Amarte rodeada de musas y de ensueños, enfundada en ti, rasgando la mirada que atormenta estos sentires, sofocarme bajo el paraíso de tus labios, mojar la piel, sanar el alma extendida en ese aliento, los silencios de tu voz en mi semblante. Creo en ti, en los soles que te abrazan atado al vuelo de los ojos, en la luz tendida de fragancias, en la tibieza declinando tras los vientres, asida, inconclusa, rendida entre tus piernas insaciables. Abuso el recorrido de tus brazos, la piel que se derrama a cada instante, tu pulso enardecido y cruel, mi alma jadeando entre tu cuello, la eternidad sumida en mil espectros, los labios saboreando esos manjares, vos rendido a mis suplicios, yo condenada a tu regazo, ambos exhaustos de placer gimiendo en cóncavas miradas de fatiga. Me asomo con tu boca de infinitas mieles, latiendo en ese laberinto de las lenguas, enmudecida, diáfana, arqueada de mares y remotos dedos, exhalando la pureza, mordida, masacrada, erecta, sublime, para morir en las pupilas que declinan tu mirar bajo este vuelo de mi falda.
Ana Cecilia.
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