El mensaje
En un lejano país gobernaba un rey joven, apasionado e idealista, muy enamorado de su mujer. Había sido aquel un lugar próspero y una poderosa potencia, y aún lo era, todo lo que puede serlo una nación cuyo rey sólo piensa en un nombre. Pues el pobre hombre había descuidado su gobierno, había silenciado a sus consejeros e ignorado las noticias, y sólo se concentraba en brindar todos los placeres de la vida a aquella a la que consideraba una prolongación de su propia alma. Había luchado por contraer matrimonio con ella desde el momento en que la vio y, tiempo después de la boda, trataba de cegarla con todos los brillos que su reino era capaz de producir. Sin embargo, ese mundo bello, limpio y ausente no tardó en mostrarse incapaz de contener las mareas de la realidad.
Un mal día, la bella reina falleció, dijeron unos debido a una enfermedad desconocida, aunque otros veían en ello la mano invisible de algún buen dios, que quería devolver al rey a sus auténticas ocupaciones. No obstante, la divina acción no alcanzó su destino. Pues aquello le supuso una enorme tragedia al monarca, hasta el punto de, superado por el dolor, encerrarse en su trono, en el que languideció mudo, inmóvil y frío.
Tras pasar semanas sumido en un océano de autocompasión, se repuso y reanudó su vida con un único objetivo: decirle unas últimas palabras a su difunta esposa.
Con este fin mandó llamar a todos los sabios del reino, magos, científicos, filósofos, sacerdotes, pero ninguno supo darle la información que buscaba, nadie sabía una forma de hablar con los muertos. Hasta que, tras una larga e infructuosa búsqueda, halló a un anciano sencillo, aparecido de la nada y conocedor de todo, que le ofreció una idea para resolver su problema: sólo un muerto puede comunicarse con otros muertos. El rey se interesó por su plan, y se apresuró a cumplirlo.
A la mañana siguiente, organizó una fastuosa ceremonia, solemne y noble, a la que acudieron nobles y plebeyos, todos prestos a contemplar el último saludo a la mujer a la que muchos veían, lejos de encandilarse por el romanticismo de su señor, como la causante de sus males.
Desde una alta tribuna, el rey soltó de sus propias manos una blanca paloma con un sencillo mensaje, tosco y sentimental:
“Amada mía, sólo quería despedirme de t, desearte buen viaje y decirte que te amo, y que daría mi vida por estar contigo de nuevo.”
Entonces, con un majestuoso aleteo sobre los inmensos campos, el ave se alzó a los cielos, reflejando el sol en su plumaje, presta a llegar hasta donde ningún vivo había llegado… ni llegaría. Siguiendo las órdenes del monarca, el mejor de sus arqueros disparó.
Una sola saeta, una flecha con la punta en llamas, trazó una trayectoria perfecta e impactó de lleno en el animal, que cayó al suelo convertido en una bola de fuego, liberando así su alma para que pudiera continuar el viaje por sí sola. Emocionados por la importancia del momento, nadie vio como los restos aún ardiendo del infortunado pájaro se estrellaron en un gran campo de cultivo, hasta que por él se extendieron las llamas, devorando casi todo el cereal. Cuando se extinguió en parte, ante los incrédulos ojos de la comitiva permanecieron flameando unas estilizadas líneas, que no tardaron en formar catorce danzantes letras:
ACEPTO TU OFERTA
El rey aún trataba de desentrañar su significado cuando, antes de que la escolta pudiera reaccionar, fue asesinado por uno de sus soldados, cuyos ojos seguían perlados por el llanto de haber visto arder el sustento de su familia.
Más en: http://www.elpent...
http://www.elpent... ama.com/
https://twitter.com/#!/EPyeP
http://www.facebo...[....] ono-y-el-Pentagrama/129323273858745 |