Gracias Aristidem0
Invito a participar en un mini-reto cinematográfico.
Requisito: incorporar la descripción de una escena de
película a un texto prosa libre de no más de 600 palabras
Este mini-reto cinematográfico comenzará cuando se hayan
comprometido a participar al menos 8 cuenteros.
La idea es que cada uno elija SU escena inolvidable y la introduzca su texto (no youtube) Si quiere al final del texto puede dar el link de la escena pero no es obligatorio.
Estoy en "rodaje de la idea. Veremos si funciona así la primera vez, después podremos cambiar opiniones .
La idea es que cada uno elija SU escena inolvidable y la introduzca su
texto b(no youtube)/b Si quiere al final del texto puede dar el link de la
escena pero no es obligatorio.
Dos participantes más y comenzamos
desde hoy 22 hasta el 30 de septiembre queda abierta la recepción
de textos en mi libro de visitas en privado.
El tema es libre pero debe contener la escena de película que
quieran. El titulo irá seguido por el título de la escena de
película que contiene el texto.
No voy a ser muy rígida con la extensión pero saben que los
textos largos no se adaptan a un reto. Yo propongo 600 palabras con manga
ancha. No voy a controlar pero por favor no se excedan demasiado.
Demasiado es mil
Los textos se publicarán aquí a medida que se presenten.
Pueden participar todos los cuenteros que lo deseen
Dejen este foro libre para los textos, cualquier pregunta o idea en mi libro de Visitas por favor.
Habrá una votación de dos dias. 1 y 2 de octubre
Daré entonces más detalles.
Por ahora Listo.... ya..
El tema es libre pero debe bcontener la escena de película que
quieran. El titulo irá seguido por el título de la escena de
película que contiene el texto.
A lo mejor no fui clara , no sé, acabo de recibir un texto que no tiene nada que ver con una escena de película y al final se señala el link de una escena que no tiene nada que ver con el texto.
Pruebo a expresar mejor lo que se espera de este reto
1 un titulo seguido por el título de la película de la cual se usará una escena
2 texto libre dentro del cual debe estar la escena elegida
3 el link que se subirá de you tube se relacionará con la escena escrita pero bno es obligatorio/b
4 por si sigue siendo poco claro un ejemplo: Juan está en su casa, mira la televisión, hablan de un accidente . Inmediatamente asocia ese accidente a la famosa escena del acorazado Potiemkim en la que.............
o algo por el estilo...
Yo creo que los cuentos publicados aquí no deberían tener más que el título, no de qué película es la escena. Que lo sepas tú, la organizadora, está bien, para que luego, cuando se sepa el cuento ganador, se diga de qué película es. Pero para el concurso mejor que no, que no sepamos a qué película se refiere. Así tendrá el aliciente de que no sepamos a qué película se refiere y que sea el cuento el que se defienda por sí solo.
Uuuuy, yo ya había empezado a escribir y no lo había hecho de la manera en que indica esta segunda instrucción y no sé si entonces, bajo este nuevo criterio tenga "algo que ver" o no.
Tampoco lo metí en otro texto libre... en fin. Lo hice todo mal. No sé si me dé tiempo de empezar otro.
No entiendo qué les pasa. No hay segunda instrucción En la primera comunicación de este foro dije de que se trata . No modifiqué nada. Creo que el hecho de que se empezaron a incorporar escenas de you tube provocó confusión
O.k bienvenido negroviejo
Amigos,empiezan a llegar textos. Traten de hacer conocer la iniciativa.
Publicaré cada tres textos que se presenten para facilitar la
lectura antes de la votación
No estás fuera de plazo tora_tora. Y si Ninive está de acuerdo, ocupas mi lugar.
Como no va a ser el último ( eso espero), porque la idea es muy buena, para el próximo, ya puedes anotarme a mí, ninive. Para éste ya se cuenta con un muy buen número de participantes, y el próximo necesitará también una buena participación.
Jonathan cursa el tercer año de Ciencias Físicas en una reconocida Universidad, gracias a sus sobresalientes calificaciones escolares obtuvo una beca estatal, hijo menor de madre soltera, sus escasos recursos económicos los obtiene trabajando en tiempos de cosecha, como temporera, y en la feria libre de frutas y verduras la mayor parte del año, cuatro hijos varones, cada uno, el fruto de amores esporádicos.
El hijo mayor trabajó como obrero de la construcción y completó sus estudios secundarios en un Liceo vespertino para luego ingresar como voluntario al Servicio Militar, los dos que le seguían solo alcanzaron estudios de enseñanza básica, no eran aplicados como su hermano mayor, había escasez y necesidades por lo que decidieron acompañar a la madre en su esforzado trabajo y de este modo permitieron a Jonathan hacerse dueño de su propio destino.
Su innata humildad además de su inteligencia y disciplina, provocaban en sus compañeros displicencia y el acoso permanente, él lo aceptaba, su compromiso era otro.
Al término del semestre académico, Jonathan y sus compañeros rindieron una prueba escrita, los resultados en general fueron nefastos y aprovechando un descuido del profesor, tres alumnos robaron las pruebas y las arrojaron en los sanitarios. Hubo confusión entre el profesorado y el Rector, comenzaron los interrogatorios, Jonathan había sido testigo del robo pero había recibido una calificación de excelencia, no ameritaba hacerla desaparecer, los verdaderos culpables eran intocables, sus padres, poderosos empresarios, benefactores del establecimiento estudiantil.
Al día siguiente del malintencionado suceso, el aseador de la Institución universitaria encontró los baños inundados, las pruebas sustraídas por los jóvenes habían estancado el paso del agua y flotaban en medio del desconcierto, informó la situación y la rectoría decretó un comité de disciplina.
Denunciados por una profesora que se encontraba muy cerca del área de servicios inoportunamente, fueron citados acompañados de sus apoderados los tres jóvenes culpables y Jonathan, que solo había estado en el lugar incorrecto en el momento menos adecuado.
El no contaba con un apoderado, se presentó solo ante el comité, esta situación posibilitó que sus compañeros responsables del incidente fueran mejor respaldados por sus acaudalados padres y el Rector. Al ser interrogado y amenazado con el término de su beca, Jonathan musitó respuestas vagas, imprecisas, que agravaban la ira del demandante, pero él se obstinó en mantener reserva y fidelidad a su código de honor, no era un soplón, sus compañeros podrían esconderse en los bolsillos de sus padres, no vendería a nadie para comprar su futuro.
Inesperadamente alguien se sentó a su lado, en el sillón desocupado destinado a su apoderado.
_ ¿Y, usted quién es?_
Preguntó, muy molesto el Rector.
_Cabo de infantería de Alta Montaña Bryan Soto Loncomilla, hermano mayor de Jonathan, he venido a representarlo. Jonathan no necesita títulos ni bienes para ser un integrante más de ésta Universidad, él por si mismo ya lo es y lo han inculpado por una falta que no ha cometido, los verdaderos responsables sonríen con cinismo amparados por su condición social y económica, a mi hermano, ustedes, le están destrozando el alma.
Soy un sobreviviente de la tragedia en donde cuarenta y cuatro jóvenes soldados, más jóvenes que los que aquí se encuentran presentes, murieron congelados bajo una fuerte nevazón cordillerana, otros sobrevivieron para ser amputados, vi piernas congeladas, y brazos, y manos, pero no hay nada más desolador que un espíritu amputado, no hay prótesis para el alma. Están ejecutando su alma porque no es un joven de su elite universitaria. El no va a delatar a nadie, y eso se llama integridad, coraje, eligió el camino correcto por el principio que conforma su carácter, su futuro está en sus manos, un futuro valioso.
Los hará orgullosos un día.
Lo juro_
Se produjo un silencio solemne al término del discurso del cabo Soto Loncomilla ante la Asamblea presente, el Rector que la presidía ordenó a los profesores reunirse privadamente para emitir su veredicto, ellos solo se agruparon sin alejarse del estrado, percibiendo en el secreto lenguaje de la mirada que entre ellos se transmitían, su coincidente resolución.
Habían escuchado hablar a un soldado, de honor, de la encrucijada entre el poder y la ausencia de valores, de cómo se forma un líder, de la educación y la templanza, de la fuerza de un alma intacta e inocente de los cargos imputados. Para ellos, docentes académicos, una disertación valerosa y sincera sobre una de las grandes verdades de la vida.
La libertad, la fuerza interior y la integridad que otorgan los valores morales, no se compran ni se venden, están escritas en el alma.
“La vida… ¡La vida!”, dijo Inger susurrando con fervor mientras se abrazaba a Mikkel, su marido, quien la sostenía entre sus brazos con una sonrisa contenida, una de esas sonrisas que dudan entre romper a reír a carcajadas o llorar, o ambas cosas a la vez. Inger miraba al vacío, los ojos claros bañados en lágrimas, agradecida e incrédula, hipnotizada ante una realidad que hasta hace unos instantes le había sido negada. Seguía sentada en el ataúd, en su ataúd, vestida impoluta de blanco, con las mejillas de nuevo encendidas. El rostro de Mikkel estaba marcado por los surcos de las lágrimas derramadas durante el velatorio, durante todo aquel abismo de tiempo de espera hasta el momento final, el entierro, ahora descartado, huido. Junto a las lágrimas quedaba un rastro, un delgadísimo hilo de saliva que se unía a la boca carnosa de ella fruto de un beso, el beso, lo primero que Inger hizo nada más volver, antes de decir nada, ni tan siquiera de saber el destino de su hijo, fallecido en el parto, o vivo en el reino de los Cielos como le contestó Mikkel cuando ella, tras el beso, le preguntó, un beso apasionado, un beso de dicha ante el inesperado retorno, un beso que mordió con los labios la mejilla de su esposo, de su compañero, de su amante, un beso que dejó ese rastro de saliva que todavía pende como ornato del latente deseo, del amor que ambos se profesan, un amor inentendible sin la piel, sin el contacto, sin la carne.
Fueron tan sólo unas palabras las que abrieron la puerta al regreso, unas palabras pronunciadas por Johannes, el hermano de Mikkel, el loco, la penitencia que toda familia ha de soportar, una familia granjera, saludable, trabajadora, honesta. Pobre de él, pensaron más de una vez, pobre de Johannes que dependerá siempre de nosotros, que jamás podrá valerse por sí mismo, que se dedica a vagar, a ver pasar el tiempo mientras habla como poseído por los evangelios, como si se hubiera tragado la Biblia y su cerebro fuera impermeable a lo que le rodea. Y eso que, cuando entró en la sala del velatorio, el abuelo Morten, nada más verlo, se acercó y le dijo con voz temblorosa por la emoción: “Tus ojos… tus ojos miran como antes… ¡Has recuperado la razón!”. El patriarca quiso encontrar consuelo en ese retorno al mundo de su hijo perdido, así la muerte de su nuera y de su nieto no nato tendrían algún sentido, así podría seguir afirmando que Dios, su Dios, aprieta pero no ahoga. Pero Johannes no parecía dispuesto a consolarle, no le hizo caso. Con la expresión ahogada por la serenidad que da la pena reprochó a todos los presentes, a la familia, al vecino, al médico que la atendió que ninguno de ellos hubiera pedido a Dios por la vida de la yaciente. Soltó una blasfemia, pues, perdonada de forma inmediata porque eso quería decir que seguía loco, que donde Morten había visto razón había un espejismo: era tan sólo dolor.
La habitación estaba prácticamente desnuda. La luz entraba tamizada por unas suaves cortinas que cubrían la ventana. Apenas había sillas para los asistentes, poco más de media docena. En las paredes blancas sólo había un crucifijo, un reloj detenido y un silencio espeso roto a jirones por los sollozos del esposo desconsolado. La voz de Johannes retumbaba pese a no elevarla, como si los muros fueran piel de tambor. Continuó, tras el reproche, despidiéndose de Inger, doliente: “estás condendada a pudrirte pues este mundo está podrido”, se lamentó.
En ese preciso instante la mano de la pequeña Maren, su sobrina, le tiró de los dedos y le dijo en voz baja pero impaciente que se diera prisa. Johannes calló su queja y comprendió. Maren no había dudado nunca de él, no le vio jamás como perturbado, su confianza era total, cándida, todavía sin mácula. El mundo no estaba podrido, no del todo, parenció pensar Johannes, esa tierna mano que se agarraba a la suya se lo confirmaba, era la prueba y el testimonio. Fue entonces cuando se decidió a decirlas, las palabras, mientras Maren miraba atenta a su madre, a sus manos entrelazadas en el que debía ser su último gesto piadoso, manos que, tras unos segundos tensos comenzaron a moverse, a separarse, a abrirse de nuevo al mundo, manos que provocaron que la niña sonriera satisfecha y feliz, sin atisbo de asombro alguno porque no cabía en aquel pensamiento todavía puro la mentira, el engaño, la atrofia de la inocencia que supone la madurez, el desengaño que se alimenta de la tristeza, de los disgustos, de las frustraciones. En aquella sonrisa tan candorosa que hasta se podía permitir el lujo de ser pícara, de reflejar sin pudor el gozo por ver su esperanza cumplida, había luz, luz tan clara y nítida como la del sol de un mediodía de verano, luz que expresaba con la sinceridad más absoluta el rotundo convencimiento de que no podía haber otra cosa en este universo que pudiera merecer más la pena que vivir, nada más allá que la vida... ¡La vida!
El sol ya asomaba tras los edificios del barrio periférico, bajó del colectivo en la esquina de la pensión y sin pensarlo dos veces se quitó los zapatos tacos altos; el dolor de pies que la había martirizado durante horas se alivió instantáneamente. Con un poco de suerte y si aún los vecinos dormían, podría acostarse e intentar dormir un par de horas, se sentía entre agotada y excitada por los momentos vividos.
Con los zapatos en la mano y la cartera colgando de un hombro, cruzó la calle de adoquines y se dirigió hacia la vieja casona devenida a pensión.
La puerta del frente estaba abierta, con seguridad Mariano, el portero y administrador, ya había ido a buscar los bizcochitos recién horneados que le regalaba Laura, la panadera. Laura era la viuda más viuda del barrio, sonrió al pensar en esa mujer que todos los días y con cada cliente recordaba a su esposo muerto hacía más de veinte años pero que todas las madrugadas se revolcaba con Mariano durante un frenético y corto acto sexual que la impelía de alguna manera a seguir viva.
Tratando de no hacer ruido, cruzó el zaguán y salió a la galería dirigiéndose a su pieza, la última de esa pensión o conventillo, o como mierda la llamase la gente del barrio. Abrió la puerta, dejó los zapatos a un costado, rescató de su cartera un pimpollo de rosa y sin encender la luz se tiró sobre la cama que crujió quejosa; la cama estaba tan maltrecha que ya no aguantaba ni el peso de una pluma y ella era una pluma, sí señor, una pluma con curvas, por eso era la bailarina más codiciada en el “Salón Tanguero”.
Cerró los ojos y trató de captar la imagen del hombre con el que había bailado sólo un tango, pero que la había dejado temblando de emoción como a una niña. Era apenas guapo, no muy alto, bien vestido; diferente a los parroquianos que noche tras noche concurrían al lugar.
Lo había mirado con disimulo; entró al local con un joven con quien conversaba en forma animada ¿sería su hijo? Había cierto parecido entre los dos. Se sentaron en una mesa y pidieron champán, ella miró con tristeza su té frío servido en una copa de vino para engañar a la gilada.
En un momento le pareció que el muchacho la miraba y comentaba algo con el hombre mayor, mecánicamente y obedeciendo a la costumbre les sonrió y luego se olvidó de ellos.
Por un largo rato estuvo absorta en sus pensamientos divagando sobre lo injusto que era el destino con algunas personas como ella que no habían tenido muchas alternativas de elección; salvo prostituirse, había hecho de todo para sobrevivir.
La voz masculina se escuchó al mismo tiempo que los primeros acordes de su tango preferido.
 ¿Baila?
 Si – respondió - es mi trabajo, tuvo deseos de agregar, pero se contuvo al ver que era el hombre que la había impactado.
Con delicadeza la guió hasta la pista, mientras los acordes de ese maravilloso tango impregnaban el ambiente. Sin decir una palabra la tomó con firmeza de la cintura pegándola a su cuerpo y moviendo con destreza acariciante su mano, le fue marcando el compás y los giros perfectos, sensuales. Se dejó llevar… fue sin lugar a dudas, el mejor tango que bailara en su vida. Se sentía extrañamente emocionada mientras aspiraba el aroma varonil del cuello del hombre, le parecía estar viviendo una escena de la película por la que comenzó a gustarle tanto ese mismo tango. Quiso recordar el nombre, pero lo único que recordaba era a Al Pacino bailando “Por una cabeza”. Fueron unos minutos intensos, le parecía que él iba a escuchar los alocados latidos de su corazón. Se movían armoniosos en la pista, una pareja en simbiosis perfecta dejando una rueda de bailarines a su alrededor que no podían ocultar su admiración.
Se sintió en la gloria, hasta que el tango terminó y la llevó de regreso a su mesa, despidiéndose con un “gracias por permitirme bailar con usted” acompañado de un respetuoso beso en su mano.
Después el hombre y el muchacho se retiraron saludándola con un leve gesto de cabeza, no sin antes enviarle con la vendedora de flores, una hermosa rosa roja, que ella guardó con rapidez en su cartera; sintiendo por primera vez en su vida de perdedora que alguien la había valorado como mujer.
Cerró los ojos e intentó dormir, debía descansar para la noche, la Encargada del Salón se enojaría si no la veía radiante esperando a los bailarines que, por unos pocos pesos, engañaban su soledad con un trago y bailando con una bella mujer. Por esta vez, esta única vez, ella había engañado a su propia soledad.
Entonces dije “mataría a esa rubia” y sabía que no era cierto, pero es tan fácil aniquilar a alguien desde la imaginación que matar se convierte en un verbo de uso corriente. Obviamente no la mataría aunque sí deseaba que sufriera un daño pequeño, moderado, algo así como que se enterrara un vidrio en la planta del pie o que le cortaran la luz tres meses por falta de pago.
Ya llevaba dos semanas imaginando para ella muertes aparatosas y desgracias cotidianas. Su presencia me daba rabia porque representaba todo aquello que se procura tener lejos: petulancia y estupidez a partes iguales. Arrogancia e intrusismo en mis espacios. Vulgaridad, y sobre todo, esa ignorancia insolente que deslumbra a aquellos que no son capaces de pasarle la uña a una capa de barniz mal puesto para descubrir una madera podrida.
“¿Y a ti qué más te da?” me dijo él, dándole un último sorbo al café antes de entrar al cine. Había caído en un error al hablarle del tema. Podría explicarle cosas que no entendería porque reconozco que buena parte de ellas sólo ocurrían en mi imaginación, pero mi imaginación también es un recinto sagrado y si alguien entra ahí con mal pie se convierte en la víctima de mis ficciones. Y fue cuando dije “Mataría a esa rubia” pero como él ya se levantaba para pagar la cuenta prefirió hacer como que no escuchaba.
Se nos metió en nuestras vidas a la fuerza. Siempre desconfío de aquellos que van buscando amigos como si fueran cachorros que brincan para ser adoptados en un refugio y después actúan con displicencia tratando a la gente como ratones de campo a los cuales adiestrar. Un día intentó hacerse la lista argumentando como propia la crítica que aparecía en una revista argentina. “Nena, no te pases, que todos tenemos Internet” le contesté con soberbia, pero claro, en vez de reprocharle a la nueva rubia su plagio y su descaro, mis viejos amigos me miraron con desaprobación.
Él me invitaba a ver los filmes clásicos que emitían entre semana porque era más barata la entrada. Daba igual, Hitchcock no me cansa, no me agota, a pesar de ser otro imbécil que se obsesiona con chicas con pelos de paja. Pensé que finalmente, él también mataba rubias.
Creí que me emocionaría cuando la mujer de la melena dorada cae desde el campanario, pero no. Entonces me di cuenta de que la escena importante no es la del crimen sino el momento en el que Scottie obliga a la chica a ser de nuevo la persona que fingió ser. Antes de eso Scottie había visto como Madeleine se había suicidado lanzándose desde la torre de una iglesia sin que él pudiera hacer nada pues sufría de vértigo y no logró subir las ruinosas escaleras de caracol. Él se queda en shock durante meses y cuando por fin sale a la calle se encuentra con una chica llamada Judy, físicamente muy parecida a Madeleine pero con un aspecto y una forma de ser más bien corriente.
Scottie la sigue, la invita a cenar, la trata como si fuera Madeleine y Judy está enamorada de él. Y esta es la escena que me pareció medular: ella, insegura, se muestra ante él con la ropa, los zapatos y el cabello del color que él le eligió. Los mismos que llevaba Madeleine el día de su muerte. A Judy le tiembla un poco la voz. Scottie, disgustado, le dice que falta el peinado y ella obediente, se da la media vuelta sin ni siquiera preguntar cómo debía acicalarse. No hace falta que le explique cómo debía arreglarse el pelo porque ambos saben que están representando un acto necesario. Ya no es Madeleine, la rubia etérea de la que estaba enamorado ni tampoco Judy, la chica corriente y pueblerina que aceptó un pago a cambio de hacerse pasar por otra. No es nadie. Ella cierra la puerta y él se da cuenta de que haga lo que haga, la rubia no será jamás la persona que lo deslumbró con su elegancia, su fragilidad y su melancolía. Cuando sale del baño con su recogido en forma de espiral él la ve como un fantasma, como alguien que nunca existió porque cualquier personaje es superior a las personas que podemos ser. Finalmente Judy sufre un accidente y cae del campanario por culpa de la obsesión de Scottie por recrear la escena y curarse el vértigo.
Tres veces mató Hitchcock a la misma rubia y yo, seguiría matando a mi rubia otras tantas veces en mi cabeza mientras esperaba con paciencia a que se mostrara como la persona que realmente era y una vez convertida en fantasma dejara de deslumbrar a tanto incauto.
Salí del cine satisfecha y sonriente. “Tengo cuatro llamadas perdidas” me dijo él. “Anda, ve a ver tu fantasma”, le contesté mientras me alejaba en dirección contraria rumbo al único campanario del pueblo.
Pablo Sarmiento regresaba a su país, luego de tres años de giras y conciertos por Europa, vivió en Paris, en donde recibía los contratos e invitaciones desde Berlín, Polonia, Inglaterra, España, Italia, Austria.
Pero había llegado el momento del regreso, estaba ansioso e ilusionado de encontrarse con su familia, colegas y amigos.
Sabía que su país se encontraba en estado de excepción, un golpe de estado había destituido al presidente constitucionalmente electo y gobernaba un dictador militar.
Política e ideales antagónicos habían desatado la violencia y la muerte, una guerra entre hermanos, cruel y despiadada, nunca tuvo inquietudes políticas, desde niño su quehacer como estudiante de música ocupaba su tiempo y su absoluta dedicación.
En el control de policía internacional del aeropuerto, ante su asombro, fue conducido por guardias militares a una sala interior, interrogado por un oficial de ejército, explicó cada detalle de su actividad, el país en donde había residido los tres últimos años, los lugares que había visitado, de su familia, de sus estudios.
-Entonces es usted un artista?- concluyó el militar.
-Así es- respondió Pablo.
-¡¡Un comunista de mierda es usted!- y dirigiéndose a dos soldados armados que custodiaban el ingreso, ordenó: -¡Arréstenlo!
Pese a pedir explicaciones y tratar da hacerle entender al militar que no tenía un ideal político, nada que lo identificara con tendencias comunistas o socialistas o que fuera cercano a movimientos políticos, los soldados lo tomaron de los abrazos y lo arrastraron, literalmente, al camión de detenidos.
Hombres y mujeres, rostros demudados, cadavéricos, al interior del vagón, silentes, ciegos de pavor, nadie pronunció una palabra, Pablo se ubicó en donde pudo con toda su humanidad derrotada y sus manos vacías, lo habían despojado de todo, documentos, efectos personales y del maletín con sus partituras.
El camión inició su marcha hacia la ciudad, la carretera bordeaba los hermosos campos que Pablo siempre recordó, hectáreas cultivadas y bosques de álamos y pinos. Absorto en sus pensamientos se sobresaltó al escuchar ráfagas de ametralladoras, gritos de los soldados y la paulatina detención del camión. Se asomó por el vano del toldo y sin siquiera darse el tiempo para pensar y aprovechando el caos existente por el intento de fuga de un detenido, saltó hacia la berma del camino arrastrándose hasta los matorrales más cercanos, se agazapó con los ojos cerrados y las manos empuñadas, prefería morir antes que ser capturado una vez más.
Los soldados reiniciaron la marcha, sin darse cuenta de su ausencia, ya tenían su presea: dos cadáveres que flotaban a la deriva del río.
Esperó muy quieto entre las crecidas malezas la llegada de la noche, tenía hambre y frío, pero quería vivir más que calor, más que comer, no sabía en que lugar estaba, el cielo nuboso no permitía ver las estrellas, escuchaba el tránsito nocturno por la carretera, comenzó a caminar entre berma, zanjones, siembras y alamedas hacia la dirección que llevaba el camión militar y guiado por el ruido de los motores de los vehículos que transitaban a alta velocidad.
Desfallecía y se volvía a levantar, nunca supo cuantas horas caminó hasta que vislumbró el reflejo de las luces de la ciudad, siempre atento a que nadie lo viera, los ruidos de la carretera no tenían colores, ranchos campesinos era lo más cercano a la vida que tenía en aquellos momentos, y el agua de los ríos que a su paso convergían, su único sustento.
Al llegar al centro de la ciudad, no llamó la atención su aspecto sucio y andrajoso. Buscó refugio en de uno de los edificios bombardeados, las patrullas militares eran frecuentes, se escondió entre los escombros. Había un silencio abrumador, solo se escuchaban las botas de los soldados y las brigadas movilizadas, lo invadió un estado de sopor.
Desde su inconsciencia escuchó la música de la Sonata “Claro de luna” de Beethoven, pese a su cautela sintió curiosidad, guiado por la música, se acercó al lugar exacto en donde un oficial de ejército de alto rango la interpretaba en un hermoso piano de cola, empolvado y sucio pero intacto. Inmóvil y casi sin respirar, Pablo se detuvo detrás del dintel de una puerta, el oficial detuvo su tocata y se mantuvo inmóvil como intuyendo una presencia no esperada, se puso de pié y lentamente comenzó a caminar hacia la misma puerta , Pablo salió a su encuentro, nada más podía hacer, el oficial le pregunta -¿Su nombre?- Pablo le responde, -¿Pablo Sarmiento, el músico?- Pablo lo admite, -¿qué hace usted aquí ?- , -me detuvieron señor, en el aeropuerto, logré huir-
-Tengo todos sus discos y he asistido a la mayoría de los conciertos que usted ha dado en nuestro país, por favor siéntese aquí, si, aquí frente al piano, lo quiero escuchar-
El militar lo escuchó profundamente emocionado, - no hay duda- dijo, -usted es Pablo Sarmiento-, lo abrigó con su capote militar y se despidió.
-Mañana a primera hora, solucionaré esta estupidez, le estrechó la mano y se alejó.
Esa noche Pablo sintió llorar las estrellas, por el horror en su país, por el oficial y su sensibilidad, su ética, por todos los artistas y su fatal destino en manos de quienes creían que el arte era una peligrosa y malsana militancia política.
Me he comprado una almohada nueva. Hace unos meses mi mujer se largó de casa y a mí no se me ha ocurrido otra cosa que sustituirla por un almohadón individual. Desde entonces apenas duermo por las noches. Al principio pensé que era por culpa de ese espacio vacío de cabellos revueltos y perfil de niña dormida lo que me robaba los sueños, así que suprimí esa distancia Pero claro, eso no fue más que una idiotez, la ausencia no conoce límites. Continúa ahí, en el colchón, en las baldosas del suelo, en los pomos de la puerta, en los interruptores de la luz, en las tazas de café, en los grifos del lavabo y la cocina. Otro intento idiota ha sido trasladar la tele a la habitación. Desde que estoy solo ya no existe el silencio como tal, se ha convertido en la negación de lo que antes sonaba. Por eso ando como loco buscando voces, sobretodo en la madrugada.
Ayer pasó algo curioso. Emitían una película en blanco y negro, de ésas que reponen de vez en cuando y que puedes haber visto una docena de veces o ninguna, pero que siempre te devuelven la consciencia de un tiempo vivido. Estaba protagonizada por un joven Paul Newman que interpretaba el papel de un preso. Fue entonces que me acordé de un tipo que había estudiado conmigo en el colegio. Todos lo conocíamos como el Chatarra. Que me acordara precisamente de él mientras veía a Paul Newman es una asociación de ideas que resulta casi grotesca, puesto que el Chatarra era uno de los críos más feos que he conocido en la vida. Se trataba de un colegio privado y católico, con lo que nosotros no éramos más que un puñado de niños de papá ataviados de uniforme azul marino, mocasines negros, corbata a rayas y ese deje de altanería y crueldad intrínseco en los chicos de nuestra condición. En cambio, el Chatarra era distinto. Vestía el mismo uniforme azul marino, los mismos mocasines negros, la misma corbata a rayas, pero había algo que lo hacía diferente. Era una copia de mala calidad, un objeto de segunda mano, un juguete pasado de moda, esa prenda que heredas de los hermanos mayores… Todos lo supimos al verlo entrar por la puerta de cuarto curso. No había duda: era uno de los huérfanos del San José.
Solía haber uno por clase, de igual modo que existía un último y único pensamiento de paz en el mundo en las cartas que redactábamos por Navidades a los Reyes Magos. Un intento de lavar nuestra consciencia cuando en verdad sabíamos que era ese otro mundo material lo que realmente ansiábamos. Un huerfanito por curso y la cuota mensual del resto de alumnos engrosando el alma de los curas del colegio.
Paul Newman apareció en pantalla engullendo un huevo. Y luego otro, y otro, y otro. Debía alcanzar la cifra de cincuenta huevos. Cincuenta pesados e indigestos huevos duros y todo para ganar una absurda apuesta. Eso me pareció entonces. Pero a medida que avanzaba la película me di cuenta que no, que no se trataba exactamente de eso. Y pensé en la vez que el Chatarra logró escalar hasta el tercer piso de la pared que rodeaba el patio. Como lo miramos cada uno de nosotros con una admiración soterrada. Hasta que alguien dijo: bah, Mendoza el año pasado llegó hasta el cuarto. Era mentira. Pero todos guardamos silencio. Al día siguiente apareció una pintada en la parte más alta del muro. Había sido el Chatarra, no tuvimos ninguna duda, era su manera de andar comiendo huevos duros hasta un límite que ninguno de nosotros habíamos alcanzado nunca. Hubo más retos. Pero nadie le jaleó, ni le dio unas palmaditas de enhorabuena sobre el hombro.
Después del colegio íbamos a hacer el idiota a las vías del tren. Jugábamos a ver quién resistía más tiempo sobre los raíles. Una tarde vino el Chatarra. Fue la última vez que lo vimos. Después de aquello, ninguno de nosotros dijo nada. Paul Newman tumbado sobre una mesa a punto de reventar y el cuerpo de aquel huérfano inmóvil sobre las vías. Y nosotros huyendo sin volver la vista. Y estampadas en la camisa de mi uniforme unas manchas que ya no saldrían. Unas gotas oscuras como las manchas de óxido que deja la chatarra.
Apagué la tele y apoyé la cabeza en mi almohadón individual. Entonces lo supe: el muy cabrón había conseguido comerse hasta el último huevo. Yo en la vida llegaría a la media docena. Me pareció escuchar entonces unos pasos por el pasillo, el sonido del interruptor de la luz del lavabo, del pipí de Laura estrellándose sobre la porcelana, del remolino de agua de la cadena. Y esperé sus pasos de vuelta hacia la cama. Y esperé. Y esperé.
- A veces me pasa que los personajes de las películas me hablan a mí. Por eso voy al cine sin compañía. En soledad puedo concentrarme en lo que me dicen.
- ¿Pero entiendes que no es real?
- ¿Quién lo dice? ¿Usted?
Se cogía la cabeza con ambas manos como si pudiera apresar sus pensamientos para exprimirles el jugo y poderle explicar lo que pasaba. Si, era cierto, no era fácil de creer. Demostrar que los personajes tenían un mensaje por entregarle y que en cada film encontraba uno de esos mensajes que de una u otra forma le llevaba a sus acciones no era fácil.
- Mire, he venido por mi propia iniciativa aunque no creo que esto vaya a funcionar. Usted es escéptico, para entender esto tendrá que abrir la mente, cosa que los científicos, especialmente como usted, no pueden hacer.
- Veamos. Comencemos de nuevo. ¿Cuántos años hace que recibes los mensajes?
- Desde que tenía edad para ir a cine sin mis padres.
- ¿Cómo te diste cuenta?
- Porque me miran cuando lo hacen, me miran a mí. Un film promedio dura 90 minutos. Pero durante al menos 2 minutos algún personaje me habla mirándome directamente a los ojos. Me dice algo y yo entiendo lo que me dice. Lo entiendo y sé que debo hacer algo. Son como una especie de instrucciones que debo llevar a cabo para un fin, el que sea.
- ¿Te sucede con todas las películas o sólo con algunos actores específicos?
- Con todas.
- ¿Personajes femeninos o masculinos?
- De ambos, también me ha sucedido con animales, perros, gatos. Alguna vez el mensaje lo traía un auto, pero no recuerdo ahora el nombre de aquel film.
- ¿Y los géneros?
- Dramas, comedias, terror, ciencia ficción. Es que no importa el género porque la instrucción no tiene qué ver con el film, es tan solo una frase, una orden expresa dentro del film.
- ¿Alguna vez te han dejado instrucciones para hacerle daño a alguien o hacerte daño a ti?
- No, nunca. Excepto tal vez en el último film.
- ¿Háblame de eso? ¿Qué film era y qué mensaje recibiste?
- Pues verá, mi pareja y yo nos habíamos separado hacía un par de semanas entonces me fui al cine a una maratón de películas de Jim Carrey. Llegué a la última función donde proyectaban “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” de pronto en la escena aquella donde Clementine y Joel están discutiendo, él está parado fuera de la casa atravesando el puente de madera y le dice “- Salí por la puerta, no me queda ningún recuerdo.”, la cámara enfoca en la oscuridad a Clementine que responde mirándome justo a los ojos: “- Vuelve y al menos inventa una despedida, finjamos que la tuvimos”. Entonces lo entendí, entendí que tenía que hablarle a mi ex pareja, entendí que teníamos que tener nuestra despedida.
- ¿Y qué hiciste entonces?
- Le llamé a su móvil y le puse una cita para hablar. No le expliqué de qué se trataba, pero llegó puntual a la cita. Hablamos de trivialidades durante una hora aproximadamente. No sé, el tiempo a su lado nunca se siente, tal vez hayan sido dos horas. Temas neutrales, nada personal. Hasta que al fin le dije: “- Creo que es mejor no vernos más ni hablar más. Hay que cerrar este capítulo y darle vuelta a la página“. Entonces me respondió algo que me hizo darme cuenta todo el daño que le hacía: “- Vernos para hablar de que no debemos hablarnos mas no tiene ningún sentido” Y se fue.
El psiquiatra miró a su paciente y cerró la libreta de notas. Por primera vez en su vida profesional creyó que no todos los delirios eran irreales.
-Che loco, a vos que te gusta tanto el cine, a ver si me podés ayudar…
El loco Juan, mesa de café por medio, me clavó esa mirada fija e inexpresiva que era su marca registrada y preguntó:
-¿Ayudarte, en qué..?
Traté de simplificar, estaba convencido que cuando hablaba de escribir la gente me miraba raro.
-Mirá, me pidieron que seleccionara alguna escena memorable de las películas clásicas que he visto y no se me ocurre cual…
Había un dejo de compasión en los ojos del loco cuando dijo:
-Estás al horno, negro, son demasiadas, ya ponerse a pensar es cansador y siguió revolviendo el café, concentrado, como si fuera la cosa más importante del mundo.
No me di por vencido. Insistí con una estocada a su ego de cinéfilo compulsivo
.-¡Dale loco, salvame! Pensá en alguna que te haya tocado el alma más que otras, vos sos mi enciclopedia del cine.
Percibí que había dado en el clavo. Silencio interminable, su ojos entornados parecían recorrer un siglo de filmaciones. Finalmente habló.
-Está bien, negro, pero olvidate del café, de los gallegos y de los puntos que están en las mesas, mirame a mi y abrí tu imaginación.
Se agachó casi hasta desaparecer bajo la mesa y se fue incorporando lentamente hasta ponerse de pie, mientras tarareaba quedamente una melodía que me sonaba familiar pero que no alcanzaba a identificar.
El gallego Cosme, tras el mostrador, se acodó sobre el mismo observando la escena con mirada inquisitiva mientras continuaba repasando una copa. Manolo, el mozo, ya encorvado por los años, sonrió sacudiendo la cabeza como preguntándose ¿y ahora que va a hacer éste loco…? Los habituales en sus respectivas mesas también miraban interesados.
El loco ya totalmente erguido en su metro ochenta, posesionado en su investidura actoral, miraba hacia lo alto, desafiante, un puño levantado y con voz altisonante cargada de pasión exclamó:
-¡Con Dios como testigo, con Dios como testigo, no me vencerán. Saldré con vida de todo esto, y cuando llegue a su fin, nunca más pasaré hambre. No, ni ninguno de los míos. Así deba robar, engañar o matar. Con Dios como testigo!
Dicho lo cual, continuó con su tarareo en un in crescendo que resonó por todo el local.
Entonces, milagrosamente, el escenario se transformó, el loco ya no estaba allí. Enmarcada por una vetusta cerca de madera y el esqueleto de un árbol mustio y deshojado, mudos testigos de una guerra espantosa, la figura de Scarlett O Hara se recortaba contra un atardecer encarnado, mirada al cielo, puño alto y cerrado. Las palabras que salían de su boca eran el desafío al destino proferidas por una joven y bella mujer con espíritu indomable. Y el tarareo del loco ahora sonaba como una música orquestal que realzaba la imagen, nítida y emocionante.
Comprendí la escena. No era una cuestión de banderas norteñas o sureñas, de explotadores o de esclavos. Se trataba del espíritu de lucha, del fuego sagrado que permitió a la humanidad durante decenas de miles de años, individual y colectivamente, levantarse, una y otra vez, de las peores derrotas y las más horrendas catástrofes, para honrar a la vida, superando pérdidas, desazones y angustias. Que, finalmente, el viento se llevó.
El loco volvió a sentarse, todavía emocionado. Metió un dedo en el pocillo de café y gritó - ¡Che gallego, cambiame el café, se me enfrió!
Cuántas veces he escrito lo mismo? Siguiendo el rastro desolado de la memoria, dejando marcas de caracol que brillan en la oscuridad.
Y he tratado de cambiar de tema, de pensar en otras cosas, de ahogarme en la rutina. Y la vida se me llenó de silencios y sombras, haciéndose confortable e indolora.
Estoy enferma, algo a los huesos dice el médico. Mucho reposo, tómese estas pastillas y relájese. Quédese en casa, lea un buen libro. Haga de cuenta que está de vacaciones -me dice- con esa alegría tan propia de la gente jóven que siempre encuentra un motivo para sonreir. Lo miro intentando contagiarme de ese aura de optimismo. Creo que lo logro, o al menos logro parecer feliz.
No puedo leer. Mi vista se ha ido debilitando y las letras me parecen ejércitos de hormigas alineadas una al lado de la otra. Otro signo inexorable de mi decrepitud. No es que me importe mucho la vista. Ya he visto todo lo que tenía que ver y a estas alturas de la vida tendría que aparecer un plato volador en mi jardín para despertar mi curiosidad. Y asumo que un plato volador debe tener unas dimensiones que me permitirán darle una buena mirada sin necesidad de usar anteojos, así que estoy bien.
Estoy en cama entonces, intentado descansar y tomándome los medicamentos. Me dan sueño y me atontan, pero me gusta la sensación. Me imagino que por eso se droga la gente, por esa impresión de salirse del cuerpo, de sentir tibias las rodillas y un cosquilleo en el pecho... Algo parecido a la felicidad, pero de carácter instantáneo, sólo tragando una pastillita con un poco de agua. De haberlo sabido habría sido drogadicta. Mentira. Siempre he sido una cobarde.
Ahora me preocupa un poco esto de la vista. No lo había pensado antes. Recuerdo haber leído hace muchos años Los Miserables, en una parte habla sobre como te puedes ir hundiendo en la miseria de manera tan sutil que cuando tocas fondo te parece que siempre estuviste allí, por eso no te sorprendes y sigues igual. Lo mismo pasa con perder la vista. Ha sido de manera tran gradual que me he ido acomodando de tal manera que todo es normal. Y si me condenaran a muerte, tampoco iría bailando hacia la silla eléctrica o hacía la inyección letal, como en la película esa, que no recuerdo el nombre.
Mirando el techo, hago un recuento de mi vida: Nada. Cómo nada? Eso, nada. Una vez te amé. Lo unico que recuerdo de ese amor era lo jóvenes que éramos y creo que fuimos felices. Quien puede saberlo ahora? Después de eso nada. Un unicornio ya es magia suficiente. Imposible volverlo a encontrar.
Increíble como una tontería te puede hacer notar la completa inutilidad de tu existencia. Un médico joven y sonriente te manda a casa por un dolor de huesos y de pronto descubres que ni siquiera has vivido, que has vegetado durante toda su existencia. Y qué más da? Que puedes hacer ahora? Sólo mirar el techo y suspirar.
Hora de la pastilla de la felicidad. A más pastillas más felicidad, no? La ecuación es simple. Y es una idea que nace así, sin que te des cuenta. O tal vez siempre estuvo allí y lo que necesitaba era una dosis encapsulada de valor para hacerlo. Qué puedo pereder? Y lo más triste, quien puede perder algo si lo hago? La respuesta es tan obvia que me da pena sólo de pensarlo.
Felicidad, felicidad, felicidad elevada al infinito. Sólo me arrepiento de algo: Me habría gustado ir bailando.
bLos dias 9 y 10 para lectura .Votación los días 11 y 12
votación en mi nick VOTARETO en Privado
El nombre de las películas a las que se refieren los textos y
los links you tube se darán a conocer con los resultados finales.
Suerte a todos.
Modalidad de votación 3 al considerado mejor,2 y 1 a los siguientes/b
Solo tienes qué esperar que sean las 17:00 en mejicolindoyquerido que serán las 00:00 aquí en la bluepich y listo ya será 11 de octubre y podrás votar.
No, porque ninive dice que solo los que participan en el reto pueden votar.
-Carmen-,10.10.2011
No veo donde dice eso, guapa.
-Carmen-,10.10.2011
Ah! ya lo leí, en las instrucciones del nick VotaReto, pero esas eran para otro taller y otro reto.
No aplican en este porque en ese caso se debió especificar en las reglas del inicio.
A mí se me fue el tiempo...
La culpa la tiene el alcohol.
Debo dejar de participar en talleres al cuete.
bolche,10.10.2011
yo no entiendo, todos los cuentos son de ninieve?
Y por qué son anónimos, son tan boludos que no pueden votar con objetividad y temen caer en amiguismos. Por cosas así dejó la página el Tacuara Cardozo.
Los retos de Nínive siempre han sido cerrados, pero Colomba me dejó un mensaje de invitación a votar.
El refrán dice ante la duda abstente.
(Los leí en todo caso).
pues yo puedo amar lo que el viento se llevó, por cursí,por racista, por dus diálogos imposibles, por lo guapo de clark gable y lo bonita de vivian leigh,pero además la escena que hizo el Sr. negro viejo, me pareció, hermosa, dulce, y pude ver al "loco" haciendo su emotivisima actuación ese fue mi preferido pero efectivamente todos estuvieron excelentes, yo que normalmente soy una floja para eso de leerlos con detenimiento, me sorprendí muy gratamente y los disfrute muchos a todos.
Felicitaciones Santa, tora_tora y nomegustanlosapodos merecidos ganadores y a la viceganadora y entusiasta Colomba por ser la viceganadora. Felicitaciones a todos los que participaron porque cada cuento era muy bueno. Gracias a los que me votaron. Besos. Magda
Entro a felicitar a todos, y especialmente a la impulsora de este interesante Foro de creación e innovación, ya que este reto modifica el estilo habitual en la prosa literaria de los retos, que se hace menos lírica, más descriptiva y cargada de diálogos. Lo que el guión cinematográfico requiere es descripción, acción y diálogos. Un buen ejercicio de taller de guiones literarios ¡Un buen reto!
Reitero mis felicitaciones a todos por su generoso esfuerzo.
Queridos , ante todo mis calurosas felicitaciones a la VICE. No se ha visto aún en estos lares una Vice tan merecedora de su corona .
A Los Ganadores un HURRA entusiasmado, feliz de que hayan subido en tres al podio ,todos medallas de oro. En la próxima ronda, si la habrá, me gustaría ver más aún en la cúspide. Voy a ensanchar el palco. A Negroviejo que tan cerca estuvo de compartir con la vice todo el mérito que se merece su texto. Las escenas fueron enfocadas en tantas maneras. Se comprueba una vez más que la creatividad tiene múltiples alas .
Desgarrante el link de la Vice . Maravillosos todos.
Gracias a los participantes y a los lectores que llegaron muchos a la votación y todo se desarrolló en el modo más correcto.
A Ignacia, mi mano derecha !!BRAVO!!
Ustedes dirán si están interesados en una segunda vuelta.
Me gustaría que se pronunciaran al respecto.
Mis felicitaciones a Santacannabis, justa ganadora y al resto de los participantes por el excelente nivel de sus textos, lástima yo. Encantado también, de participar en una segunda y tercera vuelta, si las hubiera, acompañando a un grupo de buenos escritores como en ésta. Claro todo es cuestión de que se me ocurra algo.
Mi felicitación también a Nínive por su entusiasmo y excelencia en la organización.
Sin querer borré un post de colomba en donde dice que no solo gané yo sino también otros dos. Ah, y que ella es la vice. Perdón la VICE. Los teléfonos inteligentes no son compatibles con mis dedos torpes. Lo siento.
Felicito a Santacannabis, tora_tora y nomegustanlosapodos, ganadoras de este Reto inspirado en giones cinematográficos, también a su creadora y a todos los participantes. Agradezco a quienes me entregaron su voto haciéndome partícipe de esta celebración.
A juzgar por el entusiasmo, colomba es la mejó!
Yo es que soy muy competitiva, y eso de ser una entre tres..
Lo dicho, miren sino a la única y flamante Vice...
Pero vice, las tres ganadoras merecían ser ganadoras, dos votos hacen la difetencia, el tercer lugar (En el café, un cuento muy entretenido y bien hecho) tiene un voto de diferencia y el cuarto (Pretérito perfecto) uno de mis elegidos, también un voto menos. ¡Las ganadoras son las ganadoras! y tienen que sentirse más eufóricas que la vice que ya lo está. Felicito a todos, ganadoras vice y demases se pasaron.
En lo personal me gustó y mucho compartir el primer lugar, nunca había participado en un Reto de Ninive, en general me parecían difíciles los temas, en esta oportunidad la propuesta fue tentadora y participé. Ayer cuando vi los resultados me sorprendí por la votación obtenida, también por el comentario de colomba_blue (borrado por santacnnabis, y no por casualidad) antes de escribir que la tora_tora o él tora_tora, también había ganado bastaba con entrar a mi biografía. Agradezco a santacannabis la eliminación de este absurdo, para mi mal intencionado.
Tenía que decirlo, no fue simpático ni menos divertido leerlo.
Y ya lo dije y ahora esxpreso lo que ayer quería decir: en primer lugar agradecer y felicitar a Ninive por la convocatoria y el tema, felicitar a los concursantes por los cuentos presentados, no fue fácil decidir en el momento de votar y también agradecer a quienes votaron por mi, ¡muchas gracias a todos! lo disfruté mucho, y propongo a Ninive la continuación del reto, maravillas lo definió muy bien.
¡He ganado a -carmen-, he ganado a -carmen! :-P Felicidades a las ganadoras, a la vice, al resto de participantes y a nínive por ser la organizadora y alma mater de este reto. ¡Espero que haya más!
tora_tora:
Pues sí fue casualidad y yo tampoco sabía sí eras hombre o mujer. No me parece tan grave la confusión ni mucho menos malintencionada.
En fin, lo que sí me parece absurdo es manchar un reto impecable con estas tonterías.
¡Espero el próximo reto!
Felicidades a las ganadoras y a todos lo demás, yo también voté y estuvo difícil la elección (y todo eso que se suele decir). A ver si consigo concentrarme y la próxima participo yo también.
Mañana os leo a todos, tienen buena pinta todas las escenas, felicidades a todos y a ninive que ha organizado un foro de lo mejor, por lo menos para mí que ya sabemos que nos gusta el cine.
En verdad fue un Reto genial, me gusta que se repita, espero que las neuronas me funcionen (algo un poco difícil). Feliz fin de semana con Día de la Madre incluído y mis deseos de felicidad a las que son madres o tienen a la suya a su lado, o cerquita, o lejos. Magda
Este foro , prescindiendo de los retos y las votaciones, sigue estando a
diposición de quienes quieran seguir con el tema del texto
más la escena de película . Sobre los trabajos que se
presentarán invito a hacer trabajo de taller, corrección,
opinión y ayuda , si es necesario.
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