Siempre me ha gustado caminar mientras pienso. Dejarse llevar por el antojo de los pies, mientras la cabeza está ocupada en el eterno conflicto de estar vivo y sé que estoy vivo porque te quiero y sé que te quiero porque tienes la llave que me enciende y que me apaga.
Dices que pienso demasiado, que le doy demasiadas vueltas a las cosas, y puede que tengas razón, pero la conciencia y la experiencia, en ciertos momentos, no sirven de nada. Hay actos involuntarios que no se pueden evitar y yo no puedo evitar pensar en ti. Lo siento cariño, pero la resistencia es inútil y lo quieras o no, o lo quiera o no; te dejo herméticamente dar vueltas por mi cabeza, mientras yo lo hago por la calle y miro la gente, los niños, los perros, me encanta ser testigo mudo de vidas ajenas, de caras, charlas, discusiones, uno que silva, una niña que monta en bicicleta, un montón de personas, cada uno en su mundo virtual distinto al cotidiano que les rodea. En realidad están paseando con otra gente, en realidad estoy paseando contigo...
La memoria es inexacta, subjetiva y selectiva. Retiene detalles casi de una forma inconsciente y cuando usamos el stock de imágenes, resurgen casi sorprendiéndonos. Tú me has llenado la cabeza, y en cuanto aparece tu ausencia, naces con la perfección de tu recuerdo...recuerdo cuando bailas, te miro sin que te des cuenta y disfruto viendo como mueves la cabeza de un lado a otro, mientras mantienes los brazos en alto y contoneas el culo dibujando una silueta perfecta para mi gusto y cómo se marca en tu cara la curva del placer, y es que también me gusta tu risa y como cierras los ojos mientras ríes llenándolos de tu color pardo, me gustan tus ojos de plato que hacen juego con esos labios que parecen mentira, un conjunto que no puedo mejorar ni cuando te sueño y cuando te sueño me gustaría entrar por esa boca y esos ojos hasta llegar a lo que piensas, aunque te resistas a creerlo cuando no nos ponemos de acuerdo, tengo que reconocerlo; me gusta lo que piensas y como lo piensas, me gustan tus pendientes y tus zapatos amarillos, ese sol de tu cintura y que duermas con la luz encendida, me gusta cualquier cosa que contenga tu nombre y que tu nombre se haya soldado a mi utopía de felicidad.
No sé en que momento ni cómo llené mi cabeza con tus imágenes, tus olores y sabores, con tus palabras y tus gestos. No sé cuando ni si pude evitarlo y aunque te incordie que de tantas vueltas ¿Qué le voy a hacer? Me gusta caminar.
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