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Inicio / Lista de Foros / Literatura :: Cuentos Comunitarios / EMPEZANDO (a ver quien se anima?) - [F:7:4474]


onettiano,10.11.2005
CASI empezando, se fugó el recuerdo que me mantenía en vilo.

-¿Cómo se llamaba?

No pude recordar nada. sólo una luz vacía que drenaba todo hacia un altar de cenizas.

-¿Pero no te lo dije como cien veces?

Olga se enoja, se encoje en su rincón preferido del cuarto, se duerme cuando puede ver mi perfil socegado. debo escapar de su dulzura. ternura castradora. las paredes del cuanrto son parte de mi siquis, son extensiones de mi cuerpo.

-Madre decía que hay que cuidar el terruño y la familia.

lo dice dormida, en sueños. es para que no mi miedo no baje la guardia. si pudiera vencerlo, zurcaría la puerta como si nada, puesto que afuera no hay más que aire y gente caminando y perros autos y esas cosas. pero hace mucho tiempo que no recuerdo los sonidos de la calle. recuerdo que los recordaba, los recreaba para entretenerme y crearme un entorno habitable. ningún medio puede ser habitable en mi situación de asfixia. apenas muevo mi brazo hacia la puerta, aparecen las sombras del otro lado, comienzan a moverse, a rastrear mis movimientos, a sembrar el espanto. son dos viejos de la edad de los nigromantes, son veinte ejercitos de policias, son cinco cirujanos que me extirparán los tímpanos vivo, que punzarán mi cerebro desnudo y drenarán la visión con minucia y piedad infinita. pero la virgen se está pudriendo desde hace seis meses y 3 días, contrajo sífilis en el prostíbulo que asediaba su amado, Arsenio Lagos. su amado anonimo, que se desentiende de su amor y le mete billetes doblados en el ojete. los hace un tubo y le practica sodomía. ella sufre y es feliz en su martirio: sólo ese dolor agrio y de dulzor paroxístico le devuelve el divino perdon que hambrea a dos manos, a pechos llenos de sequedad prolongada.
por el viento que se cola por la rendija de la puerta, debe estar volviendo la estación seca.

-Sacroar daga aritimia, no te prosternes sin antes lacerar bien las rodillas, sin antes arrojar vinagre y jugo gástrico sobre las heridas.

ella se levanta y me alcanza el estilete. me hago las marcas necesarias. desparramo el jugo del estómago del útimo cadáver que me trajo. su olor me habla de siglos de encierro, de podredumbre en vilo, interrumpida, que se desata con furia ante el intento de fuga hacia olores más calmos (el prado se incendia de carne podrida y machucada)
 



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