Desde la ventana de su casa, la pequeña niña solía mirar las estrellas, soñaba con caminar entre ellas. Un buen día Sheila enfermó gravemente. Los papás -impotentes- le veían consumirse día tras día. Ocurrió que un día pasaba por el reino el más poderoso mago de la tierra y desesperados, los padres de la niña acudieron a él en busca de ayuda.
En la casa la chiquitina recobra la lucidéz por un momento y al ver al mago sonríe. Le pide que le cumpla el deseo de caminar junto a las estrellas. El mago le dice que sí, y le da una brebaje que sabe muy mal, pero la pequeña lo bebé sin vacilar. Tiene la promesa del mago de que al despertar, su deseo será cumplido.
La niña despierta curada ya la tarde siguiente, apenas puede esperar y corre al bosque cercano. No se ven las estrellas por ningún lado, el mago mintió. La niña se sienta triste junto a un árbol, la noche empieza a lucir sus pequitas luminosas, la niña suspira al verlas y para no llorar cierra los ojos y al abrirlos ...

-¡eureka! ¡Papá, Mamá vengan a verme, vengan a verme caminar entre las estrellas!¡El mago no mintió!¡Vengan pronto, el bosque está lleno de ellas! -gritaba feliz la niña-.

Esa fue la primera vez que hubo luciérnagas en la tierra, y colorín colorado, este cuento se a terminado.


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Los grandes músicos tocan partituras -dijo él-, ¡no! contestó la niña sin dejar de escuchar -embelesada- a aquel pianista. Los mejores músicos tocan de memoria -volvió a afirmar el hombre-, ¡no! volvió a refutar la pequeña. El hombre, se rascó la cabeza y agregó: ¡ya sé!, los mejores tocan de oído, la niña lo miró con una ternura compasiva y sentenció: ¡no! , y continuó explicando, los mejores músicos ... ¡tocan de corazón!
Príncipe Negro Octubre 2015.