CUATRO HISTORIAS

TIRO

Tiro, ciudad poderosa,
arrasada, inundada,
tus torres fueron derribadas
y por último, fuiste saqueada
y todas las naciones te atacaron
Tiro, ciudad famosa,
la ruina hizo escarnio
de tu soberbia.

¿Existe Tiro todavía?

EL MENDIGO DE PROVIDENCIA

Pediste una moneda de diez pesos al encorbatado transeúnte. Este te miró burlesco y te dijo: trabaja, piojento de porquería. Tú le mostraste tus pupilas vacías y él entonces se puso serio, muy serio y le dijo a su acompañante: -tendremos que ser más caritativos con la Iglesia.

El DIA SE PASO VOLANDO

Miré las manecillas del reloj y me sorprendí: eran las seis de la tarde. El tiempo pasó raudo- pensé. Parece que llegué hace algunos escasos minutos y en realidad han transcurrido nueve horas.
Lo cierto es que durante todo ese tiempo sucedieron muchas cosas en las cuales no pudiste reparar aunque lo hubieses deseado: un pájaro trinó a las diez de la mañana, mientras tú hacías una factura, a las once y quince de la mañana ardía un leño en algún hogar y el aroma a madera calcinada bien pudo recordarte algún instante de tu niñez cuando te sentabas junto a tu abuela a leer bellos cuentos. No, no pudiste notarlo. A las tres de la tarde, una suave brisa ingresó por tu ventana y si te hubieses dado cuenta de ello, pudiste haber rememorado uno de esos hermosos veranos cuando eras un travieso niño que sólo quería jugar y jugar. Pero no lo percibiste y te lo perdiste porque en ese momento digitabas con celeridad un trascendental informe para tu jefe. Y así, a las cuatro, a las cinco y a las cinco y cuarto, a cada hora y a cada minuto, tuviste la oportunidad de recordar bellos momentos y tal vez ahora no sentirías esa especie de vacío que te embarga por vivir a la carrera un día en el cual hiciste tantas y tantas cosas importantes que, sin embargo, no dejaron ninguna huella en tu alma.





PABLITO EL SABIO

Pablo nació el noveno mes de un año nono. Desde niño se supo que sería muy inteligente ya que nunca necesitó ir al colegio porque su sabiduría era natural. Pronto se esparció la noticia de su existencia y de todo el orbe acudieron a visitar al pequeño. Un hombre –por ejemplo- le solicitó que le confeccionase los planos para construir un poderoso misil, otro le pidió que le diese la receta para hacerse millonario, otro que le inventase la fórmula para hacerse invisible ya que era demasiado pobre y quería entrar a las casas de los ricos sin que nadie lo viese para así saquearlas. Pablito encontró una solución para los tres. Al primero le construyó un misil que apuntaba hacia su propia ciudad, al segundo le entregó la clave para llenarse de dinero pero los billetes eran antiquísimos y no podían utilizarse. Al tercero –en tanto- le permitió que fuese invisible pero todo lo que él tocase, también lo sería. Entonces le dijo al primero: -Si alguna vez disparas tu misil, destruirás tu propio nido. Y como es seguro que no harás fuego contra tu ciudad, muy pronto comprenderás que todas las ciudades del mundo se merecen el mismo respeto. Y le dijo al segundo: Tendrás todo el dinero que desees pero te darás cuenta que para ser realmente rico deberás aprender a crecer interiormente. Y le contestó al tercero: -Si lo que tú deseas es ser invisible, el mundo también lo será. Quizás de ese modo consigas realmente la felicidad. Los tres hombres renunciaron entonces a sus privilegios y se transformaron en fieles siervos de ese pequeño niño que le había dado a cada uno de ellos una importante lección.