Es muy común escuchar en estos tiempos que el catolicismo pierde adeptos; la corriente predominante es el laicismo. Aquí en España se ha suprimido la enseñanza religiosa en los colegios y se admite la necesidad de impartir historia de las religiones sin dar más relevancia a una que otra, craso error, para bien o para mal, en mi país no ha tenido a través de los siglos la misma importancia el catolicismo que el budismo; nos han fastidiado mucho más los seguidores de Torquemada que los de Sidarta Gotaza. Nuestro gobierno se declara laico, pero al mismo tiempo también se declaran días de luto por la muerte del Papa; se guardan minutos de silencio en el congreso y se han hecho las fotos de rigor con las autoridades religiosas competentes para así demostrar que acompañan en el sentimiento por tan singular pérdida.
Y es que este papa, inteligente, intransigente, viajero y mediático ha sabido tratar con todo tipo de gentes y ha tendido la mano a todas las creencias; incluso se llevó bien con los musulmanes, y pidió perdón, por fin, a los judíos, (me habría gustado que lo hubiese pedido también a las mujeres).
Así, desde Ali Gagca, aquel que intentara asesinarle, hasta Castro y los terroristas que hacen estallar escuelas repletas de niños; desde Bush hasta Chaves, pasando por Clinton, han tenido un recuerdo para Juan Pablo II.
El catolicismo pierde adeptos, dicen… pero se erigen peanas y catafalcos para Vírgenes, se canonizan patronas en olor de multitudes; se cotizan los colegios religiosos y se movilizan cuatro millones de personas para asistir al más mediático evento de la historia. Que pierde terreno, dicen, en beneficio del laicismo; pero a mi me parece que lo que está haciendo es evolucionar hacia un catolicismo a la carta. Nos sentimos horrorizados ante actitudes como las que presentan ante el preservativo; la defensa a ultranza de la vida o la marginación de la mujer; pero nos seguimos casando por la Iglesia, Bautizamos a nuestros hijos y nos apuntamos al espectáculo de las Vírgenes en procesión o de los entierros con excesos.
El Papa, que podía ser lo que fuese, pero tonto no era… sabía todo esto, por eso sus críticos lo tachan de “conservador;” cuando su gran logro ha sido ese, evitar la caída de su iglesia en el nihilismo de los mitos modernos de nuestro mundo feliz; por no mencionar la reconciliación entre la economía de mercado y la doctrina social de la Iglesia.
Un papa vencedor, lo que ocurre es que lo que necesita este mundo son menos vencedores y también menos vencidos.
Me gustaría que el nuevo Sumo Pontífice se eligiese en base al compromiso con unos nuevos tiempos, de unas nuevas actitudes y de la responsabilidad ética y moral de mas de mil millones de adeptos; pero la fidelidad personal de los componentes de la Curia hacia quien les nombró a dedo en sus cargos hace que se mencione como papable al mismísimo Ratzinger y su látigo; entonces si que nos íbamos a enterar de lo que duelen los “cardenales”.
Yo, por lo pronto me he enterado de lo que es un “Camarlengo”, ya me ha servido de algo el cambio.
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