Oscar pregunto:
- ¡Donde mierda esta mi comida!
Ana respondió:
- ¡¡En la reconcha de tu hermana, vago hijo de mil puta!!
¡¡Cuando consigas un puto trabajo yo te voy a hacer la comida!!
¡¡Estamos claro pajero, inútil, parásito, imbecil, poco hombre, rata, larva, idiota...
Oscar guardo silencio, era lo mismo de siempre, la miro por un momento pero sabia que no ganaría nada, al menos hoy.
Volvió sobre sus pasos hasta llegar a la puerta de entrada, ella seguía en la cocina, tenía un gran repertorio de aquello.
- “..PUTO, REVENTADO, PIJA CORTA, INFELIZ, HUEVO SECO...”
Abrió la puerta de entrada (salida) y se fue al bar, al carajo con Ana, al carajo con la comida.
De todas formas no tenia tanto hambre y ella le había quitado el poco que le quedaba.
Pidió un vaso de vino tinto y el viejo en la barra lo saludo, era un cliente habitual, tristemente habitual.
Se sentó lejos de todo y cerca de nada, tomo un sorbo, prendió un cigarrillo y se quedo observando los rayos del sol jugando en el vaso.
Eran una maravilla aquellos rayos rojo sangre.
Los gritos de Ana aun en su cabeza.
Mil años de Ana,
Mil millones de horas de Ana.
Ana era la condena, la vida era la condena y el vino y el vaso y los rayos.
Tenia las manos como lijas, tenia la espalada chillando como una bisagra oxidada, tenia los bolsillos vacíos de dinero y llenos de pelusas.
Y el cemento era inmune a cada golpe del pico, pero su cuerpo no.
Y la guita nunca alcanza, comida de pobres, ropa de pobres, sueños de pobres.
Los diarios decían que todo estaba un poco mejor o un poco peor.
Daba igual.
El hambre, los impuestos vencidos, la casa sin terminar, los dientes destrozados, lo mismo de siempre y para siempre.
Jodido,
jodido,
jodido
antes de nacer
y después de muerto
y en el recuerdo de los patrones.
Oscar se pregunto cuanto más podría aguantar, no hubo respuesta, el mundo enmudece sin tazas de intereses ni bonos del estado.
Miro una ves mas los rayos y tomo otro trago.
Imagino a Ana desnuda y supo que aun podía aguantar un día más.
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