Hijo único de madre soltera a quien la inclinación por las artes se mostró en sus primeros movimientos motrices: ¡Qué lindo tu sol! me dijeron mis tías, cuando a los 2 años dibuje una especie de ovalo con unas pequeñas ramificaciones a modo de rayos en la arena.
Niño que continuó creciendo teniendo como deportes inventarse amigos botánicos imaginarios en el medio del jardín de su mamá o entre los maizales y los mandiocales que crecían al lado de su casa.
Por la adolescencia le tocó transitar por un territorio tortuoso y situaciones que hicieron que tome al dibujo y a la escritura no como válvulas de escape sino como verdaderos rituales catárticos.
Y bien, a llegar a esta esquina de la vida intentó continuar escribiendo, para capturar el tiempo en el papel, jugar un poco a ser endiosado en las sombras o tratar de camuflayarme como ser civilizado en esta gomosa y rosada mole que nos sepulta a todos, bajo el nombre de realidad.
Tapeguahê porâite!! (Bienvenidos en mi dulce idioma guaraní)