En 1829, el pueblo de Argentina sucumbe ante el poder del Gobernador de Buenos Aires con facultades extraordinarias: Juan Manuel Rosas. Para los federales su líder, para los unitarios el tirano que llenó de sangre la memoria de ese país. Y no fue sino hasta 1852 que dichas tierras sureñas fueron liberadas de quien se había convertido en una pesadilla. En el panorama literario, este capítulo que duró más de veinte años produjo una fractura que se evidenció en muchos de sus escritores y poetas civiles.
En plena etapa del romanticismo, la sombra de Rosas marcó la trama de tres obras que actualmente siguen siendo consideradas el pilar de la narrativa argentina del siglo XIX: Facundo de Domingo Faustino Sarmiento, Amalia de José Mármol y El Matadero de Esteban Echeverría. El paso de la novela romántica a la histórica y política es una de las características que determina el acercamiento entre estos autores, exiliados y ubicados en la línea imaginaria que divide casi de manera imperceptible ficción de la realidad, quienes describen el horror de la tiranía apoyada por los federalistas y que produjo numerosos enfrentamientos y gran derramamiento de sangre.
Sarmiento, Mármol y Echeverría se adhirieron a la corriente romántica social y progresista argentina, combinando el lenguaje poético con el realista, describiendo imágenes que reflejan los sucesos vividos en un clima violento paralelamente con la naturaleza, narrando relaciones que para algunos son ficticias y para otros son legados históricos. El estado de anarquía vivido en tierras sureñas promovió la aparición de las tendencias políticas en la literatura, algo claramente plasmado en Facundo, Amalia y El Matadero a través de la figura de Rosas como personaje omnipresente, omnipotente, omnisapiente y despiadado a la hora de ejercer su poder.
Al narrar la vida del caudillo Juan Facundo Quiroga como una “sombra terrible” y causante de las desgracias del pueblo argentino, Sarmiento introduce la imagen de Rosas como “su heredero, su complemento”; describiéndolo como “falso, corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasión, y organiza lentamente el despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo. Tirano sin rival hoy en la tierra [...]” (Sarmiento, 1985: 9). Y a pesar de que el mismo autor aclare que “aún no se ha formado la última página de esta biografía inmoral” (Sarmiento, 1985: 15) y que su principal ocupación es contar la historia de Facundo, a lo largo del texto –mientras describe el paisaje, las costumbres y la realidad tanto política como social y económica de la Argentina de esa época- la presencia de Rosas sigue acompañando página tras página al lector.
Por otra parte, Echeverría en El Matadero utiliza las alegorías para introducir la presencia de Rosas como el Restaurador, dejando clara la adhesión de los federalistas y la oposición de los unitarios al régimen tiránico. De esta manera, mientras se arma el gran festín en el matadero al llegar el ganado a los corrales, el narrador cuenta:
El primer novillo que se mató fue todo entero de regalo al Restaurador, hombre muy amigo del asado. Una comisión de carniceros marchó a ofrecérselo a nombre de los federales del matadero, manifestándole in voce su agradecimiento por la acertada providencia del Gobierno, su adhesión ilimitada al Restaurador y su odio entrañable a los salvajes unitarios, enemigos de Dios y de los hombres (Echeverría, 1991: 129).
Y mientras José Mármol cuenta los Amores de Amalia Sáenz de Olavarrieta con Eduardo Belgrano y Florencia Dupasquier con Daniel Bello, la figura del tirano se presenta a lo largo de la obra como esa sombra que persigue a los personajes centrales, quienes tratan de huir de su tierra natal para vivir libremente. En esta novela, tanto romántica como histórica, se describe a Rosas como:
Un hombre grueso, como de cuarenta y ocho años de edad, sus mejillas carnudas y rosadas, labios contraídos, frente alta pero angosta, ojos pequeños y encapotados por el párpado superior, y de un conjunto, sin embargo, más bien agradable, pero chocante a la vista (Mármol, 1967: 53).
Para Noemí Ulla en el ensayo El rosismo en la novela Amalia, José Mármol “elige con mucha habilidad el tiempo en el que se desarrollan los episodios de Amalia” (Ulla, 1978: 296), ya que el contexto histórico data de 1840, cuando “Rosas aplicó como nunca su pesado aparato policial” -al preparar su resistencia desde Buenos Aires- presentándose en la obra ese “clima de opresión por antonomasia” (Ulla, 1978: 296).
De esta manera, con la herencia literaria de Sarmiento, Mármol y Echeverría, actualmente podemos conocer más de cerca esa oscura realidad que llenó de sangre al territorio argentino a mediados del siglo XIX; viviendo en cada una de las páginas de Facundo, Amalia y El Matadero una historia que hoy podría resultarnos ajena de no ser por el uso de las letras al servicio de la libertad.
Textos consultados
Altamirano, Carlos y Sarlo, Beatriz. Prólogo en Obras Escogidas de Esteban Echeverría. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1991.
Echeverría, Esteban. El Matadero en Obras Escogidas. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1991.
Mármol, José. Amalia. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina S.A., 1967.
Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1985.
Ulla, Noemí. El rosismo en la novela Amalia en Recopilación de textos sobre la novela romántica latinoamericana. La Habana, Casa de Las Américas, 1978. |