a él tanto le gustan.
¡Uff qué calor hace aquí adentro! Hoy me toca llevarte a la guardería, pero voy tarde al trabajo; así que te quedarás un ratito aquí en el carro mientras papi está en la oficina. ¿De acuerdo, mi pequeño tripulante? Di “Sí, capitán Cooper”.
Te contaré un secreto: tu mami es la culpable, ella me odia. ¿Tú también me odias, pequeño Coopy? Hoy en la tarde te llevaré a la escuela del barrio y te presentaré a una amiguita que le encantan los niños rubios como tú. ¿Te dejarás cargar, pequeño Coop…? Aún no quieres hablar, pero prométeme que cuando cumplas los dos años me dirás “sí papi, te quiero mucho”. ¡Qué calor! Espérame aquí, no intentes abrir las ventanas.
Come una vez al día. Tiene buenos modales a la mesa. Deja propina.
Mi perro Luis Aurelio Fernández Vescobo, me acompaña desde hace unos diez años.
Lo recibí como regalo de un niño que tenía varios cachorros en una cesta. Eran cuatro.
Los demás dormían, pero él se asomó y me miró interesado. No pude resistirme a su expresión y lo alcé, mientras le dije a su portador:
- Me lo quedo, gracias.
- Muy bien, señor – dijo el niño contento.
Esa misma tarde le tramité el documento. Lo inscribí en la escuela, y lo llevé a la veterinaria.
Le suministraron lo necesario como para que pase sus primeros meses a salvo de enfermedades.
Siempre fue sociable y compañero. Voluntarioso. Bilingüe, pues se entendía bien con humanos así como con perrunos.
Además hacía buenas migas con gatos y pájaros, que no le temían.
Buen deportista, y excelente estudiante. Se recibió de perro con honores con tan solo un año de edad.
Desestimó un viaje al extranjero para estudios de post grado, pues decía estar interesado en interactuar con la industria nacional para devolver un poco de lo mucho recibido.
Fue profesor ad honorem de “Ladrido 1” y “Salto en redondo”.
Unos años más tarde titular de la cátedra “Hueso roído y escondido”.
A la par de su intensa tarea como docente, se desempeñaba como “ladrador nocturno” y avisador de que “llega el camión de la basura”.
Siempre supo expresar afecto. Eso lo diferenciaba de la mayoría de los demás perros machos, que eran criticados por “no saber llorar”, y/o “no saber decir te quiero”.
Formó pareja en su juventud con Lady Lila, con quien contrajo matrimonio y alguna que otra indigestión un año más tarde.
Fueron padres de cuatrillizos.
Mi querido Luis Aurelio, como le digo en la intimidad del hogar, siempre respondió a cualquier plato que le sirviera a la mesa con el mismo comentario:
-La vida es extraña- dice Marta.
Su terapeuta la observa con atención.
-¿Por qué lo dice, Marta?
-Porque parece que nada tiene sentido; necesito respuestas.
-¿Qué tipo de respuestas?
-A cuestiones existenciales; usted entiende...
-Quisiera que me explicara más.
-Lo típico: adonde vamos, de donde venimos, para qué estamos aquí, etc.
-Hay varias respuestas a esas preguntas. ¿Ninguna la satisface, Marta?
-Por ahora la ciencia no me ha convencido con sus teorías. Las religiones requieren fe, algo que no poseo.
-¿Cree que existe un gran misterio en torno a esos temas?
-Sí, un misterio que provoca angustia.
-¿Por qué se angustia?
-No estoy segura; supongo que es por no entender.
-¿Podría intentar algo distinto?
-¿Qué me sugiere?
-Algo muy simple y liberador. Tal vez la mejor respuesta para esas cuestiones es decir: "No sé".
Recorre el cuerpo maravilloso de Anastasia con sus dedos. Cierra los ojos e imagina las cavidades nasales totalmente descubiertas, los párpados enrojecidos y el cruzar de nervios, venas y tendones por entre los músculos como si fuesen cables. Repara en el triperío del abdomen, las nalgas que bien podrían cortarse en bisteces y guardar en el congelador. El corazón que late acelerado y aquellos pulmones que expanden y parecen querer escapar de la caja toráxica. Sus bien torneadas piernas donde la grasa se acumula ligeramente.
_ ¿En qué piensas amor?
_ ¿He?
_ Si, estás como ido
_ Nada, duerme.
¿Qué haría con la piel? Con esa bolsa que cubre a su Anastasia?
Imagina usos y des usos, pero lo cierto es que la piel de Anastasia es el ocultamiento de la fealdad. Ni su sonrisa o color negro azulado de sus ojos le habrían conquistado de no estar cubierta con ese saco engañoso que aterciopelado aparenta angelical contenido.
¡Pero que mujer tan fea! Se repite mientras va a vomitar al baño todo lo imaginado y ella prepara las frondosas carnes en el lecho con su mejor pose.
-¡Estás loca! ¿Qué le viste a ese tipo?
La mamá sigue mirando a Marita sin entender.
-No sé, mamá...¡Lo amo!
-Pero es incomprensible...Es feo, desordenado, no terminó de estudiar...
Marita hace un gesto como para indicar que ella tampoco entiende nada.
-Para colmo no consigue un trabajo fijo. ¿No te das cuenta? No tenés futuro con él.
-Lo amo, mamá. Simplemente eso.
-¡Tiene que haber alguna explicación! Si no tuvieras oportunidades...pero no te faltan pretendientes que podrían ser mejor partido para vos.
Se hace un silencio bastante incómodo.
-Te lo voy a decir, pero con la condición que no me lo preguntes más.
La mamá la mira interrogativamente.
La mirada de Marita se suaviza cuando contesta con un suspiro:
-¡Cuestión de piel, mamá!
Veo que coincidemos al enviar con rhcastro, así que seguimos con el título que ella propuso.
Marcelo-Arrizabalaga,15.11.2016
Cuestión de piel
-No lo conozco; jamás lo he visto personalmente ni en fotografías. No sé cómo es su voz, tampoco sé dónde vive ni con quién. ¿Cómo explicar entonces este rechazo?
¿Se puede intuir cómo es una persona solo por leer lo que escribe? ¿Aflora la personalidad del escritor, aunque intente disfrazarse detrás de los personajes? ¿Percibimos solo lo que nos quiere mostrar el autor de una historia o vemos más allá de aquello que nos cuenta?
Laura se hace estas preguntas mientras lee una novela de un autor desconocido.
Su padre, un escritor consumado, esta vez ha utilizado un seudónimo para escribir ese relato sobre la vida de su hija.
eRRe,15.11.2016
Jajajajaja... Yo vine dos veces y vi solo el de rhcastro, estuvo como 20 minutos ahí solo. ¡Pero, qué más! ya disfrutamos de Cuestión de Piel I, Cuestión de Piel II y Cuestión de Piel III.
La cuestión con la piel
es que hay quien se desliza
como si fuera un pincel
y la paraliza.
La cuestión con la piel
es ponerla rojiza
calor al máximo nivel
y volverla ceniza.
La cuestión de tu piel
es que no finaliza
es que allí es mi cuartel
ahí se me localiza.
Es cuestión de piel
ella es de quien la hipnotiza
ella es del cercano, del fiel
y del que siempre la eriza.
_____
Raúl [beRRe/b]
Marcelo-Arrizabalaga,15.11.2016
De pelos y pelucas:
Me dicen rulo. Por mi pelo ensortijado. Si me olvido de visitar la peluquería, parezco un lampazo dado vuelta.
Esta es mi historia:
Verano del 46:
Visitaba ocasionalmente la playa de Saint-Tropez. Mi vuelo a Paris se había suspendido en el aire. El avión flotaba sobre el aeropuerto sin miras de moverse como para bajar y aterrizar.
Parecía un ovni.
Se decía que el piloto desconfiaba de algo que parecía una musaraña gigante muy peluda. Observaba desde 300 metros de altura con los motores detenidos, con la excusa de que no bajaría poniendo en riesgo la vida de sus pasajeros, a menos que la gendarmería retirara al intruso peludo amenazante.
Situaciones de este tipo, me recuerdan que debo ir a ver al peluquero nuevamente.
Otoño del 65:
Participaba de una fiesta privada en Baja California. Era una fiesta de disfraces, y había decidido ir disfrazado de Gorila.
Pensé que escucharía gritos al entrar a la residencia debido a mi aspecto de bestia salvaje, pero nada de eso ocurrió. Pude deambular por toda la casa departiendo con toda clase de invitados haciendo señas y golpeándome el pecho.
Ya de madrugada agobiado por el calor de mi traje, me saqué la capucha de gorila y liberé de a poco mi maraña de rulos.
Fue una estampida. Todos corrían sin saber de qué se trataba esa informe masa capilar y fueron a caer por el barranco de la playa.
Primavera del 72:
Hacía dos temporadas que jugaba para los Globber Troters, y viajábamos por el mundo haciendo exhibiciones humorísticas. Por contrato se me impedía tener el pelo suelto, que atado, ya era de un volumen mayor que el afro look de mis compañeros.
En una ocasión íbamos perdiendo, y esto claro era parte del show, cuando un delantero del supuesto equipo rival quiso hacer un lanzamiento ampuloso desde mitad de cancha.
Mientras la pelota se acercaba al aro desde lo alto yo saltaba con intención de interceptarla. El esférico naranja cayó en medio de mi cabellera y quedó allí escondido.
Vanos fueron los intentos de extraerla pues yo me negaba a que cortaran mi hermosa pelo enrulado. Perdí ese trabajo.
Invierno del 1999:
Me encuentro en Plaza Lavalle, observando de a pié, una partida de ajedrez. Hermosos árboles nos circundan, algunos de ellos de hoja perenne. Unos gorriones disputan la atención de una hembra, y se persiguen hasta esconderse entre mis rulos, quizás confundidos porque se parecen a la especie de árbol del entorno.
Unos niños que practican el tiro con gomera, apuntan hacia mi cabeza…
Verano del 2016:
He salido por fin de un prolongado estado de coma. Me siento tan bien que al pisar la vereda del hospital, decido ir a la peluquería.
Estamos muy activos y yo también preparé "De pelos y pelucas", por eso igual lo presento:
De pelos y pelucas
Nuestra familia celebraba un encuentro y debíamos concurrir vestidos con disfraz.
En casa ya teníamos todo preparado y cada uno disfrutaba mostrando su atuendo.
Ana, la menor, de cuatro años estaba encantada con su vestimenta de gitana con pollera larga a lunares, peluca trenzada y un chal con flecos de colores; Esteban, el del medio, de siete, ya se estaba probando su disfraz de diablo, consistente en una túnica negra con lazo, careta y una capa roja que le cubría la cabeza, donde sobresalían unos cuernos de material fosforescente.
Los otros dos, Víctor y Rolando, que son mellizos, de ocho años, irían disfrazados de Batman y Robin, con peluca, antifaz, capa y demás accesorios.
A esa edad, los mellizos eran muy desparejos en altura, (igual que ahora que ya son grandes), de modo que Rolando, uno de los mellizos era de igual atura y tamaño que Esteban, que era un año menor y todo el mundo se confundía sobre la identidad de cada uno.
Esa tarde se aparecieron los cuatro vestidos con sus respectivos trajes, y sin hablar se plantaron delante mío, mostrándome un cartel que decía: "Mamá, tenés que adivinar quiénes somos".
Me dio un poco de risa porque yo misma les había comprado los disfraces, pero me hice la que pensaba
Víctor, el más alto de los mellizos me explicó: -Tenés que adivinar cuál es Roly y cuál es Esteban.
-¿Ah sí? ¡Qué gracioso! ¡Como si no los conociera!
Pensé un poco y deduje: -Me quieren hacer caer en la trampa cambiándose el disfraz...
Cuando iba a arriesgar el nombre contrario al que correspondía al disfraz me puse a observar las zapatillas de ambos... No, no se habían cambiado el disfraz. Las zapatillas correspondían a las que usaba cada uno, así que arriesgué, segura de ganarles: -El diablo es Esteban y Robin es Rolando.
-¡Perdiste! -dijeron descubriéndose.
Habían tramado cambiarse las zapatillas y no el disfraz, seguros de que yo observaría ese pequeño gran detalle.
Voy a publicar de nuevo la última parte del cuento "De pelos y pelucas", aunque más bien debería llamarse "De caras y caretas". Me dí cuenta que había un error en el final. Disculpen. Creo que ahora quedó más coherente.
....................................................................... ......
Víctor, el más alto de los mellizos me explicó: -Tenés que adivinar cuál es Roly y cuál es Esteban.
-¿Ah sí? ¡Qué gracioso! ¡Como si no los conociera!
Pensé un poco y deduje: -Me quieren hacer caer en la trampa cambiándose el disfraz...
Cuando iba a arriesgar el nombre contrario al que correspondía al disfraz me puse a observar las zapatillas de ambos... ¡Jajajá! ¡Esta jugada no la habían pensado! Entonces deduje: -se cambiaron el disfraz pero se olvidaron de cambiarse las zapatillas, signo inequívoco que el ahora disfrazado de diablo era el que le correspondía ser Robin, y el aspirante a diablo ahora era Robin. Otra explicación no hallé de las sonrisitas que se adivinaban detrás de los atuendos, así que arriesgué mi primera movida:
-¡El diablo es Roly y Esteban ahora es Robin!
-¡Perdiste! -dijeron descubriéndose.
Se habían anticipado a mi movida y optaron por cambiarse las zapatillas y no el disfraz.
Marcos le pedirá a su empleada doméstica, que realice ella misma el trámite para obtener las prestaciones sociales obligatorias.
Magdalena, a los sesentaiocho años, se moverá como pez millón en acuario cuando “Don Marquitos” le encomiende ir al banco a retirarle la plata de la pensión. Luego de entregarle el dinero a su patrón, se encerrará en su cuarto a hablar por videollamada desde un teléfono móvil con su nieta de siete años que vive en un cercano país de Centroamérica.
Marcos sacará algunas cuentas en una libreta, mientras Magdalena llora al ver el final de una telenovela en Internet y conversa a la vez con un par de trabajadoras vecinas en un chat grupal.
-¡No te muevas o sos boleta! -El ladrón apuntaba con una oistola al hombre, que iba ensimismado por la calle, sin prever el asalto.
-¡Pronto! Dame todo lo que tengas de valor. ¡Rápido!
-No tengo nada...¡Por favor no me mates! -el transeúnte transpiraba de pánico. Se arrodilló para pedirle que le perdone la vida.
El ladrón lo sacudió violentamente y lo revisó enteramente.
-¡Maldición! ¿Adónde ibas sin un peso? ¡Y con esa cara! Mirá, no te mato porque me das lástima. Yo también soy muy pobre. ¿Adónde ibas?
-Tengo depresión y pensaba suicidarme tirándome al río, pero con esto que pasó me dí cuenta de que quiero vivir. Creo que tendría que agradecerte, aunque no eres más que un ladrón...
-Era. Si es verdad que te he salvado la vida, tengo un motivo para enmendarme y ser una persona de bien.
Los dos caminaron a la par proyectando un nuevo futuro.
Título propuesto: "El mal paso"
eRRe,17.11.2016
No te muevas II
Un día cualquiera se había tornado en el más desesperante y crítico de toda su vida. Javier no entendía nada, pero debía obedecer: “Solo NO TE MUEVAS, le habían sugerido”. Sentado en un lugar cualquiera de la sala de juntas de una compañía intercontinental, se le había informado que debajo de la silla donde descansaba había una bomba que estallaría si él se levantaba.
Su hermano y mejor amigo lo observaba desde una distancia “prudente”, a unos veinte metros en donde estaba el cerco de la policía; solo se le permitía estar ahí porque era familiar de Javier y porque trabajaba en una oficina del departamento de policías.
La tensión era casi insoportable. Su hermano por fin se animó y se acercó al comandante. Le comentó que él era capaz de desactivar aquella bomba, para sorpresa de todos ahí.
— ¿Qué tú puedes desactivar esa bomba, es una broma? No es momento de hacerlas, Víctor —dijo exaltado el comandante Rivera, del escuadrón anti bombas—.
—Claro que sé, y no es una broma comandante, ¿cómo hacerla en este momento que mi propio hermano corre peligro.
—Adelante muchacho —le autorizó el comandante después de consultarlo con sus superiores y darle un abrazo al hermano valiente—.
Cuando Víctor se acercó a la silla, le sugirió a Javier que no dijera nada, ni siquiera que hiciera algún tipo de ruido. Se concentró en el artefacto de debajo de la silla… su corazón latía al máximo soportable para él. Quería silencio, pero entonces... alguien irrumpió en la habitación:
“¡Niños a comer!”, ordenó su mamá, mientras Javier se levantaba de la silla y Víctor sacaba el despertador de debajo de ella.
_____
Raúl [beRRe/b]
eRRe,17.11.2016
(Sigue el) título propuesto (por clorinda): "El mal paso"
Antes de seguir quiero agradecer a esta comunidad, especialmente a quien abrió este foro-taller y sus asiduos participantes; me ha servido en gran manera para salir de un estancamiento creativo en el cual me encontraba. Además, ésta es la vez primera que escribo cuentos (antes escribía poemas y evitaba la narración). Gracias.
Estaba tan locamente alegre con la gran entrada en el 'Rock Dream', que justo cuando el público le acompañaba en el corito repetitivo de : ''la vida sigue'' , Fridonio se emocionó al grado de dar un paso en falso y entre gritos y aplausos fue a dar a las piernas duras y regordetas de una fan que apretó y apretó con tanta fuerza hasta que el cantante aflojó el cuerpo y cayó cara al triángulo de la chica.
La asfixia y desesperación hicieron que la estrella moviera su cabeza de un lado a otro sin suficiente aliento para pronunciar palabra. Hecho que fue malinterpretado por la chica y por más que los de seguridad jalaban el cuerpo del artista, parecía perdido en las Bermudas y sin oportunidad alguna de rescate.
Entre todo tipo de estirones lo sacaron desnudo y sin signos vitales. Ese hombre que hacía unos minutos incitaba a la vida, se encontraba como chupado en una escena sexual inesperada en la que una joven de nombre Felicia, se apreciaba aún bajo el efecto abultado del bigote popular del cantautor.
Yesenia, de quince años, hermosa como toda niña de su edad se muestra entusiasta porque tendrá su primera cita con Mauro.
Mauro, elocuente, cariñoso, apuesto según las imágenes. Dice contar con diecisiete años y estudiar en la universidad. Sonríe mientras observa a lo lejos a una niña de catorce demasiado pintada y con escote provocador. La sigue, hace alto y ella cruza la calle un poco nerviosa, busca entre los transeúntes al chico de la flor.
Esto es internet, las personas se conocen y hacen romance con fotos, cámaras, palabras que desencadenan en citas con desconocidos. Es la era de perderse en una aventura, salir de la pantalla para dejar lo virtual atrás y enfrascarse en una relación intrigante, distinta, arriesgada.
15 de Octubre de 2016
Mexicali Baja California.
Informa:
¡Alerta ! Niña de quince años de Nombre Yesenia Gomez está desaparecida. Llevaba un shorts blanco y blusa rosa, zapatos tenis blancos. Como señas particulares tiene un lunar en la comisura izquierda de la boca. Cabello largo, negro. Ojos café, labios delgados. De un 1.55 de altura aproximados. Se informa que la niña mantenía amistad virtual con joven de nombre Mauro Ceceña cuyos datos se ingresan en la investigación.
Se insta a la comunidad a comunicar cualquier información a los teléfonos: xxx-xx.xx o al xxx de la PGR.
14 de Noviembre de 2016
Mexicali Baja California.
Niños encuentran un cuerpo en el vertedero municipal en estado de putrefacción . Al parecer fue desenterrado por los carroñeros de la zona por lo que hasta el momento se desconoce la identidad.
15 de Noviembre de 2016
Mexicali Baja California.
Informa:
Se identifica el cuerpo encontrado en el vertedero municipal como el de Yesenia Gomez. La familia está consternada. El cadáver muestra heridas de bala calibre 22 en el occipital y diversas contusiones. Se presume fue agredida sexualmente después del crimen.
Enrique Meléndez: ¡Hola linda! ¿Cómo estas?
Sara Rosett: Bien amor, entonces ¿Dónde nos vemos?
Enrique Meléndez: Parque Juárez ¿Te parece bien a las tres?
Sara Rosett: Sí, cerca de casa, diré que voy a hacer tarea en equipo.
Enrique Meléndez: ¡Buena idea!
Sara Rosett: ¡No me perdería por nada nuestro encuentro! No olvides la flor ¿Va?
Enciende un cigarrillo y arranca sin dejar de observar el amarillo intenso del cempasúchil.
Noticia publicada en un conocido medio de comunicación de la ciudad de Veracruz, México, hoy, 17 de noviembre de 2016:
"Después de una infructuosa búsqueda que data de más de tres meses, fue hallado un cuerpo sin vida, presumiblemente de sexo femenino, en un alcantarillado del Parque Juárez. No se ha podido identificar dado el grado de descomposición de la víctima, aunque se presume que sería de una joven de unos catorce años.
Se investiga si corresponde a la niña Sara Rosett, desaparecida el pasado 30 de julio cuando se dirigía a la casa de una compañera, situada justamente en las inmediaciones del citado Parque Juárez, para realizar unas tareas escolares.
Su familia la ha buscado intensamente durante todo este tiempo, y según el testimonio de unos vecinos, la vieron pasear ese día, a eso de las tres y media de la tarde, justamente por Parque Juárez, acompañada por un hombre de unos treinta y cinco años, que lucía una flor en el ojal.
Sus familiares informaron que un desconocido que se hace llamar Enrique, figura desde hace un tiempo entre sus contactos sociales de una página de internet
Una historia tan real... y más cruda que las que expone Sara Rosett (no la niña del relato, sino la autora Sara Rosett) en sus libros. Solo que ahora van más allá, no son perfiles de personas de 35 años, sino "niñas' o 'jovencitos' adolescentes.
*Una nota: le decimos, Puerto de Veracruz; prácticamente nadie le dice "ciudad".
Por cierto, la ciudad en la que más mujeres mueren en el mundo, es Ciudad Juarez (Mèx.) en la que en un período reciente de cinco años murieron 10000 mujeres, la mitad de ellas adolescentes.
Usé los datos que había dejado rhcastro en su último cuento. No conozco a Sara Rosett autora. Quizás entendí mal. Creí que proponía un cuento con esos datos. Me esforcé en hacer bien los deberes averiguando en qué localidad está el parque Rosset. Gracias por completar mi información (y ya me voy a las fuentes). Vivo lejos de México.
eRRe,18.11.2016
Entiendo. Tu relato es muy bueno, ni le sobra ni le falta nada, solo era una nota lo de Veracruz, y lo de Sara Rosett sé que fue una casualidad; ella escribe relatos al estilo de Agatha Christie.
Entendí perfectamente lo que hiciste y lo hiciste muy bien Clorinda. Creo que en España hay una ciudad llamada Veracruz y Sara Rosett se puede llamar cualquiera el mundo es muy grande.
Hiciste un buen trabajo siguiendo la temática del anterior. En verdad me sorprendiste gracias.
Tienes razón eRRe, creo que Clorinda intentó seguir la trama y le salió bien. Los detalles que señalas son mínimos porque Veracruz es puerto y también ciudad.
Respecto a feminicidios, existen los de Juarez, Tlaxcala con la trata, Tijuana, el DF, Hidalgo y así. Puntos rojos que a veces no son tan sonados, pero que tienen altos índices delictivos.
LA FIESTA
Nos dijo que había llegado en Uber, no sé si lo hizo para aparentar o qué; pero Rafaela y yo nos quedamos como “¿para qué invitaron a este campesino?”.
Le preguntamos a Jonny si se iba de viaje en vacaciones, pero nos respondió con un monosílabo y siguió recibiendo a la gente que llegaba. Quizás no se dio cuenta que habíamos visto aquella maleta.
Siguió hablando con nosotras durante una hora, durante algunos momentos interrumpía su extensa charla sobre su beca de “ser pillo paga” e iba por más cervezas. Me puse de acuerdo con Andrea para no recibirle nada; “ese man es un hampón, pilas con él”, me decía Andrea.
Jonny se portó muy bien con todos, incluso con el becado; de hecho, se portó extremadamente atento con él, parecía su mejor amigo. Si no conociéramos a Jonny, diríamos que gusta de esa gentuza.
“Marica ¿qué tal si ya se robó algo, ese man?” “Ese Jonny sí es idiota, invitó a ese ladrón de maggis”. Esos eran los comentarios entre Rafaela, Andrea y yo.
El subsidiado y Jonny estaban hablando, seguramente le hizo alguna broma al becado, pues aparentemente se molestó y discutieron, pero Jonny solamente se encargó con la maleta que habíamos visto cuando llegamos.
No, nosotras fuimos las primeras en irnos. No vimos ninguna maleta.
En realidad, no estamos seguros si esa era la misma maleta que fue hallada en el caño. La de Jonny era medianamente pequeña, no cabría un cuerpo como el de Leder.
LA FIESTA
Nos dijo que había llegado en Uber, no sé si lo hizo para aparentar o qué; pero Rafaela y yo nos quedamos como “¿para qué invitaron a este campesino?”.
Le preguntamos a Jonny si se iba de viaje en vacaciones, pero nos respondió con un monosílabo y siguió recibiendo a la gente que llegaba. Quizás no se dio cuenta que habíamos visto aquella maleta.
Siguió hablando con nosotras durante una hora, durante algunos momentos interrumpía su extensa charla sobre su beca de “ser pillo paga” e iba por más cervezas. Me puse de acuerdo con Andrea para no recibirle nada; “ese man es un hampón, pilas con él”, me decía Andrea.
Jonny se portó muy bien con todos, incluso con el becado; de hecho, se portó extremadamente atento con él, parecía su mejor amigo. Si no conociéramos a Jonny, diríamos que gusta de esa gentuza.
“Marica ¿qué tal si ya se robó algo, ese man?” “Ese Jonny sí es idiota, invitó a ese ladrón de maggis”. Esos eran los comentarios entre Rafaela, Andrea y yo.
El subsidiado y Jonny estaban hablando, seguramente le hizo alguna broma al becado, pues aparentemente se molestó y discutieron, pero Jonny solamente se encargó con la maleta que habíamos visto cuando llegamos.
No, nosotras fuimos las primeras en irnos. No vimos ninguna maleta.
En realidad, no estamos seguros si esa era la misma maleta que fue hallada en el caño. La de Jonny era medianamente pequeña, no cabría un cuerpo como el de Leder.
Trataré de contar esta anécdota familiar, en la forma más resumida e informativa posible.
Mi suegro, hace ya mucho tiempo, fue intervenido de una cirugía abierta de corazón. Debían reponerle la válvula ahórtica.
Antes de entrar a la sala de cirugía se despidió de su familia muy contento porque por fin iba a solucionar un viejo problema en su salud.
El doctor Tentoni, su médico de cabecera, lo había alentado a decidirse a que le realizaran la intervención, ya que estaría en manos de los mejores cirujanos.
Después de la consabida anestesia y la incisión quirúrgica correspondiente en su esternón, lo conectaron a un sistema de circulación extracorpórea o bomba de derivación. Su corazón se detuvo mientras estuvo conectado a esa máquina que hacía momentáneamente, el trabajo del corazón, suministrando oxígeno y eliminando el dióxido de carbono.
Todo iba perfectamente bien. Los médicos eran una inminencia, ya lo había dicho hasta el cansancio el doctor Tentoni.
Los familiares esperaban ansiosos el resultado de la cirugía cerca de la puerta del quirófano. Los minutos se hacían eternos.
De pronto, antes de lo previsto, apareció uno de los médicos, sumamente acongojado diciendo:
-Hubo un corte de luz... ¡Lo lamentamos muchísimo....!
Les anticipé que sucedió hace ya mucho tiempo. Yo no lo viví. No quise hacerlo jocoso. Fue muy dramático, pero no quise hacer leña del árbol caído. Lo relaté como una información. Seguramente debería haber cerrado la anécdota sin usar el diálogo.
Según Nietzsche la palabra es una grosería que insulta a la música. Me pregunto qué tiene ésta que adormece o enloquece según el estado de ánimo de los melómanos y fue así como recogí las letras una a una, sin orden las hice un nudo ciego sobre el escritorio y automáticamente me dirigí a una página que ilustrara tal sentencia.
Richard Wagner con suave melodía invadió el alma que poco a poco me excitaba. el organillo sumaba notas altas y progresivas hasta llegar al escándalo. Quise leerlo aclaro, encontrar ese lenguaje que fascinó al filósofo y me dejé invadir
¡Dios!
¡Amárrame !
Fue que una lágrima inocente corrió por el largo espectro de un rostro avejentado y soltó sobre la tecla que estúpidamente insistía en esscribirte.
¡Ruido! ¡Maldito ruido! Cuando la paz histérica cerró los ojos y todo mi universo se hizo gloria ¡Mis alas ! ¡Llévame lejos! ¡Separarme de todo pensamiento! Laralalaralalarala.... ¡Oh! Caer, tocar el suelo, remolino interior que escapa en incomprensible dialecto. Rompe, destruye, muere en dolos que no cesan .
Era la sangre, la vida y el poeta, el asesino y ángel quemándose en las llamas azules del infierno. La camisa de fuerza que contenía en puntos suspendidos la fuerza contenida de un esquema ¡Huye! ¡Corre! ¡Qué no te atrape el miedo! ¡Libérate del dedo que insiste en escribir agigantados egos! Y luego piensa... Cuánta razón tenía el hombre enfermo de nosotros que en ondas de sonido desnudó la esencia.
Ruidos
Según Nietzsche la palabra es una grosería que insulta a la música. Me pregunto qué tiene ésta que adormece o enloquece según el estado de ánimo de los melómanos y fue así como recogí las letras una a una, sin orden las hice un nudo ciego sobre el escritorio y automáticamente me dirigí a una página que ilustrara tal sentencia.
Richard Wagner con suave melodía invadió el alma que poco a poco me excitaba. el organillo sumaba notas altas y progresivas hasta llegar al escándalo. Quise leerlo aclaro, encontrar ese lenguaje que fascinó al filósofo y me dejé invadir
¡Dios!
¡Amarrame!
Fue que una lágrima inocente corrió por el largo espectro de un rostro avejentado y soltó sobre la tecla que estúpidamente insistía en escribirte.
¡Ruido! ¡Maldito ruido! Cuando la paz histérica cerró los ojos y todo mi universo se hizo gloria ¡Mis alas ! ¡Llévame lejos! ¡Separarme de todo pensamiento! Laralalaralalarala.... ¡Oh! Caer, tocar el suelo, remolino interior que escapa en incomprensible dialecto. Rompe, destruye, muere en dolos que no cesan .
Era la sangre, la vida y el poeta, el asesino y ángel quemándose en las llamas azules del infierno. La camisa que contenía en puntos suspendidos la fuerza de un esquema ¡Huye! ¡Corre! ¡Qué no te atrape el miedo! ¡Libérate del dedo que insiste en escribir agigantados egos! Y luego piensa... Cuánta razón tenía el hombre enfermo de nosotros que en ondas de sonido desnudó su esencia.
¿Por qué me preguntan por la otra orilla? ¿Acaso temen partir hacia el final de su historia? No tengan miedo; quizás, en lugar de sumergirse, se eleven y desde aquel estadio superior se sientan más atraídos hacia Ella. Tranquilos, son solamente tres días de móvil espera; mientras avanzan, se encontrarán con Daena y les dirá: “Yo soy tú mismo”.
Te pido por favor que no lo hagas más. Tengo mujer, hijos, una familia... Cada vez que me ofreces tu boca colorada me empujas a un infierno.
Título propuesto: "La sorpresa"
Marcelo-Arrizabalaga,19.11.2016
Un relato más con el título propuesto:
"Me llevas al infierno"
Recuerdo el instante donde ambos tuvimos el dedo en el gatillo, los ojos llenos de furia, y un sentimiento de odio incontrolable que a esa altura ya no me dejaba la menor idea sobre qué estábamos defendiendo o hacia donde nos llevaba ese impulso...
No llegué a sentir dolor alguno.
Todas mis percepciones sensoriales se detuvieron.
Ya no experimentaba mi cuerpo. Pero era yo sin duda alguna.
Con un estado de lucidez pero no paz, la angustia aún estaba conmigo.
Sabía que estaba en el infierno.
Alguien se me acercó. No lo sentí amenazante.
Le pregunté:
´
-¿Porqué en el infierno solo veo proyectada mis angustias, mi desconfianza, la envidia que he sentido, el recelo, mi avaricia, ese odio, la sensación de que todo está mal, la sensación de que fuera de mi está lo que necesito...? ¿Por qué es lo único que veo aquí? No es lo que esperaba.
- Es que justamente ese ha sido tu infierno.
Un suave impacto emocional me atravesó.
Y pregunté:
- ¿Es que hay alguna forma de salir de aquí?
- Solo deja que tu conciencia se amplíe. Lo demás será en consonancia con ello.
- Pero ya no tengo más chances. Estoy muerto.
- Habrá más ciclos de vida para experimentar. Al mismo tiempo tú eres eterno.
-Hoy vinieron dos tipos....
La hermana paró las orejas.
-¿Dos tipos? ¿Quiénes?
-No sé. No los conozco. Tienen interés en alquilar el salón.
-¡Bendito sea Dios! ¿Te dejaron sus datos?
-Sí. No te preocupes. Vivieron muchos años en este pueblo. Después se fueron a Mar del Plata. Creo que tienen una empresa allí. Lo bueno del caso es que por fin vamos a alquilar el salón. Últimamente está un poco alicaído el negocio.
-¡Ni hablar! ¿Ya les diste el presupuesto?
-Sí. Y no dijeron ni "mú". Están conformes.
-Te digo la verdad: me tenía preocupada la falta de interés de la gente en hacer eventos. Ya no se casa nadie, como antes. Todos se arreglan en su casa....
-Y...El gobierno le ha ajustado las clavijas a más de uno. ¡Ya no hay plata para gastar!
-Bueno , Marga, no te preocupes. Dios aprieta pero no ahorca ¿Cuándo vence la boleta de la luz?
-El lunes. Y la semana que viene el gas y el servicio municipal del que ya tenemos dos meses atrasados.
Marga y Antonia siguieron haciendo cuentas para ver si podían llegar a fin de mes. En eso sonó el timbre.
-¡Los tipos! Hacélos pasar. Ya vas a ver qué agradables son.
Después de una charla amigable nuestras amigas respiraron aliviadas. Les habían pedido que le ayuden a decorar el salón, porque ellos de eso poco entendían, y habría una buena gratificación a cambio.
Al otro día estuvieron toda la tarde en el salón para ayudar a decorarlo. Habían venido especialmente para hacerle una fiesta de cumpleaños a un amigo de la infancia por lo que pusieron carteles de "Feliz cumpleaños", globos y luces....
-Y qué buen mozo es el que parece mayor...! ¿No?, aunque no debe tener ni cuarenta años... - Las dos comentaban sus apreciaciones.
Esa tarde los tipos compraron facturas y tomaron mate con ellas hasta tarde. ¡Eran un encanto!
Las dos, cincuentonas, estaban eufóricas con el trato de los dos muchachos, tan alegres y simpáticos.
-Si ustedes no tienen inconveniente quisiéramos dejar preparado el equipo de música, porque mañana no vamos a tener tiempo, y no queremos apuros mañana a la noche, antes de la fiesta. ¿puede ser?
-Por supuesto! ¡Ningún problema! Lo haremos traer. Siempre lo llevamos a casa para más seguridad ¿vió? Todavía lo estamos pagando.
Cuando todo estuvo preparado y en orden cerraron el salón y como era costumbre le dieron un juego de llaves a los clientes y el otro se lo llevaron ellas.
Quedaron en que iban a pagar cuando desocuparan el salón, previa limpieza y recuento del material existente. A eso del mediodía irían a su casa a arreglar.
Como al día siguiente de la fiesta no llegaron, las dos hermanas fueron al salón a ver cómo había quedado todo.
Menuda sorpresa se llevaron cuando vieron que allí no había ni rastros del equipo de música, ni de nada de lo que había de valor en el salón.
Los globos y guirnaldas lucían, eso sí, sin haber sido tocados y demás esta decir que los tipos no aparecieron más.
Allí estaba él, pidiendo monedas en la esquina del semáforo, como siempre. Noté que, al igual que yo, se había acostumbrado a soportar el frío y el calor. Cuando descubrió mi presencia me miró fijamente. Hubo un atisbo de complicidad en nuestras miradas. Los dos estábamos sobreviviendo en un mundo hostil.
Seguí mi camino, él volvió a lo suyo. Entonces escuché el llamado. No dijo mi nombre, pero aquel silbido era una señal clara de que tenía algo para mí.
No sentía hambre, pero un hueso no se le desprecia a nadie, pensé mientras su mano me acariciaba el lomo.
Desde ese día, nos hacemos compañía.
Aprendí a entenderlo porque aunque no sé qué dicen sus labios, comprendo muy bien su corazón.
Marcelo-Arrizabalaga,22.11.2016
Uuuuyyyyy, me voló las chapas.
Bién. Bién. Es como un sentimiento transcripto.
Simple y bello.
Se llamaba Juana y era mi maestra de primer grado.
Con su santa paciencia fue la que me contuvo cuando, el primer día de clase, me desprendí de las polleras de mamá, quedando, como un pollito mojado, abrigada con su delantal almidonado.
De a poquito fui perdiendo un poco mi timidez, pero mis palotes de aquella época distaban bastante de ser perfectos. Todavía recuerdo su mano firme sobre mi mano, ayudándome a no pasarme de la línea.
Tengo dulces recuerdos de su presencia en el aula, y de la serenidad de sus actitudes.
Para el día de la madre nos trajo a todo el grupo una tarjeta en forma de corazón, con un ramillete de nomeolvides de terciopelo, donde nosotros debíamos copiar una poesía para obsequiarle cada cual a su propia madre. Todavía la conservo porque la encontré entre las cosas que atesoraba mi mamá. Decía simplemente:
"Para ti, mamita
todo lo que puedo
un beso tan grande
que llega hasta el cielo"
(Firmaba mi nombre y apellido completo)
Yo estaba tan contenta que dibujé un corazón, lo pinté de rojo y le escribí con mi letra despareja: "Juana".
Juana se veía feliz, y guardaba todo lo que le regalábamos: flores, manzanas, dibujos...
Al año siguiente esperé verla, aún cuando sabía que ya no sería mi maestra, pero Juana ya no estaba. Más adelante supe que había sido trasladada a una escuela del pueblo. La mía era una escuela rural.
No volví a verla por muchísimo tiempo y un día, hace relativamente pocos años, la encontré en la biblioteca de mi pueblo. Estaba muy concentrada frente a una computadora. Primero dudé. ¿Sería aquella Juana de mi infancia?
La reconocí por unas inconfundibles señas particulares en su rostro, si bien estaba muy viejita y cambiada.
Me presenté y le costó reconocerme, pero yo le recordé aquel episodio del corazón, y se acordó.
Nos abrazamos emocionadas y charlamos un rato. Ahora vivía en otra localidad y por eso no la había vuelto a ver.
Me preguntó si yo entendía estas máquinas que le resultaban tan complicadas, entonces la fui guiando sobre algunos pasos que debía seguir para acceder a la información que buscaba, y como aún así vi su inseguridad, le tomé la mano y la fui llevando suavemente para cliquear en el lugar preciso.
Unos golpecitos ya no bastaban, el tan apreciado reloj que había lucido el día de su boda definitivamente ya no era el mismo. Pensó en él detenidamente. Lo había disfrutado tantas veces, aquí y allá, en Norteamérica y Europa, bajo el agua y bajo cero, en su viaje a África... en días especiales y días para olvidar.
La resignación llegó con una gran sonrisa después de recordar las veces que lo había portado con tanta gallardía y también de haberlo lucido, presumido y por qué no, de haber alardeado con su bello reloj. Pero ahora ya no funcionaba igual y había que adaptarse a su nueva realidad: su reloj biológico estaba en deterioro.
Sucedió en el palacio de Buckingham y no sé lo que se sienta estar en lugares tan grandes donde de los muros cuelguen tesoros, pero había allí un pequeño jarrón, ni costoso o fino, ni bello siquiera.
El jarrón de barro gastado junto a la cama de una reyna.
La princesa Ana en sus clases de equitación solía alejarse lo suficiente para poner de pelos en punta a los guardias. Un día, se encontró con un niño que jugaba sin más a ser príncipe, lo curioso es que donde estaba no había aldeas o viviendas cercanas y esto llamó la atención de la princesa ¿Qué hacía alli? ¿Cómo había llegado?. Bajó del caballo y se acercó al chiquillo que dibujaba un jarrón con flores en la tierra. Son para tí princesa, le dijo entonces. Ella no alcanzaba a mirar aquel dibujo, por lo que saltó la protección con ese carácter que tanto gustaba a su padre y del que carecía su hermano.
¡Es un jarrón! Exclamó ella, a lo que el niño respondió, son flores del campo para mi princesa. ¿Y quién eres tú? Indagó, y el chiquillo se levantó del suelo con porte real y dijo: soy el príncipe. La princesa sonrió como pocas veces lo hacía, la vida en palacio no era nada agradable para niños de su edad y encontrarse con aquel chiquillo era algo que en realidad le divertía.
De regreso a palacio los guardias la interceptaron y acompañaron dando a la reina un informe detallado del suceso. La reina cautelosa mademandó su presencia. Había normas, reglas que no podía saltarse le explicó y contó una historia de cuando ella era niña y jugaba en esas tierras. Le hablo de caballos y de muertos, pero uno en especial, el niño del jarrón rojo, el de las flores de campo hijo de campesinos del que estuvo enamorada y que murió bajo los bombardeos de la querra. Le platicó que cuando paseaba por ese lugar sentía su presencia, porque nunca se deja de ser niño.
Pidió a la princesa que no fuese más, al menos sola. Porque toda niña sueña con un príncipe, pero algunos de ellos mueren antes de ser hombres y eso duele toda la vida. La princesa la escuchó atenta y prometió a su madre nunca más volver a ese lugar. Ya a solas pidió al mayordomo que trajese barro de aquel lugar donde encontró al niño. Con el barro mandó que le hicieran un jarrón sencillo, imitación de aquel que el niño príncipe le mostrara sobre la tierra y donde cada mañana alguien ponía violetas silvestres junto a la cama de su madre.
Mi nave es una barcaza que construí durante toda mi vida. En ella hay lugar para mucha gente, y continuamente está ocupada, aunque siempre hay lugar para el que quiera sumarse y emprender un viaje conmigo.
Algunos se suman y recorren un trayecto conmigo; otros se bajan y toman nuevos rumbos, y como la vida tiene tantos vericuetos, después de mucho tiempo solemos volvemos a encontrar y emprendemos un nuevo viaje juntos.
A muchos otros que han viajado mucho tiempo conmigo, por distintas circunstancias no los he vuelto a ver, pero mi memoria, haciendo un atajo, recala en los puertos donde hemos compartido parte de la vida, y puedo volver a viajar por aquellos perdidos caminos, y revalorar muchos momentos inolvidables, y otros que hubiera preferido borrar.
Casi siempre mi barca recorre los mismos caminos, los que me son más queridos, como los de mi terruño, que no los cambio por ninguno.
Pero como mi nave muchas veces va a la deriva, me aporta innumerables sorpresas, y como las sorpresas me gustan tanto nunca programo del todo mis viajes, y siempre estoy preparada para la aventura.
Los tonos pastel se iban consumiendo en los cielos. Las montañas iban desapareciendo poco a poco en la obscuridad de la noche mientras un viento cada vez más fresco cruzaba el condado de Saint Seiya. Sin embargo, adentro en la casa de Ileana, todo era armonía y paz.
—Józef, amor, cuéntame de cuando fuiste a Casablanca -lanzó una mirada coqueta-.
—Ah... ¿te refieres a la vez que nos conocimos? -y ambos sonrieron-.
—Me encanta cómo lo cuentas a tus amigos... -él la besó en una de sus manos-.
Ileana preparaba algo para la cena mientras Józef arreglaba un apagador de luz que estaba dañado. Mientras ella ponía la mesa, él se acercó por detrás y le dio un gran abrazo y un beso en el cuello; ella respondió a la caricia tomando su cabellera y deteniéndola para que aquella muestra de su amor durara unos segundos más. La cena estuvo deliciosa y la platica se extendió hasta mucho después de haber terminado con el salmón en salsa de almendras... el vino rosa estaba a punto de llegar a su fin.
Józef la tomó de la mano y se fueron caminando hacia la alcoba. Subieron lentamente las escaleras en donde se dieron un par de besos, ella un escalón arriba para poder empatar su altura. Ya en la habitación se recostaron en un sofá junto a la cama mirando la enorme luna que entraba por la ventana. Ileana recargaba su rostro en el pecho de él.
Todo era un remanso de paz... la discordia venía cuando ella regresaba con su esposo y él regresaba a su departamento en la gran urbe con su esposa.
Mi abuela nunca se equivocaba. Solía decir que los gobiernos son como las malas hierbas: cuanto más largos, peor.
Título: Vértigo
eRRe,28.11.2016
Mi abuela nunca se equivocaba. Solía decir que los gobiernos son como las malas hierbas: "cuanto más largos, peor". Siento vértigo cada que recuerdo lo que mi abuela Mirta Díaz-Balart decía, escalofríos... cuanta razón tenía.
Madrugada, la ruta desierta, la luna iluminando los cerros, mis pensamientos girando desbocados, la urgencia por acabar con una situación insostenible.
Regresábamos a casa. Nuestro hogar durante tantos años.
Pero ya no me amabas. Así de simple.
No fue una sorpresa, claro; hacía mucho tiempo que nuestra pareja estaba acabada.
Recuerdo como si fuera ayer el día que ella se presentó en casa y dijo que necesitaba verte.
Y recuerdo también las discusiones, mis sospechas, tus excusas y más tarde tu declarada infidelidad.
Te disculpaste, prometiste cambiar. Yo creí que todo se resolvería.
El viaje era una oportunidad para recuperar la relación.
Fantaseé con momentos maravillosos mientras el romance renacía a la luz de las velas. Sentí que era la protagonista de un cuento de amor, y durante esos días de ilusión me propuse escribir nuestra historia. Entre los dos elegimos el título: "Final feliz"
Pero me equivoqué; estabas tenso, incómodo.
Confesaste que el tiempo que pasábamos juntos era una tortura.
Esa misma noche decidimos interrumpir aquel viaje de frustrada reconciliación.
No pude evitar el odio que comenzaba a bullir dentro de mí. Mientras conducías, intenté concentrarme en el camino para no pensar. Fue inútil; la idea de vengarme ocupaba todos los rincones de mi mente. Necesitaba verte sufrir.
Entonces apareció el camión que se había desviado demasiado al tomar aquella curva cerrada.
En el momento del impacto, estaba distraída pensando cómo provocarte dolor. Luego grité y dejé de pensar.
De tu boca manaba sangre, no podías moverte.
Cuando llegó la ambulancia ya habías dejado de respirar.
Durante varios minutos retuve tus manos entre las mías y te hablé con dulzura. No sé si me escuchabas, pero apretaste mis manos y pronunciaste su nombre. Sabía que me confundías con ella.
Dijiste que la amabas; yo besé tus ojos suavemente, y no mentí cuando te dije: Sí, querido, yo también te amo.
23 de noviembre 2016:
Hoy comenzamos el viaje de la reconciliación. Es raro como a pesar de haber vivido juntos por años y compartir casa, cama, recientemente no compartimos hogar y lecho. Estamos en un bello hotel cinto estrellas para enamorados.
25 de noviembre 2016:
Noto a mi esposa muy distinta este par de días. He logrado, no solo hacerle el amor, sino hacerla sentir el amor: abrazos, besos, caricias, miradas y palabras suaves y delicadas que sé que entran hasta el más profundo rincón de su corazón; estoy imaginando que es ella, ella otra o como mi esposa le dice, la maldita arruina hogares. No puedo no pensar en ella, y he tratado de hacer con mi esposa todo lo que haría si "ella" pudiera estar aquí conmigo.
26 de noviembre 2016:
He pedido el desayuno en el cuarto desde que llegamos al hotel, lo he acomodado en la charola junto a una flor, y le he escrito un lindo poema diariamente. Nos hemos dado de comer en la boca, y besado mientras comemos como si fuéramos adolescentes. Qué lindo que fueras tú, mi bella otra... pero estás lejos de aquí.
27 de noviembre 2016:
Hoy pasamos al lado artístico de nuestra personalidad y visitamos un par de museos cercanos al hotel. Visitamos una increíble biblioteca que nos dejó una idea en nuestra mente: escribir nuestra historia de amor. Al regresar a nuestro nido provisional en el Hottson Inn, decidimos titular aquella historia que ideamos escribir: Final Feliz.
28 de noviembre 2016:
Creo que notó que estoy pensando en "ella otra" cada vez que me acerco a darle caricias. Me parece que notó que miro a la nada de repente. No lo soporté, le dije la verdad. Se acabó la "reconciliación". Pero mi plan aun está en marcha. No le llamo venganza, pero la conozco muy bien y sé que querrá hacerme daño, ¿me va a envenenar? no lo sé. Pero de alguna manera querrá hacerme daño. Si así es, yo ya he tirado mi último disparo: espero que le agrade vivir con V.I.H.
26/11/2016
Hoy conocí un señor por internet. Fue muy amable y me dijo que le había interesado mi foto. Cree que tengo el tipo ideal para modelar. Dice que tiene una importante agencia para formar modelos y me pidió que le envíe más fotos, con diferentes atuendos y posturas. Estoy re emocionada. Es el sueño de toda mi vida. ¡Espero que de esto no se entere mamá...!
27/11/2016
Hoy compartí mi secreto con Carolina. Ella me alentó con esto del modelaje. Siempre me ha dicho que yo tendría que presentarme en algún casting para ser modelo de ropas y peinados.
Carolina es mi mejor amiga. El mes pasado, cuando cumplí los quince me regaló un rizador de pelo que me resultó bomba. Me queda re lindo el pelo con rulos.
28/11/2016
Hoy elegimos las fotos con Carolina. Ella me sacó algunas más y me ayudó a peinarme. Insistió en que le mande alguna en bikini.
29/11/2016
¡Estoy re emocionada! El señor me pidió una entrevista y me dio una dirección. Vamos a ir mañana a la tardecita con Carolina.
30/11/2016
Estamos plantadas frente al domicilio que me indicó el señor. No sé si tocar o no el timbre... Este lugar no me gusta mucho, pero Carolina me alienta a decidirme. Siento que va a haber un cambio importante en mi vida y el corazón se me sale del pecho.
01/12/2016
¡Estoy desesperada...! ¿Por qué no habré escuchado a mamá? Ahora ni siquiera puedo comunicarme con ella porque me han quitado el celular. Estamos las dos encerradas en una casa de prostitución, y escuché que mañana nos llevan a otra localidad. ¡Me quiero morir...!
Título propuesto:
"Mi primera cita"
Marcelo-Arrizabalaga,01.12.2016
Notable la temática del cuento de eRRe.¿A qué me recuerda...?
Marcelo-Arrizabalaga,01.12.2016
Dura la historia del cuento de Clorinda. Triste realidad actual.
¿Quién no recuerda su primera cita? Los nervios por no saber qué decir o qué ropa ponerse.
Por suerte estaba Rita. Ella me aconsejó, y hasta me prestó sus zapatos nuevos y un vestido blanco. Tardé unas cuatro horas en maquillarme, peinarme y pintarme las uñas.
Cuando llegué a la plaza donde él me esperaba comprendí que mi atuendo no era el apropiado. Juan había ido en su moto y se lo veía orgulloso apoyado en ella. No lo quise desilusionar, así que subí como pude. Me llevó a la orilla del río, donde perdí un taco de los zapatitos de Rita. Había varias parejas, muchos niños y varios pescadores. Nos sentamos bajo un sauce. Juan era tan tímido que apenas se atrevió a rozarme la mano. Casi no hablaba, y mis esfuerzos por parecer simpática sonaba tan forzados que comenzó a dolerme la mandíbula de tanto sonreír.
Cuando volvíamos a casa comenzó a llover. Mi pelo chorreaba agua y el maquillaje era una mezcla de colores indefinibles.
Será por eso que al despedirnos besó la mano...en mi rostro no había un solo lugar sin pintura corrida.
Lo bueno es que Rita no se enojó cuando le devolví el vestido manchado de verde y los zapatos rotos.
Mi primer intento, mi primera cita, fue tan inolvidable como inesperada.
Elbio me había mandado una notita con una compañera del colegio diciéndome que me iba a esperar a la bajada del transporte escolar, que me dejaba a unos mil metros de mi casa rural. Yo no lo podía creer y perdí todas las horas de clase leyendo y releyendo la cartita, embebida en perfume y donde él había dibujado dos corazones con nuestras iniciales.
Había conocido a Elbio en un baile de estudiantes que se hacía en el pueblo y al que tuve que asistir porque en el intervalo presentábamos una gimnasia rítmica. De otra manera nunca lo hubiera conocido.
Esa noche me invitó a bailar y fue un poco mi profesor porque yo de baile poco sabía. Él era un año mayor y a mi entender, se las sabía todas.
Durante esa semana y la otra todos los días estaba en la esquina de su casa a la hora en que pasaba el colectivo y nos saludábamos con la mano.
Diariamente mi compañera Silvia, que era su vecina, me traía saludos suyos y me calentaba el oído con las confidencias que mutuamente nos hacíamos.
Y ahora no podía creer lo de la carta. No daba demasiadas explicaciones pero durante todo el viaje me mantuvo en vilo pasándonos varias veces con su "estanciera" último modelo de esa época.
Yo temblaba cuando me bajé en el puente del canal y lo ví esperando dentro del vehículo.
Después de recuperar mi bicicleta que había dejado a la mañana para tomar el colectivo me acerqué a la puerta de su estanciera. Tenía la radio encendida y a mí me parecía que estaba inmersa en una sinfonía visual que jamás olvidaría.
Fueron momentos inexplicables, con pocas palabras y largas miradas. Nada más.
De repente apareció de la nada la figura de mi papá en bicicleta. Había venido a cortar el agua de riego y nos descubrió.
-¡Vamos...! -me dijo -Es muy tarde para estar en la calle.
"Y ahora no podía creer lo de la carta. No daba demasiadas explicaciones pero durante todo el viaje me mantuvo en vilo cuando se adelantaba varias con su "estanciera" último modelo de esa época. Luego disminuía la marcha, se hacía pasar volviendo a repetir esta operación cada vez que alguien se bajaba del colectivo."
El invierno siempre fue y será mi estación del año favorita.
Pocos comprenden cuando trato de explicar la belleza que tienen para mí los árboles de hoja perenne contrastando con las ramas oscuras de los que perdieron todo su follaje.
Me siento a gusto transitando el camino silencioso que me lleva hasta el lago bajo la llovizna que promete transformarse en nieve. Las montañas, coronadas como nunca por nubes grises, exhiben su reinado atentas a mis pasos solitarios. El colorido invernal impregna mi retina mientras imagino una sinfonía acorde al paisaje que amo.
El invierno entrega un paisaje de tonos tranquilos que invitan al descanso y a la meditación.
Yo lo espero entusiasmada porque además trae consigo el encanto de una taza de chocolate caliente junto a un hogar encendido, y la sensación de que mamá sigue aquí, que no se fue, que solo está preparando su tarta de fresas.
No fue sencillo aceptar que ya no quería ser mi amigo. Durante la niñez nos habíamos prometido estar juntos cuando más nos necesitáramos.
Supongo que es fácil justificarse y atribuir las razones de nuestro alejamiento a la vida que sigue su curso y nos lleva por derroteros insospechados.
Pero yo necesitaba su apoyo para continuar viviendo.
Sé que las circunstancias le impidieron estar conmigo; también sé que me rodeé de una coraza de fortaleza imposible de franquear.
Pasamos un par de años sin vernos. Un día llegó la invitación a la ceremonia civil de su boda. Quería que yo fuera testigo de ese momento tan importante para él.
Concurrí vestida de gris, tan triste que los que me vieron se asombraron de mi aspecto.
Me había puesto un sombrerito a tono y gafas negras para no demostrar lo que sentía. No lo conseguí; las lágrimas mostraban una mezcla ambivalente de ternura y resignación.
Hoy miro las viejas fotografías de aquella boda y me preguntó qué fue de nuestra amistad, dónde quedaron los abrazos sanadores, los consejos, las confidencias compartidas.
Hace tanto tiempo que no nos vemos...
En soledad preparo una ceremonia íntima. Es para dejarlo ir.
Título: La inmensa fortuna de Oscar
eRRe,02.12.2016
La inmensa fortuna de Oscar
Un hermoso yate de 35 metros de eslora. Una bella casa a las afueras de la ciudad atravesada por un lindo arrollo y al pie de una montaña majestuosa. Cuarenta hectáreas de un esplendoroso valle que engalanaban ciento treinta y cinco caballos; entre ellos frisones, percherones y algunos trakehner.
Un departamento lujoso en la ciudad, un lujoso Ferrari estacionado en el pórtico y tres Ford modelo T restaurados. Comidas elegantes, mujeres a montones...
Todo eso podía dibujar y pintar Oscar, y esa era toda inmensa fortuna.
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Raúl [beRRe/b]
eRRe,02.12.2016
La inmensa fortuna de Oscar
Un hermoso yate de 35 metros de eslora. Una bella casa a las afueras de la ciudad atravesada por un lindo arrollo y al pie de una montaña majestuosa. Cuarenta hectáreas de un esplendoroso valle que engalanaban ciento treinta y cinco caballos; entre ellos frisones, percherones y algunos trakehner.
Un departamento lujoso en la ciudad, un Ferrari testarossa estacionado en el pórtico y tres Ford modelo T restaurados. Comidas elegantes, mujeres a montones...
Todo eso podía dibujar y pintar Oscar, y esa era toda su inmensa fortuna.
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Raúl [beRRe/b]
eRRe,02.12.2016
Perdón por mandarlo doble. Creí que no se había subido el primero y le hice un par de cambios. El segundo es el que prefiero...
El negro cimarròn causò grandes destrozos en la hacienda del gamonal: matò varios animales, violò a negras e indias. El gamonal, en persona, organizò su persecución. El negro escogiò como ruta de evacuaciòn los cañaverales -caña de azucar- hasta donde logro escabullirse de sus perseguidores, sintiéndose a salvo.
El gamonal rumiaba su rabia, hasta que decidiò una soluciòn extrema: incendiò el cañaveral. El pobre negro se achicharrò lanzando horribles alaridos, sonaba como las palomitas de maiz y el olor a grasa humana.-
El toro en abierta desventaja ante el asesino torero decidió dar una Guerra sin Final y vender cara su vida. El macabro asesino vestido de payaso con pasos femeninos incitó al toro le atacara. El noble animal lanzose al ataque y volteó al idiota torero en un círculo completo, antes que el payaso torero cayera a la arena, el toro penetró la sien del asesino para aflorar por la cuenca izquierda de su rostro, el ojo del asesino reventó y expandió de modo macabro para caer a la arena... los aficionados gritaban presa de goce insano mirando al torero con el ojo reventado, mas de 12 otros payasos acudieron en ayuda del asesino que se lamentaba y desde aquel sublime momento se le conoce como... EL TORERO TUERTO,
Islero fue el nombre del héroe, Islero el grande, aquel que venció en la arena, que fue asesinado por su triunfo. Islero , guerrero espartano, le diste a Manolete por el ojeto y le enviaste al infierno. Islero el grande, serás recordado por la humanidad por enviar a los gusanos al más despreciable de los matarifes españoles como es el marico de manolete.
Islero, por siempre.-
Los amplios ventanales dan al jardín. Los regadores están funcionando a pleno, y las gotas iluminadas por el sol forman un arco iris. Varias palomas pasean por el césped cubierto de pinocha. Todos mis sentidos están atentos al paisaje. Observo los pinos, las hortensias, los eucaliptus. El aroma a lavanda es un bálsamo que inspiro agradecido. Escucho el sonido del mar; su compás inagotable invita al descanso.
Hoy este es mi hogar, mi refugio, mi lugar en el mundo.
Cierro los ojos, algunos olores intentan llegar a mí, y los ruidos se empeñan en alejar el silencio.
Una abeja se detiene unos segundos del otro lado del vidrio.
Ella me observa en mi diminuta cárcel que, día a día mi mente transforma en un nuevo paraíso que me acerca a la libertad.
La vida transcurre enigmática para ella y para mí. Y tal vez ambos la transitamos con idéntica inocencia.
El señor Rodriguez es un hombre muy carismático. Pese a sus casi sesenta años, despierta miradas de aprobación en las mujeres que tratan con él. Y es que Rodriguez es un poeta que siempre tiene una frase oportuna para regalar a su selecta clientela.
Mientras vende tomates, lechuga y radicheta, improvisa metáforas sobre el amor y la vida. De esa manera consigue clientas deseosas del almibarado néctar que chorrean sus poesías.
Carmela, la solterona del barrio, disputa con Martita el primer puesto en la verdura que consumen. Es llamativa la cantidad de veces que concurren a la verdulería. Ayer, por ejemplo, se cruzaron en tres ocasiones, y entre zanahoria va, zanahoria viene, se lanzaron ásperas miradas. Las demás clientas sonríen y se entretienen cotilleando acerca de cuál triunfará en esta competencia.
Nadie sabe que el señor Rodriguez además de seductor es un hombre muy fiel y jamás traicionará a Juan, su pareja de toda la vida.
La primera vez que leí un texto de Juan creí que bromeaba. Me costaba entender su estilo agresivo. Tal vez por eso llamó mi atención y comencé a interesarme en sus escritos. Notaba una marcada obsesión en lo que él escribía. Supuse que padecía algún miedo que dominaba su vida. Me pregunté si aquella especie de visión tubular le impedía ver que existían otros temas ajenos al objeto de su obsesión.
En algún lugar leí que tal vez esas conductas se relacionan con una especie de autismo y experimenté cierta compasión.
Ser así implica constancia, capacidad para no darse por vencido, pero también un temor a algo inconsciente e indefinido que se vive como una constante amenaza.
Comprendí que esta persona no podía evitar escribir todo el tiempo sobre un tema que dominaba su vida. Si dejaba de hacerlo, algo ajeno a su voluntad lo alejaría del control que necesitaba. Y ese control era imprescindible para su estabilidad.
Continué leyendo todo lo que Juan escribía mientras elucubraba acerca de su comportamiento y sus manías.
Investigué si era posible desviar la atención de alguien hacia otros intereses.
Lograr que una persona deje de lado su obsesión no es una tarea sencilla, sobre todo si el sujeto en cuestión está totalmente inmerso en pensamientos recurrentes.
Leí infinidad de artículos sobre el tema, y hasta visité a algunos profesionales de la salud para intentar una solución a este problema, pero hasta ahora nada me ha dado resultado.
No puedo pensar en otra cosa.
Título propuesto:
La huella
Marcelo-Arrizabalaga,07.12.2016
La huella:
El hombre de las cavernas deja huella a su paso. Su mujer de pies casi tan grandes tambien deja la suya.
En la actualidad, debido a la similitud de tamaño de ambos géneros, los científicos observan perplejos una huella petrificada, y se preguntan si será de él… hu ella.
Cada vez que se enojaba
la china con su pareja
siempre era por las quejas
que por cansancio expresaba.
Y aunque ese gaucho la amaba
y ella también lo quería
se peleaban todo el día
por presuntas diferencias,
y además por la insistencia
que esa mujer exhibía.
El casorio era la meta
que la china pretendía,
y el gaucho se le escurría
porque era un poco sotreta.
Siempre con alguna treta
evadía la cuestión,
y emulando a su patrón
se iba a la pulpería
donde una caña bebía
pa' pasar el sofocón.
Pero todo se termina
y el final le llegó el día
de perder la soltería
por culpa de la ladina
de su suegra "la Eloísa"
que a pesar de ser petisa
es fuerte como una atleta.
No le hizo falta escopeta
pa' llevarlo a escuchar misa.
En la iglesia lo esperaba
el cura con la doncella
que además de estar muy bella
se veía entusiasmada.
La parentela lloraba
de emoción por tanto amor,
y este gaucho, a su dotor
requería por el miedo
de meterse en un enredo
por su falta de valor.
Y ya concluye este cuento
de este amor tan especial
que tuvo como final
una fiesta en el convento.
El gaucho quedó contento
con la boda, y aliviado,
ahora que está casado
ya no tiene miedo a nada.
Si hasta brilla su mirada
y se siente el más amado.
"Dinero llama dinero", dice algunos; "hay que estar en donde está el dinero", argumentan otros. Por eso, Andrea, desde que tuvo que trabajar optó por trabajar en Bancos: el Banco Nacional, Banco de fondos VJC... etc. No le iba mal, pero al parecer no era suficiente.
Cierto día, un amigo colega le aconsejó que si de verdad quería ganar dinero, tendría que cambiar de área; tenía que salir de su área de confort.
—Por experiencia propia te lo digo, es mejor una de esas farmacias donde venden medicina "similar" -refiriéndose a las farmacias que comercializan las mismas patentes medicinales, pero a bajo costo, sin Marca-.
—Quizá tengas razón -contestó Andrea, aun sin convencerse-.
—Mira, lo explicaré de este modo....
Le mencionó que la gente que iba a los bancos donde ella trabajaba, eran de un alto nivel económico y que no tenían compasión, solo billetes. Sin embargo, la gente que salía de ese tipo de Farmacias sí se podría compadecer de ella y darle unas monedas. Así, escogió una esquina cerca a una de esas farmacias para continuar con su mendicidad... pero ahora cada persona que salía de ese lugar cooperaba con su granito de arena.
No le iba mal... desayunaba y cenaba en casa, y tenía una buena comida en una fonda de la lujosa calle de los bancos donde por mucho tiempo trabajó.
Hoy Ricardo cumple cuarenta y cinco años. Está solo. Los días de festejos y fiestas quedaron atrás. El día que su empresa quebró se quedó sin amigos. De esto hace apenas un par de meses, y si bien al principio algunos lo llamaron y le ofrecieron ayuda, ya nadie parece acordarse de él.
Es probable que continúen con sus fantásticas vidas, gozando de la prosperidad y el éxito que tanto aprecian, sin recordar las épocas de amistad que compartieron.
Recuerda al flaco Benitez; si él no lo hubiera ayudado, no tendría su negocio. ¿Y Francisco? ¿Acaso había olvidado la infinidad de ocasiones que le prestó dinero?
No tenía dudas; los amigos se alejan cuando te ven en la mala. ¿Tendrían miedo de contagiarse de su mala suerte? ¿O es que un tipo fracasado no les sirve como amigo?
Ricardo sigue elucubrando razones para ese silencio que lo acorrala entre las paredes del frío departamento que reemplaza al piso que ocupaba antes. La soledad no es buena consejera, piensa, mientras sus pensamientos, cada vez más nefastos, se encargan de minar su autoestima herida.
Golpean la puerta. Se incorpora lentamente para recibir la pizza que encargó hace unos minutos.
Abre con una mueca de amargura en los labios, que enseguida se transforma en amplia sonrisa. Todos sus amigos están allí, y al grito de ¡Feliz cumpleaños! comienzan a entrar al departamento para agasajarlo como siempre.
"No importa; Marcelo: Si te HAS equivocado no tiene importancia. HAZ como si nada hubiera pasado".
HAS: Segunda persona del Modo Indicativo del verbo HABER. Actúa como auxiliar del tiempo compuesto Pretérito Perfecto (o pasado inmediato al presente).
HAZ: Segunda persona del Modo Imperativo del verbo HACER.
Frase sugerida:
"Al mejor cazador se le escapa la liebre" (Dicho popular)
Marcelo y Clorinda escriben muy bien. Utilizan excelentes recursos para sus textos. Ambos participan activamente en los foros, y nos deleitan con sus historias.
Clorinda ha explicado con claridad la diferencia entre haz y has, aprovechando una confusión de Marcelo, sin notar que ella también se equivocaba. Es un claro ejemplo de: "Al mejor cazador se le escapa la liebre"
Jaja! Yo también me equivoqué. Venía dispuesta a reconocerlo!!!
Marcelo-Arrizabalaga,14.12.2016
Una navidad diferente
Aquella fue una navidad diferente. No hubo luces de colores, ni brindis a medianoche. Tampoco expresiones de júbilo o entusiasmo.
Pero no faltó lo esencial: palabras afectuosas, abrazos, y manos amigas para estrechar.
Y, aunque no estabas, pude sentir tu cálida presencia en mi corazón.
Primero se apagaron las luces, luego avanzaron las tinieblas y el camino se tornó confuso; avanzaba y retrocedía sin saber cómo seguir. Consideró que estos avatares eran una señal.
Hubo un atisbo de confianza, entonces se dejó llevar por el sendero conocido. Enseguida comprendió que necesitaba una nueva alternativa.
Decidió que aquel sería su último acto.
Interpretó con frenesí el papel habitual, luego bajó el telón, mató al personaje que lo había encarcelado durante tantos años, y por fin se dedicó a vivir.
El ritual consistía en besar las manos del gamonal, llamado Romainville, a su paso. Todos sus indios debìan cumplirlo. Una indio no lo hizo. Al dìa siguiente su mano fue cortada.-
El torero intentó dar una vuelta completa ante el paso del toro, sin embargo un pitón del inocente animal logró destabilizar al asesino torero, quien luego de dar otro pequeño giro, cayó a la arena.
Fue luego el toro quien dió la media vuelta y al ver a sus asesino en el suelo atacó con el pitón izquierdo sobre la sien del sanguinario torero.
El pitón penetró por la sien y floreció por la cuenca ocular del asesino, reventando instantáneamente el ojo del criminal.
Los aficionados en la plaza de toros, o en la plaza de las torturas como mejor se les denomina, gritaron alucinados de horror o de placer sicópata.
La prensa de inmediato le bautizó como El Tuerto, y aquella tarde fue en realidad, tu noche.-
Había una vez un rey muy humano y solidario que amaba a los animales y fue durante varios años el presidente honorífico de WWF en España, una organización conservacionista que trabajaba activamente para la protección de especies vulnerables, entre las que se encuentraba el elefante africano, acorralado por la caza furtiva y la pérdida de su hábitat, cuyos valores ayudó a difundir y para la que consiguió respaldo económico.
Sucedió que este buen rey, que estaba participando en un safari para cazar elefantes fue descubierto por unos paparazzis en ocasión de ser fotografiado junto con su amante y un elefante muerto como trofeo de caza.
El rey fue cuestionado por la organización ecologista que él mismo presidía, a lo que el rey alegó que eran animales viejos y enfermos, a los que les estaba haciendo un favor matándolos para que no sufran.
Y quiso la mala suerte que esa misma noche nuestro rey sufriera una fractura de cadera en una caída en el hotel donde se hospedaba junto a otros integrantes del safari.
Los periodistas e integrantes del WWF, en prueba de gratitud, decidieron matarlo para que no sufra.
LOS MÁRTIRES
Les llamaban los mártires. Eran los que probaban la comida de la cocinera antes de llevarla a la mesa.
Título propuesto:
"EL GRITO"
MarceloEduardoArrizabalaga,12.01.2017
EL GRITO
Carlitos había desaparecido. Sus abuelos dieron aviso a la policía, luego de buscarlo por todo el vecindario.
Nadie quería mencionar aquel grito que quebró el silencio de la siesta pueblerina. Negaban el horror con esa inocencia que suele provenir de la gente sencilla. Los malos tratos eran cosas que ocurrían en las grandes ciudades.
Cuando el niño apareció sin vida comenzaron a hablar de un extraño que habían visto por la zona. Del padre de Carlitos no dijeron una sola palabra.
Espero que podamos reactivar este proyecto tan interesante!
LA CARRERA:
A través de los labios cerrados, el sabor terroso de la sangre coagulando se mezcla con la textura grasosa del lápiz labial y se disuelve en el espesor de la saliva. La lengua hinchada juega a descubrir las nuevas irregularidades del diente recién roto. En medio de ese juego de nuevas sensaciones; diente, lengua, labio, sangre, saliva… y un desfile infinito de palabras que se mantienen como rehenes dentro de la boca cerrada.
Son muchas, millones, infinitas. Agolpadas, intentan sostenerse aferrándose a las papilas de la lengua, mientras otras tantas mueren ahogadas en la garganta tras cada trago grueso que se desliza tráquea abajo.
Afuera: raspón en la mejilla, ojo casi cerrado por la hinchazón , rasguño, lágrima. Combinando en perfecta sincronía con el interior de la boca.
A través del oído penetran los sonidos y se cuelan por las distintas cavidades. Es así como las palabras no solo se escuchan, también se huelen y se sienten. Primero fueron gritos, amenazas, insultos, fétidos y amargos. Ahora, después del fragor de la batalla, se escuchan lamentos, ruegos, disculpas. Todas espesas y agridulces.
La boca permanece cerrada mientras corazón y cerebro siguen enviando palabras que se agolpan en la boca como si estuviesen en la rampa de salida de un maratón. Listos para la partida se entremezclan insultos, excusas, adjetivos, razones. Todas esperan la más pequeña rendija de luz entre los labios carnosos para ganar la carrera y volverse sonido.
Oscuridad, expectativa, silencio… Afuera también cesan los clamores y una pausa prolongada evidencia que pronto habrá algo que decir.
Laura toma aire, y tras una bocanada, la peor de las palabras aprovecha la ocasión para abrirse paso, tramposa, arbitraria. Y como una puñalada, un suicidio prepagado, ardiente y nauseabundo, revienta las entrañas del silencio.
Una mariposa se posa sobre la rosa más bella del jardín. Observo su aleteo y recuerdo el aletear de tu corazón cuando nos besamos por primera vez. Estábamos en un viejo cine de barrio; éramos dos adolescentes que empezábamos a saber sobre el amor.
Ninguno pensó ese día en las consecuencias de aquel encuentro. La vida es un misterio.
La siguiente cita fue en la confitería cercana a la plaza. Era un sitio agradable y tranquilo.
Tal vez por eso no miraste al cruzar la calle. O quizás te distraje cuando te saludé desde la ventana de la confitería.
Sé que si no me hubieras conocido hoy estarías con vida. Y no puedo dejar de culparme.
Mi abuela vive sola en una casa enorme. En la sala hay un reloj de arena muy antiguo. Ella lo heredó de su madre, y dice que algún día será mío. Me gusta ver caer los granitos de arena y luego girar el reloj para observarlos una y otra vez.
Es muy divertido ir a visitar a mi abuela. Ella siempre juega conmigo. Juntas descubrimos un secreto. Si al girar el reloj pedimos un deseo, este se hace realidad.
Hemos pedido caramelos, juguetes y helados.
Mañana voy a ir otra vez a casa de mi abuelita. Le voy a preguntar si podemos pedir que vuelva el abuelo.
Sin darle tantas vueltas, el juego favorito del pequeño Benjamín era la calesita color naranja que estaba en la Plazuela Conmemorativa Leiva Ibañez. Acudía ahí todos los días para jugar con los demás niños, no obstante, cada vez menos infantes visitaban esa parte de la plazuela; y había una buena razón para ello: decían que un niño muy travieso se apoderaba de dicha calesita naranja y no dejaba subir a nadie más.
Día tras día el pequeño Benjamín Leiva Ibañez daba vueltas en la calesita, él solo, encima del caballo percherón que le había quitado la vida, en 1939.
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Raúl [beRRe/b]
He de decir que, el pequeño "Benjamín Leiva Ibañez" siendo permanecedor de hace años en esa calesita y asustar a los demás niños, solo quería hacer amigos, pero no comprendía la realidad de otros planos, y el... había quedado atrapado en uno de esos planos sin darse cuenta de ello, ya que a sus cinco años de vida, la había perdido por un descuido de sus padres al dejarlo ir solo a jugar ese día.
Se había subido a la calesita solo, y apretó el botón de inicio de la misma, él no sabía que estaba en reparación, ya que no estaba el encargado de hacerle la mantención, justo andaba en la hora de su colación.
Benjamín atravesó a la plaza desde su casa ubicada al frente, y sin mas pensarlo accionó tal botón. La calesita se puso en movimiento; él se subió al caballo percherón que tenía roto el fierro que lo sostenía.
Fue dar unas vueltas al son de una bella melodía, y sin pensarlo siquiera se vino abajo el caballo aplastando al niño, que pasó de plano al instante. Solo fue un rechinar de fierros y el pequeño quedó debajo del animal de bellos colores.
Sintió como flotaba el pequeño Benjamín, si era como un globo de colores de esos que él admiraba y muchas veces llevaba sujeto a su mano por una cuerdita, ahora él era libre.
El solo quería jugar, y sus padres estaban muy ocupados como cada día para poder acompañarlo.
Ahora los niños lo ven jugar solo en esa calesita, y alguna vez alguno de ellos, pensó, y le preguntó en su pensamiento; ¿puedo ser tu amigo?
Continuará...
El pequeño Benjamín Leiva Ibáñez ya llevaba varios años en su otra dimensión, un poco más arriba que la de los demás mortales. No pudo trasponer las dimensiones que le faltaban para ingresar en su última morada porque había expresado un último deseo, que era quedarse para siempre en la calesita de sus sueños. Allí era feliz, aunque algo ensombrecía su ser últimamente: quería comunicarse con otros niños, quienes, dada su discutida presencia, se alejaban con temor.
Cierta tarde, Emiliano, un niño de corta edad, se acercó, y en su inocencia, le preguntó:
-¿Quieres ser mi amigo?
Benjamín hizo un gran esfuerzo para comunicarse con ese niño, ya que había perdido la facultad de hablar, pero ambos pudieron, en cambio, hacerlo con la mirada y los pensamientos.
Pasó un tiempo y Emiliano le expresó a la mamá el deseo de que el hermanito que le habían prometido fuese como Benjamín.
Impresionada, la mamá concurrió al lugar donde jugaban los dos en la calesita y no pudo creer lo que vio: juraría que su hijo Emiliano compartía los juegos con Benjamín, su hijo primogénito, muerto en un descuido hacía años, cuando trataba de divertirse encima de su percherón favorito, en la calesita del pueblo.
Continuará
Título propuesto: El regreso del pequeño Benjamín.
MarceloEduardoArrizabalaga,29.05.2017
El regreso del pequeño Benjamín
Una tarde, una brisa repentina, hizo estornudar a Benjamín.
Estornudó muy, muy fuerte, y comenzó a volar dando vueltas.
Atravesó todas las dimensiones hasta llegar a un hermoso lugar.
Allí, su alma se reencontró con viejos y eternos seres queridos.
Fue acompañado, aconsejado, y regocijado en su propia esencia, que es el amor.
Tuvo deseos de volver a ser niño nuevamente.
Decidió volver a su último hogar, para llenar de nueva alegría los corazones de sus padres, y reencontrarse con su nuevo hermanito.
Hermosos seres de luz, junto con el alma de sus abuelos, subieron a Benja en una nube, y la empujaron con fuerza.
Dicha nube se unió con otras, y otras, hasta formar una gran tormenta.
Cuando el aguacero comenzó, fue a caer en sus primeras gotas, sobre la frente de su mamá, que en una calurosa tarde de Enero, le dijo a su marido que la acompañaba en el jardín:
-Siento como si esta lluvia, me estuviera bendiciendo. Me siento feliz.
Título propuesto: Emiliano y Benjamín en la calesita
El regreso de Benjamín fue muy festejado y ni siquiera fue imaginado. Sus padres al verlos jugar en la calesita naranja a los dos juntos perdieron noción del tiempo y lo acontecido, no recordaron el episodio por el cual Benjamín había desaparecido de sus vidas, así que continuaron con la vida cotidiana.
Tal es así que su vida diaria se había convertido en tembladeral. El padre no tenía trabajo y hacia changas, la madre que era maestra jardinera si tenía, pues los niños seguían naciendo aun en tiempos difíciles e iban a las escuelas maternales, pues su madre sus padres no podían cuidarlos.
El padre que cuidaba de Benjamín y Emiliano y les hacia el desayuno con lo que tenían, les hacia el almuerzo y a la hora de la tarde los llevaba a la Plazuela Conmemorativa Leiva Ibáñez.
Acudía ahí todos los días para jugar con los demás niños, no obstante, cada vez más porque las tardes son ociosas para un desocupado.
Los hermanitos eran felices, daban vueltas en la calesita, ingenuos e inocentes.
Y un cierto día aparecio...
Cierto día, en la calesita de los Leiva Ibáñez, como solían decirle en el barrio, apareció un caballito roto. Era justamente el preferido de Benjamín.
Las autoridades decidieron que no se usara más ese carrusel, hasta tanto lo reparasen, porque todos recordaban el terrible accidente ocurrido hacía algunos años.
Pasó un tiempo y los padres de los niños comenzaron a notar que Benjamín no crecía, sino que se reducía cada vez más y su hermano ya lo había superado ampliamente en tamaño.
Seguramente, pensaban, extrañaba los juegos en la calesita, que para entonces ya había sido clausurada por falta de seguridad y desinterés general.
Una tarde, aprovechando un descuido de su papá, que trabajaba como jardinero en una casa del barrio, los dos niños se alejaron y se dirigieron a la vieja calesita abandonada.
Benjamín no pudo resistir la tentación de montar su entrañable percherón, sin darse cuenta de que éste parecía acecharlo. Entonces, sin que lo notara Emiliano, activó el carrusel y, con dificultad, dado su reducido tamaño, montó su antiguo caballito averiado.
A continuación ocurrió aquello. Emiliano no atinó a hacer nada cuando vio a su hermano apretado entre los herrajes que sostenían la calesita. A su vez Emiliano, con un hilo de voz le gritaba: -¡No te acerques...¡
Aterrorizado, Emiliano fue a buscar a su papá, y cuando ambos llegaron, por más que lo buscaron, no había ni señales de Benjamín.
Pasó un buen tiempo hasta que la familia se recompusiera y aceptara que Benjamín pertenecía a otra dimensión, y tuvo que volver a ella.
Por fin, después del duelo, cerraron las heridas y la familia se recompuso. El papá había conseguido trabajo estable en una carpintería, y la mamá estaba esperando un hijo.
-¿Puedo elegirle el nombre? -Preguntó Emiliano, cuando supo la novedad.
A su vez BENJAMÍN, con un hilo de voz le gritaba: -¡No te acerques...¡
MarceloEduardoArrizabalaga,31.05.2017
Volver
"Volver... con la frente marchita" pensaba Eduardo mientras volaba de regreso a Buenos Aires despuès de varios años de vivir en España.
Carolina lo estaba esperando en el aeropuerto. Cuando Eduardo la vio, la letra de aquel tango volviò a sonar en su imaginaciòn. "Las nieves del tiempo platearon mi sien"...sì...estaba viejo y lleno de canas. En cambio Carolina se veìa tan linda; llevaba un vestido con estampas de flores y el cabello rubio casi le llegaba a la cintura.
"Siempre se vuelve al primer amor" pensò mientras la abrazaba. Ella lo besò en los labios con suavidad.
-¿Còmo estàs?-le dijo.
La gente iba de un lado a otro para recojer sus equipajes, el ruido no les permitìa conversar.
En los ojos de Carolina habìa una expresiòn extraña. Eduardo sintiò miedo..."miedo del encuentro con el pasado"
Tal vez ya no eran los mismos, tal vez veinte años era mucho tiempo.
O tal vez habìa llegado el momento de enfrentar la realidad. Estaba solo.
Caminò hacia la salida buscando un taxi que lo llevara hacia su casa vacìa.
Entonces "con el alma aferrada a un dulce recuerdo"
y "bajo el burlón
mirar de las estrellas", comenzò a llorar.
-No habrá más penas ... ni olvido -pensó Carolina después de activar la alarma de su celular para que suene diez minutos después, cada vez que ponía a hervir la olla con agua para hacer unos huevos duros.
Emiliano ya había elegido hacía tiempo el nombre que llevaría su hermanito, y papá y mamá estaban conformes.
Cuando nació el niño, todos supieron que Benjamín había vuelto, esta vez para siempre, encarnado en ese nuevo ser.
La calesita siguió por muchos años divirtiendo a los niños, y nadie recordó jamás que en ese lugar se hubiese desarrollado un episodio que no fuera para alegría y felicidad.
Título sugerido:
El testamento de la tía Valentina
— Qué bueno que te veo, ¿vas a poder ayudarme hoy por la tarde?
— Hola, ¿qué haces por aquí; cómo estás?
— “Maso”
— ¿Pudiste dormir anoche? Me quedé pensando si ibas a poder dor…
— Un poco. Pero solo por necesidad. Me estuve despertando cada dos horas, creo.
— Algo es algo, ¿y ya desayunaste?
— ¿Qué pasó?
— ¡Que si ya desayunaste!
— Ah, sí. Un yogurt.
— Eso no es un desayuno, “nena”. Vamos por un café; y un, ¿y un? ¡Vamos, contéstame! Un pastelito ¿de?
— Cierto, lo de siempre; un pastelito de queso con zarzamora.
— Ven. Acá a la vuelta en Pino Suarez hay un lugar con cafés riquísimos.
Miriam veía el suelo calculando donde iría su siguiente paso. El ruido de la ciudad era un duro contraste con lo silencioso de su comportamiento. Llegaron al Café. Solo hasta recibir la orden se rompió el silencio entre ellos.
— ¿Vas a poder ayudarme por la tarde?
— Claro. Dijiste que tirarás todo, ¿cierto?
— Obvio. No quiero nada de esa señora. Mucho tuve con soportar sus gustos desde mi niñez como para guardarlos ahora que murió. Su testamento dice que son míos la casa y lo que hay en ella, pero no quiero nada. ¡Nada, oíste!
— ¿Nada? ¿ni la casa?
— La voy a vender. De ahí en más ¡nada! Tenemos que tirar todo, ¿sí?
La tarde llegó y con ella la hora de deshacerse de todos los objetos de la tía Valentina. Ambos ponían en cajas y bolsas cada objeto sin piedad; todo iría a la basura.
— ¡Espera, eso no!
— ¿Por qué? Está horrible. Apesta.
— No, ese no.
— Deja lo que sea, pero este gorro no; está horrible.
— No, ese no lo tires. Dámelo –por primera vez su tono de voz se dulcificó-.
— ¿Por qué no?
— Ese gorro lo tenía puesto cuando murió.
La casa quedó sin rastro de la tía Valentina. Todas sus pertenencias –a excepción del gorro- estaban afuera en el cajón para la basura. Cuando llegó la noche, Miriam se lo colocó. Estaba lista para dormir.
En la ladera de la montaña vivía en una caseta oblicua, desternillada de espanto donde los turistas la miraban fascinados.
El pueblo quedaba a 5 kilómetros, pero no me dolían ni los pies al ir caminando.
Mi paraíso terrenal era ese.
Después de haber estado en Wall Street, con los inescrupulosos banqueros y psicópatas que infringían todas las leyes éticas y morales de este mundo había huido.
Araba mi huerto cosechaba las manzanas, los higos el olivar, conocía a todos los perros por su nombre. Era el loco de la montaña.
Hasta que el volcán erupciono y me tuve que mudar con mis víveres y artilugios de supervivencia.
Un vértigo parcial me habito hasta que encontré un nuevo lugar, donde depositar mi alma.
Todo mi mundo se había desmoronado.
Ahora estoy de nuevo asentado, mi solitaria alma esta en Chile en la Isla Alejandro Selkirk donde el océano pacifico baña mi actual huerto floreciente.
Mi mujer es rubia natural y yo estoy tan orgulloso de ella que siempre que puedo la presento en el lugar donde trabajo, para que los demás reconozcan que cuanto les he contado sobre ella es verdad. Sé que su belleza y su hermoso cabello despiertan admiración, y vuelta a vuelta mis compañeros así me lo han confirmado.
Es más: he visto en alguna ocasión un destello de envidia en la mirada de los más allegados y esto me complace, porque sé que ella jamás devuelve las miradas lujuriosas de mis colegas, lo que seguramente les hace desearla mucho más.
Hoy he escuchado un cuchicheo a mi llegada que me hizo dudar sobre la intención de algunos comentarios de pasillo.
- Tu mujer te engaña -largó descaradamente el más atrevido.
No supe qué decir. Me quedé helado. Yo que había creído ciegamente en ella como si fuese un ser incapaz de ocultarme nada, estaba ahora corroído por la duda y la incertidumbre.
Entre todos trataron de calmarme, pero insistieron en que debía verlo con mis propios ojos para confirmarlo.
-Nosotros no te mentimos -decían- pero es mejor que la sorprendas in fraganti.
Como un autómata, en un cerrar y abrir de ojos ya estaba en la dirección señalada.
Me bajé del automóvil como un robot, ciego de bronca y de humillación.
Con mis propios ojos pude comprobar su engaño; se me vino el mundo abajo y no atiné a decir nada. Solamente la contemplaba temblando de bronca y desilusión.
Estaba relajada, sentada en el sillón lateral, mientras el peluquero le estaba dando los últimos toques de tintura color trigo maduro, que yo creía natural.
Las despedidas suelen ser desagradables. Por ese motivo decidí partir sin decirle nada.
Había compartido mi vida con Pablo durante veinte años. Era el momento de acabar con todo aquello.
Escribí una carta detallando los motivos que me llevaban a dejar aquel lugar. La leí con detenimiento para entender la decisión que estaba a punto de tomar. Sabía que era lo mejor. Necesitaba poner distancia, iniciar una etapa nueva, alejar la tristeza y la incertidumbre.
Tomé algunas prendas y me dirigí hacia la puerta. En ese momento apareció Pablo. Rehuí su mirada, pero él igual adivinó lo que ocurría.
-No te vayas -me rogó.
-Hay que aceptarlo, Pablo. Todo terminó hace tiempo. -dije sin acercarme.
-Por favor...
-Es mejor así, Pablo; tengo que irme.
-Te sigo amando -dijo él con ternura.
-Yo también, pero todo cambió, querido mío -le dije mientras tomaba su mano y comprobaba una vez más que ya no sentía nada.
-Quisiera que las cosas fueran como antes, pero sé que es imposible -me contestó.
Supe que no había vuelta atrás. Atravesé su cuerpo y abrí la puerta.
Cuando me volví, de él solo quedaba una luz que se desvanecía poco a poco.
El olor a queso era irresistible. Sabía que era queso duro ( de rallar le llaman ellos) y no pude contenerme. Me deslicé por debajo del mostrador, para llegar al pasillo. Allí solo me restaba dar la vuelta y trepar hasta la mesa.
El muy cretino me esperaba. Me tiró un zarpazo, que casi no logro esquivar.
Creo que haré ayuno hasta mañana.
''y el tren
su chisperío
de carbón abrasado
reparte
con oscura
malignidad''.
Lo cierto es que son muchos los poemas de amor que se escribieron
en los trenes del sur. Hasta hubo quien contó
durmientes para no llorar. A veces veo ataúdes tomados de las manos hasta Córdoba.
Suelo escapar como si niño en un sueño, pero no,
no escribiré un poema ni diré lo mucho que te quiero.
La cita era en La Cantina de los remedios. Pero yo sabía que lo nuestro no se podía remediar. Me habías pedido una última oportunidad, y yo había cedido sin pensar en el dolor que siempre me provocaban tus celos.
Cuando llegué te acercaste enseguida para saludarme. Besaste mis labios con suavidad, quisiste bailar, como antes, como cuando estar juntos era una fiesta.
Dejé que me condujeras a la pista con una docilidad que no sentía.
No podía oírte debido al volumen de la música, pero supuse que decías lo mismo de siempre: que estabas dispuesto a cambiar y todo eso.
Cuando nos sentamos y le pediste un par de tragos al encargado de la mesa, vi como cambiaba tu expresión.
Estabas enfadado; claro, yo había mirado a ese tipo con demasiada atención...pero ¿cuánto era demasiado?
Luego de esa mirada de odio, vendrían los reclamos, la humillación, los malos tratos. No quise esperar.
Me levanté con calma, y salí de allí. Mientras caminaba por la avenida que nunca descansa, escuché las risas de la gente y la música alocada que, mezclada con las luces resultaba una combinación explosiva. A pesar de toda esa locura, me sentí en paz.
Marsupiala Gómez no festejaba la soltería pero, muy a su pesar, tuvo que acostumbrarse. No hubo suerte con los dos admiradores que tuvo en la vida. El primero y el más insistente, terminó casándose con la prima hermana, de una vecina que solía visitarla, justo en la coincidencia de la llegada del enamorado. La segunda simpatía duró un poco más de tiempo, quince años. Decidió despedirlo porque se dio cuenta de que no era muy inclinado al casamiento y ella, obvio, jamás hubiese aceptado una aproximación física sin papeles y sinceramente, se cansó de tener que frenar al novio, cada vez que venía.
No es que Marsupiala fuera virgen, en realidad había tenido, aparte de estos dos admiradores que se decían formales, varios amantes
En medio de estas contradicciones, el problema estaba en su progenitor. Un hombre de carácter y absolutamente estricto, en lo que respetaba al buen nombre y honor de la hija.
Cuando el inflexible falleció, Marsupiala pensó:-¡Por fin sola! -y se preparó para vivir la parte más interesante de su vida.
Lo primero que hizo fue quitar toda la ropa del placard y llevarla en cajas al desván, no sin antes rociar cada prenda, con mata polillas. El anciano había sido estrictamente prolijo y nunca hubiese deshonrado su memoria mal guardando sus pertenencias.
Le llevó tres días completos organizar, en detalle, cada posesión relevante, cada menudencia que había pertenecido al muerto y un día y medio, subir los paquetes al sitio, donde permanecerían hasta que el tiempo lo dijese.
Para, finalmente, ubicar cada bulto en su lugar, necesitó disponer de modo más apiñado los enseres que, en otras épocas (fallecido su bisabuelo y luego su abuelo) la madre había atesorado, de los difuntos.
Decidió ubicar lo que fuera mobiliario personal hacia un lado, la ropa por otro; las relojes y anillos, bien ocultos en un hueco de la mampostería y por supuesto, el impresentable espejo de pie que heredó (al no haber hijos varones), venido de las distintas generaciones de la familia Había llegado el momento de hacer lo que nunca había conseguido: quitarlo del centro de la casa.
Cuando estaba por finalizar su trabajo y se disponía a cerrar con llave el recinto, vio espantada el rostro de su padre, reflejado en el cristal y escuchó, más espantada aún, su voz autoritaria:- ¡Pon la caja de los abrigos más a la derecha, recuerda que ahí tenemos una gotera y regresa el espejo al comedor!-
Caía una leve llovizna cuando Ernesto se detuvo para que subiera aquel hombre flaco y encorvado. Entre los dos subieron dos maletas al baúl.
El tipo le pidió que lo llevara al aeropuerto.
Salir de la ciudad, a esa hora de la mañana era complicado. Con la llovizna se complicaba aún más.
-Vamos a tener que viajar despacio, don -le dijo Ernesto al pasajero.
-No hay apuro; voy con tiempo de sobra -contestó el hombre.
-Clima feo, ¿no?
-La verdad que sí -dijo el tipo.
-¿Se va de viaje? -preguntó el conductor.
-No, en realidad vuelvo a mi casa.
-Ah...claro. Su acento lo delata ¿Estuvo de visita por acá? ¿turismo?
-Sí.
-¿Y le gustó lo que vio?
-Es un lindo país. Sí, me gustó. Y mire que yo suelo viajar mucho. Aquí me sentí bastante bien.
-¿Le gusta viajar? -preguntó Ernesto.
-Recorrí parte del mundo debido a las competencias que siempre fueron el principal motor de mi vida.
-¿Competencias?
-Practicaba ciclismo en pista; fue mi gran pasión -dijo el pasajero.
El taxista no quiso seguir preguntando. Comenzó a pensar en su propia vida, y aquella pasión que había abandonado. Amaba tocar la guitarra...y cantar.
Miró hacia el asiento posterior. El tipo no parecía muy contento. Un rictus de amargura se dibujaba en su rostro; se lo veía abatido, como si hubiera perdido las ganas de vivir.
Sin que Ernesto preguntara nada, comenzó a contarle su vida.
-Hace un año decidí retirarme; ya no siento interés en seguir participando en la actividad que tanto me gustaba. Gané algo de dinero y ahora lo gasto en viajes y algunos placeres mundanos. El problema es que todo me resulta tan efímero y vacío...
El conductor lo observaba por el espejo retrovisor sin entender a qué se refería.
-¿Sabe qué pasa? Extraño esa ambición de ser mejor cada día -dijo el hombre.
-¿Y por qué no sigue?-preguntó el taxista.
-Es largo de contar; y no sé si me va a entender ¿Usted sabe lo que es sentirse dominado por un anhelo? ¿Ese afán de llegar a la meta que uno se propone?
-Ernesto no contestó. El tipo siguió con su relato. Tenía necesidad de hablar.
-Recuerdo la primera medalla que gané. Era de bronce. Obtener semejante distinción significó una felicidad inmensa; pero por supuesto también fue un desafío: yo podía obtener un premio aún mayor.
-Mientras escuchaba, Ernesto pensaba en sus días bohemios. La música, el estudio de grabación. Había dejado todo lo que le gustaba para manejar un taxi.
El hombre seguía con su monólogo.
-Después de aquel triunfo, comencé a exigirme resultados cada vez mejores. Mi segundo logro fue la ansiada medalla de plata. La gané en los Juegos Olímpicos que se disputaron en mi país. Y luego me propuse ir por más. La lucha por obtener el primer lugar no fue nada sencilla. Durante las siguientes competencias gané una medalla de bronce y una de plata. A veces sentía que ya no tenía las fuerzas necesarias para seguir, pero también experimentaba esa profunda necesidad de continuar intentándolo.
-Y al final, ¿consiguió lo que quería?-preguntó Ernesto.
-Yo vivía para eso ¿entiende? El deseo de llegar al podio como vencedor le daba sentido a mi vida. Cada mañana, mis esperanzas se concentraban en ese objetivo.
-¿Y lo logró? -volvió a preguntar el taxista.
-Hace un año lo conseguí. La quinta medalla fue dorada.
-¡Qué bien! -dijo Ernesto -lo envidio. Y ahora ¿Se siente feliz?
-No hubo respuesta. Habían llegado al aeropuerto. El hombre se bajó y luego de sacar el equipaje del auto, caminó hacia la zona de embarque.
El taxista lo saludó y luego buscó con la mirada otro pasajero.
En tiempos de invierno tenemos mas tiempo para reflexionar y observar a los demás; me quedé pensando, en las cosas que no hacemos, por indiferencia, inercia, comodidad, etc, y que ya no podemos volver a hacer, porque el tiempo es efímero e implacable en su girar.
Sobre todo la indiferencia, no pensar en el otro, cuando quiso hablarnos y no lo escuchamos, diciendo que estamos apurados, que será en otro momento, la angustia que no aliviamos ya no podrá ser aliviada.
A veces el amor está parado frente en nuestra puerta clamando por entrar y lo dejamos marchar, estamos tan ciegos que no nos damos cuenta; el mensaje o el llamado que no contestamos, ya no se podrá responder. Hay que acudir prestamente cuando el otro nos llama, dedicarle un poco de nuestro tiempo, tomar un café, a veces el otro lo pide de una manera torpe, porque no sabe como hacerlo, y tiene algo muy importante para decirnos, que por nuestra desidia nunca lo sabremos.
Es cierto que el amor es obra, acción, lo terrible es, cuando plor cansancio o desgaste el amor se va, es muy triste darnos cuenta cuando ya no podemos hacer nada, pedirle perdón a un muerto ó llorar sobre su tumba ya no sirve, lo dijo: un escritor más importante que yo - nos perdona porque sus labios y sus oídos están cerrados para siempre -.
Y es realmente doloroso querer reparar un error cuando ya no es posible. Por eso ajustemos nuestros pensamientos y dejemos de estar con b"LA CUERDA FLOJA"/b
Amílcar decidió que ya era tiempo de conocerse, e hizo una proposición.
Luego del intercambio de mails, contándose sus vidas, sus pormenores, aquellos que querían exhibirse, le envió un mail, donde decía
-¿Donde nos encontramos?
- Disponlo tú, me dijo
Así q que busque un lugar no demasiado apartado, ya me había enviado una foto, no esperaba demasiado. Solo el rostro aparecía.
El lugar que elegí se llamaba Oxímoron, palabreja que significa Figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto, como soledad sonora, o más o menos.
Y eso no ocurrió precisamente.
Nos encontramos y hubo un fluir constante de anécdotas, lugares y emociones
Los dos coincidimos en cuestiones musicales Pink Floyd Queen Silvio Rodríguez, Serrat
-Cántame una canción le dije
Fue así que entonamos juntos Penélope en tonos tan desajustados que nos tuvieron que echar de Oxímoron, pero igual seguimos cantando otra de Serrat afuera.
Muy buena, martilu! Si son de Serrat, me uno. "Penélope" me trae buenos recuerdos.
chilicote: esa "cuerda floja", ahora aparece más tensa. Sublime lo que has escrito. Gracias!
Y gracias también a los demás. Este taller es una fuente de inspiración.
Gracias Clorinda por tus conceptos, que viniendo de ti, por tus conocimientos literarios, me alientan a querer seguir alimentando mi deseo de escribir. Abrazo a todos los participantes.
A mi tambien me trae hermosos recuerdos y te invito a cantar "Penélope" y "De cartón piedra","y Las nanas de la cebolla" de Miguel Hernández, este ultimo muy triste.
Conforme el cuerpo sufría el rigor mortis el manuscrito que yacía en la mano emitía un inaudible quejido.
Con la calma que sucede después de un asesinato, borré huellas y me quité los guantes. Todo había terminado.
Era imposible que alguno supiera de mi presencia. Dicen que no hay crimen perfecto, pero no es la primera vez.
Del porqué no viene al caso ¿Es necesario un por qué? No todo merece una explicación o al menos, yo no las necesito. La maté porque era su tiempo no me equivoco vienen marcados.
A diferencia de otras víctimas, Aurora insistía en que le conociese ¿Por qué otro motivo querría entregarme ese manuscrito? ¿Crees que me importa lo que dice? Será tema para varias décadas no te preocupes ya todos sabrán.
Título propuesto:
Bizco y molacho.
MarceloArrizabalaga,06.07.2017
bBizco y molacho/b
Me encontraba en el D. F. desde hacía tres semanas. Habíamos terminado de montar una sucursal de nuestra exitosa agencia de publicidad, que llevaba 6 exitosos años funcionando en Buenos Aires.
Nuestros contactos nos habían proporcionado nuestros primeros clientes.
En este día esperábamos respuesta a nuestra convocatoria: “ Jóvenes apuestos, ambos sexos para publicidad televisiva”.
Dispuesto a entrevistar al primero, noto en la cara de mi nuevo asistente (un joven mexicano de unos 18 años) algo de preocupación.
- ¿Qué es lo que pasa Lino? Hazlo pasar. ¿Ya tienes al primero, verdad?
- Sí…
- ¿… y entonces?
- Es que, es bizco y molacho.
- Dile que pase – contesté, simulando que no me importaba, y tratando de ensayar una explicación elegante para decirle al postulante.
Pues la verdad, que sí lo era, bizco, molacho, y con algunas otras características por el estilo. Pero no me llevó más que tres segundos olvidarme de toda esa sonsera.
Platicamos por más de dos horas. Me hizo reír con sus ocurrencias como hacía tiempo no me pasaba.
Fue nuestro modelo publicitario por años. Llegó a ser mi vecino y amigo.
Pasaron ya tres años, y Macario (así su nombre) se casó con mi secretaria y emigraron a Bélgica, pues de allí era ella.
Espero esta mañana a los postulantes para una nueva campaña de teléfonos celulares.
Reza el aviso:
“Se necesitan postulantes para campaña publicitaria. Venga si le apetece”.
Me pregunto cómo sea posible escribir un texto a comando?
Pero veo que es absolutamente posible, los textos están ahí.
Hoy se escribe de la lluvia, mañana de la playa, pasado mañana de las ranas y sucesivamente de grillos y camaleontes, y los textos llegan puntuales.
Los envidio de verdad, porque yo no podría escribir una frase con este sistema.
remos, los mejores textos tienen tres ingredientes principales: Cognición / Emoción / Azar; es decir: conocimiento, algo en la memoria que sepamos o inventemos; algo emotivo, algo que nos haya movido (o nos mueva) en verdad los sentimientos (pues así moverá los de otros) y, azar.
La niña de la cinta azul juega. Los charcos salpican agua tras el golpe de sus zapatos. El cabello insiste en pegarse sobre la frente rosada y las mejillas, más rosadas aún, brillan con la humedad.
Hace calor. Es una nena feliz. Goza de su infancia con el candor y la alegría de los primeros años cuando se cobijan en el amor y la abundancia.
Desde una ventana, dos ancianas la miran correr. De pronto abren su puerta, pequeñas y libres, se unen a la chiquilla y la lluvia…no cesa.
Jennifer coloca la llave en la cerradura, está a punto de entrar a su casa; hay un hombre en su habitación, pero ella no lo sabe. Está cansada, los días secos de verano son terribles. Avienta sus cosas en el sofá y va directo a la cocina. Abre el refrigerador, toma una cerveza fría y algunos bocadillos; hay un hombre en su habitación, pero ella no lo sabe. Da algunos pasos mientras mueve el cuello haciendo círculos, se sienta frente al televisor canal cuatro, las noticias. Cambia de canal. Una serie le parece interesante. Le da un trago a su cerveza; hay un hombre en su habitación, pero ella no lo sabe.
Regresa al canal cuatro, algo en el noticiero parecía interesante.
“…'el asesino de señoritas’ como le llaman algunos medios a ese ex boxeador, está atacando una vez más en las inmediaciones del Rio de los Remedios. Ataca a señoritas solitarias por lo que deben de tener especial cuid...”.
Hace un gesto de enfado. Apaga la tele y le da el último trago a la cerveza, mejor se va a dormir. Entra a su habitación. Y se deja caer en la cama; hay un hombre ahí en su habitación, pero ella no lo sabe. Abraza su almohada, es muy suave. Cierra sus ojos.
Aquel hombre se abalanza contra ella. Se tiñe de rojo el edredón. Chorros de su alma brotan para todos lados. La lluvia no cesa.
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Raúl [bRR/b]
Me ganaron el título. Pero, no importa, sigue: El canguro lastimado.
MarceloArrizabalaga,06.07.2017
Trágico. Me gustó mucho eRRe como está llevado el relato.
A la jirafa le hacía muy feliz su trabajo: de toda la sabana venían animales y ella los curaba.
— ¿Cómo le va señor hipopótamo? ¿Cómo sigue de sus piernas?
—Mis piernas están bien esta vez, ahora es mi muela. Mire.
La jirafa le revisó la muela y comenzó a curarlo. Así en un día venían tres leones y cebras, zarigüeyas y algunos antílopes.
Ya casi cuando iba a cerrar el consultorio, llegó una mona con su hijito monito llorando.
— ¿Qué le pasa a este galán? -bajó la jirafa la cabeza hasta tener el monito de frente-.
— Perdón que la moleste doctora, pero mi hijito insiste en que usted puede ayudarlo a curar a su amigo.
Entonces, sacó de su bolsa un canguro de peluche con todo el relleno de fuera y se lo entregó a la jirafa.
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Raúl [bRR/b]
Con la cabeza fría intentó controlar eso que sentía. Era tanto el odio que disimular era imposible ¡Lo iba a matar!
Para los demás era el violador de perros, peligro para los niños o el loco, pero para Julián serían algunos años en la cárcel.
El gobierno no escucha, bien dicen las vecinas que no hay ley, así que demandar al loco violador de inocentes no resolvió nada. Julián se lo prometió al cadáver de Camila al verla extendida al frente de su casa y cuando los vecinos le dijeron lo que había pasado. 'Se va a morir' les dijo, y sabían que era verdad.
Cómo lloró Julián aquella tarde si hubieras visto se te partía el alma y ahí donde cayó la perra le enterró. Sabíamos que el loco dejaría de ser un problema para el barrio. Teníamos miedo que agarrarse a alguno de nuestros hijos.
Una tarde miramos que venía el loco y pensamos que Julián lo dejaría pasar porque no era la forma de comprometerse en público y con tanto testigo, pero en cuanto lo tuvo cerca lo encaró y el loco se hacía más loco, pero Julián le cerraba el paso y yo le dije: ¡No lo hagas! Cuando sentí lo caliente de la venganza justo en mi cara.
Julián no dejaba de meter y sacar el estilete sobre el tipo mientras yo corrí para lavarme.
_Métete Mac ya viene la patrulla -dijo mi vieja- y luego llegó semefo y todas esos agentes y peritos.
Alguien avisó al 911 sobre un pleito, pero en la investigación el homicida resultó ser un desconocido.
Allí frente a la casa de Julián quedó una mancha negra de sangre. Sobre CAmilita pues, la sangre del pervertido. Julián espera que alguno hable y vengan por él, pero pasan los años y nunca nadie ha vuelto a molestar a nuestras mascotas.
Mis dos chicos mayores adoran dibujar con crayones de cera, y la semana pasada le compré una caja a cada uno para que se entretengan adentro, ya que hace mucho frío para salir a jugar a la pelota. Eso sí: les recomendé que no los dejen al alcance del bebé, que está empezando a caminar. Mi miedo es que se los meta a la boca y se intoxique con esos lápices que bien podrían ser confundidos con golosinas (caramelos de chocolate, vainilla, naranja, limón, uva, frutilla, según el color).
Todo iba bien y yo me fui un poco a la cocina a terminar el almuerzo. De repente vi que los más grandes estaban en el patio gritando un gol.
Corrí rápidamente donde estaba el bebé para descartar que estuviera ingiriendo alguno de los crayones en cuestión.
Pero no: no se los estaba comiendo. En cambio estaba muy entretenido dibujando nubes de colores en la pared.
Saco mi vehículo a la vereda para iniciar mi marcha. Una vuelta a la manzana será más que suficiente, lo alineo en los mosaicos para que quede derechito al césped paralelo al pavimento
¡Oh! ahí vienen las hormigas en hilera en el pastito verde haciendo su caminito habitual.
Me puse mi mejor short, mi mejor remerita, y las zapatillas que tienen cordones verdes, para que combinen con el pasto.
Ahí viene Cristian enarbolando su gorrito para el sol.
Su vehículo está a la par mía.
Cada uno con su triciclo iniciara la carrera.
-A todo o nada
-Vale le digo
Cada vez que pasaba por su casa lo veía sentado en la misma posición, ensimismado en su propio mundo interior; inexpresivo; laxo.
Conocí a su madre hace algún tiempo y hoy me ha invitado a cenar. Me preocupa la presencia de este niño y no sé cómo debo tratarlo.
Le he traido un regalo: un rompecabezas sencillo y se lo he mostrado. Sus dedos apenas lo han rozado. No le interesa.
Los días subsiguientes probé con una linda pelota de colores. Esta vez obtuve una respuesta. Pude ver en sus ojos cierto interés, que luego decreció, y la pelota fue a parar a un rincón.
De allí en más pude notar que, cada vez que yo llegaba corría a buscar su pelota y me la entregaba. No sabía jugar pero me dí cuenta que esperaba algo de mí.
Algo me decía que no todo estaba perdido.
La mamá me contó que su padre los había abandonado antes de cumplir los dos años. En ese entonces era un niño normal, pero el abandono lo hizo sufrir tanto que se replegó en su propio yo.
Comencé a ir personalmente a retirarlo del jardín al que concurría, y juntos íbamos a caminar por las calles y
las plazas; lo llevaba a los juegos para niños; íbamos a comer helados o le compraba alguna golosina, alguna figurita o alguna otra chuchería . Jugué con él y le demostré que no estaba solo y que podía contar conmigo.
Poco a poco se fue desinhibiendo; aprendió a jugar y se interesó por el mundo exterior.
Y la sorpresa más agradable fue cuando un día, de la mano de la mamá, me vio llegar y me dijo: -¡Hola,papá!
Tenía una extremidad herida por lo que se desplazaba lento. Con grandes dificultades probó apoyar un solo pie y dar saltitos pero pronto estuvo cansado y sus perseguidores se acercaban irremediablemente. La noche mezcló los chillidos de las sombras y las voces encolerizadas de los hombres. Los grillos detuvieron su canto. Eso le aterraba aún más porque parecía que un dedo invisible señalaba su precario escondite.
Trató de refugiarse en un baldío pero ojos amenazantes lo paralizaron y el gruñido le congeló la espalda. Reanudó su fuga. Transpiraba copiosamente. La garganta reclamaba con urgencia un trago de agua. No se atrevió a acercarse a la fuente, la noche era clara y estaba seguro de que pronto lo verían. Muchas voces se aproximaban. De vez en cuando, el sonido de uno o dos tiros al aire, retumbaron en las calles desiertas.
La libertad estaba cerca era cuestión de hacer un último esfuerzo, ocultarse en la oscuridad y luego escurrirse entre los edificios.
Se arrastró por debajo de un cerco, rodillas y codos comenzaron a sangrar. En seguida, con las fauces orientadas hacia él, los perros ladraron encarnizados. Lo habían visto. Se levantó y olvidando la crudeza del dolor corrió con desesperación. Un enorme paredón interrumpió el paso.
Estaba acorralado.
No tuvo más remedio. Extendió sus brazos y comenzó a batirlos. El aire lo sostuvo y casi al momento de ser atrapado, se elevó como los pájaros. Viento helado golpeó el rostro. Agotado, se detuvo a descansar sobre un techo. Rodearon la manzana. Incrédulos, los hombres, gritaban y sus gritos de espanto se esfumaron en las negras callejas. Volvió a elevarse, lo vieron perderse en las alturas. Respiró aliviado, luego siguió durmiendo.
—Buenos días, amor.
—¿Qué hora es?
—Ocho treinta y seis.
—Qué tarde. Qué sueño.
—Me quedé aquí junto a nuestra camita, esperando a que despertaras. Ya tengo el desayuno, mi amor. Te lo traeré.
—Espera. Pásame la Lap
—Sí.
¡Vas a trabajar antes de desayunar?
—Tengo que ver unas cosas del trabajo. Este maldito Office ya me hartó -susurró-.
—¿Qué dices, mi amor?
—Nada.
—¿Ya notaste que no he hecho ninguna broma?
—Y tú qué bien que captaste lo que te dije ayer.
—"Una broma más y me largo". ¿Es tan malo que bromee con el amor de mi vida, mi vida?
Vamos, dime, ¿es tan malo?
—Te dije que una broma más y me largo para siempre. Malo o bueno, ¡qué importa!
—Lo comprendo.
—Sabes qué, no me va a dejar usar Office hasta que le ponga la licencia original.
¿Eso es mi desayuno, KornFlakes y pan tostado con mermelada?
—Sí. Eso te gusta desayunar. Por eso te lo preparé hoy.
—A ver, después el pan. Primero pásame el cereal..
—XZK- MMM-RFJ... para que ya no te de lata la licencia, ¿verdad? -y dejó salir una breve risita-.
—¡Me largo! ¡Oíste, me largo!
—¿Vas a comerte el pan, mi amor? ¿no?
Bueno, bye.
Se sentó en la cama. Sonreía y tiraba algunas lágrimas. La sonrisa por la broma tan buena y las lágrimas por haber perdido a una persona especial después de ocho años, separados por el serial de Office 365.
________
Raúl [RR]
Sabía que querías sumarte. Siempre pensé que era una experiencia única y ahora lo estoy comprobando.
Ya sé que pensaste que estaba loca cuando decidí introducirme en este mundillo tan ajeno a lo nuestro; a lo de todos los días.
También sé que estás dudando, pero no tengas miedo: nadie va a hacerte daño. Estás preservado del mal porque se trata de otra dimensión. Sí, de otra dimensión con su errores, frustraciones y fracasos -claro está- pero siempre con la esperanza de la superación, de la emoción esperada, del compañerismo, del enfrentamiento, a veces, pero siempre teniendo como ideal crecer como persona conociendo otras culturas, otras maneras de ver la vida y otra manera de comunicarse.
¿Te he convencido? Entonces te espero uno de estos días en la luz del Rincón Azul.
Título propuesto:
"El aviso"
bellaan,27.07.2017
El aviso
La biblioteca cerraba siempre a las 8. Esther estaba siendo devorada por las aventuras del muchacho de la cicatriz. Cuando llegó al salón que le recomendaron el sol apenas estaba sobre su cabeza. Como todos sabían, el tiempo siempre se escapaba de las manos cuando se estaba allí.
Debía regresar temprano a su casa o no podría volver a la biblioteca, según sus padres.
Ella confiaba plenamente en su reloj biológico, pues le daba una señal justo en el momento preciso. Se relajó y se sumergió en su lectura.
Cuando sintió la señal se preparó para partir.
¿Qué hora es? ¿Qué pasó? La puerta no cedía ante sus manos. Los altos cristales se teñían de negro y ni un pequeño ruido se escuchaba a su alrededor; nada más que el ulular de una lechuza, al igual que en su libro favorito.
Esther siempre se enteraba de todo, pero nunca sospechó que había pasado por alto el aviso junto a la puerta:
“CUIDADO,
EL TIEMPO VUELA
SI EN UN LIBRO INMERSO ESTÁS”
— ¡Qué grande es el universo! Quisiera pasear por el sistema solar. Me gustaría conocer Marte.
— Todos quieren ir ahí.
— ¿Y, vos?
— Yo, iré a Saturno.
¿Y, tú?
— Si vos me llevas, yo voy.
— Pues vamos.
— ¡Sí, vamos!...
Cada uno en su propio asiento de la nave, se quedaron profundamente dormidos.
Como no tengo casa vivo en una casilla rodante que me prestaron que, si bien es muy pequeña, tiene todas las comodidades, aunque debo encogerme para entrar yo también.
Después de comer tengo que amurar la mesa para poder deslizar en su lugar el televisor o la computadora (uno por vez).
El baño es tan diminuto que tengo que entrar agachada para no toparme con la ducha, y me baño sentada porque parada no entro ya que en la parte superior hay un armario para guardar las toallas, cosméticos y algunos otros enseres.
Cuando quiero desplegar algún elemento extra, como el sillón, saco la cabeza afuera, para evitar el dolor de cuello.
Lo bueno es que puedo engancharla a mi Fiat 600, modelo 1969, por lo que gracias a que llevo la casa a cuestas, he recorrido media Argentina.
Con justicia, a mi casa la llamo "La fortaleza caracol".
Título propuesto:
"El malentendido"
bellaan,01.08.2017
El malentendido
Por fin era hora de salir del trabajo. ¿Qué más quedaba por hacer? Esperaba no tener que llevarme nuevamente papeleo a casa. Estaba en esa época en que casi no dormía por la opresión laboral que vivía día a día, sobre todo un día como hoy, lunes.
Debía apresurarme para llegar pronto al teatro para ver esa obra tan famosa que se iba a presentar. Una de mis favoritas: El Lago de los Cisnes. Corría de un lado a otro por mi oficina recogiendo todo lo que necesitaba y dejando el orden para el día siguiente. En mi mente giraban y giraban todas las responsabilidades que tenía y pensaba en lo difícil que era llevar una vida así, monótona, agobiante, absorbente.
Las calles oscuras me hacían sentir escalofríos. El viento no corría. Apenas unos 28 grados hacían que la polera se pegara a mi espalda. Debía apurarme. Comencé a escuchar pisadas apresuradas, firmes y decididas, casi corriendo. Parecían que venían tras de mí. Estaba lista para lanzar mi bolsa por los vientos incluso si todo caía esparcido. Una mano se acercó por la izquierda. Tenía el gancho preparado para ser usado en el momento necesario. No dudaría ni por un segundo.
-¡Señorita!, disculpe. ¿Me dice la hora por favor?
El gesto en mi rostro era digno de ser retratado y presentado en el álbum de rostros más ridículos del mundo. Pensé que ese sería el último segundo de mi vida. Aún sin sentir la plena confianza de que todo había sido un malentendido.
-Las 7:58- volteé y le dije tranquilamente.
El joven vestía con medias y zapatillas de ballet, además de llevar el rostro acalorado por correr hacia el teatro.
Así fue como me di cuenta de que no era la única que había tenido un mal día. Si este joven me hubiese reconocido se hubiera percatado de que acababa de cometer el peor error de su vida. El muchacho más popular de primaria, líder del equipo de fútbol, había desenmascarado su coartada de chico futbolista y todo había sido descubierto por la chica obsesionada por las suculentas historias de los demás.
En la radio sonaba “Oop, doop, doop”. Los chicos sobre sus patines acudían con charola en mano a cada rincón. El sonido de la muchedumbre llenaba de energía Deen-Ice-Cream. Cada mesa era una copia de la otra, a excepción de la mesa 4. Ahí, Beatriz frotaba sus manos y mordía sus labios sin despegar la mirada de la entrada.
Después de esperar varios eternos minutos llegó Pedro, a quién esperaba; un joven delgado de ojos marrón, vestía pantalones verdes y una camisa roja sin abotonar que dejaba ver su playera blanca. Dejó caer su bicicleta y sus ojos lamieron aquel lugar; se detuvieron en la mesa 4. Se abrió paso sin despegar la mirada de los ojos de Beatriz.
— Hola
— ¿Pedro?
— Sí. ¿Bea…
…triz?
— Pensé que no venías. Estaba a punto de irme.
— Tenía que venir. Quería venir. Ten, es esta.
— Gracias.
¿No te sientas? –Él se sentó enseguida-. Ten, esta es la de ustedes.
— Gracias. Qué estúpido y perezoso, ¿no lo crees?
— No lo juzgues. Si no fuera por él no estaríamos los dos aquí.
— ¡Hola! ¿Qué van a ordenar, jovencitos? –solicitó la órden uno de esos chicos en patines-.
— ¿Qué quieres tú? –preguntó Pedro mientras contaba las monedas que traía en el pantalón sin sacarlas de ahí-.
— Quiero uno de fresa. Medium.
— Yo de vainilla. Small.
El chico en patines se alejó. Beatriz y Pedro se acercaron.
— Quién lo diría, les pedimos permiso tres veces y nunca nos permitieron salir juntos.
— Tienes razón, no es un estúpido perezoso –ambos rieron-.
Él se sentó del mismo lado de la banca que Beatriz y comenzaron una plática que duraría cincuenta siete años. Todo provocado por una cita obligatoria en el Deen-Ice-Cream para entregarle al otro el sobre que el cartero había dejado en la casa equivocada.
________
Bajé a la planta baja para depositar la basura en el cesto y ahora intento llamar al ascensor para volver enseguida, ya que dejé al bebé solo. Pero...¿Qué pasa? ¡El maldito no responde...! Los otros tampoco. ¡Todos inmóviles...!
Por lo bajo digo algo contra la madre del responsable de que los ascensores no funcionen; desesperada caigo en la cuenta de que deberé subir de a pié los cuarenta y ocho pisos para llegar a tiempo al departamento de la señora Matilde, que tantas veces me ha recomendado que tenga especial atención en el cuidado del bebé.
-¡Nunca dejes solo al bebé...! ¡Ni se te ocurra ausentarte un segundo! No mires telenovelas porque el bebé podría despertarse, mirá que...! ¡Y así todo el día. ¡Y ahora me pasa esto...!
Estoy pensando en subir de a pié. Debo volver cuanto antes porque la señora ya está por llegar, y si se entera lo dejé al bebé solo no sé que puede pasar...
Un nuevo intento, y nada.
Desesperada me largo escaleras arriba. ¡Escaleras eternas si las hay...!
Cuando estoy por el piso diecisiete me limpio la transpiración, descanso un poco y sigo en mi alocada carrera hacia el piso número cuarenta y ocho. ¡Pero qué calor hace hoy...! Estoy por desmayarme.
El ascenso se hace interminable. Miro el reloj y compruebo horrorizada que ya es hora en que debe regresar la señora Matilde. Por suerte el ascensor no funciona y yo llegaré antes para calmar al bebé si está llorando.
Empapada de sudor, quince minutos después llego al departamento. El nene llora, ya lo suponía. Bueno, ahora a calmarlo antes de que venga la señora....
Al entrar me recibe la mismísima Matilde, indignadísima.
¿Pero se puede saber adónde te habías metido....? ¡Sos una inútil.....! ¡Estás despedida....!
Trato de explicarle, y al fin consigo decirle con un hilo de voz.
-Bajé a sacar la basura y cuando quise volver el ascensor no funcionaba...? ¿Usted cómo pudo subir?
- ¿No funcionaba...? ¡No mientas! Hace casi quince minutos que llegué y no hubo ningún problema! Esa excusa no me sirve. ¡Todos sabrán que sos una inútil...! ¡Habráse visto!
Cuando bajo para irme a mi casa me comenta una vecina: -¿Vio que hoy hubo un corte de energía eléctrica por un minuto...? ¡Menos mal que volvió enseguida! ¡Con este calor...!
Perdí el celular-dijo cuando la vio, mientras rogaba que el aparato no sonara en el bolsillo de su abrigo.
Luis estaba sorprendido. Esa mujer era una caja de sorpresas. ¿Qué hacía allí? Él no la había llamado.
-Buena excusa -dijo ella -pero poco creíble.
-¿Cómo estás, linda? -preguntó Luis tratando de cambiar de tema.
-Bien. Vine para conocerte, como habíamos quedado. Pero claro, perdiste el celular. No te podías comunicar...¿no?
-Sí, claro. Pero iba a llamar desde una cabina. En serio.
Diana lo miró con desdén. Pensó en la noche anterior. La conversación en el chat. La promesa de él: llamarla para encontrarse en aquel evento. Él presentaba productos de su empresa en Buenos Aires. Luego regresaría a Mendoza.
Luis la miró sin saber qué hacer. Era casado. Eso no se lo había dicho. Ella era hermosa. Pero ¿Y si todo aquello ponía en riesgo su pacífica existencia?
-¿Me esperas un momento? -dijo finalmente. -Atiendo a un par de clientes y estoy con vos.
Ella dio vueltas mirando los stands durante dos horas. Él no volvió.
Título propuesto:
Cobardía
MarceloArrizabalaga,04.08.2017
Cobardía
-Es imposible, no puedo hacerlo. -dijo Clara con lágrimas en los ojos
-¿Por qué? -preguntó Roberto.
-No me atrevo a exponer mis trabajos. Nunca voy a pintar como tú.
-Vamos, no digas eso. Lo haces muy bien.
-Es que soy cobarde. Tengo miedo de enfrentar a los críticos. -confesó Clara.
-¿Acaso vas a cerrar las puertas por temor a lo que encontrarás del otro lado? -dijo Roberto.
-No lo sé. Estoy asustada.
-Puedes hacerlo y mañana decir: "ya lo hice, y no fue tan terrible" o quedarte diciendo: "nunca me atreví". ¿Qué eliges? ¿Acaso no tienes deseos de devorar el mundo?
-Tal vez -dijo ella.
-Bueno. Adelante. Los imposibles que hoy has creado, mañana serán tus bocados más exquisitos.
Se acerca el día y todavía no sé qué voy a hacer. Estoy desorientada. El tiempo corre y corre y eso me exaspera.
No creo que llegue. Pasan las horas, los días y el camino cada vez se hace más corto, más angosto y espinoso. De noche no puedo conciliar el sueño pensando cómo voy a salir de este atrolladero. Casi no puedo pensar en otra cosa.
Esta noche quizás tome una determinación... aunque no sé: no estoy segura; cada vez estoy más confundida.
Las horas pasan lenta e inexorablemente, y no se me ocurre nada en este momento, pero quizás mañana decida qué titulo le voy a poner a mi próximo cuento del concurso de las cien.
iBzzz, bzzz/i. El zumbido insidioso no dejó que Agustín pudiera concentrarse en las letras de Ian Stevenson: una mosca de la fruta se mantenía volando muy cerca de su cabeza. Los ojos verdes de aquella criaturita voladora lo pusieron en alerta de súbito. Hizo algunos gestos y movió los brazos no para alejarla sino en símbolo de que la dominaría. Tomó el libro de 462 páginas y la persiguió tratando de aplastarla hasta que la perdió de vista.
Esa noche soñó con la mosca.
En su sueño yacía sobre una cama de espinas, los enormes ojos verdes de la mosca se posaban sobre él. Lágrimas del color de la miel caían sobre su rostro y cuello pegandolo a su lecho. Luchaba por levantarse pero era imposible, perdía poco a poco las fuerzas. Cuando estaba a punto de desfallecer logró despertar.
Por la mañana miró a la mosca en el cesto de la basura. Tomó el primer objeto que se encontró (el Libro de Stevenson) y se lo arrojó. La mosca pudo escapar pero no por mucho tiempo, pues Agustín usó su propia palma para aplastarla. La mosca murió. Tomó su tradicional desayuno e hizo su ritual para ir al trabajo.
iMiau, miau/i. Cuando regresó del trabajo esa tarde encontró a una gata justo en la entrada de su departamento; tenía un moño rosado puesto entre sus orejas. Separó los pies para esquivarla y poder pasar adentro. Cuando brincó a la pequeña minina esta lo miró con sus ojos verdes. Eso le produjo un sobresalto. Entró y azotó la puerta, una vez adentro se recargó en el panel interior, asustado. La gata rasguñó la madera de la ventana. Agustín se acercó, abrió la ventana y empujó a la gata; cayó veintinueve pisos.
iToc, Toc/i. Eran las ocho, hora de su cita con la manicurista.
—Buenas tardes, ¿Señor Agustín?
Agustín entró en pánico, cuando miró a los ojos verdes de la joven.
—¿Quién eres tú?
—Soy su manicurista…
—¿Dónde está Serena?
—No pudo venir, ella me ha pedido que venga yo a sustituirla.
—¡Lárgate de aquí, estúpida!
La joven sonrió con cinismo.
—Tranquilo Agustín, me marcho. Tranquilo.
La misteriosa manicurista caminó hacia atrás. Agustín sudó un mar completo.
—Espera. Perdón. Si no te molesta, pasa -sugirió a la joven de manera sospechosa. Ella dio media vuelta y sin decir nada entró a la casa-.
Agustín le indicó dónde debía sentarse y caminó a la cocina. Tomó un cuchillo. En seguida regresó a la sala por detrás de la manicurista mientras ella tarareaba una canción. Se abalanzó contra ella y le clavó varias veces el cuchillo en su delgado cuerpo color almendra. Se sentó en el suelo a pensar en cómo deshacerse de la ojiverde.
iPiii, piii/i. Sonó una alarma en su computadora. Cuando se acercó, leyó un anuncio de su antivirus: “VIRUS DETECTADO. No se puede eliminar el virus: OjosVerdes.K-bala, de su computadora.
________
-No sé por qué me culpan a mí. Es cierto que me sentí traicionado, pero no fue como ustedes creen. Ella tuvo su parte de culpa.
-Pero... Ella dejó una extensa carta en la red explicando los motivos...
-Lo hizo de bronca, sin causa que explique esa determinación. ¡Y debía haberlo pensado antes!
-Entonces...¿Usted se declara inocente de culpa y cargo?
-Completamente inocente. Ella sabía demasiado bien cuánto me gustan los pasteles rellenos con dulce de membrillo y sin embargo no dudó en comerse el último de la fuente... ¡Por eso la borré del Facebook!
Al llegar a la instancia final de nuestro divorcio, el juez, por fin, logró que llegáramos a una conciliación para repartirnos la tenencia de nuestros afectos. Ambas partes llegamos a un acuerdo para solucionar el conflicto: Él se quedaría con el perro y yo con el gato.
Título propuesto:
Carta a (o de) un presidiario
MarceloArrizabalaga,07.09.2017
Carta a un presidiario:
Estimado Rubén:
Visto y estimado que ya faltan apenas horas para que salgas en libertad, me veo en la necesidad de contarte que la Sra. Ordoñez de Velazquez, viuda del Conde de Antillanas, es aún más rica que cuando tu le robastes, hace ya 7 años.
Si tienes la gentileza de volver a robarle, nos quedaremos con la mitad cada uno, y esta vez, en agradecimiento no te acusaré de ser el autor como en la ocasión anterior, porque ya sabes: soy un hombre agradecido.
El olor de vida húmeda llena los pulmones de cualquiera que lo visite. El canto de un sin fin de aves es una sinfonía de colores para los sentidos. Los árboles majestuosos se yerguen por encima de sus cientos de años de vida.
Mañana en el bosque, solo ruido de taladoras.
________
Raúl [eRRe]
Hasta ayer el bosque era todo energía y equilibrio. La vida bullía en un ecosistema primitivo y perfecto, capaz de albergar numerosas especies de vegetales y animales que convivían en armonía.
Pero hoy algo no funciona bien. Los animales presienten el peligro, se alertan y huyen despavoridos, mientras densos nubarrones de humo, todavía lejanos, presagian el inminente desastre.
Después, el temible e insaciable enemigo destructor, en loca y expansiva carrera, extendiendo su gigantesca lengua de fuego, lo va devorando todo a su paso.
Y en medio, el terror: los aullidos desesperados, los inútiles vuelos y el crujir de la madera retorciéndose en un encendido estertor de nidos y cuevas que albergaban la vida.
El fuego, que todo lo destruye, se está cobrando viejas deudas y viene a hacer justicia. Se está vengando de la desidia humana que ha propiciado calamidades como ésta, y va dejando a su paso destrucción, cenizas y muerte.
El último día fue ayer. Hoy el bosque está de luto. Dentro de poco pasará al olvido.
Hasta que no haya más bosques... Ni vida.
—Cuando preparé mi primer postre, la tía Clementina estuvo a mi lado ayudándome.
—Y ¿qué tiene qué ver eso?
—La primera vez que viajé solo a Cancún en 1988, más de un día de viaje en en autobús, los consejos que me dio la tía Clementina fueron vitales.
—Entiendo, pero eso no le pregunté.
—Cuando salí por primera vez del país, la seguridad que me dio la tía Clementina me tranquilizó; hablaría por primera vez otro idioma y eso me ponía nervioso.
—Está bien, comienza a hablar de sus nervios. Continúe.
—La tía clementina influyó en mi decisión de con quién casarme; y secundó siempre mi determinación a la hora del divorcio.
—Muy bien. Pero no se desvíe del tema, por favor.
—Cuando maté a esa chica pelirroja, fue por orden de ella.
—¿Únicamente le ordenó matarla a ella?
—No. También a las otras chicas.
—¿Las otras cuatro chicas?
—A las otras nueve chicas.
—Muy bien señor, Hernández, ¿puede decirnos dónde están esas otras chicas que asesinó?
—Si me da un mapa, sí señor.
—Y ¿puede decirnos dónde está la tía Clementina?
—No, señor.
—¿Por qué?
—Es un secreto.
—¿Es un secreto dónde vive?
—No, señor. Su secreto es que ella no existe.
Tenía varias semanas sin escribir en mi laptop, iba a cumplir un mes, le encendí sin ningún problema, abrí mi correo y entre a mis redes sociales, luego noté algo extraño en el teclado, que faltaba la letra “H”, luego noté que mis archivos estaban movidos, eso me hizo poner alerta, seguí chequeando si había algo más fuera de lo común. Empecé a revisar para saber la fecha que habían entrado a mi laptop, la última fecha indicaba anteayer. Bueno no quise darle más importancia. Hasta que pasaron dos días, y descubrí que iban a publicar un libro, al comienzo no me llamo la atención, ni siquiera el autor que misteriosamente se había puesto el Sr H., luego que leí el resumen, reconocí que era uno de mis borradores, revise bien, era exactamente el resumen de mi borrador que yo mismo había hecho, ni siquiera se había molestado en alterar alguna palabra o cambiarle algún tipo de signo de puntuación, ni un punto menos ni una coma menos, todo exactamente igual. Decidí llamar a las librerías que andaban vendiendo este libro, lo compre, comparé con mi borrador y era igual. Llamé a la editorial que había publicado el libro, solicité me dieran más información del escritor, me indicaron que para que el escritor firmara el contrato había pedido que su identidad se mantuviera en secreto. Tras cortar estaba tan enfurecido por aquel plagiador que casi destrozo mi laptop. Me calmé y decidí ir a visitar esa editorial, como sea quería revelar la identidad de este escritor, así que llevé mi laptop.
La recepcionista de la editorial fue muy amable a recibirme, pedí hablar con el director, se disculpó que este no pudiera atenderme si no tenía cita, que podía programarme una, no hice caso, así que busque la oficina del director y entré sin anunciarme, vociferando que si no era atendido los denunciaría por plagio, tras de mi estaba la recepcionista, ella le pidió disculpas al director, el hombre de bigotes, algo rechoncho de aspecto de tener cincuenta años, le pidió nos dejará solos, me pidió me calmara, luego me dejo hablar, le explique que era escritor, le mostré mis trabajos que tenía en mi laptop, le dije que hace un mes no había usado mi laptop, de pronto veo que habían publicado un libro idéntico a un borrador que yo tenía, antes de mostrarle la prueba, él estuvo revisando mis trabajos, le parecieron bueno, me dijo porque no había publicado antes con ellos. Quedé en shock cuando descubrí que el borrador ya no estaba, empecé a sudar frío, el director me pidió me calmará, incluso me sugirió reunirme otro día para ver mis futuros trabajos y publicar algo con ellos, le dije que lo único que me interesaba saber la identidad de aquel escritor, él suspiro, me dijo que tenía cita con el Sr H. la siguiente semana, me citaba a mí para una hora después, le preguntaba al otro escritor si podía reunirse conmigo, dependía todo de la respuesta del otro escritor, acepté.
Paso la semana, yo sabía que la cita con el otro escritor era a las 3 pm y la mía a las 4pm, yo fui a las 2 y 30 pm, porque asía podría descubrir a ese ladrón, sorprendentemente la recepcionista me recibió con amabilidad, pasó media hora y no vi llegar a nadie, salió el director diciéndome:
-¡Llego el Sr H.!-me sentí confundido, como pudo entrar sin haberlo visto. El director me estrecho la mano y me llevó a la sala de las reuniones, donde había una mujer en la sala, y en medio de la sala una pequeña caja de lona, pensé que era ella, pero me la presento como la jefa de Marketing, la sala tenía un gran espejo, en eso el director abrió la pequeña caja, y ahí estaba la tecla de la letra “H”, y el director me mira y me dice:
-¡Bienvenido, Sr H.!
Artemio estaba enamorado y la gente del pueblo hacía broma y guasa porque estrenaba un sueño. Era el loco del pueblo, el niño no crecido. Personaje necesario en todo acto de crueldad.
Vestido de blanco, decía ¡Si! En la época en que las mujeres van de un lado a otro tras Iphons o cerveza.
Era realmente ridículo. La chica se revolcó por menos; pero para él fue el más maravilloso instante en la vida.
¡Un anillo para comprometernos! Tomó aquella devaluada moneda mexicana botándole el centro.
Parecía oro ¡Como el de Cuauhtémoc! , además... en su sueño esas cosas sí pasan ¡Si pasan carajo! ¡Ella le dio un beso!
Fue a buscar a la chica que la noche anterior durmió a su lado. Estaba fría, no quería despertar. Lo esposaron mientras reían ¡Era tan cómica la desnudez! ¿Viste al tipo?
¿Quién le habrá matado?
_No, ¡Nos casaríamos!
Saca la moneda en el ministerio público y los agentes de seguridad la observan incrédulos.
Yo conocía las noches de cielos transparentes, azules, sin luna, luna creciente, llena y menguante. Había dibujado media-lunas en mi cuaderno y en las cartas que te escribía. Adoraba la que llevaba colgada al cuello con tu nombre.
No me gustaban las noches sin luna. La luna era amiga de los enamorados, decías mientras me besabas los ojos y mirabas el horizonte.
Nos encantaban los cielos sin nubes. Caminábamos tomados de la mano por la playa, bajo soles de verano.
Y en invierno, habíamos aprendido a reconocer los cielos que presagiaban tormentas, nieve y granizo. Los cielos grises de lluvia, los blancos cargados de neblina, los celestes: llenos de esperanzas.
Nos tendíamos sobre la hierba para ver a las golondrinas cuando regresaban a casa. Por las noches, al mirar las estrellas soñábamos con otras galaxias; y a veces nos cruzábamos con luciérnagas en esos viajes de luz.
Nuestros cielos se complementaban; los sabíamos pintar con besos y caricias.
No conocía las noches sin cielo; esa oscuridad absoluta que se mete en el alma y paraliza los sueños y las ganas de vivir. Ese hueco profundo en la mente que no reconoce futuro y se queda preguntando sin palabras cómo seguir.
Hasta aquel día.
Desde entonces, no he vuelto a ver el cielo. Miro a las estrellas que cuelgan de la noche suspendidas de hilos negros. A veces se desprenden y caen en la absoluta tristeza, como yo.
Título propuesto: La vieja estación
MarceloArrizabalaga,31.10.2017
Un texto conmovedor Godiva.
MarceloArrizabalaga,15.11.2017
La vieja estación
La vieja estación era un lugar de juegos para nosotros. Vivíamos muy cerca, el gordo Ramón casi enfrente y yo a la vuelta. Nos encontrábamos a la salida de la escuela, después de tomar la leche. El tren era puntual; cada diez minutos bajaba gente que volvía de sus trabajos. Mi papá viajaba en el tren de las seis y el de Ramón llegaba a las siete. Entonces nos íbamos con él que siempre me acompañaba hasta mi casa. Un día no llegó. El gordo y yo lo estuvimos esperando hasta que apareció su mamá llorando y nos llevó a nuestras casas.
Al otro día fue el velatorio. Ramón tenía un lazo negro en el brazo. Estuve un rato y me tuve que ir porque tenía ganas de vomitar. Desde ese día no soporto el olor de las flores.
Encontré la carta debajo de mi laptop en la oficina. Me causaron sorpresa e inquietud las marcas que tenía en un extremo. Parecían las iniciales de mi nombre.
Era una carta de tarot que representaba a la justicia. La arrojé al cesto de la basura y observé a los demás para ver si alguno se estaba fijando en lo que yo hacía.
Pablo me miró y sonrió. Me pregunté si todavía estaría molesto. Yo lo había rechazado en aquella cena de fin de año. ¿Esa carta sería una señal?
Luisa se acercó para entregarme un informe. La extraña expresión de su rostro me asombró. Estaba seria y apenas me dirigió un par de palabras. Recordé una discusión entre nosotras. ¿Seguiría ofendida?
Continué mirando a mis compañeros. Descubrí que todos tenían algún motivo para sentirse molestos conmigo. Comencé a analizar mi conducta. Tal vez la manera de relacionarme con ellos no era correcta; la gente merecía un trato más cordial que el que yo le dispensaba.
De alguna forma los ofendía, me faltaba tacto, era demasiado frontal. Comencé a sentirme torpe y desubicada. Si seguía así, todos se alejarían, me quedaría totalmente sola.
No me gustaba la soledad; necesitaba aprender estrategias para relacionarme mejor, ser más diplomática, incluso decir alguna que otra mentira de vez en cuando.
Mientras pensaba en todo eso, se acercó Ana y me preguntó: -¿Original la invitación? ¿No?
-¿Qué invitación? -dije
-¿No la recibiste? Juan la dejó sobre nuestros escritorios. Son como cartas de tarot. Es para una fiesta de disfraces. En el reverso lo explica. Hay que vestirse según la carta que te toca; yo me voy a disfrazar de luna...y vos?
Personajes importantes en la exterminación. Página 8. La extinción:
Hay una droga nueva a la que llaman hielo con la que se está haciendo mucha plata. Los narcotraficantes ya no quieren perder dinero en sembradíos y traslados por lo que ahora se dedican a la producción con químicos. El mundo está cambiando. Ser insensible está de moda.
Lo curioso de esta moda es que quien produce no consume. Bien se sabe lo perjudicial que puede ser tanto veneno, pero bueno '¡Edúquese!' Dijo aquel hombre cuando preguntaron por los niños en las escuelas y el número de muchachos que echaban la moneda al aire apostando a un fracaso inminente.
Al dueño de tal imperio le decían: 'El hombre de hielo', porque no le temblaba la mano para ejecutar a traidores y malas mañas. Muchos niños intentaban imitarle cantando los corridos que se reproducían en radio y todo tipo de transmisores. Fue llamada la era de la extinción porque cuando pierdes los sentimientos lo pierdes todo y ellos perdieron el planeta.
En medio del silencio alcanzo a escuchar el ruido de los insectos. Tal vez alguna araña está devorando una cucaracha que se precipita en la cloaca dispuesta a conseguir algo que comer. No consigo dormir, y mañana yo también debo sumergirme en mi cloaca para sobrevivir.
Una sábana sucia cubre mis huesos cansados. Fumo un cigarrillo para matar el tiempo, pero solo consigo aumentar la sensación de hastío y soledad. Me levanto de mi viejo camastro y busco el apoyo de la pared más cercana. Enciendo la luz; mis retinas se sorprenden ante el cambio abrupto. Pienso que desearía tener un interruptor que pudiera darme un descanso; quiero apagarme por unas horas.
Necesito que el sueño me evada de la realidad, olvidar que este cuerpo dolorido debe levantarse muy temprano para iniciar la rutina con la cual consigo adquirir la sensación de que estoy haciendo algo con mi vida.
Bebo un poco de agua en un vaso de dudosa pulcritud, apago la luz y me recuesto mientras los insectos deciden si ya es hora de devorarme. Los escucho debatir acerca de este ser estereotipado que se mueve por inercia.
Los ignoro y me hundo en fétidos pensamientos infectados de culpa y sinsentido.
Suena el despertador, me espera la monotonía para regalarme otro día de asfixiante seguridad.
Reemplazo la palabra consigo de algunas frases por: logro, puedo, etc.
Título propuesto: Premonición
MarceloArrizabalaga,15.12.2017
Enhebraba la aguja de colchonero con prolijidad y paciencia. Me estaba haciendo cargo de la alegría vivida la noche anterior.
Una agitada guerra de almohadas había tenido lugar en el dormitorio.
No puedo precisar como comenzó. Quizás alguna cara de picardía. Un falso enojo. Y la batalla estaba declarada.
Fue muy divertido. Cuando decidimos parar por estar ya demasiado agitados, pudimos sentarnos y con las miradas hacer un reconocimiento del terreno.
Cientos de pedacitos de no se qué (ese relleno que se usa en las almohadas) se encontraban diseminados por toso los rincones.
Acordamos que ella se encargaría de barrerlos y juntarlos, para que yo después de introducirlos en las almohadas me tomara el trabajo de coserlas de nuevo, ya que según ella mi “fuerza bruta” las había abierto en la costura.
De pronto tuve una premonición. No me sirvió de mucho pues al levantar la vista la vi venir veloz. Era la primera almohada que ya había reparado que se acercaba con la velocidad del rayo hacia mi cabeza.
No sé, tal vez debimos declarar y firmar la paz para evitar que las hostilidades tomaran curso nuevamente.
Como sea…
El recolector de sueños pasa todas las noches. Con su bolsa llena de fantasías se dirije al centro general de sueños que se encarga de reciclarlos una y otra vez.
Descubrí su tarea por casualidad; es que hay cosas que solo pueden verse si se presta mucha atención. Además hace falta cierta capacidad de creer en aquello que los demás se niegan a ver.
Lo vi por primera vez unos días antes de navidad. Creí que era Papá Noel, y tuvo que explicarme la diferencia. Ese día se llevó un sueño muy especial. Yo soñaba con pasar la navidad con el abuelo Ricardo, que se había ido al cielo.
Cuando nos dijo que había niños que no tenían sueños comprendí por qué era importante reciclarlos. Poco a poco se les devolvía la capacidad de soñar.
Me entusiasmó tanto su trabajo que durante las noches que siguieron estuve tan pendiente de su llegada que no podía dormir. Y tampoco soñar.
Entonces ocurrió algo muy extraño. Me quedé dormido en la mesa justo en nochebuena, y soñé con un duende muy extraño. Tenía la capacidad de convertir los deseos en realidad. Cuando desperté, el abuelo Ricardo estaba sentado a mi lado.
El recolector de sueños me miraba sonriendo, mientras guardaba en su bolsa mi sueño nuevo.
Relacionarse con los demás le costaba mucho. Sus ideas eran un poco extremistas y los temas que le interesaban aburrían a la gente.
Deseaba tener amigos, pero nadie le prestaba atención. Intentó escribir para volcar sus conflictos en el papel, pero seguía insatisfecho. Sabía que todo ser humano necesita compartir sus pensamientos para sentirse pleno.
Finalmente encontró la solución.
Ahora conversa con su otro yo, que siempre le responde y alienta. Por fin se siente en paz.
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Llegué a la conclusión que comerme un buey con un kilo de papas fritas y dos kilos de helado para el postre es un abuso y puede caerme indigesto. Ahora encontré el equilibrio y almuerzo con medio buey, medio kilo de papas fritas y solamente un kilo de helado de postre.
-Los hijos siempre suelen hacer algún reproche -dijo mi psicólogo -es normal.
Le había explicado el problema tratando de ser clara y objetiva. Suelo sentirme culpable con bastante frecuencia, y algunas palabras pronunciadas por mi hija rondaban por mi mente y me hacían sentir mal.
-El problema no es su hija -repetía mi terapeuta -la que se carga de exigencias es usted.
-Pero no es sencillo escuchar cómo se queja todo el tiempo.-le respondí enojada.
-A ver, cuénteme.
-Dice que para mí todo es fácil.
-Ajá. ¿Y eso es verdad?
-No sé. Estoy a gusto en mi trabajo, y también con la relación que tengo con mi nueva pareja, por ejemplo.
-¿Le va bien en todo eso? La felicito -dijo sonriendo con cierta ironía.
-Bueno. A veces surgen algunos roces.
-Que usted le oculta muy bien a su hija...
-No quiero que se preocupe por mí. Está en una etapa complicada. Quiero que estudie, que disfrute de su adolescencia.
-También podría mostrarle que usted no es perfecta,y que sufre como todo ser mundo.
-Pretendo ser un buen ejemplo, nada más. -le dije mientras retocaba mi maquillaje. La imagen que me devolvió el espejo en ese instante me reconfortó. El nuevo labial combinaba a la perfección con el esmalte de uñas, y el color que llevaba en el pelo iluminaba mis ojos grises sabiamente maquillados por mi experta mano.
-Insisto, podría mostrar sus imperfecciones y conflictos.-dijo mi psicólogo mirándome a los ojos.
Me acomodé los pliegues de la falda tratando de evadir el tema.
-No sé. Tal vez lo haga algún día -le dije sin convicción.
-Sería conveniente para las dos.
-Le prometo pensarlo -mentí al levantarme de la silla dando a entender que deseaba terminar la sesión.
-¿Nos vemos el lunes?-preguntó él
-Sí, el lunes.- respondí.
Mi terapeuta me acompañó hasta la puerta como siempre. Me saludó con un abrazo, algo que no hacía habitualmente. Era su manera de decirme que todo iba a estar bien.
Llegué a casa. Secretamente toqué la horrible cicatriz que mantengo oculta de Ana. Es un recuerdo que su padre me dejó justo antes de abandonarnos.
Ignoré todas las señales. Y eso que hubo muchas. No quería reconocer lo evidente. Era una especialista en eso de negar la realidad. Sé que en aquel momento lo hacía porque tenía miedo.
Bueno, ahora no importa. Supongo que fue una elección inconsciente. Preferí refugiarme en mi ignorancia; hacer como que no sabía lo que iba a ocurrir. No quise o no pude prepararme para tu partida.
Te fuiste de un momento para el otro.
Recuerdo que era lunes. Yo regresaba de dejar a Marita en el jardín. Había hecho algunas compras, y cuando abrí la puerta vi las maletas en medio de la sala.
Intentaste darme una explicación, pero no pude escucharte. Me seguiste hasta la cocina, y mientras yo acomodaba las provisiones en la alacena, tu voz estridente continuaba con las excusas.
Había demasiadas conservas y cajas; algunas se derrumbaron y terminaron desparramadas por el piso. Quería arreglar aquel desastre, pero me temblaban las manos y el corazón.
Tu monólogo seguía con un énfasis que me hacía daño. Quise hablar, pero tenía un nudo en el alma.
Miré por la ventana; el otoño había empezado a dejar sus rastros en el jardín. Soledad y abandono rondaban amenazantes tratando de ingresar a la casa.
Finalmente las dejé entrar, y entre las dos ocuparon el vacío que dejaste.
Me encontraba improvisando el final del discurso.
Parado sobre la lujosa tarima del escenario en la sala de conferencias del Hotel Royal, intentaba concluir con un puñado de frases impactantes el ensayo sobre “La construcción del éxito en nuestras vidas” que era el tema del momento para muchos y por el que me habían rogado para que realizara.
Mi auditorio se encontraba formado por lo que la sociedad actual se esmera en destacar: ricos empresarios, poderosos magnates de los medios de comunicación, descollantes deportistas de élite, etc., etc.
Por alguna misteriosa razón, mi último libro de cuentos, se había convertido en un fenómeno editorial, y arrasaba con los números de ventas.
De la noche a la mañana era (muy a mi pesar) un personaje mediático. Creí que si concedía este discurso para la mentada convención, tal vez me dejarían tranquilo por un buen rato.
Dudaba que tanto admirador hubiese leído mis cuentos, y sospechaba ser uno más de los que temporalmente satisfacen sus ansias de acercarse a los famosos.
Todos estos confusos pensamientos, me salían al cruce desde un torrente en mi mente y desbarataban mi improvisación. Fue entonces cuando me vi detenido en una frase que intentaba ser la final:
Ya ni recordaba la anterior. Sudaba la gota gorda mientras una platea alucinada esperaba un remate con estilo y seguridad.
Lejos estaba de poder hilvanar algo así.
Comenzaba a ser invadido por una sensación de pánico, cuando irrumpió un recuerdo de algo que contara mi padre en mis tiempos de adolescente.
Se trataba de un discurso de campaña política realizado en el entonces “pueblo” de Plaza Huíncul, de la provincia de Neuquén.
Un candidato semi-alcoholizado remataba su exposición con una frase vacía que a mi padre le había resultado desopilante.
Me recompuse entonces recobrando una postura que más que erguida se veía altiva y orgullosa. Carraspeé y arremetí muy seguro:
- ¡Y esta gran verdad, continuará resonando en nosotros! ¡¡¡como el eco cierto de nuestras realidades políticas!!!
Estalló una gran ovación en la sala, acompañada de aplausos, sonrisas y gestos de aprobación.
Me palmearon efusivamente la espalda mientras era conducido hacia la parte trasera del escenario.
- Este discurso triplicará tus ventas - me dijo al oído mi extasiado editor.
Como si pudiera observarme a mí mismo desde arriba, pude verme pensativo sentado en un sillón algo apartado en el hall del hotel. Un mozo se me acercó dejando en una mesita continua un vaso de whisky.
Mi editor se ocupaba de presentarme las personalidades del momento para que estrecharan mi mano.
Fingí sonrisas y hasta intercambié alguna frase de elogio que me sonó muy falsa.
Seguí observándome desde lo alto cuando ya quedé solo.
El whisky, el primero en adentrarse en un cuerpo mucho más acostumbrado al mate y al amargo serrano, terminaba por dejarme adormilado.
Vi cómo media hora más tarde mi editor me ponía en pié y me llevaba hasta un taxi que esperaba con la puerta abierta.
Al llegar a casa era depositado en los brazos de mi esposa. Ella a su vez me conducía hasta nuestros aposentos.
Contemplé casi como un intruso espía, las caricias que ella me prodigaba con ternura, antes de acurrucarse a mi lado.
En la mesita de luz, reposaba un ejemplar de mi última colección de cuentos. En su tapa (que era dura ya en esta última edición de lujo) podía leerse:
Título propuesto por Marcelo_Arrizabalaga:
El momento presente
Nada, absolutamente nada me hace tan feliz como verte aquí nuevamente. Ha pasado el tiempo y sin embargo tu piel se mantiene tan suave como entonces. Hay algo de ti que me atrae, me hace sentir lo que sucede. Hoy al igual que ayer quiero despertar encontrándote a mi lado. Sí, no te rías, me dirás que el paso del tiempo es inquebrantable, que ambos elegimos caminos diferentes y opuestos. Cada uno me hizo su vida. Cada uno siguió su destino. Lo sé. Pero hoy es hoy, y no quiero detenerme en el ayer. Por alguna rara circunstancia de la vida volvemos a encontrarnos. Libres estamos de vivir este momento presente.
Me encontraba apagando el fuego después de dormir bajo las estrellas. Mi tienda de campaña me esperaba a un costado para cobijarme en su bolsa de dormir.
Eché un último vistazo al cielo.
Las estrellas hermosas rebosaban de luminosidad.
Con una velocidad asombrosa un juego de luces se acercó desde algún lugar en el infinito espacio.
Vistas más de cerca, tenían la forma de platos. Giraban lentamente y en sus bordes luces de colores variados se alternaban en modo prendido y apagado.
Un haz lumínico salió desde el centro de una de las naves y se posó sobre mi cuerpo.
Algo extrañado por no sentir miedo en absoluto, fui abducido por él.
Ya en el interior mi cuerpo se desvanecía para transmutar en una forma humanoide del mismo tipo de los seres que me rodeaban. Me sentía extrañamente en familia.
De forma telepática, me dieron la bienvenida y tomaron toda la información por mi acumulada
durante años.
Uno de ellos, que parecía dirigir el grupo, sonrió y me dijo:
- Descansa ahora. Regresamos a Marte.
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Título propuesto: Atardecer
juancarlosII,20.10.2018
Atardecer sobre el Atlántico
Apenas distingo tu silueta sobre la cama. Con la mano abierta palpas el espacio donde reposa mi ausencia. Cubro tu desnudez, te beso, te acaricio, te susurro, te confieso más que amor... y tú ni te enteras. No quiero despertarte, pero no sé cómo pedirte que me intercales entre tus sueños.
Desde la ventana, estoy viendo el cielo transitado de nubes perforadas por los últimos rayos de la luz del sol. Las casas caen en cascada desde el médano, e imitando a una irregular escalera descendente de tejados rojos, se pierden en un colorido mosaico espejeado en el mar inquieto, donde la marejada juguetea con una barca anclada galopando dentro de la bruma.
El atardecer unifica todo aquello que mi vista es capaz de distinguir. Es la pantalla adecuada para colmar mis ojos sin cansarlos. Es la morada silente donde reposa mi alma para renovarse y emprender el viaje hasta el próximo sueño.
Las sombras y el silencio invaden. Tritón, ya está haciendo sonar su caracol para calmar al océano y los gigantes se echen a volar. El fondo del Atlántico se viste de inminente oscuridad, lo último que mis oídos detectan, son bandadas de gaviotas rasgando el firmamento rumbo al reposo. No hay luna, las aguas son un inmenso ojo negro. En el rumor de las olas, percibo parpadeos trayendo algas... insistentes, babeando espuma en cada exhalación sobre la resaca de la playa.
¡Duerme, descansa amor mío! el mar lo veremos mañana. Caminaremos despacio sobre la arena mojada, y mirando hacia el saliente, buscaremos el camino que nos lleve al centro del universo. Allí es adonde iremos.
Amalia y Luis vivían en la calle Güemes del pueblo de La Loma. Luis era estéril por lo que consideraron adoptar un niño. Ya habían pasado siete años de matrimonio y, cuando lo decidieron, no fue tan fácil, ni tan rápido. Fueron al Juez de Paz. Se anotaron, pero la lista de adoptantes era inmensa y estaban muy ansiosos de ser padres.
Al tener conocimiento de que una joven adolescente de trece años estaba embarazada decidieron albergarla en su hogar hasta la ocasión de su alumbramiento.
Estuvieron con Edith ocho largos meses, dándole de comer, llevándola al obstetra, y prodigándole cariño, sabiendo que el fruto de su vientre se quedaría con ellos.
Edith aceptaba con resignación. Las comodidades de la casa no eran muchas, pero había baño con ducha. De donde ella provenía el baño estaba afuera de la casa.
Pasaron los meses y nació Santiago.
Amalia ni bien lo vio, lo empezó a amar.
Su deseo más primitivo era ser madre, aunque no fuese de su propio vientre.
Edith ya había tomado una decisión, cuando sintió los breves aleteos en su panza, pero no le comunico nada a Luis ni a Amalia.
A pesar de todo la respuesta de Edith no tardo en llegar.
Se quedaría con su hijo, y volvería al lugar donde había nacido, con su padrastro, su violador.
La casa de papel
Una casa de cartón es un hogar aunque no lo parezca. Hay un padre y una madre que disfrutan estar solos por las tardes y ya más tarde se juega al dominó alumbrándonos con un quinqué. Las casas de cartón son calientitas en invierno y ya en verano sacamos los catres de manta al patio. Mi amiga Lucero vive en una casa de material blanca con tejas rojas. Es una casa hermosa, pero lo más lindo es como alumbra la energía eléctrica. Además... tienen televisión.
Mi casa es negra porque la brea en el cartón lo hace resistente al agua. Creo lo ponen para cuando llueva y debía sólo ir en el techo, pero los pobres del mundo también lo usan en la pared aunque no recuerdo que lloviera de lado.
Título propuesto: De cuando nacían los niños muertos.
Se acercaba el fin de una era. Los justicieros del orden y la tradición, moraban por los alrededores.
Por décadas habíase establecido una franja revolucionaria, en paz y armonía, cosechaban sus propias verduras, y comían sus vegetales, entonaban canciones melodiosas, pero a su vez había un entendimiento entre las familias. Todos tenían relaciones entre sí. Los maridos con las esposas de otros, y las esposas con los maridos ajenos.
Según la regla o menstruación sabían las mujeres a quién iba a pertenecer ese vástago, porque la educación sexual era muy abierta y estaba instalada la norma de usar la pasión, y no solo para reproducirse.
Eran fieles a esas costumbres hacia décadas, y había rencillas, por supuesto, envidias, y traiciones sin que eso afectase la armonía de los lugareños.
Había mujeres avasallantes, perfectas, hermosas, que gozaban de su plenitud sexual. Los hombres estaban furibundos de que a ellas se les permitiera esas reglas. Solo ellos podían dominar a las féminas. Igualmente transcurrieron años. No falto la zozobra y la inquina.
Los niños nacían y pertenecían solo a las madres. Los padres aportaban sus genes y admitían la paternidad solventando y brindando comida a todos los descendientes por igual.
Hasta que un día cayó algo del cielo, que no pudieron identificar. Era una piedra muy rara.
Los que la vieron caer fueron los forajidos, los justicieros, y siguieron su rutina como si nada.
No comentaron nada con nadie y siguieron cazando a los animales y comiendo carne.
Pero algo había cambiado en el aire.
Se había producido un derrame de alguna sustancia toxica, de la cual ninguno tenía conocimiento.
Solo se rumoreaba de sus eventuales y catastróficas consecuencias.
Los forajidos amantes del orden y la moral, se reunieron en asamblea para hacer una serie de recomendaciones generales, – que no estaban de acuerdo con las practicas amorales-, y que sucederían castigos por infringir los cánones naturales de dios.
Así pasaron los meses, y las mujeres revolucionarias, mostraban incapacidad para retener a los niños. Se producían abortos espontáneos, o nacían a y al cabo de varios días morían, y así quedo en la historia de cuando nacían los niños muertos.
No fue la transgresión ni el incumplimiento de las normas de la sociedad, tampoco un castigo divino, sino que un meteorito radioactivo habíase desprendido de un experimento y termino asolando a la población de esa extraña y peculiar comunidad.
Titulo propuesto
La rabia
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