El Infierno de tu Partida
Un fétido olor a azufre se agolpa de pronto en tu nariz,
Las llamaradas brotan sin avisar debajo de uno mismo cerrandote el paso,
Una imagen de roca fundiendose al contacto con la lava llena el paisaje.
Alaridos de dolor hacen eco por todos lados,
Desgarradores sonidos guturales le enchinan la piel incluso al más valiente.
Cientos de voces de suplica son apagadas de repente por ordenes de una voz más ronca y fuerte,
Risotadas de placer al ver y oír el sufrimiento de otros.
Aquí la ley del mas fuerte es la que se hace valer,
Así es un día normal en el infierno...
Mi día, mi pasatiempo, mi vida es sobrevivir en este lugar, escapar del dolor, huir de un lugar a otro, esconderme de aquellos que se divierten con el sufrimiento de otros, ¿Como llegue aquí?, es una trágica y vergonzosa historia.
Rocío era la mejor mujer que uno pudiera pedir, bella figura, mirada embriagadora, un brillante intelecto y una sonrisa que embruja a cuanto se topa con ella. Era una mujer por la que cualquier hombre perdería la cabeza, era mi mujer. Nos conocimos en un café, yo solía trabajar ahí, era el gerente del lugar, un amigo mío era el dueño y me había dado la oportunidad de trabajar en él. Afuera llovía y dentro la cocina era un caos, ese día nuestro proveedor había sufrido un accidente y tuvimos que improvisar con lo que teníamos, a pesar de la molestia de los clientes. Yo estaba al borde de un colapso nervioso, cuando la vi entrar, las zapatillas de tacón larguísimo resaltaban unas hermosas piernas enfundadas en unas medias color claro, un abrigo negro la tapaba por completo de la lluvia, dejo de lado la sombrilla, y secandose se acerco a una mesa solitaria de una esquina. Sofía, una mesera me despertó, pidiendome permiso pues estorbaba el paso a la entrada.
Regrese a mis deberes y a mi dolor de cabeza. Encerrados en la cocina hacíamos maravillas con los ingredientes que quedaban, ese día teníamos más gente de la habitual. En eso un mesero entro refunfuñando y maldiciendo a medio mundo, me acerque a él y me explico un incidente con un cliente, me dio su versión asegurandome que la culpa había sido del cliente, obviamente como gerente del lugar debía cuidar la imagen del lugar y no podía permitir que este cliente se fuera con una mala impresión del lugar, así que inmediatamente salí a ofrecer disculpas por lo ocurrido, al acercarme al lugar pude percatarme que el cliente era la bella rubia que había visto entrar. Me acerque a ella y de forma cortés le pedí disculpas por lo ocurrido, ella visiblemente apenada las acepto diciendome que en realidad gran parte de la culpa había sido de ella. Le ofrecí que el servicio correría por nuestra cuenta, y el asunto quedo arreglado. Desde aquel día la bella rubia iba a diario a tomar café, a las seis de la tarde su mesa estaba lista y siempre ocupaba el mismo lugar, aprovechando el altercado que hubo con Mario el mesero, era yo quien la atendía personalmente, así comenzamos a platicar un poco, y de ahí las cosas comenzaron a ir un poco más lejos, después de seis meses la invite a salir por primera vez, pero no fue esa la ultima. Rocío me resultaba cada vez mas atractiva y cada día que pasaba me enamoraba aun mas de ella.
Pasó un año de nuestra relación, y era inminente que un día tendría que pedirle matrimonio, eso lejos de asustarme me agradaba, y esperaba ansioso el momento en que ella me diera el anhelado si. Compre un bello anillo de compromiso, no escatime en el costo, ella valía eso y más, pero aun no podía darselo, estaba esperando una fecha importante, el día de nuestro aniversario sería le mes siguiente, ella debía viajar a Nueva York por trabajo, y a su regreso tendríamos una semana de vacaciones en Cancún, y ahí celebraríamos nuestro aniversario y seria cuando le pidiera matrimonio, el plan perfecto.
Las cosas no siempre salen como uno quiere, al día siguiente de tu partida, mientras cruzaba la calle para llegar al café un microbús a exceso de velocidad se pasaba un alto al mismo tiempo que un camión repartidor de garrafones de agua pretendía dar la vuelta, el impacto hizo que el camión perdiera el equilibrio, los garrafones salieron disparados, justo enfrente de mi empezaron a reventar contra el piso, miles de astillas de vidrio volaron por los aires incrustandose en mi cuerpo, en mi cara, como si miles de diminutas agujas hubieran sido encajadas en mi al mismo tiempo, el dolor fue desgarrador, caí de bruces cubriendome la cara, la vista la tenia nublada, el dolor era insoportable, perdí el conocimiento.
La oscuridad me envolvía, no sabia donde estaba ni que era lo que hacia ahí. No podía moverme, me dolía todo el cuerpo. Al fin pude articular un leve sonido, había sido anestesiado, y no podía pensar claramente. Al fin una voz me respondió, era una voz dulce y melodiosa, no podía ubicar bien de donde provenía, mi cabeza daba vueltas y estaba confundido, se presento como Lilia, era la doctora que me había atendido, me explico lo que había ocurrido, había perdido el conocimiento, mi cuerpo había sido acribillado por miles de puntas de vidrio, fueron necesarias varias horas de cirugía para poder extraer todo el vidrio, mis ojos habían sufrido severos daños, una pequeña astilla había logrado incrustarse en mi ojo derecho y muy probablemente lo perdería. Mi cuerpo yacía inmovilizado mientras las heridas de la cirugía cicatrizaban eso tardaría un par de semanas. Me encontraba sumido en la tristeza, sentí una lagrima resbalar por mi mejilla, no por lo que estaba viviendo, no por mi ojo, no por mi cuerpo, la lagrima, el dolor de mi corazón era porque no podría ir a recibirte al aeropuerto. La doctora me informo que habían pasado ya tres días desde el incidente. Y que te habían avisado y estarías de regreso en un par de horas, sin mas que decir se retiro del lugar, dejandome sumido en mis pensamientos, y en mi dolor. Dormite por unos cuantos minutos. Hasta que tu inconfundible voz me saco de ese estado. Inquieto comencé a agudizar mis sentidos. Sabía que esa era tu voz no había duda de ello. Oí como abriste la puerta, Venías platicando con la doctora. El silencio se hizo en la habitación, nadie emitió sonido alguno, Lilia comenzó diciendo que los vendajes serían solo por un par de semanas más mientras cicatrizaban mis heridas, explico la parte de mi ojo y todo lo demás que ya había oído yo. Rocío no dijo nada la doctora se disculpo y salió de la habitación, yo estaba confundido, no sabía si habías salido con ella o si seguías en la habitación. Al fin me saludaste, la platica fluía, me preguntabas que como me sentía, como había pasado todo, yo estaba también intrigado por lo acontecido en tu viaje, estuvimos charlando por cerca de una hora, Lilia volvió y te dijo que era hora de que yo durmiera, yo no quería que te fueras, pero así debía ser, mañana tendrías que regresar a trabajar y hasta después de eso volvería a oír tu voz.
Así pasaron las semanas, mi cirugía fue un éxito, había perdido un ojo, pero mi visibilidad era buena, las heridas sanaron casi en su totalidad. Y yo podría salir de nuevo a tu lado del hospital. Conforme nos acercábamos a la puerta me ponía cada vez más nervioso. Tu me dijiste que te adelantarías por el carro, me desilusione un poco pues quería salir contigo, pero acepte. Al salir del hospital la luz me deslumbro y tuve que cubrirme un poco hasta que mis ojos se acostumbraron, vi el carro estacionado frente a la puerta del hospital, tu estabas dentro esperando a que subiera, así lo hice y sentí gran alivio de poder salir de ese lugar.
Los días pasaron y las cosas volvían poco a poco a la normalidad. Yo de nuevo a mi cotidianidad de mi vida, en el café me esperaban con los brazos abiertos, mi amigo se había hecho cargo del lugar en mi ausencia, y se alegraba de mi retorno, aunque se preocupaba más por mi salud, y me preguntaba si es que estaba seguro de regresar tan pronto. Yo lo que quería era que mi vida volviera a ser la de antes lo mas pronto posible. Aun debía ir al hospital de vez en cuando para hacerme unos chequeos de la vista, tu me acompañabas a todos ellos. Un día decidí ir yo solo, no quería seguir siendo una carga, así que me disculpe en el café y salí dispuesto a ir al hospital, mi mente se aterro al salir y ver aquella esquina donde ocurriese aquel accidente, tenía miedo pero debía superarlo. Cada esquina me recordaba el accidente y con mucho esfuerzo podía continuar con mi caminata hacía el hospital, que se encontraba a solo tres cuadras del café, fue una tortura el camino, pero al fin lo logre, pude llegar al hospital, subí al quinto piso y entre al consultorio de Lilia quien se sorprendió de verme tan temprano, me pido que pasara, me quite el parche del ojo, mi rostro reflejado en un espejo me dio escalofrío, la cuenca ocular vacía y cosida, me daba asco cada vez que lo veía pero había llegado a acostumbrarme. La revisión concluyo satisfactoriamente mi siguiente cita seria en un mes y después tendría que venir cada año.
Al salir del consultorio, me sentí más tranquilo y satisfecho de haberlo hecho yo solo, me pare frente al elevador y presione el botón esperando a que las puertas se abrieran. Un leve susurro llego a mis oídos. Casi imperceptible era tu voz, pero podía ser la voz de cualquier otra persona. Inmediatamente salí del ascensor, el oído me fue guiando hasta un consultorio, cautelosamente entre, una puerta separaba la sala de espera de el consultorio, las voces provenían del interior de este. Pegue la oreja a la puerta tratando de escuchar algo, pero las voces se habían apagado, ya no se oía nada. Tal vez solo había sido mi imaginación. De todas formas empuje un poco la puerta para ver hacia el interior, la imagen me dejo helado, desde ese momento había muerto, los doctores dijeron que morí una hora después, yo digo que ese fue el momento de mi muerte.
Lo que aconteció después fue muy rápido y vertiginoso. Los dos amantes se dieron cuenta de mi presencia, tu te quedaste inmóvil, buscando una excusa, tratabas de ocultarte de mi vista, pero no tenías con que taparte, tu ropa estaba esparcida por toda la habitación, así que ni la ropa podías usar para esconder tu rostro lleno de vergüenza. Mi ira la canalice contra mi rival, lo empuje para quitarlo de encima de ti, tus piernas solo ayudaron a que el perdiera el equilibrio estrellandose contra el ventanal de su consultorio, me acerque a el y comencé a patearlo, toda mi ira estaba enfocada en el. Otra vez lo empuje y el se fue de espaldas rompiendo el cristal y estrellandose en la avenida. Su cráneo se estrello en el suelo muriendo al instante y manchando la banqueta con su sucia sangre. Mi ira comenzó a disminuir, comencé a darme cuenta de lo que acababa de hacer, nada justifica el quitarle la vida a un ser humano, y yo, con mis manos lo acababa de hacer. La ira dio paso al temor y este a su vez al pánico, mi mente se turbo, el terror se apodero de mi, no sabia que hacer a donde iría a parar, que sería de mi. Al volver la vista te vi, parada frente a mi, tu, tu fuiste la culpable de lo que acababa de hacer, si no fueras una zorra, si no hubieras enredado mi corazón con tus engaños, sin pensarlo otra vez más, me fui sobre de ti, un golpe a tu mejilla fue el principio, esa mejilla que tantos besos de amor recibió, esa mejilla traicionera que había recibido besos amorosos de otro hombre, y así fui acabando contigo a golpes, mis manos comenzaron a mancharse de sangre, de tu sangre, mis ropas estaban entintadas de rojo carmín, tu cuerpo yacía sin vida ya ante mis pies. Tu rostro desfigurado volteaba inerte hacía mi. Esos ojos de los que me había enamorado, me veían sin vida. Caí rendido en el sofá del medico, mi vista perdida veía hacía la puerta, voces en el pasillo la confusión reinaba en el lugar, vendrían por mi, mi vida estaba arruinada, pero una idea me vino a la mente.
Sin seguirlo pensando y sin temor a arrepentirme tome el abre cartas del doctorcillo, quitandome la vida con él. Mi cuerpo se acalambro cuando el objeto atravesó mi corazón, perdí el equilibrio y caí de espaldas sobre su asiento, ahí permanecí inmóvil, viendo como mi vida se escapaba, muchas personas entraron al consultorio su rostro mostraba el terror que la imagen y los hechos les causaban, yo casi inconsciente podía verlos, después de un ataque de miles de vidrios, un abrecartas no podría quitarme la vida tan fácilmente. Llegaron los paramédicos, tomaron mi pulso, su rostro denotaba la preocupación de mi estado. Pero sus expresiones cambiaron al ver como me movía, dificultosamente tome el abrecartas que aun estaba incrustado en mi pecho, lo retire de su lugar, la sangre comenzó a emanar de mi pecho a borbotones salpicando a los paramédicos, con la poca energía que me quedaba volví a clavarme el abrecartas, repetidamente entraba y salía, al fin los paramédicos entraron en razón e intentaron impedir que continuara con eso, pero ya era muy tarde. La vista se me nubló y todo acabó ahí.
Desde ese día vivo penando mis pecados en este infierno. Cada día es interminable, el dolor y sufrimiento esperan a cada paso que doy. Pero no me rindo, no me dejaré caer, no me vencerá el miedo. Porque vine hasta aquí para no dejarte descansar, y cuando te encuentre mi venganza comenzara.
|