Es esa misteriosa necesidad, de caminar, y de poner cada mano a cada lado, de extender dedo indice y anular, como cargando una 44, como siendo dueño de cada paso, de cada destino indivudual que se cruza y lo mira indiferente.

Vale la pena destacar que la intención no es matar, es amenazar, espantar, asustar y caer. Nunca vale la pena mirar hacia atras y ver si alguien se ha dado la vuelta, nunca vale la pena ver hacia adelante y ver que tan cierta es la cara de incredulidad del que viene por delante dispuesto a topar.

Lo que si vale la pena, es extender ambos dedos, indice y anular, de cada mano, ponerlas a cada lado, y sentir la omnipotencia de tener el destino por las manos, sentir la odiosidad del camino individual.