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Era alta y bella. Llevaba un elegante vestido gris oscuro, bastante escotado, que no le tapaba la rodilla. Las medias eran negras al igual que sus zapatos de taco alto. El cabello castaño y lacio le caía curvadamente hasta el mentón a ambos lados de su cara de facciones generosas y armónicas. Sus ojos eran grandes y negros. Tenía una voz grave y hablaba pausadamente.

Conversábamos sobre literatura sentados en el living de su lujoso departamento de Belgrano, esperando la llegada de su marido, al que yo había ido a visitar por una cuestión de negocios. Al recibirme, me anticipó que él se había retrasado pero que no tardaría en llegar. Me ofreció un whisky, que acepté, y nos sentamos a charlar. Como dije, el tema había derivado hacía los libros, cuando sonó el teléfono. Por su expresión, un tanto indiferente y lo que decía, deduje que era Jorge explicándole que llegaría tarde, en la madrugada.
Finalmente ella, confirmando mi presunción, me alcanzó el auricular diciéndome con un tono, que se me ocurrió irónico:

-Mi esposo le quiere hablar…

Jorge se disculpó por no poder llegar y quedamos en encontrarnos al día siguiente en el centro. Terminé el whisky y me dispuse a levantarme, pero ella me detuvo con un gesto.

-Ahora, yo, voy a tomar una copa, dijo remarcando la palabra yo, acompáñeme por favor...

Me volví a acomodar en el sofá y acepté un segundo vaso, que ella puso en mi mano rozándome ligeramente con sus uñas color sangre. Con la lengua bastante suelta por el alcohol, me largué a exponer mi opinión sobre algunos libros que había disfrutado, teniendo como fondo musical una melodía, que en volumen muy bajo, flotaba en el ambiente. Desde el sillón individual frente a mí, ella me escuchaba en silencio con una atención, cierta o fingida, que se revelaba en sus ojos de mirada acechante.

Ocasionalmente hacía un comentario apropiado o planteaba un interrogante facilitando la charla, y así el tiempo iba transcurriendo de manera agradable y apacible. De tanto en tanto, acercaba el vaso a sus labios y bebía lentamente, segura de sí misma, mirándome como si anticipara cada una de mis palabras y movimientos.

Había cruzado sus piernas descubriéndolas más de lo aconsejable. Creo que fue entonces cuando tomé conciencia de que una agradable lasitud se había apoderado de mi cuerpo, que la música me sedaba, que mi razón se había desdoblado.
Por una parte pensaba en lo que decía sobre literatura, pero por otra, una paralela corriente de ideas excitantes, invadían en tropel mis neuronas, analizando la situación, evaluando riesgos, culpas y posibilidades. Imaginando modelitos de lencería, y también como seria esa mujer totalmente desnuda tendida obscenamente sobre la mesa del living. A la vez, me alertaba acerca de que ella se había percatado de mi despertar, más aún, que ella me había despertado.

A partir de ese momento, tuve muy claro que los libros ya no eran el tema. La parte rescatable de mi intelecto, esa que ama los libros, el arte, la belleza, acababa de sucumbir ante la otra, la perversa, la lujuriosa.
Claro que esto no pasaba de una ensoñación erótica, en realidad yo no era un seductor sino un ejecutivo de empresa serio, respetuoso de las convenciones sociales. Para más, bastante tímido.

Pero el camino había doblado, eso era seguro, ingresando en otro, resbaladizo, peligroso, en el que se planteaba un juego que ella parecía dominar mejor y que me atrapaba. Yo no las tenía todas conmigo, había en esa mujer cierto aire de suficiencia que me intimidaba, como si tuviera el control absoluto y se supiera dueña de la escena.

Se había puesto de pie mientras yo continuaba hablando, ahora dubitativamente. Con parsimonia, sin invitarme, había encendido un cigarrillo. Sus ojos inteligentes, me observaban impasibles a través de las espirales de humo. Volvió a sentarse.
Repentinamente me sentí un tonto pedante, hablando como un loro sobre los pocos libros que había mal leído, y haciendo un silencio abrupto, dije sonriendo, un poco avergonzado,

-Creo que el whisky me ha puesto charlatán, me parece que la estoy aburriendo, discúlpeme.

Su boca no esbozó sonrisa alguna pero sus ojos reían. Descruzó y volvió a cruzar las piernas hacia el otro lado mostrándome fugazmente los muslos, respondió:

-Vamos, no se subestime, y no seamos tan formales. Su conversación es interesante. Creo que podríamos tutearnos..., ¿no te parece?

Decididamente está jugando conmigo, me dije, no me considera peligroso. Sabe que no me arriesgaré a pagar el alto precio de un papelón o quien sabe que más, mientras tanto me provoca y se divierte. Lo aconsejable, como estrategia, es seguir el juego con suma cautela, dejar que ella haga las movidas arriesgadas.

-En realidad, me gusta bastante leer pero mis conocimientos de literatura no llegan mucho mas allá de lo que ya dije. ¿Porqué no me contás algo sobre vos?, proseguí aceptando el tuteo sin mas comentarios
Luego de un corto silencio, respondió lacónicamente:

-Como ya lo habràs notado, soy una mujer social, me gusta mucho recibir gente… y después agregó mirándome fijamente,
-Siempre estoy a la expectativa...

Se inclinó sobre la baja mesa ratona que nos separaba, para apoyar su vaso, y expuso a mi consideración el escote de su vestido. Me tomé unos segundos para serenarme y proseguí con mi interrogatorio,

-Si, ¿pero cuales son tus gustos, que es lo que te gusta hacer?

Sonrió con suficiencia, estiró su cuerpo hacia atrás, volvió a cruzar las piernas y dijo:

-Son tantas las cosas que me gustan, pero también puedo contarte sobre las que no me gustan...

-A ver..., insistí bastante interesado.

Se produjo un silencio, durante el cual bebimos, en el que aproveché para mirarle distraídamente las piernas, como para demostrar que en realidad no era un hombre tan manejable. Ella ignoró la mirada.

-Bien, ¿qué es lo que no te gusta?, continué.

Miró el techo por un instante, como buscando una respuesta, que en realidad tenía, y dijo:

-No me gusta estar sola...

-Pero nunca debés estar sola, aventuré. -Jorge me contó que salen mucho, que viajan bastante, y lo bien que la pasan.

Inmediatamente después de haber hablado me sentí un perfecto imbécil, como si ella se estuviera esforzando en allanar el camino, y atrás viniera yo llenándolo de piedras. Su mirada parecía confirmar mi pensamiento, era intensa, atemorizante. Sin embargo, sonrió y sin apartar sus ojos de mí, respondió.

-No todo es vida social o viajes. Por ejemplo, ahora no estoy sola porque te pedí que me acompañes, ¿no es así?

Resolví no volver a equivocarme y ser un poco más audaz, pero no demasiado. Algo me decía que no era necesario, que debía permanecer inmóvil, que ella avanzaría cuando lo creyera conveniente. .

-Tenés razón, dije, -En realidad todos estamos un poco solos, aunque a veces no nos demos cuenta. Yo lo noto ahora, que me siento realmente muy bien acompañado.

Tras decir esto, me di otro sorbo de whisky, a manera de premio.
Acercó la copa a sus labios y también bebió, su mirada era inexpresiva pero yo supuse que se sentía halagada. Hizo una pausa y dijo:

-Es curioso que mi compañía te resulte buena, al fin y al cabo en el tiempo que llevamos conversando no he dicho demasiado...

Podría haber interpretado que me estaba tratando de ególatra charlatán, pero preferí ser optimista y seguir adelante,

-Si, en realidad yo hablé mucho más, pero vos tenés la particularidad de hacerme sentir cómodo.

Sonrió y dijo,
-Gracias, yo también me siento cómoda... ¿o nos estará afectando el whisky?

Ahora los dos nos mirábamos en silencio, como satisfechos del rumbo que le habíamos dado a la charla. Me sentía deslumbrado y decidido a continuar. Además no hubiera podido irme, estaba como pegado al sofá.

-No lo tomes a mal... dije con voz no muy segura, pero apostando un poco mas fuerte,
-Sos una mujer muy hermosa, me atraés mucho...

Su mirada revelaba ahora triunfo y poder, había obtenido de mi boca lo que sabía sobradamente. La espera a su respuesta, se dilataba en un interminable silencio, y justo en el momento en que ella iba a hablar, sonó el teléfono nuevamente.
El suave zumbido del aparato me pareció la sirena de un camión de bomberos. ¡Cómo no lo había pensado!, Si era Jorge, me resultaría muy engorroso explicarle que hacía en su casa, solo con su mujer, tomando whisky, dos horas y pico después que él me dijera que no vendría. Era un hombre de negocios astuto y perceptivo que sin apartarse de su buena educación, me borraría olímpicamente de su agenda, previa conversación aclaratoria.
Ella lo dejó sonar cuatro o cinco veces. Depositó suavemente el vaso en la mesa, y alargó el brazo con la pulsera de oro hacia el teléfono.

-Hola, dijo, Ah, Jorge... ¿Dónde estás?

Su mirada, imperturbable estaba fija en mí y su voz, grave y serena, no revelaba la más mínima alteración,

-No querido, lo entiendo perfectamente, siempre se toma en esas reuniones y prefiero que no manejes de noche. De Dolores son como doscientos kilómetros, no... ? Si es peligroso... si... si... ya estaba por acostarme... ¿El señor...?, ¿Que señor...? ah si, el que te estuvo esperando... Se fue ni bien habló con vos cuando llamaste antes..., si buena persona y muy correcto... chau querido, que descanses. Un beso. Cortó.

Cruzó una vez más sus piernas, encendió un cigarrillo, aspiró largamente, y mientras exhalaba el humo, dijo, mirándome fija e intensamente.

-No te preocupes, yo también me siento atraída por vos...

Luego, lentamente, sin dejar de observarme, se incorporó y con un andar ondulante y sensual, comenzó a acercarse.

Texto agregado el 15-04-2005, y leído por 3862 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
09-07-2012 Las letras atraen y el whisky también!!Obnubila la mente!!! efelisa
14-12-2011 Inicie la lectura y quede atrapado!, Gracias por compratirlo MANOLOMANOLO
19-02-2007 bueno entretenido.luego leere otros chao dinosauria
02-04-2006 ***** laquesoy
29-10-2005 te voté como rocisol y me volviste a maravillar como eldaros elidaros
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