Siguen pasando los días y, miserablemente, sigue creciendo el hastío de no tenerte cerca. Aún despierto con cualquier aire por las mañanas pensando que es la corriente que hizo tu cuerpo al introducirse lentamente entre mis sábanas para soñar a mi lado por unas horas. Aún extraño ese respirar pausado, casi ritual, que levanta tus pechos a las tres de la mañana. Sí, aún sigo pensando en tí, día con día y hoy, que te he visto a lo lejos, más bella que nunca, sin la sombra de aquel fantasma que me alejó de tu vida, he estado a punto de acercarme, tocarte el rostro, saber que eres real y que, quizá, pueda convencerte de volver a tu vida. Malditas ideas y recuerdos que me están desangrando lentamente. Y yo, mientras tanto, me quedo atorado en la estúpida cobardía de no sentirme listo aún para robarte un beso y raptarte a este mundo que has dejado tan vacío.