Rubén Berrocal nace en 1979, en la ciudad de Madrid, ciudad que no llega a abandonar y que queda reflejada siempre en sus escritos. En 1997 finaliza su primera novela, “Civilización”, que será futuro objeto de sus iras y críticas en cada uno de sus posteriores relatos. Ese mismo año entra en la Facultad de Psicología de la UAM. Durante sus primeros años aún escribe el Martín Valle( “Hijos de la Violencia” o “Cartas de Póker para los Caídos”, 1998) e “Hipótesis del Mundo Injusto” ( o Contracorriente, 2001), en las que es incipiente su influencia de la psicología criminal y comportamiento social.
Impulsado por una etapa confusa en su vida, y ciertamente desorientada, escribe la que va a ser su única creación romántica y costumbrista “La Capa de Alicia o Mayo: Tragedias de la Rutina Diaria” (1999), que a la postre será la única creación anterior a 2002 de la que no acabará renegando. También en ese lapso realiza una recopilación de relatos previos, que aglutina en 2000 bajo el epígrafe “Divagaciones Encubiertas”.

En 2002 sin embargo se dan varios hechos que van a condicionar su obra posterior. En la universidad contribuye a fundar junto con Juan Gabriel Baile Alcolea, entre otros, el grupo de debate “Felicidad y Género Humano”. Allí entra en contacto con tesis de índole más filosóficas como las del epistemólogo Florentino Blanco, o el fenomenólogo Carmelo Monedero. En su desarrollo literario estas influencias van a llevarle a profundizar en el comportamiento humano en un ámbito más sugestivo. La mezcla de la psicología y la física cuántica va a pasar a convertirse en una costumbre en sus personajes, abandonando el macrosistema de narración, y el concepto causal de sus escritos anteriores.

Simultáneamente profundiza su contacto con las Juventudes Socialistas, así como pasa a colaborar con el periódico local Crónica de Madrid Norte, en el que iniciará una serie de artículos en una columna fija que denomina “Psicología, Cultura y Sociedad” – en homenaje a Florentino Blanco y Javier Montserrat, y que más tarde llamará “Tras el Espejo” – donde pone de manifiesto las contradicciones de la sociedad occidental. Tanto en la idea socialista, como en la empresa literaria y periodística, colabora con su inseparable amigo, Raúl Herrera, presente casi en la totalidad de las etapas de su vida. Sin embargo, la ideología socialista nunca llega a convencerle plenamente, manteniéndose en un plano teórico de la política, para finalmente, asumirla como una hipotesis teórica sin fundamento real en la práctica y sin posibilidad de encaje en la naturaleza del ser humano.

Su relación con el mundo empresarial en el ámbito de la consultoría– tratado siempre con sensaciones encontradas en sus escritos-, y el definitivo alejamiento del anhelo artístico se van a convertir en el cuarto más claro condicionante en “La Ciudad Agradecida”, obra que le lleva más de seis años completar y que supone, además de un punto de partida en su nuevo estilo, una total ruptura con el concepto de causalidad y un homenaje a la literatura, que en su foro interno reconoce aún como empresa inacabada.