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PRIMER CONCURSO RELATO BREVE LOSCUENTOS.NET
CINCO MENCIONES NOTABLES:
Ivandepaula con Le Voyerism
Ella de Intelecto
Lo entiendo de Etal1ydemas
La carta de Adrianu
Luces de CAMILO
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Le Voyerism
Cuando la bala me reventó entre los ojos culminó mi placer de observarla diariamente a través del agujero que había horadado especialmente para ella me gustaba disfrutarla cada noche cuando regresaba de su trabajo y poco a poco iba dejando a lo largo de la habitación su disfraz de empleada bancaria primero el saco luego la falda que con el impacto caía debajo de la cama luego la panty hose se le deshilaba entre los dedos finalmente al mismo tiempo la blusa generalmente blanca despejaba su pálida piel y su transparente ropa interior - a veces no llevaba sostenes - era un deleite silencioso que no le hacía daño ni a ella ni a nadie ni tampoco le ensuciaba las gotas pegajosas que ya manchaban mi alfombra solamente eso y nada más pero sé que siempre habrán lenguas chismosas que todo lo cuentan que también es probable que aquí en este infierno reformista convivan algunos de ellos junto a maestros de tiro al blanco quienes enseñan a liquidar sensibles amantes de la carne enjuta, tal como un servidor.
Por Ivandepaula
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Ella
Para mi tía, la pitonisa.
La vi como en ocasiones solía verle, con su vestido amarillo sobre esa esquina nocturna. No hace falta ser detallista para notar su presencia, sabe llamar la atención sin quererlo pero todas las miradas le rebotan, será cuestión de la belleza que irradia. Casi inmóvil aguardaba por él, como cada noche. Pude oler la valentía en el aire y sin una razón de peso me invadió su tristeza. Le solté una pequeña sonrisa y advertí que no estaba afligida a pesar que eso de estar sola en la oscuridad, esperando a quien nunca llega, abatiría a cualquiera. Ese anochecer sin embargo, su cara decidida a enfrentar la soledad más sombría, era señal inequívoca de que algo especial sucedería. Con ese pensamiento me fui a la cama y me dormí de inmediato, con la tranquilidad absoluta de quien se acuesta preocupándose por problemas ajenos.
En la mañana, caminé por la misma calle, noté que había cambiado de esquina y que su vestido amarillo era ahora de un color blanco como de nube. Él estaba admirándola desde el oriente, feliz de verle, y yo, diminuto ante su encuentro, recordé que la luna, también sale de día.
Por Intelecto
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LO ENTIENDO
A E. Pacheco
A la señora mía.
Se sentaron ambos en una mesa casi al centro de la fuente de sodas. Esto no restaba privacidad ni aumentaba. Ella comía una nieve de fresa y él hacía lo propio con una de limón. Ella le tomó la mano. Qué bueno que estás aquí. Dijo y él sólo habló silencios. Luego se miraron lascivamente unos minutos. Ella rompió el silencio con unas risas. Él muy serio. Hace diecinueve años la ciudad era distinta, vos no habías nacido, lástima. Ambos miraron al suelo. Para entonces yo tenía tu edad. Continuó. Él seguía mirando el suelo. Entonces Alma tomó más nieve, y devoró una cereza. De nuevo se miraron. Ella sonrió y el aún callado. Qué tal la de limón. Bien, contestó. ¿Puedo? Claro. Entonces, cuando estaba apunto de introducir la cuchara entre sus labios rojos, él tomó agallas. ¿Usted sabe que es la causante de la peor crisis de mi vida? La pregunta fue una hecatombe, cuyo efecto secundario fue la caída de la cuchara. Ambos se agacharon a recogerla. Porque usted me gusta. Continuó. Entonces. Ella. Con esa comprensión, que la distingue, dijo: Lo entiendo. Por eso vine por la nieve; está rica.
Por Etal1ydemas
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La carta
La carta tardíamente enviada por mi mama a su sobrina llegaría a Sudamérica en los primeros días de enero de 1985. Los padres de Hilda se habían opuesto al viaje cuya estadía seria solo de pocos meses. La única que le escribió fue mi mama, una única carta.
El tiempo pasó. Hilda regreso a Guatemala toda triste por no haber sabido nada de nadie. Aunque mi mama le perjuro que ella había mandado aquella carta, la realidad fue distinta. Al fin, no sin ningún esfuerzo las dos quedaron medio convencidas, y a regañadientes cerraron aquel capitulo. Hilda nunca perdono que no le hubiesen escrito y mi mama no le pudo probar nada.
El gobierno Boliviano después de ocho años le regreso a mi mama la carta enviada en aquel triste diciembre, acompañada con la siguiente misiva:
“Esta carta fue recuperada en el vuelo de pasajeros F-727 de Eastern, que se estrello el primero de enero de 1985 en el nevado de Illimani, donde perecieron todos. En uno de los bultos que logramos rescatar venia la presente. Se la estamos remitiendo como cortesía de la Fuerza Aérea Boliviana.”
Lastimosamente, Hilda murió antes de conocer esta historia.
Por Adrianu
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Luces
La luz blanca del alumbrado público penetraba en la habitación a través de las hendijas de la persiana, las líneas que se generaban sobre el placard le daban un tono lúgubre a la noche e invitaban a pensamientos más audaces, hasta mortuorios. Los números rojos del radio reloj indicaban las dos y cuarenta y observarlo a intervalos cada vez más cortos alteraba mis nervios y dormirse se hacia más difícil al pasar las horas. Cerrar los ojos era tarea lejana, y era bien sabido que el techo no le daría respuestas a mi insomnio.
Dos y cuarenta y dos, cuanta penumbra me visitaba, y al amanecer tantos quehaceres, un día agitado se asomaría en mí mañana, en vísperas del año nuevo. El calor no daba tregua, la ciudad entera lanzaba hedores insoportables de nuevo verano y mi habitación la imitaba durantes las largas noches.
Busqué refugio en el laberinto de sábanas sumergiéndome en la oscuridad que me brindaría calma y descanso. Otras luces brillaban allí abajo, tu pálida piel casi fosforescente me recordó las luces en el placard, y tu sangre perdida, todavía líquida, todavía amplia, me recordó el paso del tiempo, los minutos rojos del radio reloj.
Por Camilo
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