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FALLO DEL CONCURSO
PRIMER CERTAMEN DE RELATO BREVE LOSCUENTOS.NET
TERCEROS LUGARES:
Locas guerras de Vlado
Gata_lectora con Esos Juegos
dominicano33 con Pierre Poi
La Paciencia, de rnahimla
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LOCAS GUERRAS
El único superviviente de la batalla recorre el devastado páramo. Va con la mirada hundida, espantando a su paso las aves carroñeras que se disputan el botín sin predilección de bando. Bajo el frío sol, su armadura de láminas imbricadas despide destellos sanguinolentos.
Arriba los dioses están desconcertados. Dudan en proclamarlo vencedor. Unos ensalzan su ímpetu vigoroso en la lucha y destacan la evidencia de que nadie más ha quedado con vida, mientras que otros esgrimen en su contra el manual de arbitraje (capítulo 3, artículo 3.7.2.).
Ajeno a tales disquisiciones, el vivo mortal llega a las lindes de un bosque. Tiene hambre. Agacha la testa y arranca con sus dientes un nevado manojo de hierbas.
Por Vlado
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ESOS JUEGOS
¡Juro que me gustaban! Como cuando estábamos en el patio y construíamos “casitas” de cajones y cartón, para que el tío Rodolfo hiciera un terremoto y se nos cayera todo encima. O, cuando jugábamos al “Srr. Carrnicero” y colgábamos un pescado amarillo de juguete, con el que molestábamos a Mauricio que es tan flaquito, diciéndole que el pescado se lo estaba comiendo a él. Y mí tío se divertía, me gustaba verlo reír.
Yo lo quería y él a mí también. Y seguro era mucho porque siempre me hacía harto cariño. A veces sus cariños me ponían rara, como que me daba calor al sentir sus manos por algunas partes. Pero eso era cuando estábamos solos, porque ese era nuestro secreto.
Ahora lo extraño mucho, no ha vuelto a venir. Yo creo que se peleó con mi papá, porqué ahora a él le carga acordarse del tío Rodolfo.
Yo pienso que él no va a volver. Como tampoco creo que le devolverá a mi papá su bicicleta con el adhesivo de la culebra de tres cabezas. Y tampoco me devolverá mis dibujos. Esos que le gustaba que hiciera pensando en él y que no le podía mostrar a nadie más.
Por Gata_lectora
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PIERRE POI.
El sol quemaba su piel y el cañaveral como una gigantesca tea. Machete en mano, Pierre Poi masticaba un pedazo de caña a la sombra de un solitario árbol. Era su almuerzo y también sería su cena.
Ultimo día de la zafra y Pierre Poi se mostraba satisfecho. Había sido una excelente jornada y con el dinero que se ganaría, calculaba él, podría llevar algo de comodidad y sosiego a su familia en Haití.
Horas después el sol se despedía con sus últimos baños de color. Militares acordonaron el área y a punta de fusil montaron a los trabajadores en 3 camiones. Cuando Pierre Poi oyó que esos militares trabajaban para Inmigración, trató de escapar y corrió como nunca en su vida.
3 veces le ordenaron detenerse y 3 veces siguió corriendo. 8 Balas impactaron su cuerpo. La vida se le fue. Su mujer en Haití se enteraría después que su esposo fue muerto tratando de escapar del mismo engaño del año pasado: Ser contratado como bracero y justo el día de paga ser deportado a su país con las manos vacías.
Pierre Poi fue enterrado en suelo dominicano. Hasta la vuelta a casa le negaron.
Por dominicano33
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La paciencia.
Miró el reloj y esta vez apuró el paso. Se saludaron con besos al aire. Diez minutos después, escuchaba el relato de lo acontecido en la vida de Paula los dos últimos meses.
- Mi jefe, es un capullo malnacido, el otro día, dijo que mi actitud con mis compañeras- que son unas gordas celulíticas sin otra aspiración que seguir engordando esos culos de vaca-, no era todo lo abierta que cabría esperarse. ¿Qué pensará el imbécil que tengo yo en común con esas pobres desgraciadas?
Yolanda, sacó la cartera, el móvil, un pintalabios fucsia, las llaves y un lápiz amarillo sin punta. Volteó el bolso, no cayó nada. Introdujo su mano por los vericuetos agitándola compulsivamente. Una mueca de desasosiego le atravesó el rostro, de parte a parte. Se levantó arrastrando la silla hacia detrás y musitó una especie de disculpa nerviosa y rápida.
-¿el qué? ¿qué fue lo que olvidaste?¿cómo vas a irte si no hemos comido todavía? pero ¿dónde vas? ¿te llamo, me llamas?
Treinta y un años, uno detrás de otro y cuando el viento le agitaba la sonrisa, todavía sentía ese bullicioso cosquilleo que le hacía querer saltar, correr, cantar a gritos y bailar.
Por rnahimla
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