No te puedo mirar, estás tan lejos... que no sé si te pueda olvidar. Me levanto sin esperanza de nada, me sirvo y tomo una taza de café de realidad amarga, nada rompe este silencio, sólo mis manos estrellándose contra el deshojado teclado negro, es tarde para buscarte en mis mensajes escondidos.
No encuentro otra manera de tenerte... por lo menos en la brecha de mi mente, cuesta arriba llego a la orilla de la esperanza enloquecida, este no es como mis cuentos con final feliz, me estoy haciendo a la idea de irremediablemente perderte en la distancia del recuerdo y el olvido.
Me abraza el frío de la incertidumbre, cuanto pude hacer por lo nuestro y ya no queda nada cuando pudo más mi egoísmo, ni siquiera te puedo mirar, estoy ciego de tu ausencia en tu andar vacío de mí, como esta olvidadiza mañana que se olvida de llegar a mi ventana, acaso se perdió como la estrella que me mostraba el camino.
Ya no puedo verte, me limito a recordarte... compañera ausente de mis horas y sueños vagabundos que se han ido, los celos resbalan salados por mi frente, la mancha insípida del tiempo me obliga a doblar las tullidas manos, que tanto almibar dejaron tirado en tu cuerpo.
He perdido el apetito y conservo la paleta colorada que me diste por si podemos compartirla juntos, para comerla de un bocado al oprimir con mis manos tu pecho enamorado, pero me he convertido en un charlatán ilusionado, que engañado es algo que se niega a aceptar, no hay más amor que el que tuve contigo.
He dejado abandonado a mi segundo nombre, mutilado las alas desplumadas, veo que la caricia que me diste sólo dejó polvo en mis uñas, después de tí volver a amar a no poder resulta arduo sin alas satinadas que me acerquen al espacio que existe entre tu cuerpo y mis manos, la guerra terminó y reina el silencio, porque es más fuerte el aroma de la verdad que despide la maldita y cruda realidad cocinada a fuego lento. |