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ninive,30.08.2014
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El 15 /9 de 1998 abrió sus puertas la página azul. Invito a todos los usuarios a dejar un cuento, una sugestión un comentario.... para celebrar su aniversario.
Los textos se reciben desde hoy aquí. | |
kasiquenoquiero,02.09.2014
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Estoy muy agradecido a esta página. Me dio la oportunidad de hacer volar mi imaginación.
Conocer a muchos amigos-as.
Ya son más de diez años y no me canso, cada vez descubro algo nuevo.
Gracias de todo corazón.
Un abrazo.
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filiberto,02.09.2014
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Enredarse en la trama de un cuento (poema, novela, etc.), seamos aficionados o profesionales, es como realizar un espectacular viaje.
Va mi obsequio para la página y para mis compañeros de vuelo:
https://www.youtu...
Abracito cordial para todos, especialmente para los creadores de este lugar.
Los quiero.
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alejandra0106,02.09.2014
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Hola
Estoy muy feliz de poder participar en esta comunidad, y tener la oportunidad de expresarme y a la vez leer textos, cuentos muy interesantes.
Gracias Ninive por tus consejos cuando estaba desanimada. Me anima a soñar
Gracias!!!!!!
Saludos a todos | |
rhcastro,03.09.2014
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Gracias. | |
ninive,08.09.2014
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Pienso que lo mejor sería homenajear a la página con el texto que consideramos La"obra maestra" de nuestra autoría.
adelante | |
alexandrocasals,10.09.2014
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Hola.
La pagina es el lugar donde siempre se vuelve o como un gran amor, nunca se olvida. Ya son ocho de los dieciseis años que paseo por esta ciudad azul y quiero adherirme al festejo.Después de pasar varias veces por el rincón de correcciones de Nínive, reedité un cuento que hace años escribí.
Saludos a todos
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ninive,10.09.2014
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DE ALEXANDROCASALS TEXTO PÁGINA
“Página” (ciudad invisible)
Al pensar un relato, lo primero que acude a mi mente son imágenes plenas de significado y cuando intento describir una ciudad, recuerdo Buenos Aires. Para comparar cualidades siempre parto de ella, y una vez fijadas con palabras, estas imágenes se borran.
Pero “Página” es una ciudad invisible, la formulación imaginaria de un concepto, una unidad semántica independiente, semejante a las ciudades visitadas y descriptas por Marco Polo en la corte de Kublai Kan.
Si navegando por mares virtuales de pronto nos tienta visitar "Página", partiendo desde cualquier lugar del planeta, empleamos instantes en llegar a ella y disfrutar de aquello que nos ofrece. Este es el camino a seguir para conocerla o internarse en otras similares. La diferencia radica en que, en otras, tropezamos con muros imaginarios dentro de los cuales conviven escritores con derechos adquiridos. Estas ciudades se convierten en impenetrables y nos provocan incomodidad.
Sin tener edificios, autopistas, parques, que la asemejen a una ciudad, posee todos los atributos de una Capital. En “Página” no hay escuelas, universidad, hospital, iglesias, cementerio, supermercados, ni siquiera una plaza. Su población es pasajera pero no descansa. Como toda gran metrópoli vive en plenitud las veinticuatro horas del día.
Las personas que hurgamos por sus arterias, nos leemos e imaginamos mil cosas los unos de los otros, tal vez fantasías proyectadas por nuestra forma de pensar y escribir. Algunos de nosotros se conocen personalmente. Intuimos relaciones, encuentros, seducciones, amores a veces consumados o intercambio de mensajes sin haberse rozado ni siquiera con un dedo.
Nuestra biografía se asemeja a un pasaporte. Nos identifica una foto que no siempre es actual ni la nuestra. Este ícono, aunque no en todos los casos, es acompañado de una carta de presentación donde intentamos delinear nuestro perfil de manera similar a como creemos ser. Pero en general resulta frívola y no es representativa.
En “Página” leemos los poemas o los cuentos de un “chaval” con un sombrero de paja, de una mujer madura que muestra abundantes curvas, de una “piba” vestida de bailarina clásica, de un señor mayor con el cabello teñido, de una “gallega” que emerge de un mar de girasoles o de un musculoso mulato caribeño adornado con tatuajes.
Siempre ocurre algo. Las palabras escritas nos unen, nos ligan con hilos invisibles los unos con los otros. Saludamos a aquellos que nos leen y comentan. Y a su vez leemos y comentamos. Pero no nos detenemos, escapamos sumergidos en el anonimato protector a leer otros cuenteros: un mapuche con la cara de un perro, un “chavo” besando un mono, un ojo color azul que le falta la cara, un gauchito parecido a Inodoro Pereyra, una “botija” oriental que en sus comentarios refleja amistad y dulzura o con una nueva escritora erótica, que sospechamos haberla ya leído con otros nicks.
Nos relacionamos como entre quienes, por casualidad, se encuentran bajo un toldo callejero para guarecerse de un inesperado chaparrón y charlan hasta que la lluvia se detiene.
Aunque pensemos que esta virtualidad apasionante está muy cerca de la locura, la realidad siempre prevalece. Algunas veces, la amistad que nos aproxima por similitud de
sueños, suele transformarse en verdadera.
En esta ciudad mítica y paradojal en la que vivimos, sobrevolamos y a veces somos, nada es casual. Todos miramos la pantalla hipnotizados, ebrios de ansiedad, esperando que algún lector haya pasado por nuestra bibliografía, leído nuestros escritos y dejado un
comentario positivo.
Es entonces cuando imagino a “Página” a orillas de un gran lago, construida como lo fue en la antigüedad "Valdrada", una de “Las ciudades invisibles” de Calvino.
Al llegar vemos dos ciudades, una directa y una reflejada en sus aguas. Este inmenso espejo de agua las deforma; A veces acrecentando el valor de los textos y otras veces, disminuyéndolos.
Es gratificante leer un comentario satisfactorio a nuestros escritos, porque esperamos reconocimiento... pero no siempre agradecemos. Los seres humanos, más allá de sabernos o no poseedores de carisma, necesitamos del afecto y la admiración. Por algunos instantes, ser protagonistas, figuras estelares y recoger las mieses que sembramos al trasmitir las emociones que nos desbordaban, cuando, al acariciar el teclado de la computadora, componíamos las palabras que el corazón susurraba.
No todos los escritos que a nosotros resultan hermosos y deseamos que trasciendan, persisten cuando se reflejan en nuestros lectores. Estas dos “Pagina” crecen mirándose a los ojos y viven la una para la otra, pero no siempre nos dan satisfacciones.
En los “Libros de visitas” residen los verdaderos puntos neurálgicos de esta ciudad invisible ¿Cuantas palabras pasarán por estos? ¿Serán las almas de “Página”? ¿Será la alfombra donde debajo ocultamos la basura? Estas dudas se manifiestan sujetas a numerosas interpretaciones, posibles de enumerar e imposibles de calificar. En “Página”, aquello que leemos en los “Libros de visitas” es abstracto e irreal.
Cuando un circunstancial fantasma se convierte en alguien con quien competir y discutir o sentimos que “Página”, que parecía la suma de todas las maravillas del mundo, comienza a derrumbarse, visitarla ya carece de sentido. Si no poseemos una terapia eficaz para evitarlo, ha llegado el momento de meditar fuera de sus murallas, lejos de sus torres imaginarias asediadas con ferocidad por hordas de clones.
Debemos convencernos que siempre somos nosotros los responsables del vivero donde se cultivan estos pimpollos. Como buenos jardineros, saber que a las flores, algunas, las que regamos, crecerán y otras, las que no atendemos, se marchitarán hasta secarse.
Si logramos encontrar el punto de equilibrio, podremos ver esta magnífica ciudad tal cual es: una mujer seductora, satisfecha de imponer sus caprichos a nuestra voluntad y de persuadirnos a transitarla viviendo la alegría de nuestras fantasías de escritores ignotos.
La felicidad consiste en transcurrir la vida tomados de la mano de nuestras verdades relativas, tolerando y aceptando las verdades relativas de nuestros semejantes. Así deberíamos interpretar la convivencia en “Página”, cuando inmersos entre las circunstancias inesperadas que surgen de la relación, nuestros propósitos se satisfacen sólo a medias. La virtualidad siempre padece de males que nos dejan secuelas. Únicamente aquello que conservamos de la realidad no sufre mutaciones. En esta apasionante ficción si no vivimos nuestros sueños, en algún momento dejaran de serlo.
¿Porque entonces, alguna vez se nos ocurrió pensar en emigrar de esta urbe fascinante? ¿Existe alguna razón poderosa que nos condicione? Abandonarla sería privarnos de un mundo diferente que nos atrae con la fuerza de un imán, de un paraíso literario, en el que perviven genuinos apasionados de las letras. El resto de los visitantes la pululará siempre en forma transitoria, hasta el momento que descubran no pertenecer a ella. Abandonarla, sería equivalente a privarnos de la felicidad que ”Página” nos brinda sin pedirnos nada a cambio. Y aún así, vacía de nosotros; este carrusel de fantasías no se detendría.
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