Corrí y corrrí como no pudiste hacerlo mas tú, pero no alcancé a alejarme de la fatídica noticia. Siempre dicen que de amor nadie se muere, pero los dejaste callados con tu ejemplo, lástima que fuiste tan rotunda al morirte.
Todo empezó por una inocente llamada a mi casa, donde a mi madre le preguntabas por tu amor, luego vinieron las fugas y los comentarios callados como secretos a voces gritados, después de tu caída por el claustro que tu abuela te impuso, vino la herida y el llanto, pero nunca la idea de que sería la última vez que tan hermosamente pecosa te viera.
Te fuíste de la casa, y en un buen tiempo no volví a saber de tí, pero pasados los años nunca imaginé que la figura decrépita que mirar pude sin una pierna te pertenecía, maldito cáncer que de un supuesto raspón se convirtió.
Luego vino la quimio, y los vómitos y las diarreas incontenibles, tu incontrolada falta de apetito de estar en un mundo tan infelíz, sólo tenías 15 años. Nunca fuiste realmente libre y felíz, no llegaste tan lejos al escapar repetidamente de casa.
No hubieras salido por mí, no te hubieras caido, no te hubieras muerto, no te hubieras perdido, pero un necio tonto fuí, por no llevrte conmigo.
Tras la muerte de Susana, llegó pronto la noticia, y por más que intenté correr alejarme no pude de la culpa que cayó como lastre sobre mis hombros.
Es este mi modo de liberarme del peso que me significa una niña haya muerto por mi causa, demasiado cercana como para olvidarla prematuramente... Susana, tarde te escribo esto, lo siento todavía, hoy me acordé de tí. |