¿Me permiten ver sus identificaciones? Esta es una fiesta privada... ¡Dios Mío! No esperaba verlo hoy aquí, adelante, el patrón tiene su mesa disponible como siempre.
Después no se podía escuchar nada, la música, los gritos y todas esas proyecciones y luces nublaban por completo los sentidos, era una buena noche para salir. El bouncer los llevó hasta la mesa personalmente y cerró la puerta porque no importaba quién entrara después, sería sin duda alguna menos importante que el cliente que acababan de recibir.
El patrón bajó apresurado las escaleras para saludar a su cliente favorito, olvidó incluso desconectarse antes de salir de su oficina y en parte aún sentía que era "Burt Michaels, Cazarrecompensas" cuando le saludó.
Realmente no esperaba que vinieras esta noche, creí que tenías tu propia fiesta o algo así.
La tengo, pero esas fiestas son muy aburridas, son para gente vieja y cansada, yo me siento muy joven esta noche.
Orlando Galvis tenía sin lugar a dudas el mejor sitio de vida nocturna, pero llegando ya a los 20 años se sentía algo cansado de todo, así que solo salía de su oficina en momentos especiales, este era realmente especial, uno de sus clientes favoritos era ahora el Presidente de la República y prefirió hacer su celebración en Tucandeira.
El barman condujo a diez chicas de menos de 16 años a la mesa, una mesera trajo whisky duro, vodka, tequila, ron, chicha y grandes cantidades de píldoras en un carrito aparte.
Desde la pista no podías dejar de ver hacía el segundo piso para contemplar las siluetas de la grandiosa madrugada que podías tener si eras amigo del dueño, incluso, muchas de las mujeres se hacían amigas de Orlando para poder subir, las chicas que llevaron a la mesa no estaban sentadas en la mesa consumiendo whisky duro ni tomando vodka porque fueran contratadas por Orlando, sino porque era un honor subir al segundo piso para drogarse y de vez en cuando participar en una que otra orgía con los ricos y famosos.
El presidente se levantó después de unos minutos para ir al baño, donde se encontró con el vendedor de nanos y píldoras. Pidió algo para rendimiento sexual, un poco para mantenerse despierto, otras tantas para bajar el ritmo cardíaco y preguntó si tenía algo nuevo.
Me trajeron una programada para estados mentales, te hace sentir feliz como si te estuvieran besando, mordiendo y al mismo tiempo como si acabaras de comer helado. Tailandesas, realmente buenas.
El presidente tomó todas las nanos y las colocó en sus manos para que treparan por su cuerpo y se metieran por alguna de las cavidades que les dieran acceso a su función principal. Salió del baño sintiendo al mismo tiempo demasiadas cosas. Su guardaespaldas entró después para pagar por todo.
Una de las chicas sufrió un ataque de ansiedad por culpa de una de las nanos, así que tuvieron que agarrarla, golpearla y sacarla. Cuando salieron prendieron un cigarro para bajar un poco el olor a mierda que fluía dentro del antro.
Afuera el cielo nocturno se veía tan negro que podían creer sin lugar a dudas que este planeta era el centro del universo, los satélites que vuelan sobre nosotros cubrían por completo la vista de las estrellas y la luna. Además, afuera se sentía calor y aquella sensación incómoda que da la estática producida por todas esas ondas electromagnéticas que rondan por ahí.
Dentro, el presidente dejaba trepar otro par de nanos para bajar su frecuencia cardíaca mientras penetraba a una jovencita que estaba con los ojos casi cerrados por el adormecimiento que le causaba el licor y los calmantes. Y metió otra más de las píldoras nuevas para ver como se sentía de esa forma. |