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Gundaly,31.03.2006
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Cuestionar objetivamente el literatura es posible, bajo ciertos parámetros generales, podríamos enmarcar como punto de inflexión la toma de conciencia del lenguaje por el lenguaje en las vanguardias literarias del siglo XX, la meta literatura como apertura analítica del lenguaje puro. Así el Ulises de Joyce se adelanta desde la ociosidad de evocaciones anglo- irlandesas, a un fenómeno de disociación sistemático. La vida específicamente humana ha de darse en forma de lenguaje, esto es en los cauces y las posibilidades que deparan las estructuras de sonido y gramática de un idioma determinado atrapado en las redes de su sintaxis.
Arrancan las ciencias del lenguaje puro, Russel, Wittsguenstein I y II, el positivismo lógico de Lucáks y Gramsci, Heiideger, hasta llegar al estructuralismo francés.
Sin embargo estos sistemas convergen en una distinción más o menos elemental, la distinción griega que parte entre la figura interna y la figura externa de un objeto: forma y materia, estructura y contenido, alma y cuerpo.
Con estos criterios tenemos herramientas de carácter objetivo a la hora de enfrentarnos al lenguaje. La división de la literatura en géneros y en figuras, en discriminaciones de corta o potencial apreciación, aumentan esta probabilidad.
Edward Sapir, añade una noción desapercibida por los grandes padres del análisis lingüístico del siglo xix, Herder. V. Humboldt, cada lengua en su forma— dice— debe expresar el carácter del pueblo que lo habla. Lo que vendría a ser una interpretación radical de la noción de estilo.
Es importante explicar las vanguardias porque marcan una ruptura con el pasado, y son el principio de lo que hoy entendemos como literatura. En este plano tenemos alguien que nos concierne, Cesar Vallejo. Influido ocasionalmente por el modernismo de Rubén Darío, desde sus primeros poemas encontramos en Vallejo, esa inconformidad con el lenguaje. La indigencia del vocabulario pues ha sido su propio talón de Aquiles, y coaccionado por sistemas hoy subsiste como un fenómeno geométrico de manipulación, como un puzzle, ya no es un simple mecanismo de intercambio de datos.
Leemos poesía y necesitamos de su despliegue sistemático, la espada del samurai existe únicamente en su ejecución técnica. El águila es un bloque geométrico de creación perfecta y definitiva, lo son el tigre y el Dragón. La estructura de las manchas de un jaguar a lo mejor es descifrada en un quiebro sintáctico. Los sentimientos más puros por sí solo nos remiten a una etapa primitiva, nos repugnan por su obviedad y la existencia del pop. Marilyn Moonroe era rubia y guapa, pero por qué no, la disipación gutural de Ima Sumac. Nos gusta Libido, pero Piazzola esta mejor destruyendo las cuerdas del chelo y creando disonantes nuevas.
La novela ha muerto Dijo Ortega y Gasset. El género menor de las artes hoy es nuestro único motivo de orgullo. Escribir novelas es una idiotez decía Borjes. Claro sólo se recuerda a Vallejo en cuestiones de literatura Peruana, porque vallejo es una excepción a la regla en todo el mundo, ni Lope, ni Quevedo, el quijote de Cervantes es un comic al lado de un poema suyo, ni las estilizaciones más sublimes de Proust. Acaso uno de esos ascetas de la india pueda lograr esa perfección espiritual sistemática y técnica de una raza astral de demiurgo. Las siete alas, la siete alas del dragón son la única respuesta, la velocidad de la luz, Shakespeare, superada por la velocidad del Dragón, vallejo.
Paul Celan.
Habla también tú,
habla el último,
di tu sentencia.
Habla —
Pero no separes el No del Sí.
Dale a tu sentencia también el sentido:
dale la sombra.
Dale sombra suficiente,
dale tanta
como sepas repartida en torno a ti entre
medianoche y mediodía y medianoche.
Mira en torno:
ve cuánta vida hay en derredor —
¡Cuando la muerte! ¡Vida!
Verdad habla quien habla sombra.
Pero ahora se atrofia el lugar donde estás:
¿Adónde ahora, el más desnudo de sombra, adónde?
Escala. Palpa hacia arriba.
¡Más delgado te haces, más inconocible, más tenue!
Más tenue: un hilo,
por donde quiere descender, la estrella:
para nadar abajo, abajo,
donde ella se ve brillar: en la resaca
de palabras errantes.
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