He regresado... despues de mucho tiempo...

Cuando quiero escribir una historia acuden a mi los recuerdos de los libros de mi padre o las enciclopedias estudiantiles que el coleccionaba, los monstruos de la biblioteca de mi infancia. Releídos mil veces, tengo en mi memoria aventuras y expediciones de hombres extraordinarios con nombres inmortales a mis oídos y acuden en ayuda de mis palabras sus frases memorables y sus itinerarios sobre los caminos de este mundo. Evoco a Pigafetta y su diario y la ruta de un barco ebrio de isla en isla por un Océano Pacífico en llamas. Recuerdo grabados verdosos de piedras enormes que hace miles de años plantaron los gigantes de esta tierra, tal vez en Glastonbury o Cardiff, las planicies de los gruidas y sus pócimas, y recuerdo láminas de armas medievales que solo un hombre envuelto en placas de hierro podría manipular, un sueño de tendones y escudos. Recuerdo disecciones de insectos terriblemente extraños y el asombro ante la voracidad de la gran libélula o la magnitud del insecto Atlas que no cabria en la palma de mi mano. Recuerdo haberme enamorado de una niña enferma en un grabado de la fiebre amarilla, era a principios del siglo pasado en Buenos Aires, seguro soñé con la palidez de vela de su cuello y sus dedos de cristal. Recuerdo un rey descalzo con vestiduras de penitente camino hacia un castillo de Toscana para pedir perdón ante un Papa con mitra de oro y en otra lámina a un hombre herido con una escarapela en el sombrero señalando una guillotina envuelta en humo y gritos. Cuando quiero escribir una historia acuden a mi... los fantasmas, ellos.