Libida pelusa de
sangre podrida en
el tiempo,
cráneos infantiles
sembrados en
el río desesperanzado,
la piel, el cuerpo,
el alma molidos
en la batidora de días.



¿Quién fue capaz acaso, de cortarle el cuello a quien no puede ver? Está a tu lado, pequeño, corre, que nada más contra ellos podrás hacer...

Soy la muerte, dios, la pantalla interestelar que muestra el cielo de color azul, que muestra la pared estrellada del cielo que no siente piedad, que no es capaz de sentir, que corta manos de bebés y les desangra para bañarse en su sangre, para ser eternamente pálida y joven, para insistirle al cielo que nunca moriré.

Yo no destruí la Santa Inquisición... Solamente fuí el primer paso para ello, solamente fui las ganas de vomitarles en la cara sus orgías, y con las llamas con las que ellos quemaron a mi familia, yo les quemé a ellos.

Muere la piel reseca si no soy capaz de cortaros el cuello, pequeños vástagos humanos...

La elección está hecha de hace mucho tiempo, eres tu o yo: siempre triunfo pequeña, siempre llego ante todo y soy capaz de destruir con mis manos lo que con el alma construye el universo entero.

Bah, al final la poesía solamente me sirvió para jugar, con ella seducí a las pequeñas damas, con sus piernas asuste a los niños cuando en la noche no podían dormir, a los que se masturbaban, les corté los dedos y jugué con ellos a tener sexo...

Yo no soy el futuro, pero siempre estaré para enseñarle al futuro que quien manda soy yo.