Hector amó con locura a Blenda, desde el mismo día que la vió.
Fué en un baile de beneficencia, donde ella concurrió con sus padres. Pertenecía a una familia de gran prestigio y muy acaudalada.
El, tocaba el violonchelo en la orquesta que actuó esa noche.
No podía quitarle los ojos de encima, veía como jóvenes de la alta sociedad esperaban su turno para bailar con ella.
Tenía una mirada más bella que sus ojos, su boca sensual y una sonrisa inocente.
Esa noche no durmió, su imagen lo perseguía; y los días subsiguientes fueron peores aún,
Que iba a hacer con ese amor que le explotaba en el pecho.
Averiguó su nombre, donde vivía y fué siguiendo su vida con absoluta obsesión.
Hasta que un día, la noticia lo sacudió. Supo que se casaría con un joven rico y exitoso.
La iglesia estaba colmada, todos querían presenciar la boda.
Hector, mezclado entre la gente, esperaba.
Al fín los novios salieron y todos acudieron a saludarlos. También Hector, quien sacando un arma de entre su ropa, descerrajó un tiro en el pecho de Blenda.
Camino al cadalso, Hector sonríe, nadie puede verlo, pero de su mano va Blenda.
Suya para siempre.
Basada en el 4to.movimiento (marcha al cadalso) de la obra "La sinfonía fantastíca" escrita en 1830 por Hector Berlioz, compositor frances (1803-1869).
Era el ocaso de un día muy agradable de verano.
En una habitación de un edifico viejo- muy pronto a demoler- trabajaba nuevos temas una banda de Heavy Metal.
Las notas musicales se zarandeaban frenéticas, incansables, imperturbables, sobrevolando el espacio reducido y poco iluminado.
Una repercusión interminable y estridente las lanzó demasiado lejos y no quisieron regresar.
Se miraron con picardía y complicidad, cruzaron una ventana abierta y siguieron por ese camino desconocido, liberándose poco a poco de todo el movimiento incorporado durante muchos meses de ensayos.
Luego de un silencioso trayecto ya se habían calmado y comenzaron a curiosear los alrededores.
Un ruido precipitado de autos las paró en seco, ¡cuánto miedo que sintieron! ¿Que eran esas cosas rápidas y enceguecedoras?
Una ambulancia tocó su sirena sin fin pero las encontró prevenidas y no las amedrentó.
Continuaron presumidas la ruta elegida al azar, disfrutando lo nunca experimentado; todo el tiempo metidas en el sonido enardecido de la banda no les dejaba lugar para nada más.
Así descubrieron poco a poco la quietud –aparente-, ruidos extraños pero no desagradables para sus oídos aturdidos.
Intentaron, para entretenerse y relajarse más, tararear una canción, pero sólo venían a sus mentes las últimas del grupo, que volvían a convulsionar sus cuerpos.
Al llegar a la esquina algo les fascinó. Ajustaron sus oídos y pronto descubrieron de dónde provenía tanta belleza y allí se dirigieron.
Un ventanal abierto arrojaba al espacio una melodía deliciosa que los atraía como imán, y sin poder evitarlo allí se asomaron.
Y fue magnifico el espectáculo: notas y más notas moviéndose cachazamente sobre un teclado, donde una pequeña practicaba la tarea de su clase de música.
Se quedaron muy quietas para no interrumpir y no ser descubiertas.
La niña repetía y repetía el ejercicio hasta que al fin se oyó como soñaba y plena de alegría no paraba de tocarlo.
Las notas fugitivas estaban embelesadas escuchando esa hermosura, y sin pensarlo demasiado, osadamente se unieron a las demás... ¡y no pasó nada! nadie abrió la boca, sino para sonreír.
Llenas de felicidad, comenzaron a danzar. Era supremo lo que sentían, inigualable, nunca vivido en sus vidas.
Una de ellas, curiosa y ansiosa, se asomó a la partitura y leyó: “Para Elisa”...Beethoven.
Bajo el influjo de Dvrorak.
Danza eslava Nª 8, Furioso (Presto)
Para el concurso de los Cuenteros .net.
No te lo puedo contar, es tan íntimo, solo porque eres tú, sé que lo comprenderás. No sé de acordes, ni de opus, ni de grandes clásicos de la música universal, que es universal porque une a los pueblos del mundo en la felicidad del amor y no por el poder cultural que pueda tener una nación sobre otra.
Yo era una niña y trabajaba en la cocina del café del Gran Teatro, solo al final de la jornada me estaba permitido salir al comedor para recoger los manteles y llevarlos a la lavandería. Un día, al arrancar el mantel de la mesa, veo en el suelo una carpeta con partituras y otras notas. Las tomé y las llevé a mi casa. Entre ellas estaba el teléfono de su dueño, lo llamé y le explique la manera en que conseguí la carpeta, se mostró agradecido, me invitó a escuchar en primera fila la danza eslava. No tenía traje para ir y dijo: “solo viste de negro”. Así, en la flacura de mis catorce años conseguí prestado un vestido y unas sandalias plateadas que me quedaban un poco grandes, pero no importa, era una aventura mágica entrar a un teatro, a un concierto, de la mano de un señor alto, mayor, delgado y extranjerísimo por todos lados. No nos miraban, entramos por la puerta de servicio, en lugar de caminar a mi acostumbrada cocina, me dejé llevar hasta el escenario, entre telones se podía ver la disposición de los instrumentos, todo listo para el concierto, las luces encendidas en el escenario y la penumbra en el lugar donde estábamos. Me miró a los ojos, apretó mis manos, me dio un fuerte abrazo y fue dejando rodar su cuerpo enorme hasta caer de rodillas ante mí, sin soltarme, colocó su boca sobre mi vestido, justo sobre mi vagina y me besó largamente, mis piernas y toda yo, estábamos rígidas como una tabla, el señor se levantó, lloraba, me pidió perdón en un susurro al oído, me dio mil gracias, me tomó de la mano suavemente, me llevó a mi asiento en primera fila, “tocaré para ti la danza eslava número ocho de Dvorak”, señalando el programa de mano. Se dio vuelta, subió por la escalera de madera pulida y desapareció. Yo cerré los ojos, tratando de salir de mi sorpresa de sensaciones, de bien y mal entremezclados, cuando empezó a sonar esa hermosa música, abrí mis ojos, miré un montón de hombres tocando. Todos eran iguales. Al final del concierto volví a mi casa, pero por siempre quedé bajo el influjo de Dvorak
No eres sino una delicada pena
dulce y melancólica
Sólo inundas mis oídos,
Y pronto te vuelves agónica
Sin embargo, tu belleza me cautiva
me atrapa en otra dimensión
me enajena
¡lágrimas brotan de mis ojos!
¿como puedes concentrar tanta emoción?
No me dejas respirar
no me das espacio a pensar
sólo sentir como se desgarra mi corazón
No me hagas seguir contigo
Te amo, te quiero pero estoy muerta
Lo siento, te amo pero no respondo
Esta locura me paraliza
Son gritos de dolor de mi alma
Son penas que se arrastran
Son sin sabores nefastos
¡Lo siento ya no puedo amarte
estoy muerta!
si este dolor es un atisbo de vida
Me despierto en tus brazos sólo para llorar
eres hermosa agonía
Eres lo único que logro sentir,
Como puedes ser tan bella, tan dolorosa y triste a la vez
Porque te presentas a mí de esa manera
Como puedo sentir tan diferente a otros
¿Será acaso que no existe amor ni belleza sin dolor?
Te vuelves tan terroríficamente hermosa que ya no te soporto.
FANTASÍA NATURAL TRAS UN CONCIERTO DE AL JARREAU EN ALICANTE
Es la hora. Otorga a su rostro las proporciones que la luz exija. Se viste despacio. Sale a escena. Pronto es incandescente. Un sol. La estrella en la tierra. No habrá quemados. No se necesitarán sanitarios. Convencerá. Emocionará. Estimulará sensibilidades. Originará recuerdos. Será de todos. Estará en todos… Luego, cuando la catedral se desmorona mediante el clamor de las palmas, desaparece. Comienza a ser de nuevo sombra. Apaga las expresiones faciales. Se desnuda. Nadie le detiene. Nadie le conoce. Nadie le espera. Existió para esa ocasión como en otras ocasiones será leyenda. Dirán de él en los libros. En las cafeterías. Y le retratarán… De alguno sé que, por afecto, por agradecimiento, por justa compensación, por haber disfrutado al menos una vez en su presencia, cuando ese día en el que los artistas reconocen que es la última vez sobre un escenario, cuando muchos estarán de acuerdo en creer que “está acabado”, alguno sé- digo- que se sentará sobre una butaca, en un teatro, antes de la enésima transfiguración, despidiéndose. Mirando, escuchando, oliendo, paladeando, tocando la gloria aunque ese día, el deleite sepa a menos. Porque se muere con el mar, se muere con el árbol y se muere con el ser humano que logró ser divino para la felicidad ajena.
Nota: Léase mientras empieza a sonar el concierto para Violín y Orquesta, Opus 61 de Ludwig van Beethoven y, al finalizar, continúese la escucha sin perder una nota.
Etérea, como ausente pero bella y tan vehemente como cuando la conocí, Eustaquia Rosales comenzó a visitarme después de la primavera de 1874. Toma el tranvía en Corrientes y Bermejo cuidando que no se estropee el estuche en el que carga su oboe y desciende en la estación donde ansioso espero su llegada.
Compartimos tórridas veladas de amor y música. Al amanecer, parte por el mismo camino por el que llega mientras espero, con el alma en un hilo, su regreso.
Bastante avanzados sus dieciséis y yo apenas cumplidos los once, conocí a Eustaquia. Poco faltaba para que empiecen a circular por la ciudad los primeros tranvías.
Estos medios de transporte complementaban a las estaciones ferroviarias. Trasladaban pasajeros que venían desde el centro de la ciudad a tomar el ferrocarril y viceversa, es decir, unían el centro (Plaza de Mayo) y Retiro. Fue a bordo de esas formaciones donde me trasladaba, cada domingo, desde la diminuta capilla de barrio para participar en los conciertos de la catedral, gracias a los curas que no solo me prestaban el instrumento sino que me sostenían:
-Al talento hay que ayudarlo- y antes de impartirme las lecciones me daban, por si acaso, de comer. También fueron ellos los que me consiguieron la oportunidad de demostrar lo aprendido.
Según le habían aconsejado las monjas que lo confeccionaron, mi madre planchaba con esmero el traje que, obligatoriamente, debía usar en las presentaciones.
En el salón del concierto, cada uno se ubicaba ante su atril y tocaba. De vez en cuando una mirada fugaz entre Eustaquia y yo, disimulaba los sentimientos que nadie, por aquellos tiempos, hubiese aprobado. ¿Cómo ver con buenos ojos algo más que la música, entre aquél desgarbado aprendiz de clavicémbalo y una joven virtuosa, prometida en matrimonio a un sólido hombre de negocios?
Cuando se desató la epidemia acabaron los privilegios. La capilla se convirtió en hospital, el clavicémbalo fue guardado bajo llave y esa fue toda mi experiencia musical porque después, tuve que ayudar con los enfermos para que los curas siguieran dándome de comer.
Ese mismo año Eustaquia se casó y no la volví a ver. Después de todo, lo único que nos había unido cuando nos conocimos, fue la música y aquellos besos impropios a espalda de su madre.
Debido a la virulencia de la peste y a la creciente mortalidad, fue habilitado el Cementerio Sur. Rápidamente colmó su capacidad de modo que, el14 de abril -¿cómo olvidarlo?- De 1871, se inauguró el camposanto de La Chacarita, cerca de “la estación de los muertos”, como dieron en llamar a la parada de Corrientes y Bermejo.
Allí fueron depositados, junto con un centenar, los restos mortales de mi adorada y de su esposo. Con sagacidad pude mezclarme entre los deudos y viajar en el coche de pasajeros que los transportaban. Una flota de servicios fúnebres de primera clase. El que trasladó el ataúd de mi amada estaba prolijamente barnizado y orlado alrededor del techo con lujosos penachos de crin negra.
Eustaquia murió el invierno de 1872. Nunca dije de sus visitas por esas cosas del placer carnal, porque los caballeros no tienen memoria y porque, seguramente, nadie me lo creería.
Nunca dejó de ser domador del minotauro. A veces, es verdad, fatuo, resoplando, reclamaba salir del laberinto, fiel a su estirpe. Por eso esperaba allí, en un rincón, silencioso como animal oscuro, desbravado y pétreo, a que don Karlovich se quedara solo. Pronto reclamaría rienda y libertad, cielo e infierno, con toda su garganta abierta. Don Karlovich tenía siempre las manos preparadas.
Esas manos que ahora se ufanaban en la despedida. El abrazo ceñido bajo la luz del arcón, el "saluda a tu abuelo" y el "vuelvan pronto". Y don Karlovich se quedaría en compañía de su soledad bien disimulada. Procurando llenar la oquedad que, desde hacía seis meses, Emma había dejado en silencio. Emma ya no vivía en la casa, tampoco en este mundo.
Increíble que hace un momento, entre gritos de algarabía, los nietos se persiguieran las espaldas, escondiendo sus cuerpitos tras el sillón de la sala, y vuelta a emerger sobre aquel horizonte mullido, con caritas desencajadas, que pronto podían mutar en muecas de llanto por un golpe, un chichón, contra el musiquero, el modular, o el mismo piano negro de la sala.
Ese piano donde Emma se reclinaba mientras don Karlovich interpretaba su partitura favorita. Igual a cuando, aun joven, se maravillara del crepitar de fulgores saltando de la garganta del piano. Ahora no quedaba nada. Solo el minotauro y las despedidas. Solo eso. Desde hacía seis meses.
El bocinazo del coche lo retiró de su abstracción. El vehículo, repleto de sus nietos saludándolo, giró y se perdió en la esquina. Don Karlovich hacía oscilar su brazo en alto. "Adiós". El hueco del silencio lo esperaba. Lo enfrentaría con la reciadura nórdica de su frente.
Cruzando el dintel sintió el ímpetu de un viento a sus espaldas. Un aliento centenario emanando desde una profundidad que ya conocía. El minotauro había despertando y estaba resoplando. Don Karlovich se quedó solo y el minotauro lo sabía. Pedía alimentarse de la sonata de Emma.
Don Karlovich percibió sus manos crispándose en puños que relajaban y contraían, como la salva de un corazón pugnando por vivir, como el corazón de Emma latiendo, una fragua de volcán profundo caldeando el largo de sus dedos, la quemazón de las riendas de un animal indómito esperándolo en la sala. Aquel animal, antes dormido, oscuro, resolvió de pronto que quería bufar, piafar, escupir brazas del infierno, bajar estrellas del cielo y tragarse todo con la garganta abierta. Don Karlovich ya estaba listo para domarlo, el calor de sus manos se lo decía. Montaría su minotauro para ir en busca de Emma.
El minotauro compuso una carcajada con la hilera de sus dientes marfiles, don Karlovichi acarició la sonrisa de leyenda y gradualmente comulgaron para bajar las primeras notas de la sonata. Ya empezaba a escucharse la sonata para buscar a Emma.
Sorpresivamente el ser legendario endulzó la voz y, ya desempotrado del suelo, llamó a las primeras estrellas que cayeron plateadas en el cuello de cisnes. La sonata les siguió el vuelo y Karlovich siguió la sonata. Los cisnes se habían vuelto dorados y sobre ellos apareció desplegado el vestido de Emma.
Entonces tiró de las riendas. El corazón de Emma se hacía vigoroso en sus manos. El aliento del minotauro se acaloró, necesitaba música para volar y bruñir en el cielo la misma acuarela de los ojos verdes de Emma. Y allí estaban las lágrimas de sus ojos aguados, regando jardines todavía negros y espesos, que sabían tragarse el agua como sus ojos llorando hacia adentro. No hubo pañuelo capaz de enjugarlos, solo los dedos de don Karlovich ejecutando la sonata.
En medio del vuelo se escuchó como siempre el coro de ángeles cantando, algunos agudos, otros contraltos, orbitando a las veras de la cintura de Emma. Las manos de don Karlovich tiraron de las riendas membrudas, y el minotauro nuevamente bufando, los ángeles escondiéndose tras un pañuelo soplado y los nubarrones manifestándose otra vez sombríos, revolviendo y escureciendo el lecho, su lecho de muerte, la ciénaga de donde Emma no sabía emerger y dónde se le cortaba la voz delgada y atragantada. Vio la silueta de Emma socavada por el nubarrón, las manos de don Karlovich acometiendo, el corazón de Emma viviendo débil en sus manos, pidiendo más velocidad a su minotauro oscuro que no dejaba de lanzar carcajadas, los relámpagos contrahechos iluminando fascículos, engañando el camino. Emma se iba, su voz se apagaba, la voz que tantas veces le dijo "te amo" ahora se tragaba todas la tormentas en el centro de la tierra. No podía alcanzarla, Emma se iba, entre nubes negras. Se perdía tras la tempestad.
Don karlovich estiró su brazo para despedirla y el minotauro aflojó su galope, su vuelo, y se empotró de nuevo en el rincón de la sala.
Una agujero de brillo se cerró en medio del cielo.
La interpretación culminó y la visión dejó un cabo astillado, doliendo en su mano, lastimando el latido de Emma. El minotauro fue otra vez piano, él su domador dentro del capullo de un hombre.
Se quedó sentado, el pelo revuelto, las mangas arriba de los codos, su nariz agitada, los ojos reprochando la presencia de Emma.
Apenas alcanzó a verle los ojos aguados, apenas pudo escuchar su voz en la tempestad. Ahora su corazón perdía el latido, hasta el próximo intento.
Hasta que volviera a despertar el minotauro y soltara las riendas de la Sonata, cruzando cielos y vientos.
La Sonata para buscar a Emma volvería a escucharse.
Cuando el Sr. Hopkins bajó de su automóvil con las cenizas de su esposa ya lo esperaban algunos amigos y familiares para acompañarlo en el duelo. El pequeño cofre con los restos cremados gastaba la fuerza de sus débiles y temblorosas manos y le encorvaba aún más la espalda.
Aceleró el paso rumbo a la puerta de entrada a su casa para procurarse descanso pero se detuvo a observar, lo que más tarde tomó significado para mí, una ventolera que frente a él levantó algunas hojas secas y el polvillo del suelo en espirales. Sus ojos seniles se enfocaron en el intento de torbellino, bajó más la vista en dirección de su carga y al volver la mirada al remolino éste ya había quedado sin aliento para seguir girando.
Lo mismo pareció ocurrirle al Sr. Hopkins pues al entrar a su casa depositó la urna sobre la mesa, se dejó caer en el sofá y quedó estático, indiferente a las muestras solidarias de los asistentes que tuve que recibir y despedir en la puerta de la calle.
Esas constantes salidas me permitieron observar como fue creciendo la intensidad del viento, a tal grado que resultó difícil abrir la puerta, cuando al fin logré hacerlo, entró una ráfaga que hizo revolotear las cortinas y movió el candil de cristal cortado que proyectó luces de diferentes intensidades sobre el rostro del Sr. Hopkins.
Fue entonces que vi por primera vez sus arrugadas comisuras labiales configurar una sonrisa casi malsana y a sus ojos recuperar brillo, vislumbré que lejos de estar abatido parecía estar feliz de la muerte de su cónyuge.
A cuenta de qué venía ese nuevo estado de ánimo que era un vivo contraste con el mostrado en los últimos meses. Yo fui testigo de su abnegada labor. Nadie hubiera podido imaginar las escenas de entrega hasta la extenuación al cuidado de ella. Día y noche al lado de la cama para atenderla sin abandonar la habitación, excepto después de darle a beber su té de violetas que la reconfortaba y la hacía dormir tranquila.
Entonces, él aprovechaba el momento de reposo para salir a la sala de estar, un cuarto grande de doble altura que provocaba ecos que le daban mayor dramatismo a la ópera que escuchaba sentado en el ajado banco frente al piano, doblado y con la mirada clavada en la partitura.
Su postura, pero más aún su abnegación, debiera provocarme respeto pero era pena lo que sentía que se reforzaba al ver su rostro impregnado de desconsuelo y cansancio. No me quedaba mucho tiempo a acompañarlo porque debía atender mis obligaciones como enfermero de la señora de la casa, que cuando despertaba lo hacía con insistente tos sonora y seca que se esparcía por toda la casa. Abrevaba del té nuevamente y regresaba a su sueño profundo de respiración ahogada que producía un silbido como el que emitió el aire al entrar a la sala cuando salió el último de los asistentes al duelo.
El sonido del viento pareció romper la pasividad del Sr. Hopkins, había esperado a que todos abandonaran el recinto para no dar explicaciones ni recibir juicios por la determinación que había tomado desde el momento que viera el pequeño remolino. Arrojaría las cenizas al viento.
Pero el viento ya no era ligero, como el Sr, Hopkins, había cobrado vigor, ahora estremecía los ventanales y desprendía ramas de los árboles que se convertían en peligrosos proyectiles. Ante tal contingencia, con un movimiento torpe y precipitado lanzó al aire los restos incinerados de su esposa que se esparcieron en todas direcciones, incluso algunas partículas golpearon su rostro.
Entramos nuevamente a la estancia, y mientras él se aseaba la cara me pidió que encendiera el aparato reproductor de discos para escuchar la ópera “Adriana Lecouvreur”. Cuando regresó con dos preparados de su preciado té de violetas, el primer acto ya había concluido. Me dio la taza con la infusión y fue directamente al banco frente al piano e hizo una seña con la mano para invitarme a tomar asiento a su lado.
Compartimos el banco y el silencio prolongado que él esporádicamente interrumpía para marcarme el inicio o final de algún movimiento ejecutado en la ópera. Yo sólo me atreví a preguntar al final, cuando inició el aria que más me atraía, ¿cuál era su nombre? “No, la mia afronte”, respondió, y “es el momento en que los protagonistas se despiden porque ella está muriendo”, agregó.
Se trataba de despedida y muerte, por eso se escuchaba tan triste, parecía que los violines gemían y lloraban su agonía. La soprano, que representaba a la protagonista, decía en su canto que era una blanca paloma que volvía al nido. A mí me parecía ver las palomas en el pentagrama, sus líneas se me figuraban cables eléctricos en el que los pichones reposaban.
Esas visiones las atribuí al cansancio y las impresiones del día, porque bien sabía que se trataba de corcheas que parecen elegantes aves. Sin duda era hora de ir a descansar. No transcurrió mucho tiempo para entrar en sueño hondo.
Desperté con una tos incontrolable y seca que me recordó a la que padecía la Sra. Hopkins. La idea que me vino a la mente me horrorizó, Adriana Lecouvreur murió envenenada por el tóxico que contenían las violetas que le regalaron; y el Sr. Hopkins, y yo mismo, le dábamos a beber a la señora el té de violetas.
Salí a buscar las flores con que preparaba el brebaje y algún medicamento dado que temblaba profusamente y me sentía indispuesto. El ruido de mi tos hizo voltear al Sr. Hopkins que en ese momento vaciaba al fuego de la chimenea el contenedor donde guardaba celosamente su infusión.
Levantó el rostro, se acomodó el cabello, que había caído sobre su frente durante su sospechosa tarea, su mirada ingenua y el gesto afable cuando me preguntó.
-¿Quieres que te prepare algún té? ¡Te ves enfermo!
¿Qué es la soledad después de todo? Una mezcla de ausencia y de nostalgia. Soledad es sentirse solo.
Esa noche lo estaba. De pronto un ruido, un arañazo a la puerta. Abrió y miró…no había nada. Era imposible que fueran las ramas del viejo árbol, hacía mucho que las había cortado. Cerró sin poder ocultar su decepción.
Regresó a su antiguo sillón, regresó a su tan odiada comodidad. Ese sillón tenía su forma grabada. Ese sillón tenía, memoria de todas sus amarguras, de sus odios. Tenía memoria de todas las tardes en que se había hecho de noche, y había amanecido; de todas esas madrugadas de fuego, de esa acidez que perfora desde adentro.
Sus padecimientos nunca le permitirían olvidar, hay cosas que se tatúan en los momentos y en la memoria. Estaba sola.
***
Nuevamente ese arañazo. Esta vez, había algo; unos ojos de espejo brillaban en la oscuridad de la noche. Lo tomó entre sus manos, compartieron un poco de leche a la mesa. Hacía tiempo que se había olvidado de las palabras, aun así no le pareció extraño entablar esa conversación. “¿Cuál es tu lado de la cama?” Por primera vez desde…no existe la evocación…había pronunciado algo más que un gruñido.
La madrugada había parecido un poco tibia. Se miró al espejo y encontró una sonrisa sardónica, ¿era feliz?
Otra vez la noche, el viejo sillón…otra vez la cama, sin mirar hizo a un lado el cuerpo inerte. Evitó pensar, hacía apenas unas cuantas horas había torcido su cuello con sus propias manos. Total, ¿qué es la soledad? Sentirse solo…
Cierto ordeñador, culto por cierto,
recientemente ha descubierto
que la música y la parranda en formas placenteras,
Con sus “fugas”, sus “corcheas” y sus “arias”
excitan en las cabritas lecheras
la función de las “glándulas mamarias”
Pero las cabritas necesitan de buena melodía
y aguardiente,
Experimentamos con la vaquita gacha
Y muy mal nos fue con ese pobre semoviente
Con dos vasos de leche nos despacha
Porque solo le gusta oír “la cucaracha”
¡Urgentemente don francisco
Hay que cambiarle a la cabrita de disco!
Y siguiendo la línea superpuesta
De esta tesis lactante musical,
hay cabras patrióticas y apuestas
que toman mate a y dan leche a “toda orquesta”
Si les tocan el himno nacional
Y miren pues que todo es cierto
expeimenten con una cabrita joven
Les dará leche de invaluable esencia
Si usted amigo cabrero le toca con frecuencia
Trozos de Donizetti y de Beethoven.
Esta mañana yo mismo ordeñe la cabrita Rosalía
la puse a que escuchara una “pavana”
Y mejoró la leche.
Entonces mañana
para que de mas leche e todavía.
Le tengo “la novena sinfonía”………….
(Triple concierto para violín, violonchelo y piano de Beethoven)
VOCES
Ante la certeza de estar muriendo, no siempre hay conversaciones profundas, ni mensajes finales llenos de sabiduría. En su caso, el poco tiempo que dejó la fastidiosa tarea de lidiar con los síntomas de la enfermedad, lo invirtieron para, tomadas de las manos, mirarse.
Las primeras veces lo hicieron en silencio, esperando tal vez, poder expresar sus sentimientos, hablar del miedo, casi terror que las paralizaba. Solo quienes lo han vivido saben que articular un discurso de despedida resulta imposible mientras aquel que amas aun se aferra a la vida. Así que permanecían mudas, mientras lágrimas de profundo amor rodaban por sus mejillas ante lo inevitable.
Al no encontrar esas palabras pendientes, y quizás aliviadas por la misma razón, lo que en un momento fue algo espontaneo, y tremendamente doloroso, pasó a ser un silencioso y esperado rito privado. Se miraban cada minuto que les fuera posible. El tiempo apretaba.
Tras semanas, los músculos débiles ya no soportaron el peso de sus párpados. La odiosa enfermedad les arrebató así la posibilidad de hablar con la mirada.
Había llegado el momento de comunicarse en voz alta. Vanos fueron sus esfuerzos. Cada vez que lo intentaron, el dolor ahogó sus palabras. Un pacto tácito las llevó a refugiarse en la literatura. Largas horas ella le leyó pasajes de sus novelas preferidas. Eso era todo, palabras de otros supliendo el vacío de las propias.
Finalmente, encerrada en el capullo en el que se había convertido su cuerpo, solo le quedó la posibilidad de escuchar.
¿Qué se le dice al oído a la persona que se ama, ante la incertidumbre de saber la reacción que tales palabras pueden generarle? ¿Cómo transmitir paz y algo de esperanza sin que el timbre de voz revele el desasosiego evidente ante tremenda situación?
La música constituyó su salvación. Melodías conocidas combinadas con débiles apretones de manos en signo de aprobación fueron su puente. Corto tiempo disfrutaron el cruzarlo a su antojo.
Cuando la debilidad terminó inmovilizando las manos, la madre, superado el pánico inicial, esperó pacientemente que su hija encontrará su propia voz, que finalmente pudiera desahogarse y le hablara. Pero las palabras nunca llegaron.
No obstante, de las melodías que la hija seguía poniendo, pasados los día comenzó a reconocer ciertos patrones. Era su pequeña y dulce hija a quien conocía profundamente, así que le resultó fácil interpretarla a través de la música. Tango en los buenos días, Pachelbel si estaba melancólica, música italiana para días esperanzados, entre otras melodías.
Perdida entre sus sueños y la constante música, cada día le costaba más mantener sus pensamientos claros, conectarse, interpretarla.
Una noche, o día, ya no podía saberlo, escuchó los primeros acordes del triple concierto de Beethoven. Fácil era reconocerlo tras haberlo escuchado millones de veces en su casa, además de haber sido arrastrada a todo tipo de festivales musicales e improvisaciones callejeras en las que lo tocaran. Era el concierto tesoro de su hija. Desde que a sus diez años lo escuchó por primera vez, se enamoró de él, y a partir de allí no paró de repetir el cómo esa melodía describía perfectamente su personalidad. Era parsimonioso, intenso, sublime, redundante, como ella. – decía. Torbellino de emociones coronadas por un grand finale.
Supo de inmediato que era su forma de decirle que estarían bien. Era su discurso de despedida.
Cada historia es diferente, la de ellas terminó así, sin palabras de por medio. Para el tercer movimiento, cuando el ímpetu de la orquesta toma todo su esplendor, dejó de respirar.
Un día, una tarde, un amanecer, no importa, solo sé que has partido.
Mi mente como si fuera un libro repasa hoja por hoja aquel momento; ¿te lo conté?
(Habla se pregunta y se contesta mi inconsciente). Vuelvo a ver a sentir ese instante desgarrador.
Estábamos en el puente, era primavera, la gente paseaba, unas tomadas de la mano, otras jugando con sus niños, perros revoloteando por ahí, mientras sus dueños se distraían con el hermoso paisaje. El bullicio sonaba como una melodía donde las palabras eran sus notas, acordes y corcheas.
Era como estar dentro de un cuadro, hasta tal punto que podría pintarlo y de hecho seria maravilloso. Todo era perfecto, charlábamos de la vida (que ironía) de planes, proyectos de sueños cumplidos y por cumplir.
Me puse a filosofar como es la mente humana, a veces te traiciona, te aleja, te deprime, te motiva, hace lo que quiere con uno, incluso cosas inesperadas.
Pero el corazón cuánto siente!!!! Si supiera defenderse no se dejaría llevar por la mente, haría siempre lo correcto, porque él sabe más de estas cosas del amor.
Lo teníamos todo, una hija maravillosa, un trabajo que nos permitía tener ilusiones y una vida normal.
Pero aquel día que te fuiste, quede temblando y ahí sí mi mente dejó de reaccionar. Cómo pudiste al tiempo me lo preguntaba, como te atreviste a hacerlo si éramos tan felices.
Todo quedo sin respuesta, solo Dios lo sabe, soltaste mi mano, te arrojaste desde aquel puente, dejándome vacía y sin posibilidad de retenerte.
Hoy sigo preguntándome que pudo más, tu mente o tu corazón. Me quede sin un adiós en ese marco que era nuestro.
Hoy miro al cielo, vuelvo a aquel lugar, miro el puente te fuiste, has partido.
Sé que estás ahí agazapada. Tratas de avanzar, pero soplo,soplo con tanta fuerza,como me lo permiten mis pulmones enfermos.
Mis carcajadas me ahogan, porque veo que te retiras otra vez a tu rincón. Tus ojos brillan a través de de la oscuridad . Ja, ja, quieres paralizarme, hipnotizarme...
Para distraerme de tu hechizo fatal, elegí un disco cualquiera. La música me nubila, caigo en un sopor y veo que una negrura me cierra los ojos.
Apenas distingo el título de la cubierta:
"La Muerte y la doncella" de Schubert
Qué pena, ¡¡¡tan lindas creaciones!!! ¿Será que quedaron cansados? Hay que concentrarse mucho y yo lamento no haber podido participar debido a mi trabajo.
Igual me gustaría comentar que el que más me gustó fue "Noche de duelo y ópera", en segundo lugar "Soledad", el tercero "Locas cabras", jaja, por lo distinto y ocurrente.
Bueno, sin importar el orden seguiría por "Una Sonata para buscar a Emma", "Voces", "Notas desertoras", "Bajo el influjo de Dvrorak" arriesgadito, muy bueno el tema. Y así, hacia abajo y hacia arriba, ¡todos!".
Los felicito. Mis cariños y hasta una nueva oportunidad.
Solo_Agua,10.08.2013
Veo que coincido con cielocelva en "Una sonata para buscar a Emma", (¡Ah, "Soledad", el mejor -aplausos- jajaja! Mentira, no podría votar por "Soledad")
"VOCES" Fue mi favorito, a ver cómo le va en las votaciones. No menciono a los otros dos hasta que haya resultados.
Gracias por todo su trabajo,tiempo invertido y dedicación.
Relato que me voy a permitir glosar. En primer lugar tengo mis dudas de la utilidad de ello. Se suele pedir un análisis y tal vez lo único que se consiga es incomodar al autor del cuento en disección. A riesgo de ello, o mejor dicho en espera de su comprensión porque la intensión es en buena voluntad, proseguiré.
En los dos primeros párrafos se insinúa a las protagonistas, “Así que permanecían mudas”, se intuye que son ellas y te alegras porque no se trata de Juana y Adela, sino de “ellas”, todas las mujeres y piensas que es una estrategia para involucrar a todas.
Seguí leyendo y noté que la prosa es de calidad, que te invita a seguir leyendo, y justo por esa calidad continúas con la lectura y esperas que sea una gran narración. A pocos párrafos del final, te encuentras que se trata de una hija y la madre que agoniza y te piensas, bueno el universo se acotó a madre e hija, pero sigue siendo enorme.
Después, como para prevenir el final, nos dice que cada historia es diferente, también nos advierte a no esperar un final inesperado, y me remite al inicio que desde ahí nos anuncia cual será el tenor del relato, “no siempre hay conversaciones profundas, ni mensajes finales llenos de sabiduría” y felizmente compruebas que el autor no intenta engañarte.
En general, es un muy buen relato con una gran prosa. Para mí solo son dos detalles que no le permiten subir a grandes alturas. El primero, no muy grave, es que se mantiene siempre en la misma intensidad, no hay momentos de tensión, la narración es lineal a todo lo largo.
Lo pongo por separado, porque quiero remarcar la importancia de seleccionar al narrador. La autora (supongo que es autora y además sospecho por la calidad de la prosa de quien se trata) eligió el narrador omnisciente, el que todo sabe de la historia, de la atmósfera y de los pensamientos íntimos de los protagonistas. No encuentro inconveniente en los primeros párrafos, pero cuando me encuentro con el párrafo que realiza preguntas me genera incertidumbre, el tobo dubitativo no es para el narrador omnisciente (recordemos que el todo lo sabe).
El párrafo que abre con “Una noche, o día ya no podía saberlo…” me decepciona, por que atenta contra el principio del narrador omnisciente, si él duda (lo hace a través del protagonista) nos hace dudar del resto que nos cuenta. De inmediato, en la siguiente oración, lo compruebo, “…escuchado millones de veces en su casa…” se refiere al triple concierto de Beethoven; millones por lo menos son dos millones de un concierto de más de 30 minutos lo que da más de cien años. Es imposible. Si no hubiera sentido la duda del narrador, esa cifra hubiera pasado desapercibida, la hubiera creído.
Si hubiera escogido el narrador en primera persona, en voz de la madre, hubiera sido extraordinario o el omnisciente sin el tono dubitativo. Sin embargo, sostengo que es una buena narración y que tiene muchas posibilidades de ganar.
Un abrazo para todos los participantes.
ARSLON,10.08.2013
Otorgué tres puntos a “Noche de duelo y ópera”, una bocanada de fina atmósfera criminal deudora de la novela negra. Dos puntos a “Los caballero no tiene memoria”, romántica exposición de un amor que se prolonga hasta el cementerio. Y, un punto a “Voces”, lectura que, a favor de obra, se sustancia con compasión… Puesto que esto no es un taller ni es el caso que me sienta con autoridad para hacer otras apreciaciones que las escritas, gracias a los autores.
Hola a todos. Mi favorito fue "Noche de duelo y opera". Genial. Me gusto particularmente la forma de describir el tema del viento, muy gráfico, muy rico de visualizar en la mente. El desarrollo de la historia muy bueno.
Voté igualmente por "Bajo el influjo de Dvrorak" y "Soledad", un gusto leerlos, cada uno en su estilo. Del primero me queda la sensación de la rapidez, la historia de atrapa, te zarandea y al instante te suelta. Sin juicios, solo hechos, muy bueno.
Soledad hace eco perfecto de la música escogida. Aunque es corto deja esa sensación de eterna espera. El final, limpio, encantador. (Para los que gustamos de historias así.
Destaco "Los caballeros no tienen memoria", interesante historia, bien contada.
Me entretuve mucho leyendo todos los escritos, y disfrutando de la música. Interesante reto. Un saludo especial a todos los que participaron.
Mis votos fueron para:
Los caballeros no tienen memoria.
Una sonata para buscar a Emma.
Noche de duelo y opera.
Aunque otros también me gustaron.
Felicitaciones a todos.
Hola coincido con casi todos uds. Felicitaciones muy buena propuesta. Cada dia se aprende. Gracias por estos retos nos hacen motivar para seguir escribiendo.
Ya dare mis saludos a los ganadores y a todos los que participaron y se animaron
Saludos
Felicitaciones a Umbrío, muy buena historia, contada de manera impecable! Adicionalmente, gracias mil por la glosa. Valiosos comentarios que tendré en cuenta. Tenías razón, si era una "escritora", no se si la que tenías en mente.
Gracias a todos por su participación, me encanta que les haya gustado mi aporte, el cual, aunque más dramatizado en mis palabras, parte de una historia personal.
Un saludo especial para todos los participantes y para los organizadores, realmente fue muy entretenido leer todas las historias.
Solo_Agua,11.08.2013
Felicitaciones a los ganadores de todo corazón. umbrío: es un honor participar en un reto en el que usted se encuentre; PenelopePok: tu aportación me gustó mucho. Fue toda una experiencia esto de leerlos con música de fondo definida. ¡Nos vemos en la próxima!
Felicidades PenelopePok una narrativa limpia. A todos felicidades por el entusiasmo.
Arrojar las letras a un reto es azaroso, depende del gusto de los participantes, de su estado de ánimo al votar.
Por lo tanto involucrarse es recorrer el territorio de lo lúdico y del aprendizaje.
Un abrazo a todos.
Los resultados ponen una jerarquía entre los textos y aunque algunos se impusieron por su valor indiscutible otros merecian más pero ua se sabe que con un sistema de votación como el que usamos (soy ninive) esto es inevitable.
Felicitaciones a los ganadores y a todos.
Este Post reto es parte del reto que sin ser Taller quiere entretener sí pero también ayudar en lo posible a la mejora de los escritos.
Dedico mi atención a noche de duelo y Opera de umbrio, ganador del reto7
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Este texto tuvo la preferencia de los votantes por la habilidad de presentar una historia que no carece de cierta tensión y que está muy bien ambientada,
El valor principal del cuento está en la estructura de la narración en la insinuación de una conducta ambigua en el personaje y en detalles que agregan dramaticidad (el momento en el las cenizas vuelan y quedan en parte en el rostro del viudo por ej)
En cuanto a la redacción ,si el autor lo desea recibirá una corrección detallada. Puedo decir que encuentro varios detalles que hay que pulir: el uso de palabras grandiosas, otras que no son adecuadas (abrevaba, en vez de bebía) mal uso de las preposiciones y a veces adjetivación excesiva. Redundancias etc.
El perfecto desarrollo, el clima logrado, las imágenes ingeniosas hicieron que este texto mereciera el lugar que ocupa.
El texto corregido está a disposición del autor. Si permite que se haga público ayudaría a muchos a mejorar sus propios textos.
Noto con asombro que 9 de los textos publicados contienen la idea de la muerte en su desarrollo.¿qué asociación llevó a la mayoría de los concuersantes a abordar el tema.¿fué la música la que los llevó de la mano?
el tema MUERTE figura en
obseción-fantasía natural-los caballeros no tienen memoria- una sonata para buscar a Emma-Noche de duelo y ópera- Soledad- Voces-Sin aliento- Sé que estás allí.
Mis votos: Soledad 3, Noche de duelo 2 y Locas cabras 1. Fantásticos los 3.
A pesar del poco tiempo que tengo para escribir un gusto participar. Gracias por los votos. No debemos dejar que se pierdan estas propuestas son magníficas. Mi afecto de siempre para todos.
Felicitaciones a los ganadores, coincidió mi votación en la elección de tan buenos textos junto a "Bajo el embrujo de Dvrorak". Hermosa lectura acompañada de tan bella música.Gracias por los votos y como siempre un placer participar
Felicitaciones!!!! muy buena eleccion yo me hice la misma pregunta como estuvo el tema muerte que de hecho yo lo trate. Es para pensar.
Es un honor participar y muy buenos textos coincido!!!!!
Alejandra
silvimar-,11.08.2013
¡¡Felicitaciones a los ganadores!!! y a todos los participantes, hermosa elección de videos y música.
Un abrazo grande!!
Sí puedes publicarlo con correcciones. Ese es uno de los propósitos, aprender.
En mi caso la muerte es un tema recurrente. No lo utilizo para sorprendrer. Me gusta mostrar como lo afrontan mis personajes.
REPITO QUE EL TEXTO ES MUY BUENO Y ESPERO que apruebes parte de las indicaciones
Noche de duelo y ópera
Cuando el Sr. Hopkins bajó de su automóvil con la(s) URNA de su esposa PUNTO
En la casa (ya) lo esperaban (algunos )amigos y familiares (para acompañarlo en el duelo)
LA ÚLTIMA FRASE ES REDUNDANTE, SE COMPRENDE PARA QUÉ ESTÁN ALLÍ ESAS PERSONAS.
. El pequeño cofre (con los restos cremados ) ,A PESAR DE SU LIVIANDAD gastaba la fuerza de sus débiles y temblorosas manos y le encorvaba aún más la espalda.
DECIR " CON LOS RESTOS CREMADOS "ES INCURRIR OTRA VEZ, COMO EN EL PÁRRAFO ANTERIOR, EN UNA EXPLICACIÓN INNECESARIA.
Aceleró el paso HACIA (rumbo a )la puerta de entrada DE(a) su casa ( para procurarse descanso) NUEVA REDUNDANCIA pero se detuvo a observar, lo que más tarde tomó significado para mí,APARECE EL NARRADOR EN PRIMERA PERSONA una ventolera (que frente a él) levantó EN ESPIRALES algunas hojas secas y el polvillo del suelo( en espirales.) Sus ojos seniles se enfocaron en el intento de torbellino, bajó (más) la vista en dirección A (de )su carga y al volver la mirada al remolino éste ya había quedado sin aliento(para seguir girando). NUEVAMENTE UNA EXPLICACIÓN INNECESARIA
SE PARTE RUMBO A ,SE VA RUMBO A CUANDO SE TRATA DE UN TRAYECTO LARGO. En El caso de bajar del coche y llegar a la puerta de la cas es INAPROPIADO
Lo mismo pareció ocurrirle al Sr. Hopkins pues al entrar a su casa depositó la urna sobre la mesa, se dejó caer en el sofá y quedó estático, indiferente a las muestras solidarias de los asistentes que tuve que recibir y despedir en la puerta de la calle.
Esas constantes salidas me permitieron observar como IBA (fue) creciendo la intensidad del viento, a tal grado que( resultó YA RESULTABA difícil abrir la puerta, cuando al fin logré hacerlo,( entró una ráfaga (que) hizo revolotear las cortinas y movió el candil de cristal cortado que proyectó luces de diferentes intensidades sobre el rostro del Sr. Hopkins. BUENA IMAGEN
Fue entonces que ADVERTÍ QUE (vi por primera vez) sus arrugadas comisuras labiales configuraBAN(ar) una sonrisa casi malsana y QUE (a )sus ojos recuperaBAN brillo, PUNTO.
(vislumbré que ) Lejos de estar abatido parecía SENTIRSE (estar) feliz POR (de) la muerte de su cónyuge.
¿A cuenta de qué venía ese nuevo estado de ánimo que ESTABA EN (era un) vivo contraste con el DEmostrado en los últimos meses) Yo fui testigo de su abnegada labor. Nadie hubiera podido imaginar las escenas de entrega hasta la extenuación EN EL (al) cuidado QUE PRODIGABA A LA ENFERMA (de ella). Día y noche A LA VERA DEL LECHO. punto ( al lado de la cama para atenderla sin) AbandonaBA r la habitación,SOLO ( excepto) después de darle EL( a beber su) té de violetas que la reconfortaba y LE PERMITÍA (la hacía) dormir tranquila.
Entonces, él aprovechaba el momento de reposo COMA, para IR A (salir a) la sala de estar, un cuarto grande de doble altura que provocaba ecos Y que le daban mayor dramatismo a la ópera que ÉL escuchaba sentado en el ajado banco frente al piano, doblado y con la mirada clavada en la partitura.
Su postura, pero más aún su abnegación, HUBIERA DEBIDO (debiera) provocarme respeto pero era pena lo que sentía que se reforzaba al ver su rostro impregnado de desconsuelo y cansancio. ESTA FRASE ES TODA PARA REHACER
NUNCA TUVE (No me quedaba) mucho tiempo PARA (a) acompañarlo porque debía atender A mis FUNCIONES DE (obligaciones como )enfermero de la señora( de la casa), que cuando despertaba lo hacía con insistente tos sonora y seca TRES ADVETIVOS SON MUCHOS que se ESCUCHABA (esparcía) por toda la casa.( Abrevaba) BEBÍA (del té nuevamente EL TÉ y CAÍA OTRA VEZ EN (regresaba a )EN su sueño profundo . PUNTO
LA RESPIRACIÓN (de respiración) ahogada (que) producía un silbido SEMEJANTE AL DEL REMOLINO DEL (como el que emitió el )aire QUE ENTRÓ EN ( al entrar a) la sala cuando salió el último de los VISITANTES(asistentes al duelo.)
El sonido del viento pareció romper la pasividad del Sr. Hopkins, había esperado a que todos abandonaran LA CASA(el recinto) para no TENER QUE dar explicaciones ni recibir CONSEJOS (juicios) por la determinación que había tomado desde (el momento )que viera el pequeño remolino. Arrojaría las cenizas al viento.
Pero el viento ya no era ligero, TAL como el Sr, Hopkins, había cobrado vigor, ahora estremecía los ventanales y desprendía ramas de los árboles que se convertían en peligrosos proyectiles.( Ante tal contingencia)con un movimiento torpe y precipitado lanzó al aire LAS CENIZAS ( los restos incinerados) de su esposa que se esparcieron en todas direcciones E incluso algunas partículas golpearon su rostro.
Entramos nuevamente a la SALA (estancia), y mientras él se LIMPIABA ( aseaba) la cara me pidió que PUSIERA EL DISCO (encendiera el aparato reproductor de discos) para escuchar la ópera “Adriana Lecouvreur”. Cuando regresó con dos preparados de su preciado té de violetas, el primer acto ya había concluido. Me dio la taza con la infusión y SE ACOMODÓ EN EL(fue directamente al) banco frente al piano Y CON (e hizo) una seña DE (con) la mano ME INVITÓ ( para invitarme) a tomar asiento a su lado.
Compartimos el banco y el silencio prolongado que él esporádicamente interrumpía para marcarme el inicio o final de algún movimiento (ejecutado en) DE la ópera. Yo sólo me atreví a preguntar al final, cuando inició el aria que más me atraía, ¿cuál era su nombre? “No, la mia afronte”, respondió, y “es el momento en que los protagonistas se despiden porque ella está muriendo”, agregó.
Se trataba de despedida y muerte, por eso SONABA(se escuchaba) tan triste, parecía que los violines gemían y lloraban su agonía. La soprano, que representaba a la protagonista, decía en su canto que era una blanca paloma que volvía al nido. A mí me parecía ver las palomas en el pentagrama, sus líneas se me figuraban cables eléctricos en el CUAL (que) los pichones reposaban. INGENIOSA IMAGEN
Esas visiones las atribuí al cansancio y las impresiones del día, porque bien sabía que se trataba de corcheas que parecen elegantes aves.ESTA FRASE EXPLICATIVA DESMERECE LA CLARA ALUSIÓN ANTERIOR TAN BIEN LOGRADA.
Sin duda era hora de RETIRARNOS ( ir) a descansar. No transcurrió mucho tiempo para QUE CAYERA (entrar) en UN sueño PROFUNDO.(hondo.)
Desperté con una tos incontrolable y seca que me recordó a la que padecía la Sra. Hopkins. La idea que me vino a la mente me horrorizó, Adriana Lecouvreur murió envenenada por el tóxico que contenían las violetas que le regalaron; y el Sr. Hopkins, y yo mismo, le dábamos a beber a la señora el té de violetas.
Salí a buscar las flores con que preparaba el brebaje y algún medicamento dado que temblaba profusamente y me sentía indispuesto. El ruido de mi tos hizo voltear al Sr. Hopkins que en ese momento vaciaba EN EL (al) fuego de la chimenea el RECIPIENTE (contenedor) donde guardaba celosamente su infusión.
Levantó el rostro, se acomodó el cabello, que había caído sobre su frente durante su sospechosa tarea, su mirada ingenua y el gesto afable cuando me preguntó.
-¿Quieres que te prepare algún té? ¡Te ves enfermo!
Todos los que deseen correcciones completas pueden solicitarlas en el Rincón de Correcciones de Nínive en foro talleres.
Las correcciones pueden contener errores de interpretación y de concepto de manera que el autor las debe considerar como una guía y aceptar o menos según su entender.
El rincón existe desde hace años pero no es muy frecuentado. La revisación completa del texto de umbrio fue un llamado de atención para que recurran a ese foro. En el post reto se preferirá comentarios críticos generales de las obras.
Se pueden dejar mensajes en mi libro de visita de ideas para futuros tema del RETO...