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Él, no me deja vivir. Soy la chica más hermosa del barrio, siempre lo fui. Mis amigas me lo dicen. Me lo dice todo el mundo. Puedo conquistar a todos los hombres que se me antoje. Porque soy bella, inteligente, culta, simpática, tengo sentido del humor, me gusta divertirme y pasarla bien.

Pero en lo que hace a un amor verdadero, a un romance intenso con un hombre al que ame, con quien pueda construir planes para el futuro, soy un fracaso. La mayoría de mis amigas lo han conseguido. Tienen sus novios o parejas estables con los que comparten sus anhelos, sus esperanzas, sus desazones, sus miedos y alegrías. Pero yo no paso de amoríos ocasionales que nunca prosperan a algo más estable.

Es cierto que en muchos casos soy yo la que no tiene interés en llevar muy lejos una relación. Pero en otros, que fueron muy importantes para mí, en los que estuve locamente enamorada de un hombre, nunca pudo ser.

Yo hubiera apostado mi vida a una relación para siempre. Pero no, Él sabe muchas cosas de mí y las utiliza. Se interpone, arruinándolo todo. ¡Cómo lo odio! Inevitablemente aparece en el momento más inoportuno, para avergonzarme y ponerme en evidencia.

A veces me inspira un poco de compasión, porque pienso que en realidad me quiere. Lleva mi sangre, es mi hermano menor al que debo atender y cuidar. Pero no tiene derecho a celarme, a entrometerse constantemente en mi vida, cercenando mis mejores posibilidades de ser una mujer plena y feliz.

Al fin y al cabo ya tengo veintitrés años. Aun soy joven, pero la vida pasa rápido. No se trata de que esté pensando en casarme y tener una vida totalmente formal, ordenada. No, todavía soy joven para eso.

Todo lo que ansío es un novio, que se enamore de mí, a quien yo ame, y poder disfrutar de nuestro amor sin límite de tiempo. Que dure lo que dure, pero no un rato, como hasta ahora. Y que después venga otro y otro, siempre igual.

La primera vez que me arruinó un romance, yo tenía doce años, Él era aun pequeño. Mi madre me había disfrazado de bailarina y yo me paseaba orgullosa de su mano por el corso del barrio. Un chico, de trece o catorce, disfrazado de cowboy, caminaba cerca de nosotros, de tanto en tanto me tiraba papel picado o me mojaba con espuma. Yo lo miraba y reía. En realidad ya estaba enamorada, porque era muy lindo y simpático.

Ya finalizando la fiesta, en un descuido de mi madre nos encontramos debajo de un tinglado. Estábamos los dos solos. Muy atrevido, me besó y comenzó a acariciarme. Justo en lo mejor, como si nos hubiera estado espiando, apareció Él. Siempre burlón e insolente. Diciendo aquí estoy yo, te vigilo, cuidado con lo que hacés.

El chico, molesto, se fue corriendo, nunca lo volví a ver. Desde ese día, supe que Él me perseguiría. Que no me dejaría vivir, que siempre estaría allí, atento y desconfiado para interponerse, ante cualquier intento mío por constituir una relación valedera.

Tiempo después, ya tenía dieciséis, concurría a una escuela de danzas Todos los días al salir de clase un muchacho lindísimo que atendía un puesto de flores en la puerta del lugar, me regalaba un clavel y me sonreía. No me decía nada porque era muy tímido. Yo tomaba la flor, aspiraba su aroma, y le agradecía también con una sonrisa. Un día, se animó y me habló. Me dijo que yo le gustaba mucho, que quería invitarme al cine el domingo por la tarde. Acepté. En casa mentí, dije que iba al cine pero con unas amigas.

Nos sentamos en una fila de muy atrás. La película era muy romántica y en el momento en que la pareja protagonista se besaba yo sentí que me tomaba la mano. Respondí apretando la suya, entonces acercó su cabeza y me besó. Todo marchaba sobre ruedas, cuando sorpresivamente... ¿quien apareció? Ni más ni menos, Él.

Me puse furiosa y lo insulté en voz alta, fue bochornoso. No quiero acordarme de los detalles, pero lo cierto es que mi bello florista desapareció para siempre de mis días, que se tornaron insoportablemente tristes y solitarios.

Esa vez no me callé. Lo busqué, con rabia, agarré al maldito por el cuello y lo zamarreé hasta que se puso violeta. Llorando de impotencia y amargura le dije de todo, lo maldije, hasta lo escupí. Pero Él, indiferente, no pareció inmutarse por mi justa indignación y dolor. Más bien creo que disfrutaba de su triunfo. De verme una vez más humillada y sumida en la desesperación.

La última fue hace poco. Exactamente el año pasado. Me arruinó la relación con Rodolfo. Era joven y hermoso, además un espiritualista. Un hombre de esos para quienes las cosas materiales quedan relegadas a un segundo término, porque en ellos prevalecen las creencias éticas, morales y religiosas.

Lo conocí a la salida de la iglesia. Había asistido a misa un domingo y compartimos el mismo banco. Al principio, no pareció percatarse de mi presencia, pero yo lo observé con disimulo todo el tiempo. Lo esperé en la vereda, cuando estuvo frente a mi simulé tropezar y caer. Todo un caballero, acudió presto, solícito, en mi ayuda.

Una palabra trajo la otra, terminamos tomando un café. Le di mi teléfono, me llamó y comenzamos a salir. Me respetaba como jamás ningún hombre me había respetado y yo me enamoré como jamás me había enamorado. Hubiera dado la vida por Rodolfo. Pero no era feliz, sabía que tarde o temprano aparecería Él, para crearme problemas. Aunque ésta vez confiaba en el amor. En que serían más fuertes los sentimientos que nos unían, que la desvergüenza, la insolencia y el desparpajo del entrometido.

Pero no fue así. Él, venció nuevamente. Yo quise hablar, explicarle a Rodolfo. Supliqué, lloré y me arrastré. Pero el trabajo de mi verdugo había sido como siempre, cruel, eficiente y definitorio.

Ahora si, he decidido terminar de una vez por todas con Él. Mi trabajo de éste año por esas calles de Palermo, me permitió ahorrar el dinero que necesitaba. El cirujano plástico me ha asegurado que después de la operación no quedarán ni rastros del maldito entrometido. Que en su lugar tendré lo que siempre soñé.

Auténticamente femenina, suave, cálida, y agradable al tacto.

Texto agregado el 16-04-2005, y leído por 550 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
05-11-2007 mis estrellas muy bueno****** tari2552
20-04-2007 Sos fatal! mechitagarcia
13-07-2006 Me gustan los colores del texto, las sorpresas ue fueron bastantes, los cambios de ritmo, la inteligibilidad y organización... Es un cuento muy birn logrado digno de mis cinco estrellas. Hericuento
12-10-2005 muy bueno. él, el hermano pequeño como le llaman al pene. Ja, realmente ingenioso. solete
12-06-2005 Indudablemente que está bien escrito. No descubrí una sola falta de ortografía. Deberías trabajar como corrector de estilo. Tú sabes bien que es un placer leer textos así. Pero hay algo desconcertante: el final. No queda muy claro, tuve que volver a leer lo que en la primera sólo se intuye. ¿Era hermafrodita el tipo y tenía pene? O qué ondas, porque francamente no entendí muy bien; claro a los que no tenemos una mente rápida... Oye, por cierto, te voy a pedir cualquier día me corrijas algún texto. A mi, sí me cuesta trabajo poner puntos, y comas. De verdad tu ortografía es excelente. Ahora bien, si ya publicaste un libro, ¿por que no usas tu nombre propio? Digo, te darías a conocer más pronto en la red por lo que escribes. Las editoriales no aceptan a tontos. Lo sé. Saludos. josedecadiz
26-05-2005 Un final sorprendente! Nieves
11-05-2005 Y yo pensando en el "hermano pequeño" todo el tiempo... Hala, otra más que tuvo que volver a leer, para nada, para percatarme de que es perfecta la historia y el desenlace. luna-lunera
25-04-2005 flipante!!! me encantó según lo iba leyendo: la historia, el lenguaje, el ritmo...y el final es increíble, totalmente sorprendente, tb yo tuve q releer!!! maraboa
20-04-2005 ¡Huy! Me sorprendiste con ese final, la verdad que no había atisbado nada, tuve que volver a leer la historia para ver si se me había escapado algo. Sorprendente. Muy bien escrita, es amena, ágil y con buen ritmo. Me gustó. maitencillo
 
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