Rodrigo, que hombre impecable,genuino, con su andar seguro, de buena posición económica , con una particular idioscincracia , espontáneo ,de masculina belleza.
Él si que era un hombre de verdad , trabajador , educado.Un hombre de verdad , que merecía una mujer con todas las letras, una anfitriona , una verdadera dama , y tenía , si tenía una esposa , agradable , vistosa y simpática , que era parte de su vida , como mitad de su corazón, o incorpórea en su ser.
Esther , atendía la inmensa casa, daba órdenes a sus mucamas , al ama de llaves y a sus guardaespaldas .
Pese a la confianza que tenían hacia Indira , la señora de la casa halló a su criada tomando un valioso collar de perlas y sin precipitarse observó que iba a seguir cometiendo .
Sólo Indira se detuvo frente al espejo y jugó por unos instantes a que era su dueña , su ropa y una gran señora.
Seguía detenida en el borde de la puerta Esther y sonreía , comprendiendo la situación frente a ella.
Presente el frío, ausente el señor , siguiendo con esa compañía tan horrible que es la soledad , aunque pequeña parecía inmensa ;escombros siniestros , adoquines mentales impedían que Esther palpe esa eternidad que su enamorado tenía hacia ella, capaz de dar su tiempo , para darle calor , para abrigar su miedo,para protegerla de fantasmas .
Esther permanecía como inherte , moviéndose en la oscuridad yendo hacia la búsqueda de su amante , dejando olvidado a ese gran amor quien llegó cuando ella estaba en su alcoba , disimulando que dormía y obnubilando sus verdaderos sentimientos.
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