Dije que explicaría algo a la cara y lo voy a hacer, aquí delante de todos.
Explicar que no existe nada tan aberrante como una vida sin sueños, o sueños sin vida. Explicar que aquella noche no lloré, explicar que me asesiné (o me asesinó ella). Y decir que todo esto que atraviesa mi pecho no tiene nombre, pero el ser humano se lo dio. Decir que mi alma en su ausencia medita un contrato sin leer la letra pequeña. Explicar que la pregunta no son dos signos de interrogación, explicar que todo es una pregunta, y a esa pregunta le quité los símbolos, y al principio y al final puse su mirada onírica.
Aun no he explicado como empezó todo, pero no os importa, sólo a mi me incumbe escribir mi historia melancólica de una noche sin estrellas, solo a mi me incumbe mi propio yo, mi propio deseo enfrascado y tirado al mar, que espera ser recogido por los peces de todo un silencio, acuchillado por el roce de unas manos suaves, cuando en ellas se dibujaba un sol que no ilumina, pero quema como puedan quemar mis palabras al propio fuego de mi deseo irreparable. No es contradicción ni caminar inseguro, son pasos firmes que auguran una derrota. El miedo no existe, lo se, el problema es que tampoco existe el valor en mi cuerpo…
Cobarde no es el que tiene miedo ni al que le falta el valor, es el que no quiere equivocarse, es el que no le gusta arriesgar lagrimas venidas a menos, es el que, como yo, espera a que lleguen las estrellas, espera a que lleguen los placeres.
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