EL CORAZÓN DE HIALMAR



Una noche clara, viento helado. La nieve es roja.
Mil bravos están allí y duermen sin tumbas,
La espada en la mano, los ojos feroces. Nadie se mueve.
Encima gira y grita un vuelo de negros cuervos.

La luna fría vuelca a lo lejos su pálida llama.
Hialmar se levanta de entre los muertos sangrantes,
Apoyado con las dos manos en el trozo de su hoja.
La púrpura del combate le chorrea de sus flancos.

-¡Hola! ¿Alguien tiene todavía un poco de aliento,
Entre tantos alegres y robustos muchachos
Que, esta mañana, reían y cantaban a plena voz
Como mirlos en la espesura de los matorrales?

Todos están mudos. Mi casco está roto, mi armadura
Está agujereada, y el hacha ha hecho saltar sus clavos.
Mis ojos sangran. Oigo un inmenso murmullo
Semejante al aullido del mar y de los lobos.

¡Ven acá, Cuervo, mi bravo comedor de hombres!
Ábreme el pecho con tu pico de hierro.
Nos encontrarás mañana tal como estamos.
Lleva mi corazón caliente a la hija de Ilmer.

En Upsala, donde los Iarls beben buena cerveza,
Y cantan, mientras chocan jarras de oro, a coro,
¡Con ala rápida vuela, oh merodeador del brezal!
Busca a mi novia y llévale mi corazón.

En lo alto de la torre que habitan las cornejas
La verás de pie, blanca, con largos cabellos negros.
Dos anillos de plata fina penden de sus orejas,
Y sus ojos son más claros que el astro de las bellas noches.

Ve, sombrío mensajero, dile que la amo,
Y que ahí está mi corazón. Ella verá
Que es rojo y sólido y no tembloroso y pálido;
¡Y la hija de Ilmer, cuervo, te sonreirá!

Yo muero. Mi espíritu se escapa por veinte heridas.
Ha pasado mi tiempo. Bebed, oh lobos, mi sangre bermeja.
Joven, bravo, sonriente, libre y sin menoscabos
Voy a sentarme entre los Dioses, en el sol.


LECONTE DE LISLE