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alqutun,29.12.2002
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"Por cojé la mora verde
me he clavaíto una espina
y hasta er corasón me duele" | |
alqutun,28.12.2003
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La amé desde el momento en que su imagen se reflejó en mis candiles y por ser yo muy joven y ella aún más nuestros corazones se abrasaron en una llama, en un fuego que nos devoró, que nos consumió, con una velocidad directamente proporcional a la intensidad del sentimiento que nos llenó de sinvivir, de impaciencia, de prisa por tenerlo todo, por saborearlo todo como si la vida se acabara en un instante, en aquel momento que los dos vivíamos.
"Las cosas que fuerte entran fuerte salen" me dijeron siempre los mayores y "el mucho andar trae poco andar" sentenciaba mi padre.
Y así fue. Hoy no es más que un bello recuerdo lejano que pudo ser algo más estable y duradero de lo que fue si hubiésemos sabido regular la llama que surgió cuando nuestras pupilas se encontraron.
Lástima que solo nos quede el recuerdo y esa amarga sensación de haberlo echado todo a perder. | |
maravillas,01.01.2004
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Por cogé la mora verde
verde como la albahaca!
me he clavaíto una espina
y hasta er corasón me duele!
y hasta er corasón me sangra!
Por cogé la mora verde,
verde, como la albahaca!
"..... de amores muero, mi niña,... por cogé la mora verde..." - y continuó tarareando la canción- "verde como la albahaca". Y es que no se aprende, niña - decía-.
Porque su corazón había tragado ya muchas millas; había sentido muchas soledades; entretejido renaceres. En fín!, era lo que él llamaba, -no sin orgullo-, "un corazón solitario". Acostumbrado a mirar el bosque de los sentimientos con la cautela que guarda el animal herido.
Y ahora, se le había cuajado el reir, a él, precisamente a él. De nada le habían servido sus "moralinas" y "saberes". A él, -precisamente-, a él le habían entrado todas las gamas de verdes en el alma. Y su corazón se volvió adolescente e impaciente, y como nunca, empezó a experimentar un ahogo de sentimientos retenidos.
Y fue así, cuando, en aquellos ojos inofensivos, de mirada dispersa, de pupilas perdidas, sin un color definido, proyectó un espejo con todos los horizontes que él guardaba en su mirada. En aquellos ojos glaucos, de mirada imprecisa, había recreado una inimaginable escala cromática de verdes, de esperanzas, de ilusiones. De forma desprevenida, casi sin darse cuenta, le habían robado todas las estrategias, y con ellas, como por encanto, el alma se le evaporaba en aquel paisaje de verdes, precisamente de verdes.
Y, al atardecer del día, al anunciarse la luna, cantaba, recreando su propia historia en la letra de la canción.
Y hasta er corasón me sangra
por cogé la mora verde
me he clavaíto una espina
y hasta er corasón me duele....
- Y otra vez, repetia -:
Verde!, como la esmeralda
como la albahaca, verde!
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NINIVE,01.02.2004
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test | |
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