De momento no he inventado nada pero prometo en los proximos dias imaginar una buena vida. Alguna que consiga hacerme soñar con piratas andrajosos y barbudos alcohólicos que consumen sus tardes agrias en los bares portuarios. Olvidados de quienes creyeron formar parte de sus recuerdos en algún atardecer equivocado. Una biografía cargada de orgasmos rápidos y placenteros entre salivas ardientes y algún que otro bocado sangriento como colofón.
O tal vez no. Quién sabe si la tarde que decida reinventarme, ese momento preciso justo, será una jaula rebosante de amargura y asco. Un vómito de prozac y angustias. Uno de esos días en que la pluma debería convertirse en un buen veneno flaubertiano. Una de esas tardes en que uno se siente, cómo no, Madame Bovary.
Eso nadie puede adivinarlo. Nadie puede saber de antemano qué ocurrirá la tarde en que decida mirarme al espejo para escribir mi biografía.
Sólo yo soy dueño de ese secreto porque, al fin y al cabo, no es más que mi puño y letra quien marcará esos pasos.
Eso sí, a todos ustedes les otorgo la libertad total y absoluta de juzgarme y criticar mi vida entera. Pues por algo aquí no es pecado juzgar.