Aprendí mis primeras letras siendo niño y cuando me dolían los nudillos de los dedos presionando el lápiz sobre hojas de cuadernos ya históricos. Allí garrapateaba las vocales copiadas del pizarrón, o escuchadas de labios de la profesora. En aquella época mi mayor aspiración consistía en obtener buenas calificaciones y si acaso, ser tenido en cuenta para publicar uno de mis dibujos en el periódico mural. Las segundas letras las aprendí tecleando en una máquina de escribir eléctrica, préstamo de un amigo, cuando aún existían los libros en físico y las bibliotecas públicas se sostenían con presupuesto del Estado. Eran los lugares donde solía asistir a tertulias literarias. Por aquel entonces tenía la modesta aspiración de casarme, y escribir una tesis laureada, para obtener una beca y estudiar un postgrado. Aprendí mis terceras letras cuando el computador suplantó a la máquina de escribir, al papel y los bolígrafos, y junto al internet reemplazaron a las bibliotecas, y cuando por excesos de lectura solo veía por un ojo y aún así leía libros digitales, en una época en la cual aspiraba a ganarme el premio Nacional de literatura y me ilusionaba pensando en que alguna de mis novelas sin publicarse, fuese llevada al cine o la televisión...Las cuartas letras las aprendí, siendo muy mayor, y cuando lo único al alcance para escribir era la memoria de mi celular. Solo utilizaba el dedo pulgar derecho, pero me quedaba el orgullo y el tesón a salvo como único acicate para seguir escribiendo, en una época en la cual había renunciado a hacerme famoso y adinerado, y mi única aspiración era simple. Ser leído en internet y las redes sociales, por destacarme en un oficio para gente inoficiosa, solitaria y sedentaria. Por aquel entonces acudía a locales públicos de internet donde además de pagar caro el mal servicio debía volcar los escritos desde mi antiguo celular a un Word, corregir, y luego subir los breves textos a la red... Debí aprender las quintas letras siendo ya viejo y cuando por motivos pragmáticos dictados por la experiencia atesorada desde mi juventud, había renunciado a todos mis sueños de escritor famoso, y ya solo aspiraba, ( mediante engañifas) a conseguir citas por internet, o en el mejor de los casos, seducir a alguna novia cibernética, en una época en la cual la gente se había modernizado tanto que abandonó la arcaica costumbre de leer, y prefirió dedicar su vida entera a navegar por internet y pelearse por nimiedades en redes sociales, ver películas y novelas repetidas hasta la saciedad, esto, dizque para evitar los sobresaltos y las incertidumbres de lo nuevo… Pero continué empecinado leyendo y escribiendo por pura necedad, para la cual encontré pretextos como el desahogo sicológico, ser un pasatiempo inverosímil elegido por muy pocos, y sobre todo, ser libre y decir lo que se me diera en gana y como se me diera la regalada gana… Para mantener la moral en alto solía decirle a mis amigos importarme un sieso no ser leído por nadie, pues al fin y al cabo, leer y escribir fueron la única herencia que me dejó mi papá… (*) (*)El me costeó los estudios—