La muerte del salmón
Hoy se acabo, todo se acabo. Hoy he comenzado a aceptar lo que no he hecho en 24 años, a hacer lo que siempre debí haber hecho, lo que todos deseaban y jamás fueron capaces de decirlo…
Hoy se ha acabado mi intento por ir en contra de lo “natural”, de mis genes y de mi ser.
Hoy el alcohol y las pastillas se han acabado y el anfitrión de esta fiesta los despide a todos en la noche que se apaga, la noche en la que ha muerto el salmón.
Cortaré el contacto con quienes conocí alguna vez, acabare con mis “amistades del pasado”, les ahorrare el trabajo de decir lo que yo siento desde que nací, no solo a ellos, sino a mis padres y a mi hermana, a todos quienes dicen quererme, a todos quienes dicen amarme, a todos quienes nunca estarán cuando yo marco el maldito número de teléfono, porque es tan simple como un golpe al mentón, tan simple como que jamás tendrán el tiempo para la amistad o el amor que yo necesito.
No lo intentaré más, no seré más el triste niño que espera sentado la llamada telefónica, no seré el que tiene a alguien a su lado ni el que llama a las 3 de la mañana. De hoy en adelante seré lo que siempre debí ser, lo que va marcado en mis genes y mi sangre, lo que va marcado en mi sino y en mi infancia.
Escucharé esa “razón de la piel”, la verdadera razón que nunca he escuchado, la que me dice que solo soy un ermitaño en una ciudad llena de gente.
Todos los que conocí se han ido y ya no existen más que en las fantasías del niño que llora en lo más alto de un árbol ausente, el niño que no sabe ni entiende los golpes de una madre, que llora porque no puede soportar que la mujer que más ama lo ha botado al piso a golpes, que no entiende porque tuvo la mala suerte de llegar a su casa en el peor de los momentos…
Los libero a todos, los libero de este compromiso moral que los ata, de esta promesa sorda que me han hecho en silencio, los dejo ir, los dejo marcharse en busca de un futuro mejor, en busca de sus sueños y prioridades, esa lista de prioridades en la que nunca estaré.
Hoy ya no escucho esa voz que me dice “espera”, la voz que dice “algún día esa soledad se marchará”, porque yo leeré el futuro de ambos como lo he hecho en silencio por toda una vida y sin posibilidad a error alguno. Tu quizás no te vallas, pero lo que es peor, no podrás darme lo que necesito, esa compañía y complicidad, esos deseos locos de saber que no soy carne muerta en el matadero de las relaciones humanas, no podrás darme esa compañía, no podrás darme ese tiempo, porque tienes tu lista y yo esta soledad.
Hoy me despido de ti. Aunque busques y te engañes, si dejas de sentir para poder vivir como yo también llevo haciéndolo solo hace un par de años más que tú, si te conviertes en un viejo cansado en tu cuerpo joven, si te conviertes en lo que soy, entonces esta es esa noche en la que los habitantes del mar presencian la muerte de dos de sus hermanos, la muerte del fiero salmón.
Hoy me despido de esta frustración, hoy abro las puertas a la desesperanza y el conformismo abandonando toda posibilidad de perdón, diciendo entre dientes con los ojos llorosos: Adiós amigos, adiós madre, adiós…
Dedicado a mi Madre, Pablo, Daniel, Karina y especialmente a Betzabé. |