Todo empezó a los 9 años, cuando hice mi primer viaje sola. Me fuí a a casa de una tía, a casi cincuenta kilómetros de mi pueblo a pasar el verano, y le escribí mi primera carta a mi madre, Manuela, quién hizo su último viaje terrenal hace casi tres años. Esta fué la primera de innumerables epístolas e historias que le escribí desde los más recónditos y alejados lugares del planeta, en los que he tenido la suerte de vivir y conocer durante muchos años, las cuales ellá guardó con mucho celo y cariño, salvándolos de las inocentes manos de los nietos que le iban llegando mientras que yo estuve fuera. Ella era la única que me contestaba, muchas veces en nombre de los hermanos que nunca se dignaron a hacerlo e incluso de algunos amigos, quizás recordando aquellos tiempos en los que ella era la "escribecartas", y contestaba a casi todos los novios, familiares y amigos de los vecinos de su calle y aledaños, creando no pocas veces, ilusiones inciertas en aquellas almas solitarias que tuvieron la suerte de recibir una de sus misivas. Durante los casi cuarenta y cuatro años que hemos compartido nuestras vidas, no dejó de enviarme una postal de cumpleaños con una poesía dentro, y sus cartas, perdidas a lo largo de tantos y tantos viajes, nunca se borrarán de mi cabeza, ¡jamás se olvidó de mencionarme a nadie de mi familia!. Es por todo esto, y gracias a la fé que siempre tuvo en mí, que puedo retomar una afición que nunca abandoné, simplemente la hice mía y de ella, y ahora, en honor a su nombre y a su memoria recupero para el resto del mundo esas páginas que amarilleron tantos años en el fondo de un cajón, este pequeño cuento es de 1975, época de adolescencia y complejos que a todos nos tocó. ¡Espero que lo disfruten tanto como ella misma!¡Gracias!