Nuestro efímero recuerdo

Una tarde de octubre, mientras veo el descenso de la bruma sobre los pinos y la brisa se aferra mí con temor, me complazco por tenerla a ella entre mis brazos, abrigando su erizada piel, dibujando con mi dedo índice sus labios partidos.

Su cabellera negra se parece al manto que recubre nuestra noche efímera, sus pasos cada vez los veo más cerca y la tentación se hace irresistible entre los dos, lo sé porque ella me besa enseguida.

Sus mejillas se tornan en cerezas en cuanto deslizo mi mano por su espalda para traerla hacia mí.

—Te hare sentir mujer.

Ella me besa el cuello, y yo le apretó lo que resalta por debajo de su cintura.

— ¡Ay!... Así quiero que me aprietes.

Su mirada de niña perdida se deposita en la mía, libidinosa e inquieta. Supe por un minuto que el tiempo no se detendría, que ningún segundo sería una sombra y ni el mismo día una tontería. Ella levanta mi mano y solo toma mi dedo índice para introducírselo en la boca; su lengua me lo lubrica.

Por un momento pensé, desprenderle su vestido y dejarla en su esencia más pura, desnuda.

—Bésame con tu loca boca tibia.

Alzo su mano y me llevo sus dedos a mi boca fresca y no sólo sus ojos se abren, sino que su piel me ansía.

La llevo hacia la columna mas cercana del gran patio que nos rodea, tomo su pierna y la llevo a mi cintura, le paso mi mano tibia por la sombra que oculta su ingle.

— ¡Sí! … Así, quiero ser tuya (su voz se degrada como un color cualquiera)

—Lo sé, te quiero hacer mía, solo mía y en esta noche efímera que rodea nuestras pieles y que de ellas emana el pecado de nuestros labios.

Sus manos desabrochan mi pantalón, mi lengua recorre sus senos, su mano izquierda me desgarra la espalda…

—Sí, quiero ser tuya… hazme sentir divina.

Puedo sentir su latido cerca del mío, puedo besar su boca como me dé la gana. La velocidad aumenta los gritos que no cesan y nuestras lenguas comienzan a jugar mientras su espalda se marca en la columna de aquel jardín.

La velocidad baja-aumenta, los gritos no paran, son la sinfonía de nuestra tentación bajo la bruma de esta tarde que se hace noche. Puedo sentir cómo su lengua juega entre nuestras bocas, puedo sentir cómo sus ojos extasiados se pierden en las alturas. Nuestros cuerpos se aman y mi vela alumbra la oscuridad de su ingle. La cera comienza a resbalar a través de su cuerpo, el fin de nuestra efímera noche sobre la columna de aquel jardín… ese donde todo comenzó y donde todo acabó en tentaciones que ni las horas dejaron de verse, ni los minutos de pararse. El tiempo fue continuo y solo ella y yo jugamos con nuestras lenguas.


CR. V (So nice).



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