Trac…, trac-trac, tracatraca-traca, tric- trac, tic, tractractra- tric- tractic, tric…
El sonido de las teclas que no paraba de sonar desde hacía horas, tenía a “Concholepas” en un estado de idiotez usual para aquellas noches. El CD de Sabina no paraba de girar con esa canción que le mataba los sesos y recostado en el sofá mirando el techo no aguantó más y se paró. ¡Putas la mina hueona! ¡¿Qué hace con ese pobre teclado?!, ¡Que culpa tiene ese pobre teclado!
“Concholepas” tenia modales. Era un gallo educado en un colegio “Cuico” y sabía tener buenos modales, pero esto ya estaba llegando a un punto exasperante.
La “Tecla”, como había pasado a llamar a su vecina era una mina loca, rara. Todas las noches tecleaba y tecleaba en el departamento contiguo al suyo quien sabe que cantidad de leseras en su computador. Quizás chateaba con oscuros gallos en Internet o quizás era una escritora under o tal vez era una de esas locas que tienen la conexión funcionando por horas a cambio de pagos que hacen algunos “Sitios” para darse a conocer. No sabía que cresta pasaba con esa mina extraña.
Sentía ganas de ir a golpearle la puerta y decirle que la cortara. Que no le dejaba dormir y que se fuera a la misma chucha, pero no podía. “Concholepas” o Sonolex Merrino Huaite, como se llamaba de verdad, era un gil educado. Se había trasladado a vivir solo al departamento de Mosqueto 149 un año atrás, choreado de su familia “Cuica” y estaba tratando de afirmar su personalidad y su yo mismo, viviendo solo. Pero la “Tecla” estaba empezando a cagarle le onda y se levantó con la idea de salir a golpearle la puerta y mandarla al carajo. No pudo.
Bajó un poco el volumen del equipo y apegó su oreja a la pared que dividía ambos departamentos. Trac, trac, tric trac trac, trac, seguía sonando.
–Su padre, que lo había embarazado a su madre antes de casarse con ella, le había puesto ese ridículo nombre para castigarle de por vida, porque según él, Sonolex, le había cagado la vida al aparecer fortuitamente en el vientre de su futura mujer antes de tiempo. Y claro porque en ambas familias quedó la mas grande de las cagadas cuando el padre de la madre de Sonolex supo que ésta esperaba un hijo y les obligaron a casarse.
De ahí en adelante la pareja vivió una vida acomodada a las circunstancias y aparentaron que en verdad se querían y hacían una bonita pareja, pero la realidad era otra. Sonolex desde chico cachó a su padre hueveando con otras minas y con las nanas de la casa y también cachó que su madre hueveaba con otros gallos vecinos y maridos de sus amigas, por lo que Sonolex vivió una infancia jodida , rara, termino-medio.
En el colegio lo insultaron de lo lindo con el nombrecito que se gastaba y Sonolex era conocido en todo el colegio por Sonox. Un nombre tan extraño como “Concholepas” su apodo del barrio. Y para rematarle el poco seso virgen que le quedaba se lo llenaron de coágulos y le mataron casi todas las neuronas ridiculizándolo con otros sobrenombres mas creativos y llamativos. Le decían por puro joderlo ¡Canutín!, o ¡Cara e Corcho!, o a veces le gritaban ¡Fermentín! y también ¡Gusano de Cañamo!
Sonolex era flaco, de tez negra y pelos de erizo y sin embargo nunca le dijeron Flaco o Negro o Puerco Espín, como suele suceder.
A él siempre le pasaban cosas raras, extrañas.
Tan extrañas como cuando decidió estudiar Diseño de Vestuario, porque según su propia convicción, allí conocería a las minas mas “ricas y calientes” que jamás había imaginado. Craso error. Cuando llegó a clases el primer día, se encontró con dieciséis “invertidos” rematados y una “invertida” consumada. De esas porfiadas. No tanto de cara ni de cuerpo ya que “Less”, – como le decían en la U.–, no era fea ni tenía cara o cuerpo de hombre. Era una mina bonita, con buenas tetas y un culito paradito y muy femenina. El problema era que tenía el coco mas que saturado de incoherencias y brutalidades y había optado por hacerse lesbi, de puro chori.
Como “Concholepas” no tenía habilidades con las manos, mas que para eso que estáis imaginando, le pedía constantemente auxilio a “Less” para que le ayudase a coser los cierres y botones y hacer pespuntes y todas esas “especialidades” que hacen las costureras. Con los invertidos no se juntaba casi, por que no los soportaba. Eran dieciséis yeguas incontrolables que hablaban puras gueás todo el día mientras cocían y ponían alfileres por todas partes. Sonolex se divertía sí, en clases, observando a estos personajes que aparentaban una afinidad increíble entre ellos, sin embargo, por detrás se hacían mierda.
Eran capaces de clavarse las tijeras en los ojos con tal de dominarse unas a otras, cosa que Sonox sabía perfectamente que no ocurría ya que en una tropilla de yeguas hace falta un macho para que ponga orden y domine la especie. Esto lo cumplía a cabalidad “Less”, el único macho dominante de esa especie. Sonox no estaba incluido porque era heterosexual y no encajaba en el grupo.
Uno de los invertidos que mas simpático le caía era el Flacoratón, una delicada yegüita morena, delgada como un hilo de seda y liviana como una pluma de golondrina. El Flacoratón tenía cara de Minie con sus dientecitos blancos echados para adelante y caminaba con una gracia!, con ese poto parado y las rodillas juntas que parecía que ya se meaba y asombrosamente se desplazaba rauda como una hoja de otoño corriendo en puntillas casi como que se deslizara por encima de huevecillos de cristal.
Era un chiste este marica porque en el fondo era un maldito y se hacía la inocente. Igual Sonox le tenía cierto aprecio al Flacoratón, tal vez le daba un poco de pena tener ese apodo tan maricón, casi tanto como el suyo.
–La oreja ya se le estaba poniendo caliente de tanto rato que la tenía apoyada en la pared escuchando a la rara de su vecina teclear en el computador sin interrupciones.
Tenía que parar esto o se volvería loco, pero “Concholepas”, era educado y no se atrevía a ir a golpearle la puerta a esa mina intrigante. Pensó que lo mejor era salir al pasillo a otear un poco y ver forma de encarar la situación. Bajó el volumen del equipo y Sabina desapareció sutilmente del ambiente….la mas puta de todas las señoras…escuchó levemente al salir al pasillo.
Sólo dos metros le separaban de esa misteriosa mina y avanzó con los pies en puntillas rozando casi de lado a lado la puerta de su departamento. Anduvo tres pasos más y regresó por el mismo camino pasando suavemente la mano derecha por la hoja de la puerta, para cachar si estaba cerrada o entreabierta. Comprobó que el marco estaba un poco chueco a la altura de la cerradura y se atisbaba un línea de luz proyectada desde el interior. No había dudas, la puerta no cerraba bien y tal vez ahora sería mas fácil empezar a investigar. Volvió al departamento y se sentó en el sofá nuevamente a maquinar cómo hacerlo para hablar con la mina sin que ésta le echara la caballería encima. No la conocía y sospechaba que podía suceder cualquier cosa frente a una mina como esa.
La “Less”, le recomendó poner discretamente un poco de silicona transparente en la rendija del marco por donde se filtraba la luz y así la puerta probablemente no cerraría bien y él podría aparecerse en el departamento de la “escritora” a lukear que cresta escribía la mina. Sonox sabía que salía todos los días a las seis de la tarde y regresaba a las doce de la noche en punto. Le llamaba la atención esto, ya que después de las doce, la “vecinita” se ponía a teclear furiosamente sin parar y luego aparecía a las seis de la tarde duchadita y compuestita, casi lista para ir a la guerra. Sonox la había visto salir un par de veces justo cuando el regresaba de sus clases y la mina era bien rara en realidad.
Cuando una loca anda pelada al cero, con un bikini morado – invierno y verano –, unas medias de una pata roja y la otra negra y una falda calipso. Con una mochila hedionda a grasa que se caía a pedazos y comiendo una marraqueta. ¡UF! Sonox pensaba que la loca era de esas anarkas, o under o vampi, pero no, la mina era mas potente todavía y Sonox intuía algo de ello. Por eso persistió en el cuento de meterse al departamento mientras ella no estaba y una tarde escucho ¡TUM!…!TUMM!
Había llegado el día. La vecina salía nuevamente y esta vez la silicona había dado resultado. –La puerta es toda tuya ¡Nene!-– se dijo – Y decidió entrar. Estaba cagado de susto, ya que “Concholepas” era un gallo educado y eso sólo lo hacían los ladrones y el era uno de ellos en ese momento. Pero la emoción era mas fuerte y salió al pasillo arrastrando la mano izquierda por las paredes, caminando suavemente, casi como lo hacía el Flacoratón, casi flotando, hasta llegar a la puerta…y con un leve empujoncito de su dedo anular la puerta cedió y apareció el umbral despejado. –Todo el departamento para él –. Entró rápidamente y se dirigió hasta el computador que estaba prendido con un gatito moviéndose en la pantalla y haciendo Miau, Miau, mientras se movía de lado a lado. Sonox tocó el ratón y la pantalla se desplegó completamente. Y lo vio. El archivo decía claramente: bye bye Red.
–El Yegualuza estaba conversando con el Flacoratón y la Less sentados en el pasto cuando “Concholepas” pasó raudo hacia la sala. Venía tarde. ¡No hay clases!, le gritaron los tres al unísono y Sonox, se devolvió. Se dirigió a Less, y le dijo con cara de susto. –Necesito hablar contigo un momento… ahora! –. Y Less se levantó y caminó junto a Sonox por los jardines de la U. –¡Lo hice!, le dijo en voz baja. Entré al departamento y encontré el computador prendido y lo vi… el archivo… y lo copié – ¿Qué archivo?…preguntó Less – ¿de que me estai hablando...? De la mina. De mi vecina. ¡Caché lo que la loca hace y es genial! Necesito un computador para poder verlo y revisarlo.
–Bye bye Red, se desplegó en la pantalla como título y aparecieron miles de códigos y formulas que ni Sonox ni la Less cacharon. Era algo desconocido para ellos e interminable. Parecía un programa de software en donde resaltaban los números seis, seis, seis, y una arroba nueva, un diseño nuevo de arroba. Quedaron perplejos. No entendían nada de aquel programa y quedaron mudos.
Sabina seguía sonando y Sonox echado en el sofá. Estaba desconcertado, frustrado, impotente. Sabía que detrás de aquel programa había algo importante y era incapaz de resolver el misterio. Decidió que lo mejor era ir a hablar con la mina y contárselo todo. Se arriesgaría. Le mentiría y le diría que encontró casualmente la puerta abierta y que se había metido a intrusear a su departamento, so pena de que lo agarrara a patadas y se lo llevase la policía a la comisaría, pero lo haría en buena, haciéndose el gil.
Tocó la puerta y la puerta se abrió.
La vecina lo observó de arriba abajo y se quedaron mirando fijo. ¡Hola!, soy tu vecino…eh ¿puedo entrar? La mina le caló sus profundos ojos verdes y le atravesó el cerebro con la mirada mas fría que nunca antes había sentido en toda su vida. Pasa – le dijo en seguida – y se apartó del umbral para darle paso a Sonox. Estoy terminando mi Tesis, continuó diciendo mientras se sentaba en el computador. Ya veo...alcanzó a decir Sonox – ¿Y sobre que estas escribiendo?, – preguntó haciéndose el gil –. No me vay a creer, pero esto acabará con la Globalidad, dijo la mina sin inmutarse. Voy a colapsar la red y…bye bye… Ja! – se rió y siguió escribiendo –.
¿Te refieres a que vas a bloquear la Internet…? añadió vacilante Sonox. Si, y con solo seiscientos sesenta y seis emails voy a dejar la cagá. Me falta solamente hacer los links con la nueva arroba y en siete días Internet ¡Caga! ¡Que buena! ¡Soy genial! Mira, acércate, y le mostró a Sonox el nuevo diseño de la arroba –. Tiene siete estrellitas dentro de la a y cuando lleguen los mails a los seiscientos sesenta y seis hueones a los que se los voy a mandar, esta entrará en el sistema antes de desplegar la pantalla y el programa que diseñé reemplazará la arroba estándar por la mía y bloqueará los teclados de todos los correos y ¡PUM! ¡Cagó la Red!
¿Y eso es todo?, pregunto Sonox con cara de imbécil. ¡¿Con solo seiscientos sesenta y seis correos se puede bloquear Internet… así tan sencillo?!
Bueno ahora parece sencillo pero cuando empecé a pensar en como hacerlo no lo era –le dijo la “vecinita” mirándolo otra vez con sus fríos ojos verdes – que a Sonox esta vez le parecieron de color cristal. Mira, – siguió explicando – Cuando los seiscientos sesenta y seis hueones reciban este correo, no sabrán que su teclado se bloqueará en el sistema a las 24 hrs. de recibido.
En ese periodo ellos habrán mandado siete correos infectados con mi programa, promedio por día, y así sucesivamente y en siete días esta cadena terminará bloqueando Quinientos Cuarenta y Ocho Millones Cuatrocientos Setenta y Nueve Mil Seiscientos Treinta y Ocho correos a través del mundo. ¡Crees acaso que eso es sencillo! bye bye red –repitió haciendo un gestito medio irónico y moviendo los dedos de la mano de arriba abajo – y la mina lo volvió a mirar directo al cerebro – y siguió riendo. Sonolex quedó mudo.
La “vecina” no era una vecina cualquiera, era una muy peligrosa y potente mina. Tampoco era loca. Era una terrorista cibernética pero no era tonta.
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