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Lacaradelaluna,25.05.2014
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Me carga el drama que hace la gente a veces con una simple opinión. No soy ni Dios ni la Rae, ni siquera soy profesional de la crítica, de literatura o de cualquier cosa de ésas. No se lo tomen personal porque si lo hacen, les daré `por el culo, los humillaré, los arrastraré. Porque es mi naturaleza y si no son capaces de argumentarme o enfrentarme entonces... bno jodan, déjenme en paz. | |
tanag,25.05.2014
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Mañana participo en este foro. Por fin se puso wena esta cosa, pero ahora tengo sueño. | |
Audina,25.05.2014
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Francamente, poco me importa lo que comentan y si me leen o no. Participo de los retos de la web, y ya. Me bastan leer unas líneas para "engancharme" a la lectura de un texto. Hay muy buenos escritores en la página, también existen los otros, que están molestando. De esos... confieso que me da igual.
Lo que podemos hacer es divertirnos en la página, escribir ó comentar. Hace un tiempo, en otro lugar era muy comentada, pero descubrí que eran comentarios halagadores, de personas que ni siquiera leen el texto. Y me vine a ésta web.
No conozco a nadie, no tengo favoritismos. Miro en "home" y comento. Hay de todo, buenos, malos y regulares escritores.
Sólo digo una cosa "A divertirse con la página". | |
Lacaradelaluna,25.05.2014
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Divertirse?
Esto dejó de ser divertido desde que dejó de ser nuevo. Es algo así como la manía de morderse las uñas. Después de un tiempo es solo manía pero de divertido nada. El tema es que me carga el lloriqueo por mis críticas, como si fueran importantes o acertadas. No, entiendan, yo critico desde mis ovarios y no desde mi conocimiento o algo así. Yo critico como critico una cena, hay cenas incomibles, la mayoría, entonces uno simplemente las escupe y dice: "Esto sabe a mierda" sin importar quién es el chef o cuánto esfuerzo hizo por preparar el plato. No es un tema personal, lo fue en el pasado cuando conocía a los autores, ahora no conozco a nadie y me parece mil veces mejor porque así puedo escupir el bocado y mandar a la mierda sin remuérdagos!!! | |
Zenobia-,26.05.2014
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iCuántos nicks tenés? Porque ya he perdido la cuenta. Yo llegué a tener 6 nicks al mismo tiempo y casi me volvía loca e incluso a veces me confundía contestando bien con un nick maldito que sólo debía insultar. Jajá !qué tiempos! Recuerdo a tantos que ya no están como Malomo, nomecreoná, peinpot, isamar, xwoman, fabiangs, leobrizuela, alejandrocasals, GraNada, Monica-escritora-erótica, Devilgirl, y tantos que pasaron por acá. i | |
tanag,26.05.2014
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Yo algo me divierto acá o, al menos, con esa ilusión entro. Respecto del foro, todavía no he conocido a alguien que haya hecho drama o lloriqueado por algún comentario en sus textos. Pero, yo solo les diría que se den con una piedra en el pecho si alguien los lee y más encima se da el trabajo de comentarlos. Más allá de lo que les digan, consideren y aprecien el tiempo que les están dedicando. | |
Lacaradelaluna,26.05.2014
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Zenobia-: Usted, que ya se quién es, cree realmente que copiando y pegando cosas que escribimos hace una pila de años, me va a intimidar... No sea pendejo, no me intimidaron verdades mucho menos me van a intimidar otras cosas. Por cierto, después de ese mensaje tuve más de 18 nicks simultáneos, eso demuestra lo vieja que es la información.
Tanag, tendrías que comentar más los textos y vivir menos pendiente de Guy, así tendrás tu choucito de pataleta por no aceptar una crítica. Usuario de la bluepich que se respete tiene en su haber mínimo un clon, un troll, una pataleta por crítica y una pelea ideológica en la Mesa. Si no los tenés no sos usuaria que se respete. | |
Lacaradelaluna,26.05.2014
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En serio, Tana, eris pesao, weón!!!
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tanag,26.05.2014
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De momento me da paja loguearme con un clon, no sé qué mierda es un troll y la table de la blupeich no da pa' una pelea ideológica.
Por tanto, a mi haber solo la pataleta y, mejor aún, en un foro. Vamos paso a paso. | |
deimos,26.05.2014
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pues a mi me cae bien Carmen, precisamente porque siempre anda dando su opinión, a veces sin que se la pidan y sin anestesia, lo que si me da mucha flojera son aquellos que hablan de aquellos dorados años en la página y los genios que ya no están, sobre todo porque a muchos ellos con quienes por fortuna seguimos en contacto, no siquiera les importa | |
kpalomar,26.05.2014
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Eres tú la que jodes, caradetuna, abriendo foros absurdos.
Pero viendo en las ruinas que se transformó la mesa desquiciada tú, con tu legión de clones, al menos algo animas la cueca. | |
tanag,26.05.2014
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Deimos, salvo que te comuniques con GUY o establezcas contacto con los muertos, no sé de quiénes estás hablando. Y ambas cosas son bastante difíciles, por no decir casi imposibles. Al menos para mí : ( | |
deimos,26.05.2014
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era por granada, xwoma, e isamr de los que mencionaron por ahi, guy, ya dará señales de vida, aunque el no lo reconozca, si nos echa de menos | |
Lacaradelaluna,27.05.2014
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Las cosas que digo cuando estoy borracha no son verdades, son borracheras y punto. El problema es que a veces la gente no sabe cuándo estoy borracha y cuándo en sano juicio... bah!
(Por cierto, cuando escribí "Tana" me refereía a un mexicano más pesado y fastidioso que un cristiano y no me referería a "Tanag" por si acaso hubo algún tipo de confusión al respecto) | |
Muertelenta,27.05.2014
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De vez en cuando vengo con la esperanza de que esto se vuelva a poner bueno... ¡Eso es todo, querida Carmen!
A mi me falta la pataleta, pero mis textos no dan ni para eso.
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tanag,27.05.2014
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Me han dicho Tana desde que nací, obvio que me lo adjudiqué, y estaba recontenta con el primer posteo dedicado solo a mí durante los seis años que llevo en esta pag.
Entre tanto desafío creativo, rincón del payador y hermandad del soneto, que ya me tienen chata, se agradecen tus borracheras en este site. En tu sano juicio no recuerdo haberte leído aún.
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sensei_koala,02.06.2014
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ola ke ase. | |
principenegromx,18.02.2015
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jajajaja
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Egon,19.02.2015
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Lacaradelaluna, realmente llegaste a tener 18 nicks? Consideras que podría ser el récord en la Página?
Gracias | |
FEHR,19.02.2015
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Los viejitos y sus historias de sus tiempo mozos n___n | |
Egon,19.02.2015
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Es que en esta vagina cualquier tiempo pasado fue mejor. | |
Lacaradelaluna,07.05.2015
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¿Récord?
Nooooo Egon, conozco un par de gentes que llegaron a tener 77 y más.
Ah, los tiempos de monicaescritoracaliente... O ¿era bandida? ¿erótica? Nidea... no me quedan muchas neuronas funcionales ya.
Estamos muy viejos, ya no me acuerdo de casi nada. Aunque podría ser que más que años, lo que me sobra es la empinadera de codo de ese entonces. A veces me paso por estos lares y repaso foros cuando de pronto me encuentro pastorales larguísimas que escribí y no tenía registro de ello.
O tal vez era esa multiplicidad producto de un desorden de disociación de personalidad...
(N. de T.: No olvidar cancelar la cita al psiquiatra de mañana, es inútil, ya no lo necesito) | |
cafeina,07.05.2015
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viejas lloronas
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luna-tatuada,07.05.2015
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iCualquier tiempo pasado, no siempre fue mejor. Hay clones, troles, "resucitados" como yo, y unos pocos, poquísimos que escriben. Otros que creen que es una web de encuentros eróticos/románticos. Vine para escribir un poquito, pero parece ser que no se puede hacer en paz. Siempre hay a quien "le molesta" que escribas mejor, o peor, que no te metas con nadie. Hace años que no tengo batallas, me dedico a escribir y comentar.
Leo y leo, y veo que esto es cualquier cosa menos una página literariai | |
Lacaradelaluna,15.05.2015
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Finalmente ¿quién era esa luna-tatuada?
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deimos,15.05.2015
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yo creí que eras tumisma | |
Lacaradelaluna,21.05.2015
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Nunca sería esa... hay que ver las pelotudeces que dice sobre clones y pendejaturas... Por cierto, se me perdió un posteo de un tal dimitridelaspelotas que como que me andaba buscando bronca el mes pasado o a principios de mayo... nusé pero hoy tengo ganas de contestarle... jo jo jo
¡Hic!
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deimos,21.05.2015
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dimitri no es un clon clon es un miniclon, como los zombiditos de plantas vs zombies, y es del princesonegro, o sea en un niño que hace rabietas para llamar la atención y luego dice caca y se ríe solo | |
Lacaradelaluna,21.05.2015
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Bueh... ya veremos cuándo se pasa y le devuelvo las atenciones.
Y ya que siguen empeñados en dejarme mensajitos pelotudos pidiendo mi opinión he decidido abrir un foro para darla. Total que aquí todo el mundo abre foros al pedo. | |
lucrezio,04.06.2015
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Nostalgias de clones. Debería llamarse este foro.
En realidad, para mí fue un error y un misterio el que gik (hippie) haya borrado los 77 clones de mónica-erótica-canibal.
Todos su personajes (clones) eran divertidos, creativos y termoreactivos.
Ahora hay solo clones pálidos, anémicos, moralinos y llorones.
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hippie80,04.06.2015
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Se pueden recuperar.-
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Desideria,09.07.2015
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TRECE –Carmen Posadas, -carmen-,lacaraocultadelaluna escribió sus primeros capítulos:
Susurros (Capítulo 1)
Felicia se levanta sobre la cordillera occidental a una altura aproximada de 1.700 mts sobre el nivel del mar, unos 25 minutos por la carretera que conduce desde Cali hasta el puerto de Buenaventura. A unos 12 Kms. hay una pequeña desviación que más parece un camino de herradura y que se abre paso entre las montañas.
No es un pueblo, es a penas un caserío muy pequeño, en su mayoría de casas veraniegas, que se extiende sobre la mas hermosa región de la cordillera, colmada de bosques de coníferas, con una excelente vista sobre el valle, hogar de miles de especies y reserva natural ya que por cada 5 hectáreas de bosques cuenta con un nacimiento de agua. No tiene espacio en el mapa por no alcanzar la cantidad mínima de habitantes permanentes que las leyes exigen para incluirlo geográficamente. Sin embargo los propietarios de las casas de veraneo han logrado llevar al menos energía eléctrica hasta los puntos más altos de la zona. En conjunto, fuera de una miscelánea que ya tiene unos 15 años, en Felicia no hay muchas cosas nuevas, una tienda de víveres que cambia ocasionalmente de dueño, un billar donde se reúnen algunos hombres cada tarde a tomar cerveza, una iglesia restaurada de cientos de veces por haber sido blanco de fuegos cruzados entre ejército y guerrilla durante finales de los 90’s y la estación de policía, lo demás estaba intacto a como lo recordaba Carolina Poveda mientras conducía alrededor de la plaza buscando alguien que le indicara si había paso libre hacia la cabaña de los Londoño. Pero era lunes y Felicia estaba callada, parecía realmente deshabitado.
- “Los lunes en Felicia nadie trabaja” - recordó, y sin temor de lo que pudiera encontrarse en el camino, tomó la pendiente que conducía hacia la cabaña.
Estaba atardeciendo y no había alumbrado en la carretera destapada. Pero Carolina conocía ese camino como la palma de su mano.
Estacionó el auto frente lo que quedaba de las veraneras que con tanto cuidado había sembrado Mariana viuda de Londoño. Ahora solo había lodo y rastrojo.
Buscaba las llaves de la entrada principal cuando escuchó un trueno, el viento helado le golpeó la cara y comenzaron a caer las primeras goteras lo que anunciaba que sería una noche tormentosa.
Dentro de la casa el aire se sentía pesado. Había estado cerrada demasiado tiempo. Los muebles estaban cubiertos por sábanas y no había electricidad. Buscó una linterna y un abrigo impermeable en el armario del corredor y salió de nuevo para sacar del baúl del carro una maleta y dos cajas pequeñas con víveres. El aguacero se había desatado y la tormenta eléctrica le causaba algo de inquietud. Carolina siempre había temido a las tempestades, desde niña imaginaba que un relámpago la alcanzaba.
Fue hasta la cocina y buscó en los estantes velas pero no había, solo encontró polvo y cadáveres de polillas.
Junto a la chimenea había un viejo Baúl. Lo abrió y encontró una lámpara de petróleo que estaba llena. La encendió y la estancia se iluminó por completo.
Llamaría a la empresa de energía a la mañana siguiente. Su celular no daba señal por la tormenta. Tal vez no había sido buena idea llegar al caer la noche, pero ya era demasiado tarde para regresarse a Cali. Decidió prender la chimenea, al menos así tendría suficiente luz.
Con la lámpara en la mano empezó a recorrer todas las habitaciones. Todo estaba igual, las camas, las ventanas, los armarios, todo. Parecía como si el tiempo no hubiera transcurrido dentro de esa cabaña. Al entrar a la última habitación notó algo extraño, no podía identificarlo con claridad, pero había algo diferente. Era la habitación que años atrás había sido de los mellizos. Estaban las dos camas gemelas formando una L, la misma alfombra gris y negra, el televisor... Todo en la misma distribución, pero había algo diferente en esa habitación. Tal vez era su imaginación, pero se sentía como si alguien hubiera estado allí.
Subió las escaleras para revisar la única habitación del segundo piso cuando escuchó un golpe fuerte. El golpe venía de arriba. Sintió un poco de miedo pero era mejor cerciorarse. Era solo el viento, había azotado la ventana del baño. La cerró nuevamente y la aseguró con una cuña para que no se abriera otra vez.
Había telarañas y polvo por todas partes.
Bajó las escaleras y entró de nuevo a la habitación de los mellizos y ya se iba cuando de nuevo algo le llamó la atención. No estaba segura de lo que era... Miró a su alrededor, persistía esa atmósfera extraña, una atmósfera de perturbación que siempre había percibido. Acarició el intrincado diseño de las camas gemelas talladas a mano por artesanos. Se preguntaba ¿por qué nunca cambiaron ese cuarto? Al acariciar la madera notó que no había una sola partícula de polvo. Todo estaba muy limpio allí. No había ni polvo ni mugre ni una sola telaraña en las esquinas. Eso era lo que le había parecido extraño. Tendría que preguntar si alguien había estado allí en estos años.
Fue a la cocina y buscó la botella de vino y una copa en las cajas de víveres que había llevado. Era un vino Santa Rita vieja Reserva. No era muy fino, pero solo quería calentarse un poco junto a la chimenea. Sería una larga noche, sin televisión, sin música. Abrió el baúl para ver si había algún libro, pero en su lugar encontró unas fotografías familiares y un cuaderno de anotaciones. Era su cuaderno. Sintió un poco de escalofrío cuando lo reconoció. Pablo Londoño se había quedado con él aunque en su momento dijo haberlo quemado.
Apuró la copa de un solo trago y se sirvió otra. Había fotografías de David y de Pablo por cantidades. Las miraba con cierta fascinación. De niños eran idénticos, pero cuando crecieron, sus rasgos fueron cambiando significativamente. David tenía la cara más cuadrada, la mandíbula recta y algo partida la barbilla. Pablo era carirredondo, la barbilla también y la nariz algo más fina que la de su hermano. Carolina nunca los confundió. Ni siquiera de niños.
Había una foto más reciente, miro la fecha y se impresionó. Creyó que era David, pero esa foto sólo tenía 5 años de haber sido tomada. No tenía sentido. Su mente le estaba haciendo una jugarreta o tal vez el vino le había hecho efecto. Estaba concentrada buscando los detalles que los diferenciaban cuando algo rozó su pierna y la asustó. Pegó un brinco y alcanzó a lanzar un grito cuando se dio cuenta de que era Tomás, su gato. ¿Cómo se las arreglaba siempre para seguirla? Seguramente se había subido de nuevo al motor del carro cuando salió de la casa. Se agachó para cargarlo. Era muy viejo, ya no tenía la pericia de antes para saltar sobre sus piernas, estaba un poco ciego y atontado. Había cumplido 13 años el mes anterior. Era demasiado tiempo para un gato.
Lo cargó y sintió un leve mareo al erguirse. El fuego se había avivado. Carolina estaba en un estado de semi inconciencia. Sostenía al gato en sus brazos mientras miraba las llamas. Volvió por tercera vez a la cocina y tomó un cuchillo que había en el lavaplatos. Estaba un poco oxidado. Abrió la puerta trasera y rodeó la casa. Caminó bajo la tormenta por un camino de herradura hasta una piedra grande que adornaba el frente de la cabaña. Allí se sentó con el gato forcejeando, pero era tan viejo que ya ni siquiera tenía garras para defenderse. Carolina levantó el cuchillo y lo clavo en el abdomen del animal una y otra vez con una sevicia aterradora. El pobre animalito no sufrió mucho, murió al instante con la primera puñalada. Carolina se levantó, recogió los restos y vísceras destrozadas del animal y se dirigió de nuevo a la casa. Lanzó el cuchillo dentro del lavaplatos y los restos del gato muerto al fuego de la chimenea donde fueron consumiéndose lentamente al ritmo con el que ella vaciaba el resto de la botella de vino. Cuando hubo terminado se fue hasta el baño y se lavó las manos y la cara. Tenía la ropa mojada y manchada con la sangre de Tomás pero no tenía idea de lo que había pasado. No recordaba absolutamente nada. Decidió tomar una ducha para cambiarse de ropa y acostarse a dormir.
El agua helada le recorría el cuerpo y Carolina advirtió una sensación de alivio que hacía muchos años no percibía. Como si estuviera libre por primera vez después de mucho tiempo de encierro. De pronto la luz del baño se encendió, Carolina cerró la llave y se envolvió en una toalla. Salió del baño y todas las luces estaban encendidas.
Al parecer había sido un apagón durante la tormenta, ya el servicio se había reestablecido y la tormenta había cedido. Solo soplaba el viento.
Carolina acomodó sus cosas en la habitación de los mellizos, arregló la cama y se acurrucó bajo dos cobijas gruesas de lana. Apagó la luz y dejó una lamparita de noche encendida. No sentía ya ningún temor. El viento silbaba y como un susurro alcanzó a escuchar:
“... Dale señor el descanso eterno y brille para él la luz perpetua...”
Descendiendo al primer infierno (Capítulo 2)
Los mellizos Londoño fueron los típicos adolescentes problemáticos que disfrutaban de su popularidad durante la década de los 80’s, eran muy conocidos en barrios tradicionales del norte de Cali como La Flora, Versalles, Santa Mónica y Santa Teresita. Tenían fama por ser alocados, irresponsables, sin Dios ni ley, capaces de cualquier acto de indisciplina y de rebeldía. Fueron el dolor de cabeza de la mayoría de los padres cuyos hijos asistían a los colegios por los que este par de personajes desfilaron. En especial David que era por decirlo de alguna manera “la oveja negra” mientras Pablo al menos se preocupaba un poco por no hacerse expulsar del colegio, aunque también era hiperactivo como su mellizo. Fueron muy unidos hasta la adolescencia cuando empezaron a frecuentar diferentes grupos y comenzaron algunas rivalidades al interior por los cambios frecuentes de temperamento, sobre todo en David.
Ambos infundían más temor que respeto, era su estrategia para mantener a raya a todos los que los rodeaban. Por separado eran un problema, pero juntos eran una verdadera tragedia. Una inocente fiesta de 15 años, elegante como se acostumbraba en ese entonces, podía terminar en una hecatombe con sillas volando por los aires, narices y dientes rotos y altas cuentas por destrozos en propiedad ajena.
Carolina los conocía desde niños, aunque solo era amiga de David. Pablo por su parte no la determinaba. Sabía de su existencia porque en la Cali de esa época “todo el mundo se conocía”
Con David, en cambio, habían creado un vínculo muy estrecho. De más chicos jugaban juntos monopolio y scrable, ya de adolescentes salían juntos a fiestas donde él la cuidaba como un hermano mayor, no dejaba que nadie se le arrimara a menos que fuera uno de sus amigos de confianza y bajo la firme amenaza de masacrarlo donde le hiciera cualquier desplante. David siempre la hacía sentir segura y respaldada. A ella le gustaba esa mística que se creaba a su alrededor por el solo hecho de que él fuera tan especial con ella. Se sentía intocable, inaccesible, como la princesa del cuento.
David era manipulador, calculador y mentiroso. No era que no la quisiera, pero jugaba ese papel de hermano protector, en parte por que no tenía hermanas a quien cuidar, pero en el fondo sabía que tener a Carolina mejoraba su imagen ante las demás jovencitas, le daba encanto y ternura frente ellas, era su mejor carta de presentación.
A finales de los 80’s David comenzó a consumir drogas. Al principio solo era marihuana, luego cocaína. Creía que podía manejarlo, dejarlo en cualquier momento, pero la verdad era que cada vez la droga lo dominaba más y más. Se drogaba para ir al colegio, para ir al Centro Comercial, para ir a fiestas, siempre buscaba otros con quien drogarse y así poco a poco empezó a perder el control. Lo expulsaron de varios colegios entre 1987 y 1989, siempre buscaba problemas y peleas que terminaban en una cacería casi a muerte. No eran problemas de pandillas, pero si habían “parches” definidos por el lugar de reunión y la ley implícita era que “el que no estaba con David era su enemigo”. Así de simple, una pelea podía comenzar por cualquier tontería, por mirar demás en una fiesta o en la Esquina del Chontaduro en el Centro Comercial del Norte, cerca de donde años antes había funcionado Almacenes Sear’s y que en esa época se había convertido en el centro de reunión de adolescentes los viernes por la tarde para organizar el plan de la rumba para el fin de semana, el narcotráfico ya había alcanzado a todas las esferas sociales y en ese punto se hacían muchos negocios entre los hijos de los capos y sus amigos en aras de hacer su propio imperio manejado por jóvenes y auspiciado por los mayores.
Guardadas las debidas proporciones, fue un fenómeno similar al presentado durante la década de los 60’s con el Grupo de los Martes, un grupo conformado por los hijos de los representantes de la clase dirigente en Cali, y que fuera el inicio de una era próspera para la ciudad en términos de desarrollo, generación de empleo y capacitación. La diferencia entre el Grupo de los Martes y el grupo de la Esquina del Chontaduro radicaba en que los primeros escogieron ejercer el liderazgo dentro del marco de la legalidad, mientras que el segundo lo hizo para organizar el negocio del narcotráfico y expandirse. Por lo demás fue exactamente el mismo fenómeno ya que ambos grupos determinaron en gran medida el curso de la historia de la ciudad en términos socio económicos, políticos y culturales. Ambos generaron empleo, ambos le dieron la posibilidad de un aumento en la capacidad adquisitiva de quienes, de manera independiente, no tenían cabida en el mercado, ambos crearon organizaciones que aportaban desarrollo y modernización en la ciudad. En pocas palabras, ambos grupos aparecieron como resultado de un deterioro económico de la región y como alternativa de solución. Y aunque el grupo de la Esquina del Chontaduro fuera un grupo dedicado a una actividad ilegal, no dejaba de ser atractivo para los jóvenes que buscaban una oportunidad de mejorar su calidad de vida.
A principios de 1989 David conoció a Jimena Montes en una fiesta de disfraces. Desde la primera vez que la vio pasar en un bus del colegio, se empeñó en conocerla. Jimena era todavía una niña de apenas 14 años que vivía en un apartamento en Versalles con su madre. Su vida había sido difícil desde que fue concebida. Fue un accidente de sus padres ya que ni siquiera sostenían una relación. Su madre era una hippie de los 60’s y su padre era un muchacho inexperto, de familia tradicional que cometió un desliz propio de la edad. Así vino al mundo en la Casa de la Madre Soltera donde la familia de su madre las había exiliado para evitar el escarnio público. Para completar el cuadro, Clara, la madre de Jimena consumía marihuana en grandes cantidades. Su infancia por tanto fue marcada por el rechazo, el abandono, la inestabilidad y lo que es peor, el maltrato psicológico de una madre que no ofrecía la menor garantía. A sus años, Jimena había vivido más cosas que cualquier adulto promedio, aunque su apariencia era de una inocente chiquilla que buscaba afecto y estabilidad.
Ella y Carolina se habían hecho amigas por terceros de los barrios vecinos. Santa Mónica y Versalles estaban separados por la Avenida 6ª. Y por el centro comercial del norte donde también quedaba la Esquina del Chontaduro. Carolina, que era muy sensible a los conflictos emocionales, a esas tragedias humanas derivadas de la falta de estructura familiar, la había acogido como se acoge a un gatito extraviado y hambriento.
David presionó a Carolina para que los presentara. Llevaba más de dos semanas secándola con el mismo cuento. Estaba obsesionado con la idea de conocerla. Carolina cedió y le contó en donde sería la fiesta de disfraces que organizaba el “parche” de Santa Mónica y le aseguró que Jimena estaría allí. Pero estaba advertida de que no podía llevar a David a esa fiesta, así que fueron por separado. Cuando David apareció, Carolina lo ignoró durante un rato, luego supo que Jimena también quería que se lo presentaran y se valieron de Claudia, otra de sus amigas para que los juntara.
Después de muchos años, al recordar esa noche, Carolina se estremece al pensar que tal vez ese fue el inicio de todo.
David se enamoró como un tonto. Conquistó a Jimena a punta de palabras bonitas y gestos. Para Jimena era solo un juego. Conocía su fama y eso le parecía toda una aventura. Fueron novios muy poco tiempo. Unos cuantos meses hasta que ella no soportó los celos enfermizos, las obsesiones y por supuesto, sus estados alterados por el consumo de cocaína y marihuana. Era demasiado para ella a pesar de saber manejar esas situaciones que de por sí son complejas. Pero a su vez, estimulaba a David para que la celara, era una estrategia para hacerse notar dentro del su círculo social. David estaba enloquecido por ella. La había convertido en el centro de su mundo y cuando ella lo dejó se descontroló por completo. Dejó de importarle todo, consumía cada vez más cantidad de cocaína. Se perdía tres y cuatro días con amigos que le aguantaban el ritmo, llegó incluso a cometer delitos menores para conseguir dinero y comprar más droga. Tenía grandes deudas con varios proveedores.
Carolina trató muchas veces de convencerlo de hacerse un tratamiento, pero tampoco sabía ya qué hacer con él. La llamaba a altas horas de la noche, llorando como un bebé, borracho unas veces, drogado la mayoría, para decirle que no podía vivir sin Jimena. Era una locura. Carolina lo escuchaba pero nada que ella le dijera lo hacía entrar en razón.
Ya no le gustaba salir con él porque siempre terminaba enredada en algún problema, separándolo en sus peleas, disculpándose con los demás por sus escándalos. Estaba harta de eso.
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TRECE
El Legado (Capítulo 3)
La noche del 3 abril de 1992, Carolina estaba en su casa conversando con Nacho, un amigo de aquellos del paquete de infancia. Acababa de cumplir 20 años y estaba en segundo semestre de Sicología. Escogió esa carrera pensando que podría resolver sus propios problemas y tal vez los de algunos de sus amigos. Era idealista y se creyó el cuento.
David llegó cerca de las 8:30 en una moto.
- Sorpresa! – le gritó cuando Carolina abrió la puerta. Hacía 2 meses que se había ido a “la finca” como solía llamarle a un centro de rehabilitación donde sus padres lo ingresaron en su último intento por ayudarlo a salir de ese mundo. – ¿Me extrañaste?
- ¿Que estás haciendo aquí? ¿De dónde sacaste esa moto?
- Deja la bulla... Me dieron permiso porque mi tío murió esta semana y la moto me la prestaron por ahí.
- Siento mucho lo de tu tío, pero ¿seguro que estás de permiso?
- ¿No me crees? Llama a mi mamá entonces. Bonita forma de recibirlo a uno! Y yo que te traje un regalito...
- Tengo todas las razones del mundo para no creer. ¿Quién te prestó la moto?
- Por ahí...
- Mírame a los ojos. – Carolina le cogió la cara cosa que solo a ella le estaba permitido – Estás embalado!
- Pa’ chucho que no me he metido nada. ¿Por qué sos así? Ni un abrazo, ni un “me hiciste falta”, ni siquiera un “vení charlemos”
- Es que me aterra que estés por ahí otra vez. Después de la última estoy paranoica con vos. Creí que te iban a matar.
- Hierba mala nunca muere... Y vos qué, vení sentémonos en el murito a fumarnos un puchito y me contás.
- Espérate llamo a Nacho que está adentro.
Carolina entró y le contó a Nacho que el mellizo estaba afuera y que aparentemente estaba sano, pero que había que tener cuidado porque andaba en una moto y con cara de estar buscando donde meterse un pase.
Ambos salieron, David y Nacho se saludaron pero David, a pesar de haber sido amigo de Nacho, se sentía incómodo. Le gustaba hablar a solas con Carolina porque con ella sí podía ser él mismo, sin ponerse la máscara de malandro ni adoptar la actitud de rey de la selva de concreto.
- Viejo Nacho! Tiempo sin verlo, ¿qué se dice?
- Nada viejo Mello, camellarla como siempre. Y usted que? Lo veo gordito.
- La buena vida.
- Negrita – dijo Nacho dirigiéndose a Carolina – Estoy viendo el picadito del Cali, yo mas bien los dejo solos pa’ que charlen. Voy a estar ahí en el cuartico de la tele me avisan si van a hacer algo yo me les pego.
- ¡Fresco, parce!
Nacho se entró a la casa y David y Carolina se sentaron en el muro con un paquete de cigarrillos en el medio.
- Seguís fumando como puta detenida ¿no?
- Al menos eso no me enloquece.
- Que pereza con vos, ¿será que dejás el sermón para otro día? Mirá que hace 2 meses que no te jodo ni nada. Mas bien ¿contame qué es de la gente? Que has oído?
- Nada, yo me la paso en la Universidad, nerdiando a la lata. No me veo con nadie. Así me evito problemas. Ando juiciosita.
- Y Carlos, ¿volviste a saber de él?
- Ni en las curvas. Se lo tragó la tierra y mejor para mí. Ya estoy mejor.
- Pues eso veo. Donde te pongás buena ese man se va a retorcer de la piedra. Ese perro me la debe. Yo solo estoy esperando para cobrármela.
- Por qué siempre tenés que pensar así.
- Es que no es por vos. Vieja, ese man me estaba haciendo la vuelta el otro día y nos agarramos pero yo lo solté porque a lo bien que hemos sido parceros desde hace años y sería muy chimbo, pero si yo me entero que ese man se me ha seguido torciendo y hablando caspa de mi, pues le paso la factura, para que afine. Y, por qué no, también le paso la factura por haberte hecho llorar. O es que ya se te olvidó todo el moco que botaste en diciembre por ese perro sarnoso.
- No, no se me ha olvidado, pero yo no me pongo a pensar en cómo desquitarme, la vida solita se encarga de cobrarle a la gente lo que hace mal y yo se lo dejo al de arriba.
- ¡Que va! El de arriba a veces se le olvida que uno sigue acá abajo y si no se las cobra uno pues se van sin pagar y así no es la vuelta.
- Vos verás como hacés tus cosas pero a mí sacame de ese cuento. Y contame ¿cómo es la cosa por allá en donde estas guardadito?.
- Pues es una mierda. Uno se la pasa agüevado todo el tiempo. Te ponen a hacer cosas de finca y a hablar en grupo y yo para esas maricadas no sirvo. Yo no sé si vuelva.
- ¡Si ves! Yo sabía que te habías volado. El pez muere por la boca...
- Es que no pude, Caro, pa’ chucho que yo quería y así se lo dije a mis cuchos, pero si querés que te diga como es la vuelta pues allá adentro se consigue mas perico que afuera y más barato. Yo sé que yo puedo dejar esta mierda solo, como lo hice cuando Jimena, yo en ese tiempo dejé el perico del todo y acordate que me puse a hacer ejercicio y todo. Solo que esa malparida me dejo vuelto una picha y claro, volví a joderme pero mirame! Ya estoy bien y yo puedo seguir así.
- Pues Dios te oiga porque por donde ibas...
- Ya, dejémosla allí porque no quiero hablar de cosas jartas. Voy para Bar-Sovia ¿venís o que?
- ¿A rumbear? Ni por que me paguen. Yo tengo clase mañana y además no quiero después tenerte que separar porque andás de tropel otra vez.
- Te juro que me porto bien. Mirá que yo sé que si vos vas conmigo no me dejo dañar la cabeza de ninguno de estos perros. Pero si voy solo de pronto me convencen y la cago.
- De eso no se trata, se trata de que vos podas decir que no y punto. Que chiste tiene que lo hagas por mí, hacelo por vos mismo y ya. Yo no voy aunque me rogués. Ya con la última dije que no más y es no más.
- Mucha chucha vos.
- ¿Cuál fue el regalito que me trajiste?
- Uy, el pobre debe estar cocinado ya! – David se fue hasta la moto y abrió un morral que tenía colgando del timón. – Venga chuchito, venga le presento a su nueva mamá. – Era un gatito miniatura vivo, tenía todos los pelos parados, apenas si abría los ojos y su cabeza parecía más grande que el cuerpo – Esta va a ser tu mamá de ahora en adelante.
Carolina estaba extasiada con la ternura de ese animalito. Lo cogió entre sus manos y el pobre temblaba de susto y miraba hacia todo lado. Carolina se quitó un suéter que tenía y trató de hacerle una camita con sus brazos envolviéndolo para que se calentara.
- ¡Es una belleza! ¿De dónde lo sacaste?
- Estaba en un pastizal por donde me toca ir a recoger naranjas allá en “la finca” la mamá debió dejarlo tirado porque no había rastros de ningún gato o gata cerca. Me acordé que vos te morís por estos animales.
- Pues claro que me encanta. ¡Gracias! ¿Cómo se llama?
- Yo qué le voy a andar poniendo nombre a esa rata inmunda. Le decía chuchito mientras, pero ponele el nombre que vos querás.
- A ver... que tal Ciro, o Gardel... no, mejor... ¡Tomás!
- Me importa un bledo, mientras a vos te guste...
- Sí, Tomás, como el man de “La insoportable Levedad del Ser”
- Vos y tus libros... pues lo que te digo, si te gusta. Bueno vieja, me largo porque quiero ver como está el ganado en Bar-Sovia y me deben estar esperando.
- Si querés te cambio la ida por una alquilada de películas y nos quedamos aquí en mi casa.
- Llevo 2 meses sin salir, acostándome y levantándome con las gallinas y vos jurás que me voy a quedar viendo películas un viernes por la noche.
En ese momento salió Nacho.
- Mello, ¿Me subís hasta la casa?
- Camine Nachito que usted si es mi parcero, esta vieja me salió calceta. – Suspiró – Ahhh! Me huele que esta es mi noche. Voy a ver qué levanto!
- Davi... cuídate, porfa! No vas a meter nada
- Esta vieja si que está amargada. Mas bien andá a darle leche a ese gato que no come desde esta mañana. Nos pillamos!
Se subieron a la moto y Carolina se quedó pensando si sería prudente llamar a doña Mariana a avisarle que David había estado allí. Pero decidió no hacerlo. No le gustaba ser sapa y tal vez era mejor no entrometerse.
Buscó una cajita donde acomodarle un cojín y una frazadita al gato, le puso leche en una tacita y lo subió a su cuarto para dormir con él.
Muchas veces había escuchado historias sobre los Gatos. Decían que eran muy traicioneros, que se consideraban superiores a todos los seres humanos, que no eran capaces de expresarle afecto a sus amos, hasta algunos aseguran que los gatos tienen poderes sobrenaturales y que eran mascotas del demonio utilizadas para ritos satánicos entre otras cosas. Carolina conocía bien estas historias, sabía que tal vez llegaría ese día en el que Tomás se marcharía y era probable que no regresara, o si lo hacía sería buscando alimento y un bálsamo que curara las heridas de su última batalla de pasión; pero a pesar de las historias, en cuestión de segundos se enamoró perdidamente de él, desde ese instante y mientras estuviera a su lado sería su gatito mimado, y Carolina lo único que esperaba era que al final regresara sin importar dónde o por cuanto tiempo se perdiera, sin tener en cuenta la causa de sus heridas, lo importante era que regresara y le hiciera compañía otro día, otra semana, otro mes... Lo miraba sentía que, por pequeñito y recién llegado que estuviera, Tomás sabía lo que pensaba, la comprendía, compartía su soledad y su aislamiento.
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Desideria,09.07.2015
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TRECE –Carmen Posadas, -carmen-,lacaraocultadelaluna escribió sus primeros capítulos:
Susurros (Capítulo 1)
Felicia se levanta sobre la cordillera occidental a una altura aproximada de 1.700 mts sobre el nivel del mar, unos 25 minutos por la carretera que conduce desde Cali hasta el puerto de Buenaventura. A unos 12 Kms. hay una pequeña desviación que más parece un camino de herradura y que se abre paso entre las montañas.
No es un pueblo, es a penas un caserío muy pequeño, en su mayoría de casas veraniegas, que se extiende sobre la mas hermosa región de la cordillera, colmada de bosques de coníferas, con una excelente vista sobre el valle, hogar de miles de especies y reserva natural ya que por cada 5 hectáreas de bosques cuenta con un nacimiento de agua. No tiene espacio en el mapa por no alcanzar la cantidad mínima de habitantes permanentes que las leyes exigen para incluirlo geográficamente. Sin embargo los propietarios de las casas de veraneo han logrado llevar al menos energía eléctrica hasta los puntos más altos de la zona. En conjunto, fuera de una miscelánea que ya tiene unos 15 años, en Felicia no hay muchas cosas nuevas, una tienda de víveres que cambia ocasionalmente de dueño, un billar donde se reúnen algunos hombres cada tarde a tomar cerveza, una iglesia restaurada de cientos de veces por haber sido blanco de fuegos cruzados entre ejército y guerrilla durante finales de los 90’s y la estación de policía, lo demás estaba intacto a como lo recordaba Carolina Poveda mientras conducía alrededor de la plaza buscando alguien que le indicara si había paso libre hacia la cabaña de los Londoño. Pero era lunes y Felicia estaba callada, parecía realmente deshabitado.
- “Los lunes en Felicia nadie trabaja” - recordó, y sin temor de lo que pudiera encontrarse en el camino, tomó la pendiente que conducía hacia la cabaña.
Estaba atardeciendo y no había alumbrado en la carretera destapada. Pero Carolina conocía ese camino como la palma de su mano.
Estacionó el auto frente lo que quedaba de las veraneras que con tanto cuidado había sembrado Mariana viuda de Londoño. Ahora solo había lodo y rastrojo.
Buscaba las llaves de la entrada principal cuando escuchó un trueno, el viento helado le golpeó la cara y comenzaron a caer las primeras goteras lo que anunciaba que sería una noche tormentosa.
Dentro de la casa el aire se sentía pesado. Había estado cerrada demasiado tiempo. Los muebles estaban cubiertos por sábanas y no había electricidad. Buscó una linterna y un abrigo impermeable en el armario del corredor y salió de nuevo para sacar del baúl del carro una maleta y dos cajas pequeñas con víveres. El aguacero se había desatado y la tormenta eléctrica le causaba algo de inquietud. Carolina siempre había temido a las tempestades, desde niña imaginaba que un relámpago la alcanzaba.
Fue hasta la cocina y buscó en los estantes velas pero no había, solo encontró polvo y cadáveres de polillas.
Junto a la chimenea había un viejo Baúl. Lo abrió y encontró una lámpara de petróleo que estaba llena. La encendió y la estancia se iluminó por completo.
Llamaría a la empresa de energía a la mañana siguiente. Su celular no daba señal por la tormenta. Tal vez no había sido buena idea llegar al caer la noche, pero ya era demasiado tarde para regresarse a Cali. Decidió prender la chimenea, al menos así tendría suficiente luz.
Con la lámpara en la mano empezó a recorrer todas las habitaciones. Todo estaba igual, las camas, las ventanas, los armarios, todo. Parecía como si el tiempo no hubiera transcurrido dentro de esa cabaña. Al entrar a la última habitación notó algo extraño, no podía identificarlo con claridad, pero había algo diferente. Era la habitación que años atrás había sido de los mellizos. Estaban las dos camas gemelas formando una L, la misma alfombra gris y negra, el televisor... Todo en la misma distribución, pero había algo diferente en esa habitación. Tal vez era su imaginación, pero se sentía como si alguien hubiera estado allí.
Subió las escaleras para revisar la única habitación del segundo piso cuando escuchó un golpe fuerte. El golpe venía de arriba. Sintió un poco de miedo pero era mejor cerciorarse. Era solo el viento, había azotado la ventana del baño. La cerró nuevamente y la aseguró con una cuña para que no se abriera otra vez.
Había telarañas y polvo por todas partes.
Bajó las escaleras y entró de nuevo a la habitación de los mellizos y ya se iba cuando de nuevo algo le llamó la atención. No estaba segura de lo que era... Miró a su alrededor, persistía esa atmósfera extraña, una atmósfera de perturbación que siempre había percibido. Acarició el intrincado diseño de las camas gemelas talladas a mano por artesanos. Se preguntaba ¿por qué nunca cambiaron ese cuarto? Al acariciar la madera notó que no había una sola partícula de polvo. Todo estaba muy limpio allí. No había ni polvo ni mugre ni una sola telaraña en las esquinas. Eso era lo que le había parecido extraño. Tendría que preguntar si alguien había estado allí en estos años.
Fue a la cocina y buscó la botella de vino y una copa en las cajas de víveres que había llevado. Era un vino Santa Rita vieja Reserva. No era muy fino, pero solo quería calentarse un poco junto a la chimenea. Sería una larga noche, sin televisión, sin música. Abrió el baúl para ver si había algún libro, pero en su lugar encontró unas fotografías familiares y un cuaderno de anotaciones. Era su cuaderno. Sintió un poco de escalofrío cuando lo reconoció. Pablo Londoño se había quedado con él aunque en su momento dijo haberlo quemado.
Apuró la copa de un solo trago y se sirvió otra. Había fotografías de David y de Pablo por cantidades. Las miraba con cierta fascinación. De niños eran idénticos, pero cuando crecieron, sus rasgos fueron cambiando significativamente. David tenía la cara más cuadrada, la mandíbula recta y algo partida la barbilla. Pablo era carirredondo, la barbilla también y la nariz algo más fina que la de su hermano. Carolina nunca los confundió. Ni siquiera de niños.
Había una foto más reciente, miro la fecha y se impresionó. Creyó que era David, pero esa foto sólo tenía 5 años de haber sido tomada. No tenía sentido. Su mente le estaba haciendo una jugarreta o tal vez el vino le había hecho efecto. Estaba concentrada buscando los detalles que los diferenciaban cuando algo rozó su pierna y la asustó. Pegó un brinco y alcanzó a lanzar un grito cuando se dio cuenta de que era Tomás, su gato. ¿Cómo se las arreglaba siempre para seguirla? Seguramente se había subido de nuevo al motor del carro cuando salió de la casa. Se agachó para cargarlo. Era muy viejo, ya no tenía la pericia de antes para saltar sobre sus piernas, estaba un poco ciego y atontado. Había cumplido 13 años el mes anterior. Era demasiado tiempo para un gato.
Lo cargó y sintió un leve mareo al erguirse. El fuego se había avivado. Carolina estaba en un estado de semi inconciencia. Sostenía al gato en sus brazos mientras miraba las llamas. Volvió por tercera vez a la cocina y tomó un cuchillo que había en el lavaplatos. Estaba un poco oxidado. Abrió la puerta trasera y rodeó la casa. Caminó bajo la tormenta por un camino de herradura hasta una piedra grande que adornaba el frente de la cabaña. Allí se sentó con el gato forcejeando, pero era tan viejo que ya ni siquiera tenía garras para defenderse. Carolina levantó el cuchillo y lo clavo en el abdomen del animal una y otra vez con una sevicia aterradora. El pobre animalito no sufrió mucho, murió al instante con la primera puñalada. Carolina se levantó, recogió los restos y vísceras destrozadas del animal y se dirigió de nuevo a la casa. Lanzó el cuchillo dentro del lavaplatos y los restos del gato muerto al fuego de la chimenea donde fueron consumiéndose lentamente al ritmo con el que ella vaciaba el resto de la botella de vino. Cuando hubo terminado se fue hasta el baño y se lavó las manos y la cara. Tenía la ropa mojada y manchada con la sangre de Tomás pero no tenía idea de lo que había pasado. No recordaba absolutamente nada. Decidió tomar una ducha para cambiarse de ropa y acostarse a dormir.
El agua helada le recorría el cuerpo y Carolina advirtió una sensación de alivio que hacía muchos años no percibía. Como si estuviera libre por primera vez después de mucho tiempo de encierro. De pronto la luz del baño se encendió, Carolina cerró la llave y se envolvió en una toalla. Salió del baño y todas las luces estaban encendidas.
Al parecer había sido un apagón durante la tormenta, ya el servicio se había reestablecido y la tormenta había cedido. Solo soplaba el viento.
Carolina acomodó sus cosas en la habitación de los mellizos, arregló la cama y se acurrucó bajo dos cobijas gruesas de lana. Apagó la luz y dejó una lamparita de noche encendida. No sentía ya ningún temor. El viento silbaba y como un susurro alcanzó a escuchar:
“... Dale señor el descanso eterno y brille para él la luz perpetua...”
Descendiendo al primer infierno (Capítulo 2)
Los mellizos Londoño fueron los típicos adolescentes problemáticos que disfrutaban de su popularidad durante la década de los 80’s, eran muy conocidos en barrios tradicionales del norte de Cali como La Flora, Versalles, Santa Mónica y Santa Teresita. Tenían fama por ser alocados, irresponsables, sin Dios ni ley, capaces de cualquier acto de indisciplina y de rebeldía. Fueron el dolor de cabeza de la mayoría de los padres cuyos hijos asistían a los colegios por los que este par de personajes desfilaron. En especial David que era por decirlo de alguna manera “la oveja negra” mientras Pablo al menos se preocupaba un poco por no hacerse expulsar del colegio, aunque también era hiperactivo como su mellizo. Fueron muy unidos hasta la adolescencia cuando empezaron a frecuentar diferentes grupos y comenzaron algunas rivalidades al interior por los cambios frecuentes de temperamento, sobre todo en David.
Ambos infundían más temor que respeto, era su estrategia para mantener a raya a todos los que los rodeaban. Por separado eran un problema, pero juntos eran una verdadera tragedia. Una inocente fiesta de 15 años, elegante como se acostumbraba en ese entonces, podía terminar en una hecatombe con sillas volando por los aires, narices y dientes rotos y altas cuentas por destrozos en propiedad ajena.
Carolina los conocía desde niños, aunque solo era amiga de David. Pablo por su parte no la determinaba. Sabía de su existencia porque en la Cali de esa época “todo el mundo se conocía”
Con David, en cambio, habían creado un vínculo muy estrecho. De más chicos jugaban juntos monopolio y scrable, ya de adolescentes salían juntos a fiestas donde él la cuidaba como un hermano mayor, no dejaba que nadie se le arrimara a menos que fuera uno de sus amigos de confianza y bajo la firme amenaza de masacrarlo donde le hiciera cualquier desplante. David siempre la hacía sentir segura y respaldada. A ella le gustaba esa mística que se creaba a su alrededor por el solo hecho de que él fuera tan especial con ella. Se sentía intocable, inaccesible, como la princesa del cuento.
David era manipulador, calculador y mentiroso. No era que no la quisiera, pero jugaba ese papel de hermano protector, en parte por que no tenía hermanas a quien cuidar, pero en el fondo sabía que tener a Carolina mejoraba su imagen ante las demás jovencitas, le daba encanto y ternura frente ellas, era su mejor carta de presentación.
A finales de los 80’s David comenzó a consumir drogas. Al principio solo era marihuana, luego cocaína. Creía que podía manejarlo, dejarlo en cualquier momento, pero la verdad era que cada vez la droga lo dominaba más y más. Se drogaba para ir al colegio, para ir al Centro Comercial, para ir a fiestas, siempre buscaba otros con quien drogarse y así poco a poco empezó a perder el control. Lo expulsaron de varios colegios entre 1987 y 1989, siempre buscaba problemas y peleas que terminaban en una cacería casi a muerte. No eran problemas de pandillas, pero si habían “parches” definidos por el lugar de reunión y la ley implícita era que “el que no estaba con David era su enemigo”. Así de simple, una pelea podía comenzar por cualquier tontería, por mirar demás en una fiesta o en la Esquina del Chontaduro en el Centro Comercial del Norte, cerca de donde años antes había funcionado Almacenes Sear’s y que en esa época se había convertido en el centro de reunión de adolescentes los viernes por la tarde para organizar el plan de la rumba para el fin de semana, el narcotráfico ya había alcanzado a todas las esferas sociales y en ese punto se hacían muchos negocios entre los hijos de los capos y sus amigos en aras de hacer su propio imperio manejado por jóvenes y auspiciado por los mayores.
Guardadas las debidas proporciones, fue un fenómeno similar al presentado durante la década de los 60’s con el Grupo de los Martes, un grupo conformado por los hijos de los representantes de la clase dirigente en Cali, y que fuera el inicio de una era próspera para la ciudad en términos de desarrollo, generación de empleo y capacitación. La diferencia entre el Grupo de los Martes y el grupo de la Esquina del Chontaduro radicaba en que los primeros escogieron ejercer el liderazgo dentro del marco de la legalidad, mientras que el segundo lo hizo para organizar el negocio del narcotráfico y expandirse. Por lo demás fue exactamente el mismo fenómeno ya que ambos grupos determinaron en gran medida el curso de la historia de la ciudad en términos socio económicos, políticos y culturales. Ambos generaron empleo, ambos le dieron la posibilidad de un aumento en la capacidad adquisitiva de quienes, de manera independiente, no tenían cabida en el mercado, ambos crearon organizaciones que aportaban desarrollo y modernización en la ciudad. En pocas palabras, ambos grupos aparecieron como resultado de un deterioro económico de la región y como alternativa de solución. Y aunque el grupo de la Esquina del Chontaduro fuera un grupo dedicado a una actividad ilegal, no dejaba de ser atractivo para los jóvenes que buscaban una oportunidad de mejorar su calidad de vida.
A principios de 1989 David conoció a Jimena Montes en una fiesta de disfraces. Desde la primera vez que la vio pasar en un bus del colegio, se empeñó en conocerla. Jimena era todavía una niña de apenas 14 años que vivía en un apartamento en Versalles con su madre. Su vida había sido difícil desde que fue concebida. Fue un accidente de sus padres ya que ni siquiera sostenían una relación. Su madre era una hippie de los 60’s y su padre era un muchacho inexperto, de familia tradicional que cometió un desliz propio de la edad. Así vino al mundo en la Casa de la Madre Soltera donde la familia de su madre las había exiliado para evitar el escarnio público. Para completar el cuadro, Clara, la madre de Jimena consumía marihuana en grandes cantidades. Su infancia por tanto fue marcada por el rechazo, el abandono, la inestabilidad y lo que es peor, el maltrato psicológico de una madre que no ofrecía la menor garantía. A sus años, Jimena había vivido más cosas que cualquier adulto promedio, aunque su apariencia era de una inocente chiquilla que buscaba afecto y estabilidad.
Ella y Carolina se habían hecho amigas por terceros de los barrios vecinos. Santa Mónica y Versalles estaban separados por la Avenida 6ª. Y por el centro comercial del norte donde también quedaba la Esquina del Chontaduro. Carolina, que era muy sensible a los conflictos emocionales, a esas tragedias humanas derivadas de la falta de estructura familiar, la había acogido como se acoge a un gatito extraviado y hambriento.
David presionó a Carolina para que los presentara. Llevaba más de dos semanas secándola con el mismo cuento. Estaba obsesionado con la idea de conocerla. Carolina cedió y le contó en donde sería la fiesta de disfraces que organizaba el “parche” de Santa Mónica y le aseguró que Jimena estaría allí. Pero estaba advertida de que no podía llevar a David a esa fiesta, así que fueron por separado. Cuando David apareció, Carolina lo ignoró durante un rato, luego supo que Jimena también quería que se lo presentaran y se valieron de Claudia, otra de sus amigas para que los juntara.
Después de muchos años, al recordar esa noche, Carolina se estremece al pensar que tal vez ese fue el inicio de todo.
David se enamoró como un tonto. Conquistó a Jimena a punta de palabras bonitas y gestos. Para Jimena era solo un juego. Conocía su fama y eso le parecía toda una aventura. Fueron novios muy poco tiempo. Unos cuantos meses hasta que ella no soportó los celos enfermizos, las obsesiones y por supuesto, sus estados alterados por el consumo de cocaína y marihuana. Era demasiado para ella a pesar de saber manejar esas situaciones que de por sí son complejas. Pero a su vez, estimulaba a David para que la celara, era una estrategia para hacerse notar dentro del su círculo social. David estaba enloquecido por ella. La había convertido en el centro de su mundo y cuando ella lo dejó se descontroló por completo. Dejó de importarle todo, consumía cada vez más cantidad de cocaína. Se perdía tres y cuatro días con amigos que le aguantaban el ritmo, llegó incluso a cometer delitos menores para conseguir dinero y comprar más droga. Tenía grandes deudas con varios proveedores.
Carolina trató muchas veces de convencerlo de hacerse un tratamiento, pero tampoco sabía ya qué hacer con él. La llamaba a altas horas de la noche, llorando como un bebé, borracho unas veces, drogado la mayoría, para decirle que no podía vivir sin Jimena. Era una locura. Carolina lo escuchaba pero nada que ella le dijera lo hacía entrar en razón.
Ya no le gustaba salir con él porque siempre terminaba enredada en algún problema, separándolo en sus peleas, disculpándose con los demás por sus escándalos. Estaba harta de eso.
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TRECE
El Legado (Capítulo 3)
La noche del 3 abril de 1992, Carolina estaba en su casa conversando con Nacho, un amigo de aquellos del paquete de infancia. Acababa de cumplir 20 años y estaba en segundo semestre de Sicología. Escogió esa carrera pensando que podría resolver sus propios problemas y tal vez los de algunos de sus amigos. Era idealista y se creyó el cuento.
David llegó cerca de las 8:30 en una moto.
- Sorpresa! – le gritó cuando Carolina abrió la puerta. Hacía 2 meses que se había ido a “la finca” como solía llamarle a un centro de rehabilitación donde sus padres lo ingresaron en su último intento por ayudarlo a salir de ese mundo. – ¿Me extrañaste?
- ¿Que estás haciendo aquí? ¿De dónde sacaste esa moto?
- Deja la bulla... Me dieron permiso porque mi tío murió esta semana y la moto me la prestaron por ahí.
- Siento mucho lo de tu tío, pero ¿seguro que estás de permiso?
- ¿No me crees? Llama a mi mamá entonces. Bonita forma de recibirlo a uno! Y yo que te traje un regalito...
- Tengo todas las razones del mundo para no creer. ¿Quién te prestó la moto?
- Por ahí...
- Mírame a los ojos. – Carolina le cogió la cara cosa que solo a ella le estaba permitido – Estás embalado!
- Pa’ chucho que no me he metido nada. ¿Por qué sos así? Ni un abrazo, ni un “me hiciste falta”, ni siquiera un “vení charlemos”
- Es que me aterra que estés por ahí otra vez. Después de la última estoy paranoica con vos. Creí que te iban a matar.
- Hierba mala nunca muere... Y vos qué, vení sentémonos en el murito a fumarnos un puchito y me contás.
- Espérate llamo a Nacho que está adentro.
Carolina entró y le contó a Nacho que el mellizo estaba afuera y que aparentemente estaba sano, pero que había que tener cuidado porque andaba en una moto y con cara de estar buscando donde meterse un pase.
Ambos salieron, David y Nacho se saludaron pero David, a pesar de haber sido amigo de Nacho, se sentía incómodo. Le gustaba hablar a solas con Carolina porque con ella sí podía ser él mismo, sin ponerse la máscara de malandro ni adoptar la actitud de rey de la selva de concreto.
- Viejo Nacho! Tiempo sin verlo, ¿qué se dice?
- Nada viejo Mello, camellarla como siempre. Y usted que? Lo veo gordito.
- La buena vida.
- Negrita – dijo Nacho dirigiéndose a Carolina – Estoy viendo el picadito del Cali, yo mas bien los dejo solos pa’ que charlen. Voy a estar ahí en el cuartico de la tele me avisan si van a hacer algo yo me les pego.
- ¡Fresco, parce!
Nacho se entró a la casa y David y Carolina se sentaron en el muro con un paquete de cigarrillos en el medio.
- Seguís fumando como puta detenida ¿no?
- Al menos eso no me enloquece.
- Que pereza con vos, ¿será que dejás el sermón para otro día? Mirá que hace 2 meses que no te jodo ni nada. Mas bien ¿contame qué es de la gente? Que has oído?
- Nada, yo me la paso en la Universidad, nerdiando a la lata. No me veo con nadie. Así me evito problemas. Ando juiciosita.
- Y Carlos, ¿volviste a saber de él?
- Ni en las curvas. Se lo tragó la tierra y mejor para mí. Ya estoy mejor.
- Pues eso veo. Donde te pongás buena ese man se va a retorcer de la piedra. Ese perro me la debe. Yo solo estoy esperando para cobrármela.
- Por qué siempre tenés que pensar así.
- Es que no es por vos. Vieja, ese man me estaba haciendo la vuelta el otro día y nos agarramos pero yo lo solté porque a lo bien que hemos sido parceros desde hace años y sería muy chimbo, pero si yo me entero que ese man se me ha seguido torciendo y hablando caspa de mi, pues le paso la factura, para que afine. Y, por qué no, también le paso la factura por haberte hecho llorar. O es que ya se te olvidó todo el moco que botaste en diciembre por ese perro sarnoso.
- No, no se me ha olvidado, pero yo no me pongo a pensar en cómo desquitarme, la vida solita se encarga de cobrarle a la gente lo que hace mal y yo se lo dejo al de arriba.
- ¡Que va! El de arriba a veces se le olvida que uno sigue acá abajo y si no se las cobra uno pues se van sin pagar y así no es la vuelta.
- Vos verás como hacés tus cosas pero a mí sacame de ese cuento. Y contame ¿cómo es la cosa por allá en donde estas guardadito?.
- Pues es una mierda. Uno se la pasa agüevado todo el tiempo. Te ponen a hacer cosas de finca y a hablar en grupo y yo para esas maricadas no sirvo. Yo no sé si vuelva.
- ¡Si ves! Yo sabía que te habías volado. El pez muere por la boca...
- Es que no pude, Caro, pa’ chucho que yo quería y así se lo dije a mis cuchos, pero si querés que te diga como es la vuelta pues allá adentro se consigue mas perico que afuera y más barato. Yo sé que yo puedo dejar esta mierda solo, como lo hice cuando Jimena, yo en ese tiempo dejé el perico del todo y acordate que me puse a hacer ejercicio y todo. Solo que esa malparida me dejo vuelto una picha y claro, volví a joderme pero mirame! Ya estoy bien y yo puedo seguir así.
- Pues Dios te oiga porque por donde ibas...
- Ya, dejémosla allí porque no quiero hablar de cosas jartas. Voy para Bar-Sovia ¿venís o que?
- ¿A rumbear? Ni por que me paguen. Yo tengo clase mañana y además no quiero después tenerte que separar porque andás de tropel otra vez.
- Te juro que me porto bien. Mirá que yo sé que si vos vas conmigo no me dejo dañar la cabeza de ninguno de estos perros. Pero si voy solo de pronto me convencen y la cago.
- De eso no se trata, se trata de que vos podas decir que no y punto. Que chiste tiene que lo hagas por mí, hacelo por vos mismo y ya. Yo no voy aunque me rogués. Ya con la última dije que no más y es no más.
- Mucha chucha vos.
- ¿Cuál fue el regalito que me trajiste?
- Uy, el pobre debe estar cocinado ya! – David se fue hasta la moto y abrió un morral que tenía colgando del timón. – Venga chuchito, venga le presento a su nueva mamá. – Era un gatito miniatura vivo, tenía todos los pelos parados, apenas si abría los ojos y su cabeza parecía más grande que el cuerpo – Esta va a ser tu mamá de ahora en adelante.
Carolina estaba extasiada con la ternura de ese animalito. Lo cogió entre sus manos y el pobre temblaba de susto y miraba hacia todo lado. Carolina se quitó un suéter que tenía y trató de hacerle una camita con sus brazos envolviéndolo para que se calentara.
- ¡Es una belleza! ¿De dónde lo sacaste?
- Estaba en un pastizal por donde me toca ir a recoger naranjas allá en “la finca” la mamá debió dejarlo tirado porque no había rastros de ningún gato o gata cerca. Me acordé que vos te morís por estos animales.
- Pues claro que me encanta. ¡Gracias! ¿Cómo se llama?
- Yo qué le voy a andar poniendo nombre a esa rata inmunda. Le decía chuchito mientras, pero ponele el nombre que vos querás.
- A ver... que tal Ciro, o Gardel... no, mejor... ¡Tomás!
- Me importa un bledo, mientras a vos te guste...
- Sí, Tomás, como el man de “La insoportable Levedad del Ser”
- Vos y tus libros... pues lo que te digo, si te gusta. Bueno vieja, me largo porque quiero ver como está el ganado en Bar-Sovia y me deben estar esperando.
- Si querés te cambio la ida por una alquilada de películas y nos quedamos aquí en mi casa.
- Llevo 2 meses sin salir, acostándome y levantándome con las gallinas y vos jurás que me voy a quedar viendo películas un viernes por la noche.
En ese momento salió Nacho.
- Mello, ¿Me subís hasta la casa?
- Camine Nachito que usted si es mi parcero, esta vieja me salió calceta. – Suspiró – Ahhh! Me huele que esta es mi noche. Voy a ver qué levanto!
- Davi... cuídate, porfa! No vas a meter nada
- Esta vieja si que está amargada. Mas bien andá a darle leche a ese gato que no come desde esta mañana. Nos pillamos!
Se subieron a la moto y Carolina se quedó pensando si sería prudente llamar a doña Mariana a avisarle que David había estado allí. Pero decidió no hacerlo. No le gustaba ser sapa y tal vez era mejor no entrometerse.
Buscó una cajita donde acomodarle un cojín y una frazadita al gato, le puso leche en una tacita y lo subió a su cuarto para dormir con él.
Muchas veces había escuchado historias sobre los Gatos. Decían que eran muy traicioneros, que se consideraban superiores a todos los seres humanos, que no eran capaces de expresarle afecto a sus amos, hasta algunos aseguran que los gatos tienen poderes sobrenaturales y que eran mascotas del demonio utilizadas para ritos satánicos entre otras cosas. Carolina conocía bien estas historias, sabía que tal vez llegaría ese día en el que Tomás se marcharía y era probable que no regresara, o si lo hacía sería buscando alimento y un bálsamo que curara las heridas de su última batalla de pasión; pero a pesar de las historias, en cuestión de segundos se enamoró perdidamente de él, desde ese instante y mientras estuviera a su lado sería su gatito mimado, y Carolina lo único que esperaba era que al final regresara sin importar dónde o por cuanto tiempo se perdiera, sin tener en cuenta la causa de sus heridas, lo importante era que regresara y le hiciera compañía otro día, otra semana, otro mes... Lo miraba sentía que, por pequeñito y recién llegado que estuviera, Tomás sabía lo que pensaba, la comprendía, compartía su soledad y su aislamiento.
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remos,05.10.2017
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Divertido este foro. | |
henrym,25.09.2018
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Leí aquí y allá. No le encontré gracia. | |
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