Ya me iba para mi casa, estaba donde Javier estudiando y preparando un trabajo para un ramo en la U. Siempre me quedaba con la duda de para donde irá a carretear este huevón, cuando no sale a algún pub o discotheque. Hasta que el pregunté y me dijo que por aquí no mas. Debo aclarar que Javier vive en la calle Arturo Prat a dos cuadras de la Alameda, en pleno centro de la ciudad. No todos los días conoces a alguien que literalmente le sirven todas las micros.
Lo siguiente fue preguntar si alguna vez había visto algo fuera de lo común, ¿como que?, lo que sea le dije, ¿Has visto a los ladrones del centro en vivo?. Yo me quede pensando. Nunca había visto uno, sólo los conocía por la tele, aunque siempre los muestran donde yo me bajo de la micro.
Mira, fue todo lo que me dijo y apuntó a un tipo que iba caminando de modo raro y luego señaló a otros tres más. Yo estaba en el paradero que está en frente de la Universidad de Chile y no veía nada fuera de lo común, hasta que vi con otros ojos.
Resulta que sus movimientos no eran casuales ni accidentales, se iban cerrando sobre un tipo con maletín. Me decía Javier que estos tipos ya los tenía identificados hace rato (años), ahí fue cuando me dí cuenta que Santiago no sólo es de día sino de noche y más importante si uno realmente se pusiera a observar las cosas a su alrededor e interesarse por las cosas que suceden en su entorno, verías a esta ciudad con otros ojos.
Al final no quise seguir mirando y tomé la micro, impresionado por lo que acababa de descubrir, me fui todo el viaje observando a las personas de la calle y las que se subían a la micro buscándoles alguna historia. Mirando a los edificios en su parte mas alta, donde se encuentran departamentos habitacionales no de oficinas, imaginando a amantes furtivos y voyeristas que nos miran hacia abajo. Imaginaba la posibilidad de vivir ahí ver ese Santiago que pocos lo han sobrevivido de noche, todas las noches desde la seguridad de tu balcón. Un espectáculo de esos que ni siquiera Spielberg podría darnos ni con toda su parafernalia, la violencia que siempre quiso Oliver Stone para sus films; la realidad de las peleas callejeras que no se pudo transmitir en ‘El Club de la Pelea’, en ese Santigo yo viviría para siempre y en esa butaca tendría mis realitys shows toda la vida y gratis.