La enorme y quimerica bestia se eleva en su encierro, si bien su celda no tenía ningún tipo de rejas y él en si nisiquiera estaba atado no podia escapar, y todo por la culpa de aquel... Sin embargo, él determinaba que lo más sensato no era pensar en el pasado, si no mirar hacia el futuro.

De esta manera el Dragón del caos, el ente definitivo pasaba sus eones de encierro maquinando su venganza, y cada vez que este pensaba en ella su alma se regocijaba, ya que sabía que si bien sus motores trabajaban lento estos lo hacían sin descanso, algún día escaparia de su encierro y para ese entonces todos aquellos que contribuyeron en su condena sufrirían el peor de los tormentos...
Y al finalizar sus pensamientos lanzo un terrible rujido de felicidad que hiso temblar las mismas baces de las dimensiones y todos y cada uno de los seres vivos sintieron en ese momento un escalofrio infundado, como si fuese un preludio de lo inevitable. No faltaba mucho para el regreso de Animaster.